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El problema de la obesidad en Venezuela

Los reyes del “dulcito”

Según especialistas y ex víctimas, las razones para que Venezuela esté entre los 6 países con mayor porcentaje de obesos en el mundo son un tiro al suelo: la mala educación nutricional y el sedentarismo

Puesto 47 en el más reciente ranking mundial de la FIFA. Cuartos en la última Serie del Caribe de beisbol. Novenos entre los productores de petróleo. Segundos en títulos de Miss Universo con 6 coronas. A estos honores, Venezuela agrega ahora el puesto 6 entre los países con mayor índice de obesidad en el mundo entre los mayores de 15 años de edad (29,6%), escalafón que encabeza Kuwait, según un estudio revelado por la consultora Euromonitor International a finales de enero en Santiago de Chile.

Las cifras oficiales de obesidad —que no debe ser confundida con el más común sobrepeso, y que se obtiene cuando la división de kilos entre el cuadrado de la estatura en metros supera un resultado de 30— en Venezuela ocupan una dimensión nunca del todo conocida. El país no aportó datos para la más reciente medición del Grupo de Tarea Internacional contra la Obesidad (IOTF), y según otro estudio revelado en marzo de 2008 por la Organización Mundial de la Salud, 62,5% de los venezolanos sufre algún tipo de sobrepeso, lo que colocaría al país en la casilla 24 del mundo.

Bienvenidos al club de la pandemia que la revista National Geographic ha bautizado como “globesidad”, y que tiene explicación sencilla —una combinación de raciones de alimentos cada vez más grandes, pero de menor calidad nutricional, y sedentarismo, como imitación paradigmática del paradigma del modelo de vida de clase media de Estados Unidos, país con 38,7% de obesos según Euromonitor— pero solución improbable.

“A falta de un estudio serio e integral sobre la obesidad en Venezuela, sería irresponsable decir que hay un factor en especial que nos haga más obesos que en otros países, pero sin duda hay factores decisivos: no sólo en nuestro país, sino en toda América Latina, hay una falla grave de educación nutricional. Somos los reyes de los dulcitos, todos tenemos por lo menos un antojo de dulcitos cada día y ese es nuestro alimento favorito”, especula para Prodavinci.com Lesbia González Gutiérrez (www.nutricionconlesbia.com), ex presidenta del Colegio de Nutricionistas y Dietistas de Venezuela.

La especialista no descarta que exista un factor de estrés político o económico que incida en que los venezolanos recurran a una alimentación excesiva: “Es cierto, muchas personas arremeten contra la comida por alguna carencia emocional, pero puede decir con convencimiento, luego de 34 años de experiencia profesional, que aquí engordamos por no tener el hábito positivo de hacer 5 o hasta 6 comidas al día. Entonces llegamos a la hora del almuerzo o la cena desesperados, sin nivel de cordura o racionalidad alguna, con los niveles de insulina altísimos por falta de glucosa en la sangre, y lo primero que buscamos es lo que se saca fácilmente de la bolsita: el carbohidrato, el dulcito. Es más rápido agarrar un pedazo de pan que ir a la nevera y sancochar un huevo, o cocinar un pollo, o cortar un trozo de queso. Los carbohidratos ya están listos”.

De gordo a galán

El actor venezolano Alejandro Chabán, quien ha logrado el equivalente a un bestseller vernáculo con el libro De gordo a galán —en el que cuenta como pasó, de reventar las entrepiernas de sus pantalones con el grueso de sus muslos, a lucir hoy los llamados “chocolaticos”, vaya paradoja, en el abdomen—, indicó a Prodavinci.com las razones por las que cree que somos el sexto país con más obesos.

“Tenemos la costumbre cultural de celebrar o lamentar cualquier acontecimiento con comida y alcohol. Hay carencia de información sobre alimentación balanceada: cuando yo era niño, mi mamá me decía que una arepa con Diablitos era una cena ligera. Como somos un país con alto porcentaje de pobreza, es más económico cenar con pasta y arroz (carbohidratos) que una porción de proteínas como carne o pollo. Finalmente, la inseguridad y la inestabilidad propician que el venezolano prefiera quedarse en su casa jugando videojuegos que salir a la calle a trotar, caminar, montar bicicleta o hacer deporte. El estrés, el miedo, la inestabilidad y la incertidumbre quizás contribuyen a que nos desahoguemos con la comida. No lo digo yo, lo dicen los miles de compatriotas que se comunican conmigo por mi website (www.degordoagalan.com), Twitter o Facebook”, enumera Chabán.

“Voy a ponerme a sacar la cuenta de mis expedientes para tener una cifra exacta, pero puede decir que a un altísimo porcentaje de mis pacientes a los que le pregunto ¿qué fue lo que comiste el día anterior y lo que más te gustó?, responden: si no me como mi dulcito diario me siento mal”, vuelve a subrayar Lesbia González.

