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Esperanza Martínez: habitante de tierra ajena

El porcentaje de población en condiciones de pobreza en Venezuela ha caído del 70% al 23% entre 1996 y 2009” Elias Eljuri, presidente del Instituto Nacional de Estadísticas (INE)

Por Yoyiana Ahumada | 13 de abril, 2010

Venía de Guarenas, de Santa Rosalía, de las Palmas. Venía del empleo formal, del quince y último, de un techo propio, de una familia constituida, del status quo, de una oficina. Venía de la clase media que en la Venezuela Saudita viajaba a Margarita y tenía tarjeta de crédito- En aquel momento llevaba un año desempleada, y diez que la vida no la deja en paz. En aquel año 2001 entró a formar parte de los índices de pobreza. Un hijo de once años, un periquito australiano y el sueño de regresar a lo que perdió, llenan sus días. Todavía me pregunto si lograría salir de aquel lugar al que no se llega más nunca.

La pobreza en Venezuela es una palabra que juega en la boca de quienes la usan; unos bajo  promesas de milagreros de feria cuando ofrecen transformarle la vida a sus semejantes, en ingentes campañas electorales; otros porque emplean distintos indicadores para convertir cada vida, cada miseria en un triunfo a ser exhibido por la estadísticas. La pobreza como sustantivo es tan colectiva en América Latina que aterra. Huelga decir que es deuda pendiente de la sociedad venezolana Y pese a que los índices de Gini-un cuadro que mide la desigualdad-señale un descenso de 0,49% a  0,39% ella no se había enterado.  Al igual que sus vecinos, se hizo brigada invasora. Para Esperanza esa noticia de que en el país hay menos pobres y nadie se acuesta con hambre es un sonido lejano en un domingo encadenado. Y aquel domingo fue la prueba fehaciente de que permanecería largo rato como un caso más de la espantosa miseria por mucho maquillaje quieran ponerle en los indicadores.

Decir lejos, es decir aquel lugar, el Winche, un sitio en ninguna parte. El terreno que hoy ocupa pertenece a Fundasucre y lo ocupan en su mayoría colombianos de la costa y emigrantes de Barlovento. Luego de rodar y rodar, por la abigarrada carretera de Mariches, pasar el embalse de La Pereza, y lograr esquivar el tráfico infernal, pareciera imposible que continúe la estrecha y empinada carretera porque si uno en un acto de desafío a la criminalidad, saca la mano por la ventanilla de la patrulla que nos porta, araña el cielo.

Sin embargo, el brillo plateado del zinc, anuncia un nuevo camino de tierra, más rocoso y empinado que desemboca en la vida de un nuevo conglomerado humano, pequeño-en aquel momento- de 104 familias. “Este es uno de los barrios, que se formaron tras las invasiones, tiene apenas un año” (2001) explica un funcionario de Polisucre, en cuyo recorrido y zona de patrullaje anterior, estaban Plan de la Avioneta, Villa Esperanza, Apolo VIII y La Dolorita pero ahora le asignaron la zona urbana, “que es mucho más dura”  De acuerdo a las cifras oficiales en el Municipio Sucre, este año 2001, se ha logrado reducir el índice delictivo en un 19%. Sin embargo el Winche es uno de los sectores con mayor incidencia delictiva entre los barrios de Mariche. Según  las cifras de la Dirección de Operaciones de la Policía Municipal,  los días de  mayor frecuencia delictiva son lunes, miércoles y viernes, para el hurto de vehículos y hurto genérico, en las horas entre las 6:00 am y 12:00m y de 12:00 pm a las 6:00 pm, respectivamente. Es uno de esos miércoles de la estadística y acaba de llover, los lugareños  están en la labor de secar y sacar el agua que se les metió en la casa. Al fondo se escucha en el dial 103.3, “¿cómo te hago entender….?”, que como casi todas las canciones que han sonado durante el trayecto,  insiste machaconamente en un sexo desesperado y obvio. Una muchacha curiosa ante la llegada de la patrulla, indaga sobre mi presencia y en seguida, muy amable se muestra orgullosa de su casita, pintada de lila, con una alfombra sobre el piso de tierra y una cocina empotrada. Se le emparamó la cama porque “llovió venteao”, pero invita a conocer su vivienda y exhibe una cuna de madera hecha por el vecino carpintero que se las ha “martillado” a todos los muchachitos del barrio.

