Testimonios inmigrantes

Giuseppe Gianetto: la fuerza del designio

Por Prodavinci | 3 de diciembre, 2009

giuseppePor Guadalupe Burelli

Giuseppe Gianetto me recibió en su apartamento de Bello Monte que mira hacia el Estadio Cubierto de la Ciudad Universitaria que ha constituido no sólo su Alma Mater, sino el sitio donde ha desarrollado la totalidad de su actividad académica y gerencial. Hacía poco tiempo que había entregado a su sucesor el rectorado de esa casa de estudios y se notaba distendido, disfrutando de la tranquilidad que algunas veces trae el cumplimiento de las responsabilidades públicas, aunque me temo que ese estado no debe durar mucho tiempo porque Gianetto es un espíritu inquieto y algo lo debe tener ocupado ya en estos momentos. Sentados en la mesa de su cocina, tomando un café que él mismo preparó, se dispuso a contarme su historia que es la de un muchachito de origen siciliano, humilde y sencillo que, cumpliendo un designio paternal, a fuerza de estudios y preparación, llegó a ocupar el rectorado de la Universidad más importante del país.

Entiendo que usted llegó a Venezuela con su familia siendo muy pequeño.

No, mi papá llegó primero, si no me equivoco en el año 54. Ya éramos tres hermanos cuando mi papá se vino a “buscar la América” como decían en Italia. Europa estaba entonces sumida en una grave crisis económica, sobre todo países como Italia y Alemania, que habían perdido la guerra. Además, en Sicilia – de donde somos- existía el problema de la mafia que causaba inseguridad y mi papá, a quien que nunca le agradó ese tipo de cosas, decidió emigrar. Consiguió que le prestaran un dinero para hacer el viaje pues como había un paisano de él cuyo nombre no recuerdo que fue el primero del pueblo que emigró a esta tierra y comenzaba a mandar dinero a la familia, él, junto con otras personas, se enamoraron de la idea del viaje a Venezuela. Antes de eso, mi papá había sido cinco años prisionero de guerra de los aliados, durante la Segunda Guerra Mundial, en Libia, Sudáfrica, y finalmente en Inglaterra, hasta que lo dejaron en libertad y se regresó a Italia. Antes de eso, en el 39, ya había nacido mi hermano mayor, yo nací en el 51 y mi hermana en el 53. Luego de unos tres años aquí, en los que trató de ahorrar algún dinero, mandó a traer a la familia y llegamos en julio del 57. Yo tenía cinco años y como siempre he tenido facilidad para los idiomas, a los pocos días ya estaba hablando español. Me tropicalicé demasiado rápido.

¿Llegaron a vivir dónde?

Nosotros llegamos a vivir en una pensión regentada por una señora de origen maracucho llamada Bárbara, que quedaba de Truco a Cardones. Aunque tengo pasajes muy poco claros de esas cosas, sí recuerdo que ella bautizó a mi hermana que nació aquí en Venezuela. Estuvimos viviendo allí un año, y estando en esa pensión, que quedaba a media cuadra de la avenida Baralt, sentimos los aviones, los bombardeos y el tiroteo cuando se estaba tumbando a Pérez Jiménez.

¿A qué se dedicaba su papá?

Mi papá, que fue un hombre que tuvo mucho mérito, aprendió a leer y escribir a los 35 años de edad siendo prisionero, porque su padre falleció y mi abuela tuvo que arrendar a sus hijos para que trabajaran en las haciendas de los terratenientes del momento donde, lo único que le daban era de comer mientras ayudaban en la limpieza o en el pastoreo o en hacer cualquier otra labor típica de un campesino del momento. Allí fueron creciendo sin posibilidad de estudiar y siempre me contaba los maltratos que recibía de los patronos, los potentados de la época.

Cuando emigra a Venezuela comienza a trabajar en el comercio informal. En aquella época, el inmigrante que llegaba y que no tenía ninguna formación -que era lo normal- trabajaba vendiendo maní, o caramelos, chucherías, llevando un carrito. Mi mamá me contaba que a él, como a un grupo de paisanos, la policía de la época de Pérez Jiménez, los matraqueaba, se los llevaban presos y a veces hasta les confiscaban la mercancía; pero poco a poco, como en esa Venezuela hubo mucha inversión económica, logró adquirir una frutería, después tuvo una carnicería, y así él pasó, de ser informal a ser formal, y fue en ese momento cuando decidió traerse a la familia.

Es decir, que cuando ustedes llegaron ya él estaba establecido.

Estaba medio establecido, porque él nunca se estabilizó. Era un hombre con un corazón extraordinario que hizo su vida entre la parroquia Altagracia y la parroquia La Pastora donde tuvo un abasto, una frutería, una carnicería, y al que todo el mundo le pedía fiado; y como él había pasado mucha hambre, mucha necesidad, y era un hombre muy desprendido, le fiaba a la gente y la gente no le pagaba así que en realidad, la que al final terminaba manteniendo la casa era mi mamá, que era costurera. Ella cosía desde un pañito de cocina hasta un traje de novia, pero poco supo explotar económicamente eso. Sin embargo, fuimos una familia muy feliz, y en medio de las deudas y de los embargos que le hacían a mi papá porque no pagaba – si fiaba y nunca le pagaban ¿cómo iba a pagarle él a los mayoristas?- fuimos creciendo. Mi hermano mayor comenzó a trabajar, después mi hermana, pero mi papá siempre quiso que los hijos estudiaran y yo en particular, no sé porqué, pero él quería tener un hijo dottore y decidió que fuera yo.

Debía tener fe en sus posibilidades y sus capacidades.

