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Bienestar subjetivo en América Latina

Introducción:

El concepto:

Tal como su nombre lo sugiere, el bienestar subjetivo se refiere a la valoración que las personas hacen de su propia vida, de manera general  o de cualquiera de sus múltiples dimensiones: su salud, su trabajo, su  familia, su comunidad, su país, etc. Es un término que se intercambia fácilmente con el de satisfacción con la vida o con el de felicidad y que se opone al concepto de bienestar objetivo, el cual  apunta más bien a lo que se supone pueda ser la calidad de vida que tienen las personas, estimada ésta  a partir de  indicadores “duros” u objetivos, como el ingreso, la situación de empleo, el estado de salud, la edad, el grado de educación etc.  El bienestar subjetivo es el bienestar que declaran las personas tener. De lo anterior se deduce que  mientras el bienestar subjetivo es aquel que solo puede ser declarado por  los propios individuos,  el bienestar objetivo, en cambio, puede ser  determinado por un tercer agente,  como el gobierno, la academia o un organismo multilateral.

En los últimos años se ha generado un gran interés en diversas partes del mundo por ir más allá de los indicadores tradicionales de progreso, los cuales se basan en mediciones objetivas,  como el Producto Territorial Bruto o el Índice de Desarrollo Humano. Hace apenas unos meses,   el presidente francés, Nicolás  Sarkozy nombró una Comisión cuyo propósito es precisamente el de buscar nuevas métricas que permitan conocer de manera más integral el estado de bienestar de la población francesa, dando cuenta de sus dimensiones subjetivas.  En la misma línea, hace algunos años,  Bután creó el Índice Nacional de Felicidad que busca también trascender los indicadores puramente objetivos de progreso.  Sobre el tema se viene produciendo una amplia literatura e interés de los medios académicos. En el 2002, por primera vez le fue concedido el premio nobel de Economía a un psicólogo, Daniel kahnenam por sus estudios e investigaciones sobre el bienestar subjetivo.

La importancia de conocer cuál es el bienestar subjetivo de un individuo o un colectivo resulta obvia si se entiende que ultimadamente lo que toda acción pública o privada busca es hacer  más feliz a la gente, y para saber si este objetivo se está logrando es primordial saber cómo la gente se siente  y valora su vida de forma general o en cualquiera de sus múltiples dimensiones.  El estudio del bienestar subjetivo coloca al individuo, y la manera como éste siente o vive su realidad, en el centro del análisis. En este sentido es un esfuerzo por armar la realidad de abajo hacia arriba, desde las personas –tal como ellas sienten y perciben su vida- hasta la forma como se siente y comporta el colectivo.

La existencia o consideración de dos dimensiones del bienestar –subjetivo y objetivo- abre la posibilidad para que estas diverjan.  Un país o colectivo puede mostrar niveles de bienestar subjetivo que divergen considerablemente de los  que apuntarían  sus indicadores objetivos.  En América Latina, por ejemplo, Chile y Argentina  exhiben niveles de bienestar subjetivo muy por debajo de lo que indicarían sus indicadores objetivos, mientras que en Guatemala y  Venezuela, ocurre lo contrario. ¿Qué factores explican esa divergencia? ¿Qué consecuencias  económicas, políticas y sociales tiene ello? ¿De qué forma debería incorporar el liderazgo de una sociedad, en sus análisis y en su acción, estas realidades subjetivas?

Un par de ejemplos:

Para reconocer la importancia de esta diferenciación entre bienestar objetivo y subjetivo, veamos un par de ejemplos latinoamericanos. El primero es el del trabajo informal. En todos los estudios y análisis de la realidad socio económica Latinoamérica se destaca como un serio problema la magnitud del sector informal de la economía. Se plantea ello como un problema porque como se sabe los trabajadores que operan en el sector informal gozan en general de menores salarios,  menor estabilidad, menor capacitación, menor productividad de la que tienen sus contrapartes  en el sector formal de la economía.  Todas esas condiciones objetivas del sector informal hacen suponer que quienes allí laboran se encuentran menos satisfechas con sus trabajos que quienes trabajan en el sector formal de la economía y por tanto dispuestos a formalizarse apenas tengan la oportunidad de hacerlo.  Resulta que no es así, que  los trabajadores del sector informal expresan un nivel de satisfacción con sus trabajos que es mayor al que indican los  trabajadores formales. Las razones para este resultado pueden ser diversas, incluyendo una mayor flexibilidad o libertad que sienten los trabajadores en el sector informal.  Una estrategia o política pública dirigida a la formalización de la economía, que no considere este elemento  tiene limitadas posibilidades de éxito. Una estrategia laboral que no se proponga incidir sobre la calidad del trabajo (no solo la remuneración o la estabilidad, sino todo lo que haga el trabajo atractivo para el trabajador) tendrá pocas posibilidades de incidir sobre el fenómeno de la informalidad laboral.

