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Laureano Márquez: “El humor es la mayor manifestación de la libertad”

En la entrada de una radio capitalina dos humoristas sostienen una conversación serena en la que la risa brilla por su ausencia. Caras torvas y sonrisas graneadas matizan una plática ineludible. Mientras Laureano Márquez comenta con cierta tensión los sucesos de los últimos días a su amigo Claudio Nazoa, los conductores se paran cada tanto y gritan: “Laureano te queremos”, “Eres nuestro héroe”, “Sigue firme pana”.

Con esa cara impasible que hace carcajear a cualquiera, el comediante susurra: “Esto no me gusta…nada”. Camino hacia la cabina donde grabará un programa, espeta otra reflexión: “Es difícil conceptualizar mi oficio, por eso siempre apelo a las definiciones que otros han hecho. La que más me gusta es una de Aquiles Nazoa que decía: ‘Es una forma de hacer pensar sin que el que piense se de cuenta que está pensando’”.

Laureano Márquez con casi tres décadas en su oficio, es uno de los humoristas más importantes de Venezuela. Su lucha por el “humor en serio”, ha logrado que tenga fanáticos que no sólo van a sus shows para desestresarse de la rutina diaria sino a escuchar los lúcidos análisis históricos, políticos y sociales que vertebran cada una de sus intervenciones.

Politólogo de profesión pero hombre del espectáculo por una vocación acérrima que afloró en sus años universitarios confiesa que el tipo gracioso de su curso era él. En pasillos, clases y fiestas el ingenio con que imitaba, preguntaba y analizaba todo era el sello que lo distinguiría del resto de los analistas de su generación: “El humor es algo que uno va descubriendo desde niño, aunque no tengas conciencia de eso. Ciertas personas nos percatamos de que vemos la realidad con ciertos códigos y claves que al resto les parece gracioso”. Guarda silencio, se acomoda los audífonos y justo antes de grabar, acota: “Es una determinada forma de análisis, un recurso que tiene el ser humano para sobrellevar los pesos de la vida y, sobre todo, para reducir aquello que le parece una tragedia a códigos de risa. Eso es lo que le ayuda a soportar las tragedias”.

Autor de libros como Se sufre pero se goza, El Código Bochinche y Amorcito corazón la actividad intelectual ha sido una constante en su trabajo. Parte importante son los editoriales humorísticos que cada viernes publica en el diario TalCual, los mismos que en 2007 le costaron una cuantiosa multa al medio en que trabaja y que ahora vuelven a ser noticia por otro posible procedimiento.

Luego de terminada la grabación y sentado en una estancia acogedora, el humorista recuerda a Julián Castro, el presidente venezolano que encarceló al autor de unos versos humorísticos publicados en un periódico. Cuenta la conseja que un ministro le señaló en el diario textos mucho más críticos que los del encarcelado y el mirandino le miró con dureza al contestar: “Es que lo que jode es el versito”.

“El humor prolonga su efecto mucho más porque cautiva a la gente y se conecta. Las críticas hechas como chiste tienen mayor efecto, circulan más y se difunden más. La gente las sigue mejor, entonces los gobiernos se sienten amenazados por eso. El humorista logra un eco en la sociedad que otras formas de comunicación no tienen”, afirma Márquez en tono categórico.

Repasar las tensas relaciones históricas entre humor y poder es remontarse al dorado pasado occidental como son las comedias de Aristófanes o la noción del carnaval medieval que Márquez considera como desahogos de las sociedades frente a las arbitrariedades del poder.

“El humor es la mayor manifestación de la libertad, es el anhelo del hombre por pensar libre y críticamente. Además el humor representa una eterna lucha de corrección social. La sociedad quiere ser mejor por eso se cuestiona y se analiza a través del humor, para encontrar sus defectos de una manera distinta a la confrontación”, puntualiza el politólogo con rostro muy serio.

Sangre, sudor y lágrimas criollas/ Ni tan en broma

Hablar del caso venezolano es sumergirse en el testimonio de hombres que sufrieron cárcel, destierro y muerte por expresar sus opiniones con ingenio y agudeza. Ejemplos sobran como los de “La Delpinada” de Guzmán Blanco y “La Sacrada” de Cipriano Castro que fueron farsas organizadas por los estudiantes en las que coronaban a personajes mediocres lisonjeándolos con los mismos halagos que se le endilgaban a los dictadores. O las largas estancias en La Rotunda, donde Leoncio Martínez y Francisco Pimentel purgaron unas acusaciones de “magnicidio” por parte del tirano Gómez, sin olvidar el exilio de Aquiles Nazoa durante la dictadura perezjimenista.

