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No pasa nada

Paso por allá

Por Jesús Fuenmayor

Es cierto. Tal y como han venido insistiendo los que ejercen el rol de críticos de arte en nuestro país lo más preocupante del panorama artístico actual es el declive y futuro incierto de nuestros museos, otrora modelo de excelencia continental. Pero, a juzgar por el clamor casi unánime de las “voces agoreras” de esta crítica de nuevo cuño, lo único que nos quedaría es lamentarnos por la aridez de nuestra institucionalidad cultural estatal, porque los espacios independientes que han surgido (precisamente a raíz de las carencias gubernamentales) están sometidos a los intereses “perversos” del mercado.

En este panorama actual de las artes en nuestro país y ante aquel desierto gubernamental y de la crítica que parece no estar interesada en hablar de ello, siento la necesidad de un debate sobre el rol de la tan vilipendiada iniciativa independiente en el campo cultural. No estaría mal, incluso, empezar por una suerte de igualación de términos que nos ahorre tanto malentendido inane. La discusión aparece incluso desde la nomenclatura más apta para los espacios independientes, o alternativos, este último el término de uso más difundido. ¿Qué es un espacio independiente? ¿Qué cosa uno alternativo? Yo mismo y a partir de lo que Gerardo Zavarce llamó “Espacios de Gestión Independiente”, he intentado promover la sustitución de “Espacios Alternativos” por “Espacios de Acción Independiente”, acuñada por José Antonio Navarrete. Le tengo, he de confesar, una alergia casi procaz al término “alternativo”: condena a la inmovilidad del margen a quien recibe la etiqueta así como lo condena a una construcción demasiado pasiva de su subjetividad. Me siento mucho más afiliado al término “independiente” porque es un término que sugiere una cierta agilidad para moverse entre los márgenes*. A falta de mejores nombres, nos hemos acostumbrado a intercambiar libremente estos dos términos en Venezuela para referirnos a un tipo de espacio cuyo destino principal es el de mostrar y debatir sobre el arte producido en la actualidad: o eres “Espacio Alternativo” o eres “Espacio Independiente”. Y en ambos casos, (si se trata de casos distintos, como prefiero pensar) la dependencia de la búsqueda de recursos económicos por fuera de la estructura estatal que debería proveerlos sin mediar cooptación, ha marcado el trabajo que se hace como “dependiente” del mercado. Pensé que una frase como esta nunca la iba a escribir, pero ahí va: Es cierto que la independencia es relativa (Dios! Lo dije). Y que la lógica del mercado puede ser implacable, cierto. Pero en nuestro contexto actual a mi me parece una verdadera bendición que una comunidad artística violentada y vulnerable este recomponiéndose gracias, sobretodo, a la iniciativa privada desde donde salen los recursos para la cultura independiente.

A mi, por ejemplo, en Periférico Caracas (el espacio que dirijo desde hace cuatro años), jamás me han prohibido exponer esto o aquello, ni me han impuesto políticas programáticas (podemos hacer colectivas o individuales, muestras de artistas de todo el espectro político, así como de géneros, clase y razas, con o sin distinción). Nuestro dilema es más bien entre la reivindicación de nuestra condición “periférica” sin quedar atrapados en la subalternidad. Admiro profundamente que la iniciativa privada siga comprometida con nuestro quehacer cultural y que aquello que no han adquirido nuestros museos en la última década sea pensado como valioso desde la visión de algunos particulares, quienes ejercen una actividad patrimonial con la mirada puesta en la preservación de nuestra memoria para aquellos que no la tienen. Creo que un cambio tan importante como la recesión de la hegemonía oficialista del cinetismo (sin ir en detrimento del valor individual de sus protagonistas) en favor de una generación que ha esperado demasiado para ser atendida (me refiero a nuestros artistas pos-cinéticos, mal conocidos como seudo-conceptualistas) se está dando finalmente al resguardo de esa “dependencia del mercado”. Que ya sea un lenguaje común en las exposiciones de los artistas surgidos de los años 90 para acá una visión crítica del legado modernista, sólo ha sido posible en el rango de los espacios independientes, porque en los otros, donde podrían haber acompañado al discurso político del gobierno si fuera auténtico, no han tenido la más mínima cabida.

No quiero extenderme en una lista infinita, así que, en resumen, como dicen nuestros críticos, acá no está pasando nada que no sea el desmoronamiento de los museos.

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* No olvido el uso dado a este término en la “IV República”: independiente era la manera respetuosa con la que se le denominaba a nuestros actuales “ni-ni”, un signo claro del cambio de los tiempos.