La esperanza

Al lado de la casa de muñecas hay otra muy parecida y en el medio la azul, la de Esperanza, a quien llaman doctora, maestra y sifrina. El piso al igual que el resto, es de tierra. No hay cloacas, no hay agua, no hay luz eléctrica, aunque como en todo barrio, las conexiones al cable principal sirven para robársela porque existe la certeza de que  hasta allí no van a llegar los inspectores a aplicar multas “a los altos consumidores”

La puerta es una suerte de tablón de fórmica, permanentemente cerrada, porque aunque colabora con los vecinos, “no me gusta que estén hurgando en mi intimidad”.

Adentro un par de sillas y un balde sirven de asiento. Una pila de cajas de cartón, amontonadas en un rincón y llenas aún, indica que quienes la habitan, Esperanza y su hijo Juan, no han terminado de llegar, o quizá esperan marcharse pronto. Una cocinilla a gas, una mesa improvisada, junto a grandes pipotes y cientos de botellones plásticos, denuncian la sed. Una tela inmensa divide los ambientes e impide descubrir espacios más personales, ocupados por una litera, algunos juguetes y un closet improvisado. “Necesito agrandar este espacio, pintarlo, hacerle una gracia porque si no me voy a volver loca, con este encierro”, suelta.  Y es que después de vivir en un apartamento en Las Palmas, con espejos y comodidades, se hace más estrecho cualquier rincón. Un piropo sobre su arreglo personal provoca un grazie y ante el asombro, se larga a hablar: “aprendí a hablar italiano con un siciliano, y luego con un romano lo fui refinando”.

Una sensación de absurdo lo invade todo. Esta mujer de 46 años, que supo de restaurantes, de hoteles en Margarita, de acción en un club, de automóvil, de buena ropa, está allí sentada en una carencia extrema, sostenida por una excelente pronunciación, un pensamiento lógico, una serie de lecturas de libros sobre metafísica, filosofía, psicología y la seguridad de que este lugar es apenas una estación en su vida.

Esperanza Martínez, secretaria ejecutiva de una serie de importantes empresas (Madosa entre ellas) está ahora en este rincón del Estado Miranda como secretaria de la asociación de vecinos. Pese a su situación y un accidente en la cara ( le faltan los dientes), mantiene el buen humor y la coquetería:“soy yoísta y egocéntrica”

En un medio que le es ajeno, y del cual intenta mantener apartado a su hijo, devela que su madre se preocupaba “porque no tenía amigos venezolanos, me encantaban los extranjeros, de cada uno aprendí unas cuantas palabras, cuatro en ruso, cuatro en alemán. Quise estudiar idiomas, pero siempre me gustaron las cosas cómodas, ¿Para qué me voy a esforzar?” A duras penas terminó el bachillerato, quería empezar a trabajar y a vivir.

-Tuve altísimos cargos como secretaria ejecutiva y asistente de la presidencia, porque la gente se impacta conmigo, tengo cierto nivel de instrucción y resuelvo cualquier problema Esa capacidad, dice, la descubrí años más tarde, cuando tuve la sabiduría y me di cuenta del tiempo que había perdido. La “sifrina”,  vende cigarros al detal a 100 bolívares (1 bolivar fuerte) ‘porque si no me los piden’.

La menor de cuatro hermanos, es hija de Raúl Martínez, director de una banda en Los Teques y Soledad una costurera que vistió los matrimonios de la high, cuyas novias iban a la Alta Florida, en busca de unas manos que bordaban canutillos. Recuerda a su hermano-fallecido- un matemático y físico puro, Fernando Martínez, considerado, según ella, una eminencia, “introdujo la matemática moderna al país y fue la mano derecha del Director del Iufan”

¿Cómo fue tu infancia?

-Muy linda, con una familia muy comprensiva, de alto nivel cultural, no supe lo que fue una correa, a pesar de que yo era muy rebelde. Hay una anécdota de cuando yo tenía 7 años y escuché el cuento de “Caperucita Roja”, y me preguntaron que creía y dije ‘esa madre es una irresponsable, a mi no me dejaban salir sola’. Siempre fui muy lógica, nunca toleré eso ‘de te callas porque soy más grande que tú, ¿Qué es eso?, respeto se gana con respeto, como Mafalda, yo nací el mismo día en que tú te graduaste de mamá” filosofa. Estudié en el Colegio La Consolación con las monjas aunque me crié con mucha libertad.

¿En qué pensabas a los 18 años?

En pajaritos, jugaba muñecas. Fui una niña muy mimada, no me dejaron crecer. Yo tenía todo, no sabía desear, ¿Para qué iba a madurar?

Se casó por primera vez, a los 21 años sin consecuencias y luego una segunda y una tercera, de la que resultaron 3 hijos.