Un segundo ejemplo es el de las condiciones de las viviendas en la región. Es sabido que en casi todos los países de la región, una parte significativa de la población habita en viviendas de precarias condiciones, con escaso urbanismo y pobre acceso a servicios públicos básicos. Sin embargo, cuando se interroga a la población de la región sobre la satisfacción que experimentan con las condiciones de sus viviendas, se encuentra que el porcentaje que responde afirmativamente es considerablemente alto, por encima del 75%. ¿Cómo se explica este fenómeno? Una posible explicación es que las personas tienen una conexión afectiva con sus viviendas que no capturan las evaluaciones totalmente técnicas, objetivas y externas que hacen, por ejemplo, gobiernos y organismos multilaterales.  Allí donde un técnico solo ve materiales de construcción precarios, hacinamiento, carencia de servicios básicos y otras calamidades,  el residente de esa misma vivienda ve el lugar donde convive con su familia, ha criado sus hijos, se reúne con sus amigos y donde posiblemente tenga todos sus ahorros invertidos. La más precaria de las viviendas puede ser  algo muy significativo para sus habitantes; algo muy difícil de captar para el juicio de ingeniería o urbanismo oficial.

Dimensiones del bienestar subjetivo.

El bienestar subjetivo se puede descomponer de diferentes formas, pero una que nos parece útil es el que lo divide en experimental y valorativo. Es valorativo cuando las personas hacen una evaluación general de cuan satisfechas se encuentran con su vida o con cualquier de sus dimensiones; por ejemplo, cuando dicen estar satisfechas con las condiciones de sus viviendas, su salud o comunidad. Es experimental cuando las personas refieren experiencias concretas en distintos aspectos de sus vidas, como por ejemplo, que están o han estado muy deprimidas, alegres, con rabia o que han sufrido hambre.

Entre esas dos dimensiones del bienestar subjetivo hay diferencias importantes. Aun tratándose de la misma persona, el sujeto que recuerda, que evalúa, que juzga algo,   es distinto al sujeto que lo experimenta. La gente recuerda de una manera distinta a como experimenta.  Las personas juzgan, evalúan sus múltiples experiencias de forma diferente a como las viven. En la dimensión valorativa entran a jugar con mayor fuerza  componentes como personalidad, religión, ideología, cultura en general. Por ello, los cambios en las condiciones materiales de vida de las personas, que pueden afectar de manera significativa sus experiencias cotidianas, se pueden traducir de manera muy distinta en sus percepciones de bienestar y progreso, dependiendo de múltiples factores individuales y colectivos que pueden estar afectándola. Dicho de otra manera, experiencias  similares en la vida de las personas, que estas refieren de manera idéntica o muy parecida, se pueden traducir sin embargo,  en resultados muy distintos en sus percepciones de bienestar cuando las personas hacen un juicio sobre éste.

Data:

Para la realización del presente análisis, utilizamos data colectada por la organización Gallup.  Esta organización comenzó hace cuatro años un ambicioso proyecto para estudiar el estado del  bienestar en el mundo entero. La data proviene de alrededor de 160 países, representando alrededor del 95% de la población adulta del mundo. En todos esos países, se realizan encuestas representativas a nivel nacional, con un cuestionario que incluye un grupo de preguntas idénticas en todos los países. De esa manera se facilita la comparación internacional en una gran cantidad de temas.

Una de las preguntas más importantes con las cuales se mide el bienestar subjetivo (valorativo) es la llamada pregunta de la escalera. A las personas encuestadas se les muestra el dibujo de una escalera con escaños del 0 al 10, donde el escaño 0 representa la peor vida posible y el 10 representa la mejor vida posible. Se les pregunta entonces en cual peldaño se encuentran. Con el mismo dibujo se les pregunta después, en cual peldaño se encontraban hace cinco años e igualmente se les pregunta, en cual peldaño creen que van a estar en cinco años.  Los resultados obtenidos los agrupamos en tres bloques: la gente que se ubica entre el escalón 0 y el 4 inclusive, decimos que está sufriendo; la que se ubica entre el 5 y 6 inclusive, decimos que está batallando y la que se ubica del escalón 7 para arriba, decimos que está pujante.

Por su parte, para estimar el bienestar experimentado, se les pide a las personas entrevistadas recordar el día de ayer y se les pregunta si experimentaron durante buena parte de ese día, tristeza, depresión, fastidio, alegría, felicidad y muchas otras emociones, o si, por ejemplo, comió una buena comida o se sintió muy cansada. Con este tipo segundo tipo de preguntas se construyen índices de experiencias negativas y positivas. En este papel nos limitaremos a presentar algunos resultados sobre el bienestar subjetivo valorativo en América Latina.

Algunos hallazgos.