Pero yo era terrible. Cuando llegamos, nos pusieron a estudiar en un colegio – que fue el único momento en que estudié en un colegio privado, creo que era el Santos Michelena-, donde hice el primer grado. Cuando pasé a segundo grado me inscribieron en el Colegio Nacional 5 de julio, que quedaba de Amadores a Urapal, donde estudié el resto de la primaria y me gradué allí. Mi papá tenía una carnicería de Amadores a Desbarrancado y esa esquina le quedaba más bien que el carrizo aporque nunca vio luz con ese negocio y al final terminó cerrándolo.

Evidentemente no tenía alma de comerciante, pero parece que fue insistente porque fracasaba y volvía a arrancar…

No, comerciante nada. Sí, se la pasó volviendo a arrancar con muchas dificultades además, porque lo atracaban, sin violencia, casi todos los días.

¿Cuántos hermanos son?

Somos cinco hijos: María Rosa, Antonio, Vita y yo que nacimos en Italia y Giacomo y María Rosa que nacieron aquí. Mi hermano mayor, Antonio, ya venía con un oficio porque había aprendido a trabajar en una sastrería en Buggio, el pueblo donde nacimos, y comenzó a trabajar en una fábrica de pantalones. El siempre ha sido muy trabajador, el típico italiano responsable que no llegaba más allá de las ocho de la noche a la casa y cuando llegaba tarde le armaban unos escándalos terribles, no me preguntes por qué, mientras que yo llegaba a las tres, cuatro de la mañana paloteado y mi papá no me decía nada, porque yo estudiaba. Mi hermano al final terminó teniendo una fábrica de pantalones en la que le fue bastante bien. En los años 70 cuando aquí entró aquel chorro de petrodólares, él se independizó de la fábrica donde trabajaba y montó su propia fábrica que todavía tiene.

El hecho de hacer sus estudios en una escuela pública venezolana habrá contribuido a que se insertara en el país inmediatamente y que sus amigos fueran venezolanos.

Todos. En el caso particular mío ocurrió algo particular: cuando llamaban a la casa o la gente hablaba de mí, se referían siempre a Giannetto, aún cuando ese apellido lo llevábamos todos los de mi casa, más los hijos de unos tíos que murieron en Italia y mi papá mandó a traer luego de que quedaran huérfanos. Giannetto era yo, y me pregunto por qué.

¿Cuál era el idioma para la comunicación familiar?

Mis padres en la casa hablaban el dialecto, yo hablo perfecto siciliano. En realidad, aprendí a hablar italiano después de viejo y tengo un acento terrible. Hubo muy poca gente de mi generación que estudió porque los padres no lo promovieron, de modo que cuando obtuve el cargo de vicerrector de la Universidad Central, me comencé a convertir como en un icono, o mejor dicho, en una referencia de la colonia – ya no sólo de la colonia siciliana sino de la colonia italiana- y me invitaban a eventos donde todos me hablaban en italiano cuando yo sólo hablaba siciliano, así que no me entendían. Les contestaba en castellano e insistían con el italiano que yo entendía, sí, pero no hablaba; pero poco a poco, por esa facilidad que siempre he tenido con los idiomas aprendí a hablarlo.

Antes mencionó que era terrible ¿a qué se refería?

En el medio del liceo si tú no te caías a golpes, te caían a golpes. Me acuerdo que me decían Sandro Dopoporo, que fue un italiano campeón mundial de boxeo a quien el Morocho Hernández le ganó en una pelea. Me peleaba con todo el mundo y me imagino que todavía debe ser igual, si tú llegas a un sitio y uno te pega y no haces nada y te pega el otro, te vuelves sopa.

¿Estaba claro desde el principio que iba a estudiar o eso se decidió en la familia?

Yo tenía que haber trabajado. Mi mamá no quería que estudiara, porque como la situación económica en la casa no era buena, ella le decía a mi papá: Si ese muchacho se pone a estudiar y después no le podemos mantener los estudios ¿cómo vamos a hacer? es preferible que trabaje. Papá decía que no, que él quería tener un hijo dottore. Entonces, mi hermano, que era mucho mayor, y mi hermana trabajaban. Fíjate que en algún momento se planteó el problema con mi hermana, bueno hay que ayudar a la casa y mi hermana que era menor que yo, decidió comenzar a trabajar para ayudar a la familia porque yo tenía que estudiar, lo que es la vida. Trabajaba en vacaciones y siempre me redondeaba algún dinero. Nosotros no salíamos de vacaciones porque no podíamos, pero mi papá siempre insistía en que a él le podía faltar dinero para tomarse un café o para comprarse los cigarrillos, pero siempre me daba un real o un bolívar para que fuera al liceo, en contra de la voluntad de los paisanos cuyos hijos ninguno estudió. Cuando me gradué de bachiller, eso fue un acontecimiento, yo era un buen estudiante.

Motivo de orgullo enorme para su papá.

Para mi papá y mi mamá y para el sitio donde vivía, y eso ocurre todavía en los barrios. La diferencia entre la clase media baja y las clases media y alta, es que en las clases de menores recursos cuando hay un éxito, no es solo el éxito tuyo, sino que es también de todos los que te rodean, porque sirves como una especie de modelo para toda esa comunidad.

¿Cómo se definió la vocación hacia la Química?

Quería estudiar Filosofía, pero en aquel momento uno estudiaba porque tenía que ayudar a la familia a salir de abajo, no es como ahora.