Embebido en los recuerdos, Márquez sonríe y comenta: “Lo peor es que cuentan que al dictador le gustaban los versos de Aquiles y los recitaba, decía ‘que bueno es este poeta, lástima que sea comunista’. Fue expulsado del país y fue a dar a Bolivia donde vivió en casa de un escritor que había conocido por cartas. Años después, Bolivia cayó en una dictadura y este escritor fue expulsado por lo que vino a vivir a casa de Nazoa quien le pudo pagar el favor de la misma manera”.

No menos duros fueron los primeros años del pacto democrático, donde abundaban las persecuciones a las publicaciones humorísticas creadas en su mayoría por intelectuales de izquierda. El mismo Nazoa tenía un periódico llamado El fósforo cuyo lema no podía ser más idóneo: “Porque en cualquier momento lo raspan”.

Muchos recuerdan los intentos de censura en el gobierno de Lusinchi por las menciones a Blanca Ibáñez o el intento de cierre de La Rochela durante el segundo mandato de Pérez. Pero en estos tiempos en que los fantasmas de cierta autocensura se ciernen sobre redacciones y sets de televisión, el humorista no capitula sino se muestra optimista: “El humor es una de las formas de comunicación que más recursos tiene para enfrentarse a la censura porque el ingenio es ilimitado y puede buscarle la vuelta. Para otras formas de comunicación como el periodismo formal es más difícil”.

-¿Cuánto influye el humor en las ideas de sus audiencias, en sus convicciones?

-Mucho. Quizá el ejemplo más hermoso que tenemos es el de Charles Chaplin quien se ocupó del humor político en una obra como El gran dictador. Allí pudo desnudar las arbitrariedades del fascismo porque humor tiene mucho que decir cuando la libertad se ve amenazada. El humor debe mostrarle al poder sus contradicciones.

-La falta de humor en el fascismo se da por sentada pero ¿no es contradictorio el malhumor de la izquierda?

-Se supone que la mentalidad de izquierda debería ser más plural y abierta, es absurdo esto que pasa porque una de las cosas que ellos más critican de la derecha es esa seriedad absurda en que viven. Por eso el hecho de que quienes lo criticaban todo el tiempo incurran en el mismo vicio es una gran tragedia.

-Muchos hablan del ingenio para las bromas que tiene el actual presidente, ¿qué opina de ello?

-El presidente más que sentido del humor tiene sentido de la burla y la sátira que son cosas distintas al buen humor. La chacota es el recurso mas usado por él y eso es joda o echadera de vaina, típico además en Venezuela. Pero eso no tiene que ver con lo humorístico como una forma de análisis de lo que uno es.

-¿Cree que, como establecía una encuesta hace unos años, somos uno de los pueblos más felices de la Tierra?

-No entiendo muy bien los resultados de esa encuesta y cómo midieron para saber que estábamos entre los más felices. Creo que el venezolano tiene una angustia colectiva por lo que está pasando. No se puede ser plenamente feliz si uno no se ha constituido como nación, si no se ha orientado el destino común hacia un norte. La nuestra es la sociedad de la incertidumbre. Nadie puede ser feliz en la incertidumbre a menos de que sea un indolente.

-¿Piensa cambiar de línea de trabajo si vuelve a ser procesado?

-No me gustaría hacerlo porque el humorismo tiene un papel que cumplir y lo haré mientras disponga de la libertad para ejercerlo. Mi pensamiento es resistir todos estos embates y asumirlo como parte del proceso que estamos viviendo, donde las cosas que uno dice tienen consecuencias porque hay una sensibilidad del gobierno cada vez mayor en la medida en que baja su popularidad. El gobierno se siente inseguro y cuando eso pasa lo menos que quieres es que se haga un chiste sobre eso.

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La tarde languidecía luego de tantas historias y cavilaciones. Lúcidamente, Laureano hablaba con ánimo de sus próximos proyectos entre los que sobresale un espectáculo a propósito del bicentenario. Con la complicidad del dramaturgo Ibsen Martínez y su “llave” Emilio Lovera no pocas sorpresas deparará esta obra que espera estrenar cerca del aniversario histórico. Pese a las presiones, su rutina discurre entre el quehacer intelectual y la producción de ideas que cosechan iras y carcajadas. Antes de marcharse el comediante asevera que, como cada semana, ya tiene tema para el próximo editorial que escribirá este viernes en TalCual.