¿Cómo te sientes ahora?

Muy tranquila, porque con sabiduría llegas a ver la vida por otro cristal, empiezas a dejar de darle importancia a las cosas, a ver todo tipo de personas y no juzgarlas, dejas de atesorar cosas, aprecias otro tipo de valores, te viene una sabiduría de anciano a punta de trompadas. Conocí un pintor de los Cabré, que me dijo ‘eres como el oro que hay que llevarlo al fuego máximo y caerle a trompadas para que salga la perfección’

¿Cómo te pasó lo que te pasó?

-Para decaer pasa muy rápido es como una vorágine, que no sabes como detener, pero para subir, es como si escalaras el empire state . No hubo puerta que no tocara, cuando la inmobiliaria anuncio que me iban a rematar el apartamento y me quedé  sin trabajo y dos hijos en un colegio pago al que no me los iban a dejar entrar. No tenía ahorros, ¿Para qué? Me encantaba el hotel Concorde, me dieron la tarjeta de crédito con 10.000 Bs. y en un mes ya tenía Bs 50.000. (10 y 50 Bs F respectivamente) Vivía como me daba la gana y eso me iba a durar toda la vida.

Esperanza empezó ganando 450 bolívares-de los de antes- como asistente a la Secretaria de Administración: “Doce años duré en esa empresa y como a todo el mundo, al final de año me daban un bono de 40.000 Bs.- de los anteriores-Reventé las tarjetas, debo como dos millones (2 mil bolívares fuertes)  Me encantaba un restaurante y ahora tengo una cantidad de años que no veo ni un Arturo’s miserable. Llegué a romper el equilibrio y todo tiene que tener su justo balance. De hecho no puedo tener tarjeta de crédito más nunca, pero pienso pagarla, algún día. Me remataron la acción en el club, tuve un carro y lo perdí. Me tocó vivir en los sitios más espantosos.

Dejaba los hijos en una habitación en la casa de Los Teques, donde vivía su padre. Se levantaba a las 4:00 am y llegaba tarde al trabajo, hasta que la botaron y le dio una crisis nerviosa: se le blanqueó el cabello, llegó a talla 6 de niña y empezó su cuesta abajo. Fue a buscar a su hermana, para pedirle auxilio “si no el metro está ahí”. Los dos niños mayores se fueron a Las Palmas y el pequeño se quedó con ella. Por él tuvo que limpiar pocetas, e incluso, una navidad, se vio en la necesidad de dejarlo sentado en la esquina de La Marrón, solito, mientras ella le compraba su regalo del Niño Jesús. “Afortunadamente-dice, porque fue el único de ese diciembre, a mi familia se le olvidó comprarle un regalo a mi hijo.

Habitaciones y rincones

– Cuando me quedé con el niño, comenzó el problema de quien me lo iba a cuidar, no tenía trabajo, así que al buscar una señora, por la prensa, le dije le pago el quince. Ahí lo dejaba de lunes a viernes, sin saber de él, ¿Qué más iba a hacer, lo metía en una habitación del Nuevo Circo, llena de prostitutas y drogadictos? Tenía dos años y medio, no se acuerda, gracias a Dios que no existe memoria, yo he barrido todo, pero nunca le he ocultado nada.

¿Hiciste alguna concesión?

– No tenía un centavo, andaba buscando trabajo desesperada. Llegó el jueves y en el hotel donde llevaba a mis hijos, había por decir, un kilo de cocaína y me decían, ‘date un pase y ve a vender y te agarras cinco mil bolívares!’ Y la desesperación ahí, ¿Y si me agarran? Me di cuenta de lo importante que es la formación de la casa. Llegué a probar crack y casi me muero, las personas que acompañan ese vicio son de lo peor y conocí el lado oscuro. Del glamour y lo divino, conocí el infierno. De las medias panty y la ropa de Tropicana llegué al trapo de lycra. Con 35 años toqué las puertas del averno. Otra vez una prostituta me dijo vente, y yo dije ‘¿Y si mañana mis hijos se enteran?’, pero necesitaba los reales. Era un sitio fino, y yo me senté a beber, casi me quedo dormida. Como a las 4:00 am se me acerca el último cliente de la barra. Salimos de ahí y nos fuimos a un hotel, donde nos quedamos dormidos, hasta la mañana siguiente, cuando yo empecé a llorar desesperadamente porque mis hijos estaban en una habitación en Los Teques, tenía que pagarle 14.000 (14 Bs F) bolívares a una señora y no había hecho plata. Fui sincera con él y le dije que no había pasado nada, le conté mi situación, pero no me creyó. Iba para Los Teques y al llegar mis hijos lo vieron, entendió que no le había mentido y me dio un cheque de Bs. 25.000 (25 Bs F) ‘para tapar la falta y cuando rebote, porque falta la firma de mi esposa, dices ¡Ah caramba!’. Me bajó a Caracas con los niños, y cuando nos despedimos me dio Bs. 10.000 (Diez de los de ahora) El cheque si tenía fondo y hasta me quedé con el vuelto, creo que fue un milagro.