Y tuve todas las oportunidades del mundo para no estudiar y para ser millonario. Siempre tuve, como te he dicho, muchas facilidades con los idiomas y con el inglés de quinto año de bachillerato, trabajé como recepcionista bilingüe, como traductor de grupos de turistas, etc., y me ofrecieron muchísimas posibilidades gente que tenía dinero y que necesitaba al socio que le hiciera el trabajo. En una oportunidad me ofrecieron ser el gerente de una fábrica de ropa de damas con la empresa donde trabajaba mi hermano; también, a los 18 años, me ofrecieron administrar un hotel enorme, pero siempre le decía a la gente que no, que mi papá quería que fuera un profesional y yo iba a serlo. Estaba enmarcado en eso.

¿Y cree que hubiera sido buen administrador?

Sí, tendría muchísimo dinero, pero no me quejo. Estudié Química, aunque mi papá quería que estudiara Medicina pero a mí nunca me gustó la cuestión de la sangre, y no podía estudiar Filosofía y Letras, porque el viejo me hubiera botado de la casa, aunque me encantaba la Literatura y tuve una profesora en bachillerato de apellido Marcano- cuyo texto era el texto de referencia a nivel nacional en el área de Castellano y Literatura-, que conmigo era especial e incluso me defendió en algunas oportunidades cuando me querían botar mala conducta, siendo como era, muy buen estudiante. Al final decidí, por influencia de un profesor mío en quinto año de bachillerato, estudiar Química.

En su caso se hace evidente el enorme poder que puede tener un profesor en estimular una vocación, o al menos, en abrirle mundos de intereses a los alumnos, o cerrárselos, en el caso de aquellos que son malos… Es un papel verdaderamente importante.

Es que por lo general un buen profesor te define, te influencia muchísimo la carrera que vas a estudiar. Recuerdo que cuando estudié Química eso era terrible, demasiado fuerte, no por la carrera en sí, sino por los profesores que teníamos. Por cierto que estudiando la carrera, conocí a la que hoy en día es mi esposa que también es química.

¿Se graduó en qué año?

En el 76. Recuerdo lo terrible que eran las exigencias en los estudios de química en aquel momento.

¿Serían como filtros?

Yo no creo que eran filtros, sino más bien exigencias desmesuradas de un grupo de profesores que venían en su mayoría de Europa o del Sur, y tenían unos niveles de excelencia demasiado exagerados.

Que a lo mejor no se relacionaban con el nivel que traían los estudiantes de bachillerato ¿pudiera ser eso?

No, no, en aquel momento la educación pública venezolana era de excelente calidad y más bien recuerdo que tenía compañeros de estudio que eran malos estudiantes y los padres los sacaban del liceo para ponerlos a estudiar en colegios privados para que aprobaran las asignaturas; pero eso sí, cuando pasaban a quinto año los inscribían de nuevo en los liceos públicos porque querían que los muchachos se graduaran en el Rafael Urdaneta, en el Fermín Toro, en el Andrés Bello o en el Aplicación, porque eso daba caché. Era muy dura la educación y nosotros teníamos un excelente nivel. Una de las causas del porqué ahora los estudiantes de la educación pública tienen tantas dificultades por estudiar a nivel superior es porque la educación ha perdido la calidad que tenía en los años 60 y 70. Se deterioró producto de un sindicalismo salvaje, de unos sueldos miserables, de falta de actualización académica del profesorado, de falta de actualización de la estructura y de adecuación a las nuevas tecnologías. Eso, sin dejar de reconocer que siempre hubo colegios como La Salle, San Agustín, Don Bosco, que han tenido una excelente calidad educativa.

Son privados, y católicos…

Sí, pero en promedio las escuelas y los liceos públicos de los años 60 y 70 eran muy superiores en calidad a la privada, cosa que ahora se invirtió totalmente.

Después de que se graduó en la Central, hizo un Doctorado en Francia.

Al graduarme comencé a trabajar en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela como docente. Allí presenté un concurso de oposición, que por cierto, es una de las cosas más traumáticas que he pasado en mi vida, porque si no apruebas el concurso, o si otro saca una nota superior a la tuya, al día siguiente tienes que ir a tu oficina a recoger tus macundales e irte, pero aprobé mi concurso. En ese ínterin ya había conocido a Blanca que había sido mi novia de la universidad, nos casamos, nació Carolina, y después había que hacer algo porque siempre he tenido mucha motivación al logro. Nunca he querido ser mejor que los demás, pero tampoco he querido que nadie me pise. Siempre he querido ir hacia delante sin que me desprecien por no tener capacidades intelectuales.

Entonces empezamos a analizar la situación. Ya era Profesor Asistente y en las universidades nacionales -todavía es así- si tú cumples con ciertos requerimientos, tienes la posibilidad de hacer un postgrado en Venezuela o en el extranjero becado por la propia institución. Eso es lo que ha permitido que la educación superior tenga el nivel que tiene en Venezuela. El que diga que el nivel de la educación venezolana a nivel superior no es bueno, es porque no la conoce. Nuestros egresados universitarios en todas las carreras y en todas las universidades, públicas y privadas, cuando salen al extranjero quedan muy bien porque los estudios son muy exigentes y de muy buena calidad. Entonces decidimos que iba a hacer un postgrado y nos fuimos a Francia.

¿Estamos hablando de qué año?

Estoy hablando de finales de 1980. Me fui sin hablar absolutamente nada de francés, porque mi idea inicial era hacer un PhD en Estados Unidos, pero la aceptación nunca llegaba, y al final llegó la de la universidad en Poitiers, Francia. Después, al rato, aprendí a hablar francés.

¿Su doctorado es en el área de petróleo?

