Diario de Alejandro Oliveros

Diario: Liu Chiangquing

Por Alejandro Oliveros | 8 de diciembre, 2009

Caracas

Liu Chiangquing fue un poeta de la dinastía Tang, uno de los períodos más brillantes de la larga historia del Celeste Imperio. Llegó a ser un intelectual distinguido, lo que no le valió, como bien puede y suele suceder, el reconocimiento de sus contemporáneos. En 757 consiguió el título de jinshi, lo que le valió acceso a la burocracia imperial. Fue víctima de tiempos de guerras y divisiones y padeció el exilio y el de sus amigos. Sus versos a menudo aluden a la penosa circunstancia. Escribió mucho y bien. Se conservan más de 500 de sus poemas, casi siempre breves y lo que podríamos llamar clásicos, si eso tuviera algún sentido en China. Me gusta atribuirle la lectura meditada de la filosofía taoísta. Quiero decir, que buena parte de su poesía la siento más cerca de Lao Tse que de Confucio, como se aprecia en este poema, el cual no es más que una “imitación” de la versión al inglés del profesor Wang Ban, recogida en 300 Tang Poems. A New Translation (Bookman Books. Taipei 1987).

PARA EL TAOISTA WANG EN EL ARROYO DEL SUR

Cuando me disponía a tomar camino,

noté las huellas de otro en el musgoso sendero,

las blancas nubes se posaban en el lago

y la puerta estaba bloqueada por el verde monte.

Los pinos, lavados por la lluvia, nunca

se habían visto tan frescos. La senda que iba

hacia la fuente daba vuelta y me detuve

a meditar al lado de las flores del arroyo,

pero lo que sentí no he podido transmitirlo.

Me parece un texto sugerente y misterioso, con no pocos problemas de comprensión para la inteligencia occidental, modelada en la reiteración del “¿porqué?”. Liu no responde preguntas, de manera velada las insinúa. Por ejemplo, ¿para dónde iba el protagonista? ¿De quién son las huellas en el “musgoso sendero? ¿A dónde va esa puerta? Y así. No se trata de una narración convencional. Aquí todo está suspendido, nada parece moverse, ni las nubes en el lago. Se trata, como todas las chinas, de una pintura sin perspectiva. Todo está en primer plano. Impresionado por todo esto, el personaje se da cuenta de sus limitaciones. Tiene necesidad de expresar lo que ve y siente, pero no puede. Porque el Tao que se dice no es el verdadero Tao. El maravilloso fragmento de Liu es un “ars poética” de la filosofía negativa de Lao Tse, el irrepetible sabio que fuera descrito por Confucio con una imagen memorable:

“Yo sé que el pájaro vuela,

el pez nada y las bestias caminan.

Del dragón, sólo que sube

al cielo llevado por nubes y viento.

Hoy estuve con Lao Tse. Es un dragón”

Alejandro Oliveros Alejandro Oliveros, poeta y ensayista, nació en Valencia el 1 de marzo de 1948. Fundó y dirigió la revista Poesía, editada por la Universidad de Carabobo. Ha publicado diez poemarios entre los que figuran El sonido de la casa (1983) y Poemas del cuerpo y otros (2005). Entre sus libros de ensayos destacan La mirada del desengaño (1992) y Poetas de la Tierra Baldía (2000).

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