La experiencia se repitió, porque la necesidad tiene cara de perro y la naturaleza femenina la traicionó con una menstruación a destiempo. Esta vez fue un italiano quien además confesarle su amor y reclamarle a la vida por haberse enamorado de una prostituta, le pidió matrimonio y al saber su historia le dio trescientos dólares.

¿Crees en algo?

-Puedo decir que soy metafísica y eso me ha ayudado a ver las cosas desde otro punto de vista. Pongo a Dios por delante de todas las cosas.

¿Que te dice?

-Que me espere.

¿Hasta cuándo?

-El tiene su tiempo

¿ Cómo entiendes lo que te pasó?

-Yo pienso que el destino lo haces tu mismo y si eres irresponsable y loco, pagas las consecuencias y yo las pagué. Aunque a veces digo ¿para qué sirve la madurez?

¿ Has sido conformista?

No pretenderás que estoy conforme en este lugar.

¿Es un tránsito? ¿Dónde te ves de aquí a dos años?

-Es un ahora. Visualizo una casa normal, no sé como serán los canales, no se dónde, una casa.

¿Estás haciendo algo para conseguirla?

-Me puse en contacto con la alcaldía, para entregarle mi hoja de vida. Necesito un empleo de lo que sea y aunque el trabajo dignifica que no sea limpiando pisos. Soy buena en relaciones interpersonales.

¿Eres líder?

No es que me sienta, la gente me hace sentir líder.

¿Te respetan?

-No porque no saben realmente los valores, o te odio, o te necesito. Por su condición social. no saben valorar una relación

¿Cómo es tu relación con tu hijo?

-Maravillosa, le exijo, la tarea, él lava su propia ropa porque yo le hablo claro, las responsabilidades son compartidas. Es el que me mantiene viva y me promete que va a estudiar para darme todo.

¿Y la del padre?

-Cuando estaba pequeño, ¡hay que bello, de lejitos! pero ahora que yo lo formé, con mi esfuerzo, entonces si es su hijo…’yo le dije, tu te gradúas de bachiller y entras a la universidad entonces vas a tener papá y tu relación va a ser una maravilla’

¿No ha pensado en echarle una mano a la madre de su hijo?

-No quedamos en buenos términos. Yo me quedé sin el apartamento de Santa Rosalía, sin trabajo y con tres niños y él en la casa, lavaba la ropa, hacía comida, mientras yo trabajaba en la calle. Sentí que los cables estaban cambiados.

¿Qué te pasó en la boca?

-Tuve un accidente, porque todo se cumple. Yo vivía en el apartamento de un amigo, en un edificio en el que había un psicópata, un drogadicto que me acosaba. El tipo me estaba cazando, y me arrinconó con un cuchillo que me puso en la garganta. Logré convencerlo de no matarme y bajó la guardia. En eso llegaron dos amigos acompañados con la policía y cuando entraron al apartamento, empecé a gritar, a decir que me había golpeado y violado, y se lo llevaron.  Fui a acompañar a una amiga que tenía un problema, y tuvimos un accidente, fui la única que se lastimó y justamente en la boca, porque yo había maldecido a ese ser, y me dieron por la boca, por eso fui a pedirle perdón en la cárcel.

La sensación de irrealidad invade el miércoles de ese junio. Una mujer ataviada de secretaria de la cuarta república, detenida en el tiempo, habla como si recitara un programa de autoayuda. En sus ojos se puede leer el cuesta abajo en su rodada y sabe uno que en su cuento de heroína, hay horas de dolor sostenido. Desarraigada de una clase que aspiró la gloria y la riqueza súbita; exiliada de la familia y el afecto, Esperanza toma entre sus manos el Decamerón de Bocaccio y larga un suspiro Pampinea, Fiammetta, Filomena, Emilia, Laureta, Neifile, y Elissa ¿Cuál de todas promesas cabrían en el amor comprado del italiano?