En el área de catálisis. Los catalizadores son sólidos que te permiten aumentar de manera impresionante la velocidad con que se revisan las reacciones y el área mía era el mejoramiento de la calidad de los combustibles. En el segundo año me convertí casi en la mano derecha del director del laboratorio. Blanca también hizo su Doctorado allá, lo comenzó después del primer año porque a la mujer siempre le corresponde el trabajo más duro: estabilizar el hogar…

¿Cómo terminó la experiencia francesa?

Cuando terminé mi Doctorado me había convertido, como mencioné, en la mano derecha del director del laboratorio quien, cuando no podía ir a un congreso me mandaba a representar al laboratorio en eventos internacionales, pero me quería regresar porque siempre sentí un gran compromiso con Venezuela, y en aquel momento no existía la situación de desgobierno que hay ahora. A lo mejor ahora no hubiera regresado, porque allá tenía muchas perspectivas de trabajo.

Seguramente aprovechó para conocer Italia.

Claro, en la primera vacación que tomé nos fuimos los cuatro para Italia en carro. Atravesamos el Monte Blanco y conocimos todo el valle D´Aosta, el norte de Italia, Pisa, Firenze, llegamos hasta Roma y Nápoles donde nos embarcamos para conocer Sicilia porque cuando salí de allá tenía cinco años. Fuimos a buscar el pueblito donde nací. Me sorprendí con la belleza de Sicilia que es una isla medio desértica, una cosa muy linda.

¿Había quedado familia allá?

Sí, todavía existen primos con los que mi hermano mayor y los primos que mi papá trajo mantienen mucha relación, yo no tanto. Pensaba con mucha emoción en ese viaje cuando por primera vez iba a pisar el país donde nací, pero llegué a Italia y no sentí nada; después llegué a Sicilia y no sentí nada; y después llegué a Burjo y no sentí nada, y después dije: Quiero conocer la casita donde nací, pero tampoco sentí nada, es que había echado ya raíces en Venezuela.

Aquello era algo demasiado lejano a usted…

Sí, es así.

Vengamos más cerca, a cuando regresa de Francia…

Cuando terminé mi tesis se me presentó una posibilidad, porque había sido sometida a un premio nacional en Francia y gané el premio de la mejor tesis del año en el área de catálisis. Inmediatamente me captó la British Petroleum y me dio un contrato por una cantidad de dinero impresionante: 14.000 francos en aquel momento, de los que me gastaba la mitad y ahorraba la otra. Estuve trabajando un año con British Petroleum, mi esposa terminó sus estudios y regresé a trabajar nuevamente en la Facultad de Ingeniería como docente investigador.

¿Sin práctica privada, dedicado enteramente a la docencia?

Trabajo de docencia y de investigación, porque la gente cree que uno en la universidad únicamente hace docencia, y no es así, uno hace también investigación. Yo logré -con parte de los recursos del premio que me gané en Francia y con unos contratos que me dio la industria petrolera por el área en que yo trabajaba-, montar un laboratorio en la Escuela de Ingeniería Química de la Universidad Central de Venezuela, que en este momento está bien consolidado en manos de dos personas que llegué a formar como doctores, uno aquí en Venezuela y otro en Francia. Empezó a irme muy bien en el área de investigación, además que era un workaholic dedicado totalmente a mi trabajo y a mi familia. Empecé a ganar premios en la Universidad, los contratos con la industria petrolera me empezaron a dar, los resultados eran extraordinarios y abrimos una brecha que permitió que otras personas también fueran contratadas por la industria petrolera para desarrollar proyectos en los laboratorios de las universidades nacionales.

¿Cómo llega al Rectorado?

Posteriormente me nombraron director de la Escuela de Ingeniería de Petróleo, de allí pasé a ser coordinador de investigación de la Facultad de Ingeniería y en ese momento, un ministro del segundo gobierno de Caldera, planteó que si él no resolvía el problema de la mancha negra de la autopista, a los tres meses renunciaba. Entonces, convocaron a los representantes de las facultades de Ingeniería de las universidades de Caracas: la Católica, la Simón Bolívar, la Central, la Santa María y a la tercera reunión el ministro me nombró comisionado. Había trabajado un poco en el área de asfalto, aunque no era mi área, y me dio todo el poder para decidir con todo el Ministerio a mi disposición en el área técnica, no en el área política, porque nunca me había metido en política. Realizamos una serie de estudios, revisiones bibliográficas, trabajos de campo, y con un equipo del ministerio y también de Petróleos de Venezuela, encontramos cuál era la causa de la mancha negra e implementamos un dispositivo que hasta el sol de hoy es el que funciona y que impide que esa mancha negra vuelva a formarse.

¿Qué causaba la famosa “mancha negra”?

La mancha es producto de que hay estados en el que el parque automotor está demasiado deteriorado y fuga mucho aceite lubricante que es como la cera esa que pasan en la casa y que aglomera cosas. La gente me criticó mucho porque estaba esperando que descubriera un hecho de corrupción y ahí no había ninguna corrupción, lo que había era producto del viernes negro del año 82.

¿Por qué?

Porque el venezolano antes cambiaba los carros cada dos, tres años, y a partir de la devaluación del bolívar, el parque automotor comenzó a envejecer al punto que hoy en día, un carro del año 95 es nuevo, cuando en un país desarrollado un carro de cinco años ya hay que cambiarlo.

¿Cómo se eliminó y por qué no hay mancha negra ahora si la situación que la origina no ha cambiado?