De tipo general:

Tal vez el hallazgo de tipo general  más interesante que resulta al procesar toda la data de que se dispone es que desde la perspectiva de la gente, el mundo parece ser un mejor lugar del que la academia, los intelectuales, los medios, los organismos multilaterales suelen presentarnos. De manera general (es decir,  en promedio, para la mayoría de países y personas en el mundo) la gente está satisfecha con la vida que tienen,  dicen que están mejor hoy que hace cinco años y esperan estar aun mejor dentro de cinco años*.  De manera predominante, la gente responde positivamente a una batería de preguntas que indagan sobre su satisfacción general con su vida y con múltiples dimensiones de esta, como su familia, su salud, su  empleo, su comunidad, su país entre otras.

En segundo lugar, nos encontramos  con que existe una alta correlación (r=.72) entre el  desempeño económico de los países (expresado este como producto per cápita) y su lugar en la escalera del bienestar subjetivo. Es decir, el éxito económico explica alrededor de la mitad del bienestar subjetivo valorativo.  La economía explica bastante pero no todo. Hay que encontrar los otros factores que explican la otra mitad del bienestar subjetivo.

No ocurre lo mismo con el bienestar subjetivo experimentado, en el cual el impacto de la variable económica (el producto per cápita) es sustancialmente menor. El coeficiente de correlación en este caso es de apenas 0.15.  La variedad de factores que inciden en este otro tipo de bienestar parece ser mucho mayor y posiblemente con mayores diferencias por culturas, religiones, países etc.

Latinoamérica:

En lo que se refiere al bienestar subjetivo  que hemos llamado valorativo, observamos que la región  aparece en una posición relativamente mejor a la del resto del mundo visto éste como un todo. Vemos que alrededor de un cuarto de la población en la región se auto ubica en la parte inferior de la escalera, es decir en la categoría que hemos definido como  “sufriendo”. Ese porcentaje coincide con el porcentaje de latinoamericanos que se consideran en situación de pobreza extrema. ¿Se trata de la misma población, de las mismas personas?

No totalmente. Al examinar la data nos encontramos con que alrededor de un 35% de aquellos que caen en la categoría de “sufriendo” no calificarían dentro del segmento de pobreza crítica, en virtud de sus ingresos o de otros indicadores que se utilizan como sustitutos de éste. El análisis de este hecho va más allá del alcance de este papel, pero nos sirve para resaltar lo importante del estudio del bienestar subjetivo como complemento a los indicadores objetivos de bienestar.

Los países de la región.

Si nos olvidamos de las agrupaciones en los tres bloques (sufriendo, batallando y pujante) y tomamos simplemente el valor promedio que alcanzan en la escalera (entre 0 y 10) los países de la región, ellos quedan posicionados de la siguiente manera:

Vemos que Panamá obtiene el valor más alto de la región, con 6.93, mientras que en el otro extremo se ubica Haití con 3.85. Lo que resulta interesante aquí, es contrastar este ranking de los países de acuerdo a su bienestar subjetivo, con el que tienen cuando se utiliza un indicador objetivo como el del Ingreso Per Cápita, ajustado por el poder de compra.  A continuación este ranking para el año 2008.

En este segundo ranking, vemos por ejemplo que, como mencionamos al inicio de este papel,  Chile y Argentina ocupan el segundo y tercer lugar  de la lista, mientras que en la tabla anterior, de medición del bienestar subjetivo, ocupaban el 16avo y el 14avo lugar respectivamente.  ¿Que hace que los chilenos y argentinos estén menos felices o menos satisfechos con su vida, respecto de lo que indicaría su desempeño económico comparativo? Tema a investigar. Se adelantan hipótesis, pero nada más que eso.

Los determinantes  del bienestar subjetivo

Al examinar  cientos de variables  en búsqueda de aquellas  que predicen de mejor manera el grado de bienestar subjetivo que los latinoamericanos expresan tener, nos encontramos con la lista que se muestra a continuación.

Se puede observar en esa lista que la variable de mayor peso es el cambio en el estándar de vida, incluso por encima del ingreso y de la satisfacción con el estándar de vida. Esto significa que la percepción sobre la  dirección en que se está yendo o  se cree se está yendo, tiene más peso en el bienestar subjetivo que el nivel de ingreso o que el grado de satisfacción con el estándar de vida actual. En otras palabras, la dirección en la que se va o  se cree ir es más importante que la situación en la que se está o se cree estar.  Este hallazgo nos dice mucho sobre el valor de las expectativas. Nos dice mucho sobre el impacto que sobre el bienestar de la gente pueden tener las políticas públicas o los discurso políticos, dependiendo de cuanto carga de ilusión y de esperanza puedan transmitir.  De nuevo, esto nos habla de la importancia de estudiar el bienestar subjetivo de la población.

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* Un tema interesante para investigar es la razón por la cual se produce esa disonancia entre el estado del mundo tal como la gente lo vive y la forma como las elites de distinto tipo lo describen.