“ La vida tiene un por qué y un cómo, y eso está marcado desde mi nacimiento, Mi papá se casó de 17 años con mi mamá de 15, que era hija de una mujer que tenía un prostíbulo. Papá un negro de un físico arrollador, era un chulo que golpeaba a mi mamá. Salí yo que soy hija única de ellos dos, y tengo 19 hermanos. Mi papá se va al servicio militar, y ella se suelta el moño. Mi abuela, muy recia, tiene una hermana muy elevada espiritualmente llamada Susana, de 56 años que era  modista y vivía en Las Palmas. Cuando mi papá se casa, ella le regala unas cortinas en las que me envuelve una noche mi mamá  y se va de bonche tres días. Me dio una gastroenteritis, y cuando me encuentran tengo el estómago reventado. Mi papá se entera y viene salvarme, decide matar a mi mamá, ‘olvídate de ella porque se murió’. Nunca supe si la mató o no porque desapareció para siempre de mi vida”

Aquel domingo el Ateneo de Caracas, que aun no era la sede de la Universidad de las Artes, y seguía abierto para eventos de todo tipo, se llenó de expectativa, ella como una más de la estadística, esperaba su turno para entra al evento Habla la pobreza, organizado por la Alcaldía de Sucre, cuyo burgomaestre era el delfin Rangel Avalos; que además de una publicación, contemplaba la realización de un documental con el objetivo de clasificar casos de pobreza en la zona de Petare y buscarles alivio.  La Sala Ana Julia Rojas, bullía de preguntas, era el pueblo y este era su momento. Un programa con fallas de origen y sonido les trajo más de lo mismo. Seguirán siendo ese problema pendiente, y la solución una ausencia sólo presente en los medios y en los discursos. Aquel domingo el más largo en mucho tiempo, regresaron a su vida con las manos más vacías que antes porque ya hasta molestaban en la promesa. Ella volvió  a la espera de las cuatro horas que dura el proceso para tener un poco de agua- desde que llega el camión cisterna hasta que se llena el tanque de la vivienda en todo Mariches-, porque la zona más seca es la del Winche,  “ya ni La Pereza funciona” dicen los habitantes del barrio, “Hidrocapital no pone a funcionar la Planta sino al 10% de su capacidad” dicen desde la Mesa de Agua.  Antes de que llegue el camión cisterna de la Alcaldía del Municipio Sucre, Esperanza junto a sus vecinos, los espera de pie para poder llenar cada uno de los pipotes que cargaron durante una escalada de 356 peldaños. Ella es un eslabón de esa cadena humana donde se mezclan edades y sexo, y junto a su hijo colabora con el proceso que termina con una trenza de mangueras para trasegar el agua hasta las frágiles viviendas. Cuando tienen suerte el agua llega cada 30 días. Esperanza y su hijo siguen siendo habitantes en tierra ajena.

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*Los nombres de los entrevistados, incluyendo el de la protagonista de esta historia, han sido cambiados para proteger su vida privada.

** (Versión de un trabajo Habla la pobreza/ Junio 2001/)

Foto: Eduardo Fotografía Digital

Yoyiana Ahumada 

Comentarios (3)

rodrigo ahumada duran
13 de abril, 2010

El drama de la pobreza, ese mal endémico que carcome la existencia de tantos en América Latina, ante la indiferencia de muchos, tratado con una aguda pluma y una singular maestría. Detrás de este escrito se esconde la inteligencia y la profunda sensibilidad social de Yoyiana, una persona para la cual el dolor de sus semejantes no le es indiferente. Hija de esa gran tierra venezolana y de un gran intelectual chileno, Jorge Ahumada. Felicitaciones desde Santiago de Chile.

carlos larrain vial
14 de abril, 2010

No sabía que existía este sitio y me encantó. Yo también soy chileno y te quiero felicitar por tu artículo y tu reflexión, no sabía que eras hija de Jorge, cuánto extrañamos su temprana partida en Chile. Así como Venezuela no concedió al gran Andrés Bello, nosotros le concedimos a Jorge Ahumada, fundador del CENDES, en la plenitud de su madurez intelectual. Eduardo Frei Montalva, nunca se repuso de la partida temprana de tu padre. Gracias por prolongar en este artículo su permanente preocupación por la suerte de los más desvalidos de este mundo.

Sol
14 de abril, 2010

Me sobrecogió este testimonio. La historia relatada es una lección de vida. Cómo me gustaría que no existieran tantas “Esperanzas” en peligro y que en este pais a pesar de los errores existiera un sistema que permitiera la redención de la escasez material extrema en un ser humano a través del trabajo digno y responsable. Pamplinas a la ideología y al servilismo político para lograr la adhesión de adeptos en desgracia.

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