Porque ya PDVSA había traído para probar unas máquinas, los Harvey Titanic, de alta tecnología para limpiar las pistas de aterrizaje de los aeropuertos, con la diferencia que la mancha negra allí es producto de la fricción del caucho mientras que aquí era aceite lubricante que aglomeraba restos de hojas, papel, piedra, material inorgánico, huesos de perro, cualquier cantidad de cosas. Una vez que resolvimos el problema de la mancha negra, con estas máquinas las carreteras todavía se mantienen.

¿Eso ocurre después de que pasamos de las carreteras de cemento a las de asfalto?

Las de asfalto propician más la formación de la mancha negra que las de concreto porque el asfalto es materia orgánica, y la interacción del producto orgánico con otro es mayor que la interacción que pudiera tener un producto orgánico como el aceite, con el concreto que es inorgánico. Todo eso tiene sus explicaciones.

Sigamos la ruta hacia el Rectorado…

Después de eso, Antonio París – el que acaba de ganar el rectorado- que para el momento era decano de Medicina, se lanzó como candidato a rector de la Universidad Central de Venezuela y estaba buscando conformar su equipo, entonces el profesor Gaspare Lavegas, que había sido decano de la Facultad de Ingeniería, me recomendó y me consiguió una reunión con Antonio París quien me ofreció la candidatura. Sorprendido, le dije que tenía que consultar, y así lo hice con personas de la Facultad de Ingeniería que me animaron para que aceptara. Gané como vicerrector académico y Antonio perdió el rectorado con Trino Alcides Díaz, el actual Superintendente de Bancos. Hice mi gestión como vicerrector y ello llevó a que la gente me postulara luego como rector en las elecciones que ganamos.

Estamos hablando del año…

96-2000 vicerrector y 2000-2004 rector de la Universidad Central de Venezuela.

¿Cómo se ve el país desde el rectorado de la Universidad Central de Venezuela en una época tan particular como la que le tocó a usted?

Particular no, una época de desgobierno, de asalto a la institución, porque éste es un gobierno de delincuentes y de forajidos que tratan de asaltar las instituciones para ponerlas al servicio de un supuesto proyecto, cuando las instituciones no tienen que estar al servicio de ningún hombre o ninguna mujer. Las instituciones no pueden estar al servicio de ningún partido político, las instituciones tienen que estar al servicio de la nación y quiero que lo publiques tal cual, porque ahora sí soy político, porque a garrotazo limpio tuve que aprender a ser político. Me explico: cuando la gente votó por Giannetto, para el vicerrectorado Administrativo, lo hizo por sus credenciales académicas en contra de un candidato que decían que no podía perder con nadie porque tenía mucha experiencia. Luego, cuando Giannetto como vicerrector Académico hace una buena gestión la gente dice ése es el rector que nosotros queremos: un rector académico, porque Trino era más que todo un político. Pero ¿cuál es mi sorpresa? Que me di cuenta que el cargo de rector de la Universidad Central de Venezuela, desafortunadamente, no es un cargo académico, sino que es un cargo extremadamente político y sobre todo con un gobierno como éste que si no pone a las instituciones de rodillas, las asalta.

En las primeras de cambio fue muy bien, en seis meses hicimos una labor extraordinaria, logramos por fin concretar la declaratoria de Patrimonio Mundial, la restitución del Jardín Botánico y de la Zona Rental. Yo tenía muy buenas relaciones en el gobierno porque cuando llegué al vicerrectorado Académico nombré como director de Postgrado a Héctor Navarro, actual ministro de Educación, y a Nelson Merentes como coordinador del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico: los dos cargos académicos más importantes después de los decanos. Luego, ellos desde el gobierno me ayudaron muchísimo, además que yo tenía mucho prestigio académico, porque antes tú no trabajabas con la gente porque eras de la cuarta o eras de la quinta, eras chavista o no eras chavista, tú trabajabas con la gente porque tenía calidad, capacidad y condiciones para el cargo.

La Central ha mejorado física y administrativamente, lo digo porque estudié allí y he tenido que ir a hacer algunas gestiones últimamente. Esa declaratoria fue de las mejores cosas que le ha podido pasar.

Eso no comenzó en mi gestión, eso ya venía de gestiones anteriores y nosotros la concretamos con el apoyo que recibimos en un tiempo del gobierno de la “quinta república”.

Es decir que durante un tiempo pudieron trabajar en armonía con el gobierno.

Trabajamos muy bien por las relaciones y el prestigio que yo tenía, porque esa gente había trabajado conmigo, me conocía y sabía que no era un político sino un académico. Había tenido inclusive, relaciones con José Vicente Rangel en algún momento, porque en dos o tres oportunidades hice las veces de Cicerón llevándole denuncias de hechos de corrupción que se estaban produciendo en la administración pública a través de su hermano, que en paz descanse. Yo tenía muy buenas relaciones con todo ese sector, inclusive con el propio presidente Chávez, pero luego se produce la toma de la universidad el 28 de marzo de 2001.

¿Eso cayó de sorpresa?

Cayó de sorpresa. Estuvo ejecutada por un grupo muy reducido de estudiantes junto a un pequeño grupo de empleados, con apoyo externo del sector radical del gobierno donde estaba Adina Bastidas, Elías Jaua, Eliécer Otaiza, Iris Varela, Freddy Bernal; y un sector de la Casa Militar, con apoyo del Darfa y de la Disip. Yo tengo todas esas evidencias, a mí no me van a decir que eso no fue así. Al principio se pensaba que era una toma estudiantil de las tantas que se producen en nuestras universidades, pero poco a poco nos empezamos a dar cuenta que no era una toma estudiantil, sino que había la intención cierta de ese sector radical del gobierno de propiciar la renuncia del rector, para que luego el Presidente nombrara a un rector encargado para “normalizar la situación”, entre comillas.