Todo para la licuadora

La mala nutrición es una causa de obesidad más determinante que la vida sedentaria (basta recordar el aserto de que somos lo que comemos), pero también hay que moverse. En su libro Otra manera de vivir (2005), centrado en las perversiones de la alimentación moderna, la célebre científica Jane Goodall coloca el ejemplo de tribus africanas como los Masai, cuya alimentación está basada en mantequilla, carne de cabra y sangre de vaca, pero que compensan un enorme consumo de grasas con la cantidad de kilómetros que recorren a pie cada día.

“Los carbohidratos son necesarios e indispensables, pero si a un niño lo alimentas con refrescos, chucherías y esos jugos de pote que tienen una cantidad impresionante de azúcar, y los pocos vegetales y frutas que consume se los metes en una licuadora —lo que les hace perder la fibra—, y además ese niño no hace ningún tipo de actividad física aparte de sentarse frente a una computadora, entonces lo vas a convertir en un obeso prematuro con una gran cantidad de grasa abdominal e hiperinsulinismo”, advierte la nutricionista Adriana Picariello, egresada de la UCV y autora de los libros Menú Light, quien cree que la introducción de la denominada fast food ha sido un componente crucial en el incremento de la obesidad en Venezuela. “Por otra parte, cada vez se licúa más todo, en vez de sentarse a comer con calma y de manera sana”, reitera.

El factor calor

Protagonista de uno de los cambios de figura más drásticos en la historia de la televisión venezolana luego de someterse a una cirugía de bypass gástrico para empequeñecer su estómago —“o me moría de obesidad o me moría haciéndome la operación, y elegí lo último”, cuenta—, la periodista Berenice Gómez, conductora del programa Los chismes de la Bicha en el canal RCTV Internacional, desconfía de los resultados de la medición de Euromonitor International, según su experiencia empírica.

“Yo dudo mucho que en Venezuela tengamos niveles de obesidad como los que he visto en Estados Unidos, Canadá o Europa”, dice quien, a los 57 años de edad, perdió 60 kilos en un semestre. “Sin embargo, sí tenemos un gran cinturón de sobrepeso en las zonas de Venezuela donde hay más calor: Zulia, el Oriente, Guayana. Son regiones donde se hace muy poco ejercicio y la gente toma mucha cerveza y jugos de fruta empaquetados”. Acerca de su evolución personal, Berenice agrega: “Todavía me siento muy extraña, inclusive alienada de mi propia familia, donde aún no reconocen el nuevo cuerpo en el que estoy metida. El bypass gástrico hizo que me convirtiera en una anoréxica natural, mi cuerpo ahora rechaza todo lo que engorda. Ningún otro método me funcionó para rebajar: no lo hice por estética, me operaba o me moría”.

Alejandro Chabán no sataniza ni a los carbohidratos ni a las cadenas de comida rápida: “Para superar la adicción a los carbohidratos la solución no es dejar comerlos, sino conocerlos y saber cuándo comerlos, porque las lágrimas que lloramos y los latidos que nos dan vida están hechos con la energía de los carbohidratos. En cuanto al fast food, es como un cuchillo: se puede usar para picar comida o para matar. No podemos desaparecer a cadenas como McDonald’s de la sociedad, son realidades diarias con las que lidiamos cada vez que vamos al cine o a un centro comercial. Los puedes usar para bien o para mal”, cuenta el actor, quien recuerda cuando era niño y sus padres le cerraban la nevera con un candado, y entonces él le pasaba dinero a la empleada de servicio para que le trajera empanadas clandestinas: “El cambio debe empezar por uno mismo, sin que te obliguen, y por sacrificar un placer a corto plazo (comer mal) por otro a largo plazo (un cuerpo armónico)”.

“Por supuesto que ha habido un notable incremento de los pacientes con sobrepeso y obesidad que recibo en mi consultorio de nutricionista”, concluye Lesbia González. “Quiero pensar que es por una razón positiva: los reportajes científicos en los medios de comunicación han contribuido a difundir que la obesidad es una enfermedad que causa severos daños y destruye el funcionamiento de órganos como el corazón”. Adriana Picariello insiste: “Parece mentira pero la solución es muy fácil: al menos 5 comidas al día con presencia equitativa de 5 tipos distintos de alimentos, entre ellos abundantes frutas y vegetales no licuados, sino masticados sin apresuramiento. Y al menos 30 minutos diarios de ejercicio moderado”. Tan cerca, pero tan lejos: una torta de chocolate dura unos pocos segundos en la boca y muchos años en el abdomen, pero como bien lo refleja la película Blueberry Nights, para muchos el mundo bien puede acabarse después de tan dulce suicidio a cuentagotas.