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Jorge Volpi: “Bolívar seguirá insomne otros 100 años”

Guadalajara/México

Jorge Volpi es de esos extraños casos en la literatura en donde todo parece salirle bien al autor casi desde el inicio de su carrera. Con 31 años su nombre entró al Olimpo latinoamericano con su novela En busca de Klingsor (1999), la primera de su autobautizada Trilogía del siglo XX, y con ella obtuvo los premios Biblioteca Breve, Deux Océans-Grinzane Cavour y el de mejor traducción del Instituto Cervantes de Roma en 2002. Después todo sería cuestión de sentarse a escuchar propuestas, encomios y de recibir todos los galardones posibles: Carlos Fuentes apadrinó su grupo literario (el crack) al cual consideró como relevo del boom; su obra fue traducida al francés, alemán, griego e inglés; fue profesor invitado en las Universidades de Emory y Cornell; recibió la beca de la Fundación Guggenheim; dirigió el Instituto de México en París y con 39 años entró en el límite del grupo Bogotá 39. Si esto parece suficiente, aún hay más: el ahora director de la televisión cultural mexicana, Canal 22, obtuvo el año pasado el Premio José Donoso por el conjunto de su obra, al mismo tiempo el Gobierno francés lo condecoró con el grado de caballero de la Ordre des Arts et des Lettres; y eso sin contar con el primer lugar que alcanzó en el II Premio Debate Casamérica de Ensayo por su libro El insomnio de Bolívar.

Este último título es el que lo ha tenido más ocupado en la actualidad. Volpi, aunque es un hombre educado, se le nota harto de repetir lo mismo en todas las entrevistas. En El insomnio de Bolívar dice que la idea de Latinoamérica ha desaparecido porque ya no existen dictadores ni guerrillas (sin que esto implique que la democracia haya triunfado); por el fin del realismo mágico; y por el creciente desinterés de Estados Unidos y del resto del mundo hacia América Latina. Para tal fin, arropado por un estilo no exento de humor, Volpi pone en boca de Bolívar esta frase tan lapidaria como cierta: “Una América unida, menudo disparate”.

– Antes aseguraba que era incapaz de escribir cualquier cosa sin una previa investigación. ¿Ese pensamiento persiste con El insomnio de Bolívar?

– Lo decía en esa época, en la de la trilogía del siglo XX, en donde la investigación estaba implícita. Y me gustó meterme en eso porque era como hacer tres tesis doctorales, 10 años de trabajo para estos tres libros. Pero no siempre es así. También me gusta la escritura como objeto de reflexión o creación. El insomnio de Bolívar es bastante claro en este aspecto: no es un ensayo historiográfico, ni siquiera político. Es la mirada de un escritor frente a la realidad política y literaria de América Latina.

– Hace unos años escribió a cuatro manos el libro México: Lo que todo ciudadano quisiera (no) saber de su patria. ¿Ésta fue alguna razón para que su próximo ensayo también estuviera enmarcado en Latinoamérica?

– Creo que, por alguna razón, en mis novelas las cosas pasan fuera de América Latina, y en mis ensayos sucede lo contrario. El que nombras era un estudio satírico sobre mi país. También tuve uno sobre el 68 en México y otro sobre literatura latinoamericana. Así que no sé porqué necesito el lado del ensayo para hablar de América Latina, y en mi ficción termine ubicándola en otros escenarios más foráneos.

– Llama la atención de que el finalista del Premio Debate Casamérica haya sido La herencia de la tribu. Del mito de la independencia a la Revolución Bolivariana, de la venezolana Ana Teresa Torres. ¿Su ensayo hubiera sido diferente si se hubiese topado antes con este estudio?

– Sí. Para mí fue una gratísima sorpresa. Me pareció un libro extraordinario, desde luego, con un perfil distinto al mío. Es muy riguroso sobre estos mitos y leyendas creadas en torno al heroísmo y a la patria, y cómo todo esto ayuda a construir lo que pasa actualmente en Venezuela. Si lo hubiera leído antes, me hubiese dado muchas luces para entender más este fenómeno de lo que yo llamo caudillos democráticos, en donde Chávez es uno de los mayores prototipos.

– ¿No le parece revelador que el finalista de este premio también tocara un tema muy en sintonía con el suyo?

– También me sorprendió ese dato. Creo que simplemente el libro de Ana Teresa se centraba en el caso venezolano y mi visión era más de conjunto de toda América. Quizás eso contribuyo a que yo ganara, porque ya he dicho que el libro de ella me parece extraordinario. Sin embargo, los dos textos tienen una enorme cantidad de temas en común.

– En El insomnio de Bolívar dice que la idea clásica de Latinoamérica se ha ido perdiendo. No obstante, parece que las cosas no han cambiado tanto, sólo que ahora los líderes se amparan en una idea tramposa de la democracia. ¿Esto no le parece sintomático?

– Es sintomático en la medida de que ocurre en varios lugares y con ideologías distintas. Es como la recuperación del caudillismo latinoamericano, pero en democracia, y cómo terriblemente este fenómeno hace que se vayan desgastando las instituciones hasta el punto de volverse en regímenes autoritarios. Esto es lo que sucede con Venezuela. No podemos decir que esto ocurra en todos los sitios, en mayor o menor medida, pasa con Daniel Ortega, Evo Morales o Álvaro Uribe. Lo cierto es que todos tienen sus peculiaridades.

– ¿No es raro que una nación busque la democracia por medio de un militar?

– Eso lo explica muy bien Ana Teresa: por la tradición militarista venezolana este tipo de cosas terminan siendo un sustento más del régimen chavista. Eso en México no existe, porque tenemos gobiernos civiles desde 1945.

– Sin embargo, todos los años que duró gobernando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México fueron considerados como parte de una dictadura perfecta.

– Paradójicamente, muchos de estos regímenes de los que estamos hablando intentan copiar el PRI. Esa idea de un partido hegemónico, que ahora ha retomado Chávez con el socialismo del siglo XXI, termina pareciéndose a la época priista pero aunado a la posibilidad de elección.

– ¿Por qué introduce en el discurso de El insomnio de Bolívar el tema del realismo mágico?

– Porque siento que el realismo mágico sigue siendo la gran invención del García Márquez. No obstante, ya no es visto como un instrumento para entender la realidad de América Latina.

– ¿Alguna ficción sería equiparable a la realidad del caso venezolano?

– Todavía creo que no hay algo así. No se ha escrito los Cien años de soledad de la dinastía de Chávez. Pero tampoco sé esto si se vaya a realizar, porque ahora las condiciones son otras… Hay que hacer historias más fragmentarias. Ayer hablaba con un amigo y me decía que a él le impresionaba muchísimo que Chávez no apareciera en ninguna ficción. Quizás esa sea una manera de contrarrestarlo, ¿no?

– Volviendo al libro, resulta gracioso que su seudónimo haya sido el de Manuelita Sáenz, la última mujer de El Libertador.

– Ese fue otro chiste más en medio de la ironía y sátira que forma parte de El insomnio de Bolívar….

– Según el libro Bolívar lleva 200 años insomne. ¿Cuánto tiempo más le quedará sin pegar un ojo?

– En el mejor de los casos, seguirá insomne otros 100 años. Así que, en total, serán 300 años sin dormir.

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Imagen: Vasco Szinetar