No puedo decir si Chávez estuvo metido o no estuvo metido en eso, pero sí puedo decir que hubo personas como Luis Miquilena, Héctor Navarro, Nelson Merentes, Carlos Genatios que nos dieron un apoyo sin el cual no hubiéramos aguantado. Esa fue una acción brutal de ese sector radical que tenía bombas lacrimógenas en cantidades industriales y contaron con el apoyo de los organismos de seguridad del Estado. El hecho cierto es que después logramos derrotar la toma…

¿Cuánto duró la toma?

Desde el 28 de marzo hasta el 3 de mayo de 2002.

¿Y ustedes metidos ahí adentro?

Yo estuve cinco o seis días metido dentro del rectorado, no porque no me permitieran salir, sino porque intuí en aquel momento de que si dejaba el despacho del rector, ellos se iban a meter allí y la institucionalidad iba a ser violentada totalmente. Me quedé únicamente con cinco vigilantes “patria o muerte”, todos los demás se asustaron y se fueron. Uno de esos vigilantes, Sergio Trocelt, me dijo: Rector, allí está el profesor Agustín Blanco Muñoz quien dice que si usted abandona el recinto él le asegura su integridad física, ¿qué le digo? Yo estaba solo en el despacho del rectorado y me senté a pensar: de aquí me sacarán muerto, pero de aquí no salgo porque no voy a entregar el rectorado de la Universidad Central de Venezuela por cobardía. Si entran aquí, me tienen que linchar. Entonces, cuando Trocelt me dice eso, le digo textualmente, lo puedes escribir: Dile a Agustín Blanco que se vaya al coño de su madre que yo de aquí salgo es muerto. Esa tremendura infantil es producto de mi temperamento, porque soy una persona que digo lo que siento y si la gente se molesta, bueno, no importa, pero prefiero ser sincero, soy poco político en ese aspecto. El hecho cierto es que posteriormente comenzaron a llegar a la Universidad los medios de comunicación que fueron fundamentales para cubrir la noticia. Si no hubiera sido por ellos, no habríamos resistido para que la institucionalidad se mantuviera, porque lo que se quería era asaltar a las universidades autónomas para ponerlas al servicio del proceso. Afortunadamente para nosotros y desafortunadamente para ellos, comenzamos una lucha de resistencia pacífica con la que fuimos demostrando a la Universidad y al país, que aquello no era un problema en contra de Giannetto, sino una acción que si hubiera progresado, habría instaurado en el país una cultura de asalto institucional. En aquel momento era la UCV, pero trataron de asaltar Carabobo y no pudieron, porque afortunadamente estaba Ricardo Maldonado como rector; trataron de asaltar la ULA, trataron de asaltar la Universidad del Zulia, y tampoco pudieron porque ya ellos se habían adelantado preparando su mecanismo de seguridad.

¿La UCV marcó una pauta de resistencia?

La Universidad salió muy fortalecida, y me convertí en un símbolo de la autonomía universitaria porque la institución respaldó a la figura del rector al recibir el apoyo de todos los sectores de oposición, e inclusive, de sectores del gobierno que no estaban de acuerdo con esos hechos de violencia.

¿Y después de eso?

Después de eso vino la segunda fase del asalto institucional, que fue un paro indefinido de la Asociación de Empleados dirigido por un individuo que también estuvo involucrado en la toma estudiantil y terminamos botando de la universidad. Pero, junto con el Consejo Universitario, por primera vez en la historia de la Universidad Central de Venezuela, quebramos la huelga y se tuvieron que reintegrar a sus labores sin cancelárseles parte de los salarios caídos, porque la huelga era totalmente ilegal. Luego, poco a poco, la Universidad comenzó a nivelarse, sin que dejaran de ocurrir otros hechos de violencia, como atentados contra un escolta mío y contra la escolta de mi hijo, dos bombas en vehículos de profesores; y la colocación de explosivo plástico C-4 en la sala de sesiones del Consejo Universitario.

¿Y cuándo se logró volver a la normalidad?

La normalidad la recuperamos inmediatamente después de la toma aunque siempre hacía mucha tensión; pero teníamos el apoyo de prácticamente todos los profesores, empleados, obreros y estudiantes. Eso lo que hizo fue unir a la Universidad. En ese ínterin, había sido elegido presidente de la Asociación Venezolana de Rectores, cargo que ejercí hasta el 18 de junio de este año. Y bueno, eso es todo.

¿Qué otro rector ha tenido que enfrentar una situación tan dramática como ésta?

Esa fue la primera vez en la historia de la UCV en donde un grupito de personas de la misma Universidad se ponen de acuerdo con el gobierno para atacarla. El rector Jesús María Bianco vivió también una época bien traumática, aunque las cosas son traumáticas, no tanto para el rector, sino para las instituciones y para las familias de uno. En el caso de Bianco era la Universidad luchando en contra del gobierno mientras que aquí, como hemos mencionado, fue un asalto institucional que trató de acabar con su autonomía. Y yo que no creía en la autonomía universitaria, porque la autonomía para mí significaba que todos los martes y jueves cuatro malandros realizaban disturbios en las puertas de la Universidad. Pero me di cuenta que las instituciones de educación superior sin autonomía no son nada, porque corren el riesgo de ser instituciones al servicio del gobierno, de uno u otro caudillo.

¿Por qué los martes y los jueves?

Porque era una costumbre de años que se había instituido ahí.

¿Y qué hace ahora Giuseppe Giannetto?

Luego de entregarle el rectorado a un docente investigador elegido democráticamente por la comunidad universitaria, que era mi sueño aunque pareciera estúpido, pero fíjate hasta dónde los desgobiernos te llevan a fijar ciertas metas, decidí acogerme a la jubilación. Acabo de cumplir 53 años y presté 29 de servicio en la UCV que es el único sitio donde he trabajado desde que me gradué, porque mientras estudiaba bachillerato y universidad trabajé de mesonero, de barman y de recepcionista bilingüe.

Antes mencionó que ahora sí se iba a dedicar de verdad a la política, ¿cómo se va a materializar esa participación?

No es que me voy a dedicar, no creo, si dije eso no me expresé bien, lo que quise decir es que antes no era político pero tuve que aprender a hacer política. Ahora sé hacer política y de la misma forma voy a seguir actuando, porque si he sido honesto y sincero toda mi vida y me ha ido bien, no veo por qué tengo que estar cambiando.

Tengo muchas ofertas y estoy jubilado, pero sigo ayudando a las autoridades actuales, quiero que sepas que es la primera vez en la historia de la Universidad Central con este nuevo mecanismo de elección, que las cuatro autoridades de una misma plancha ganan las elecciones. Eso también es un reconocimiento a la gestión de uno, porque ésa fue la plancha que propicié y respaldé. Soy el secretario general de la Asociación de Egresados y Amigos de la UCV que constituimos en este último año de gestión; soy el vicepresidente de Petro UCV que es una empresa mixta Petróleos de Venezuela-Universidad Central de Venezuela, dedicada a la producción de petróleo y explotación de un campo marginal que le fue asignado a la Universidad. Todo esto, por ahora, lo hago gratuitamente.

Quizás sea el momento emprender algunos de negocios que quedaron postergados…

Es que tengo que emprenderlos porque mi hija está estudiando en España, y mi esposa fue una de las víctimas de la industria petrolera, de Unapetrol.

¿Antes confesó que era peleón, la vida y sus circunstancias no lo han obligado a ser una persona conciliadora?

Si no están de por medio los principios, sí. No me gustan los extremos, pero si tengo que defender un ideal, un principio, puede estar en contra mío todo el mundo, pero voy adelante, sin violencia. Lo más importante que he aprendido en esta vida, es el valor que tiene el que tú llegues a tu casa y veas a tus padres, a tu esposa, a tus hijos en los ojos y no te dé vergüenza; que puedas dormir tranquilamente sin tener remordimientos. A mí me ayuda muchísimo el hecho de que soy católico practicante, que me aferro de mis creencias y me hacen no torcer el camino, porque en esos cargos, imagínate cuántas ofertas y cuántas oportunidades de corromperse ha tenido un tipo como yo, que ha sido comisionado de ministros, director, coordinador, vicerrector, rector, manejando el año pasado un presupuesto de 450.000 millones de bolívares, mientras ganaba un sueldo que apenas sobrepasa los tres millones de bolívares.

¿Y cómo ve el futuro de la Universidad Central como centro de enseñanza y de investigación?

Las universidades venezolanas, sobre todo las universidades tradicionales, son de excelente calidad. No he visto ningún egresado de una universidad venezolana que vaya a hacer el ridículo cuando sale a hacer un postgrado o cuando sale a trabajar afuera. Un egresado promedio de cualquier universidad venezolana, pública o privada, es un profesional que tiene todas las de triunfar en cualquier país del mundo, lo que pasa es que a nosotros nos han querido hacer creer que nosotros somos flojos, que no servimos para nada, etcétera, etcétera…

Estamos viendo actualmente cómo por la falta de oportunidades, y también por la globalización, se están yendo al exterior cantidades de jóvenes educados en las universidades del país. ¿Cómo ve usted eso desde la perspectiva de la universidad que los ha formado?

Eso no tiene que verse desde la perspectiva de la universidad, sino desde las perspectivas del país. Aquí hay que preguntarse qué sentido tiene – sobre todo debería preguntárselo el gobierno- que yo esté formando profesionales universitarios que luego, por falta de oportunidades de trabajo tienen que emigrar del que siempre fue un país de inmigración. Pero mira, lo mencionaste tú, no lo mencioné yo, esa emigración que se ha producido de jóvenes venezolanos egresados de nuestras universidades, al comienzo trabajan en cualquier cosa porque quieren insertarse, porque quieren mantenerse, pero luego cuando consiguen la oportunidad, arrasan, y ahora, que muchos de ellos tienen la ventaja de la doble nacionalidad, la inserción es muchísimo mayor.

¿Usted, que como profesor ha estado en permanente contacto con jóvenes, piensa que esta juventud sigue siendo una “generación boba”?

Bobos son los que piensan que los jóvenes son bobos, ésa fue una definición muy infeliz del doctor Edmundo Chirinos. Siempre he dicho que aquellos que piensan que los estudios o la juventud de antes eran mejores que la de ahora, están equivocados. La juventud es la juventud en todos los momentos, y sería desproporcionado pretender que un profesor con años de experiencia y estudios se compare con sus estudiantes. Estoy convencido que la juventud no es ninguna juventud boba, y menos ahora cuando vemos cómo muchos jóvenes venezolanos de familias que nunca habían intervenido en política han comenzado a participar de alguna manera.

¿Cuál ha sido la mayor satisfacción como profesor?

He tenido muchísimas satisfacciones, por ejemplo, los premios que he ganado, y el reconocimiento que recibo de la gente por la labor realizada en la Universidad. Pero hay una cosa que me agrada muchísimo y es el reconocimiento de los italianos, ese orgullo de ellos para conmigo, porque la gente tiende a asociar mucho la importancia con el dinero, pero cuando uno va al Centro Italo, o cuando estás en Mérida, en Margarita, Maracay, en Táchira, ves como la gente se siente orgullosa y admira esa labor que uno hizo de resistencia esos últimos cuatro años. La gente lo que más admira, lo que más aprecia, no lo voy a negar, es el haber tenido el coraje de no salir corriendo en un momento cuando sabíamos que no lo podíamos hacer. Todos sentimos miedo, pero los valores y principios te hacen entender que hay cosas más importantes que la propia vida. Es muy fácil contarte esto, pero en la hora de las chiquitas me senté con mi esposa y le dije: Mira Blanca, si a mí me llega a pasar algo, tienes que asumir esto con dignidad, no puedes salir llorando por allí, no, usted tiene dignidad. Y después que ella lo terminó de digerir, nos sentamos con Carolina y con José Gregorio, los hijos, a explicarle lo mismo. No era fácil para ellos que entonces estudiaban en la Central. Pero realmente, para serte franco, me hubiera gustado más que me reconocieran por mis méritos intelectuales.

Antes comentó que quiso estudiar Literatura y Filosofía ¿es un lector hoy en día?

Fui un lector y estoy tratando de retomarlo ahorita. Era un devorador de libros de Literatura, Literatura venezolana. Soy un admirador de Andrés Eloy Blanco, quien no ha sido reconocido en toda su magnitud. También era un lector enamorado de Herman Hesse y mi suegro me hizo conocer mucha literatura rusa como Dostoyevski que me marcó muchísimo. Pero luego me puse a estudiar Química y cuando estudias Química, no puedes sino estudiar Química.

Es muy común, encontrar en la universidad gente mayor, profesional, jubilada incluso, que viene de las ciencias hacia las humanidades ya por placer.

A mí me hubiera gustado que me reconocieran mis méritos académicos que los tengo de sobra: fui diez años asesor de la industria petrolera, tengo más de cien publicaciones en revistas internacionales, estoy en el máximo nivel clasificación que hay aquí en Venezuela para los investigadores y he dirigido más de 80 tesis de Ingeniería, de licenciatura, de maestría y doctorado en Venezuela y fuera de Venezuela.

Su papá murió y no tuvo la satisfacción de ver hasta dónde había llegado el hijo que soñaba ver “dottore”

Sí, esa hubiera sido la gran alegría de mi papá. La familia es una fuerza muy grande que a mí me ayudó muchísimo para lograr mis metas. Yo no pensaba nunca llegar a ser rector, lo que quería ser era un gran investigador y devolverle al país parte de lo que me dio, porque si mi padre se hubiera quedado en Italia, a lo mejor hubiera terminado siendo un campesino…aunque quizás no un campesino cualquiera.

¿Qué queda de Italia en esta familia?

Cuando hay un campeonato mis hijos ligan a Italia. Hay un sentido de identificación hacia Italia porque esas raíces nunca se pierden. Cuando tienes un apellido como el mío, por más que te hayas tropicalizado como yo, siempre existe el sentimiento hacia el país de donde uno viene. Pero, a pesar de haber nacido en Italia, no tengo pasaporte italiano, no tengo derecho a tener la nacionalidad porque dieron tiempo hasta el año 98 para hacerlo y no lo hice, y cuando me interesé, la ley no me lo permitió. Ahora me están la están tratando de conseguir por méritos especiales porque hemos impulsado mucho la relación con universidades italianas.

¿El sueño de “hacer la América” se hizo realidad en el caso de su familia?

¿Tú crees que alguna vez yo me planteé la posibilidad de fracasar? No podía hacerlo, y si yo no podía hacerlo, imagínate tú mis padres, imagínate tus abuelos: una gente que abandona lo poco que tenía y se viene a un país que desconoce dejando atrás afectos, memorias, para tratar de insertarse trabajando en cualquier cosa. Esa gente borra la palabra fracaso de su diccionario, de su mente y tienen la mentalidad del pionero que dice: Estoy aquí, tengo dos alternativas: o lo hago o lo hago, porque la otra no existe. ¿Cómo crees tú que la mayoría de la gente que llegó, sin prácticamente formación, llegó a tener lo que tiene? A punta de sacrificio, a punta de esfuerzo, a punta de trabajo. Nunca se plantearon la posibilidad de fracasar, porque fracasar implicaba volver derrotados a la desesperanza y a la miseria que habían dejado atrás.

Prodavinci 

Comentarios (2)

Douglas Garcia
4 de diciembre, 2009

Precisamente ayer 03-12-2009, en la sala de actos del IUTAV, conocí a Gianetto, a quien le manifiesto a través de este recurso: “Ud aunque no es venezolano, está llamado providencialmente a rectorar la conciencia de muchos venezolanos que, de una u otra forma, no nos sentimos identificados con las políticas desgobierneras actuales”. Rector, personas como yo, que somos muchos, los anónimos formados coincidencialmente en sus principios, necesitamos alguien como Ud, que nos motorice y aglutine en pro de una verdadera conciencia de desarrollo y de felicidad para nuestro pueblo. Ud debería ser, el protón desencadenante de la fisión liberadora de las potencialidades de este pueblo que lo necesita. Aún hay tiempo. Todavía estamos a tiempo. estamos

Francisco Montoya Travieso
5 de diciembre, 2009

Coincido plenamente con el comentario de Douglas García : Hay mucha reserva moral en personajes como Giseppe Gianetto. Y nosotros, los venezolanos pensantes, debemos ir m[as allá de la protesta. Debemos promocionar su liderazgo para salir de ésta catástrofe que nos ahoga. Felicidades, mi Rector !

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