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Un periodista contra la tortura y la violencia

DannerEl corazón del asunto

Por George Packer

New York Times

Mark Danner se ha creado un nicho europeo entre las letras norteamericanas: el del reportero que además de desenterrar hechos y hallar historias, escribe sobre la condición política y moral de su país, con la intención de impulsar las políticas públicas hacia cambios fundamentales. Si no es nada más, es ambicioso, y su trabajo cabalga sobre la temática y la retórica de varias disciplinas: las relaciones internacionales, el periodismo narrativo, la escritura de opinión y hasta la crítica literaria. El título de su nueva colección de artículos que suman dos décadas, “Desnudando el cuerpo: Política Violencia Guerra,” (“Stripping Bare the Body: Politics Violence War”), toma prestado el estilo de innumerables trabajos de teoría postestructural. Recientemente, Danner se ha convertido en un ensayista con un lugar prominente en los debates nacionales sobre la tortura y la guerra contra el terror, y el tono de sus piezas va desde lo serio hasta lo dedicado.

Danner comenzó como reportero de una revista, y sus talentos reporteriles y narrativos están mejor representados en la primera sección –una serie de tres partes, originalmente publicada en The New Yorker en 1989 (donde yo he estado como redactor de sala desde 2003), sobre el final del reinado de los Duvalier en Haití, y los años turbulentos que precedieron la elección de Jean-Bertrand Aristide como presidente. Hoy, esos eventos parecen alejados y de limitada relevancia —¿quien se acuerda de Leslie F. Manigat? –pero bajo el escrutinio de un escritor con el ojo y la perspicacia de Danner, el Haití después de Duvalier sigue siendo una pesadilla, no menos contemporánea que la Alemania de los 1930 en las crónicas de William L. Shirer en “Berlin Diary.”

Lo que le interesa a Danner de Haití, y de otros países brutales y maltratados descritos en esta colección, no son las personas—ni siquiera los líderes entrevistados, individuos mayormente distantes—sino el paisaje de la violencia política. Le presta cuidadosa atención a los detalles de los cuerpos mutilados que aparecen de la noche a la mañana alrededor de Port-au-Prince, y le dedica miles de palabras eruditas a la historia que propició este dominio sangriento de los Duvalier. El título del libro de Danner quiere mostrar que las atrocidades exponen las entrañas de una sociedad y su estructura de poder. El realismo descriptivo y el análisis político están perfectamente balanceados a través de estos artículos, y en Haití se revela claramente en sus escritos.

Tras su labor en Haití, y su excavación de las atrocidades del ejército salvadoreño de principios de los 80 (la historia ocupó casi toda la edición del The New Yorker en 1993 y se publicó como un libro, “The Massacre at El Mozote”), Danner se alejó del reportaje testimonial. La segunda sección de “Stripping Bare the Body” consiste en una serie de ensayos, publicados por primera vez en The New York Review of Books, que reconstruye la Guerra de los Balcanes de los 1990, después que ocurrieran los hechos, y casi íntegramente a través del trabajo de otros periodistas y autores. La cuarta sección, que es la final, está comprendida por ensayos sobre Irak y la guerra contra el terrorismo, y Danner se apoya sobre la lectura precisa de documentos desenterrados por investigaciones de reporteros –el reporte Taguba sobre Abu Ghraib, el memorándum de Downing Street sobre los planes de invadir Irak—más que sobre sus propias observaciones. Viajó varias veces a Irak, pero a diferencia de Haití, sus investigaciones allí eran más para la argumentación que para el aprendizaje

Desenterrar sus ambiciones sobre los ensayos desde el periodismo a ras de la tierra no le funciona bien a Danner. Una tendencia hacia la escritura inflada y declaraciones aumentadas, empieza a aparecer: hay demasiadas vueltas de frase dramatizadas, como “ La primera vez que me mataron, o casi”; demasiados momentos cuando el escritor, confrontado con una ciudad destruida o una cantidad de cadáveres desmembrados, nos recuerda a George F. Kennan o Henry James.

Estos amaneramientos literarios aparecen con un aire de mirar a través de todas las cosas, apoyado fuertemente sobre citas escasas y títulos evidentes como “The Real Election” y “Abu Ghraib: Hidden in Plain Sight.” Cuando los haitianos se pusieron en fila para votar en medio de la violencia en 1987, Danner entrevistó a sus lideres políticos y admiró su coraje; cuando los iraquíes hicieron lo mismo en 2005, fue a buscar las “justificaciones simbólicas deseadas, el toque final para la construcción de una narrativa que se construía ese día.” Danner observa la lucha y la miseria humana tan removido de ella, que no puede resistirse a enfrentar a una joven mujer de Kosovo citada en un artículo de prensa, que compara la expulsión de su familia de Pristina con las experiencias de los judíos en la Segunda Guerra Mundial. “Trazar paralelos entre hechos de hace medio siglo deriva de una falla de la memoria,” entona Danner. “Es tanto más cómodo invocar a Europa en los 1940 que Croacia y Bosnia en los 1990.” No es tan cómodo como ser condescendiente hacia una refugiada.

Esta postura superior no llama la atención, aún cuando Danner se contradice. Cambia, sin explicación ni pérdida de confianza, de criticar a respaldar la negativa del primer presidente Bush de sacar a Saddam Hussein al final de la Guerra del Golfo; suena igualmente confiado tanto deplorando como endiosando la doctrina Powell. Sin embargo, cuando un reporte de la Cruz Roja sobre las torturas durante la administración Bush cae en manos de Danner, el resultado es uno de los mejores ensayos del libro.De nuevo como un reportero con un gran hallazgo, no puede dejar de bombear su prosa, y el artículo logra un poderoso equilibrio entre hecho y voz.

Casi todo el libro es una revelación despiadada de la hipocresía, debilidad e ilusión norteamericanas a través de tres gobiernos y por lo menos cinco guerras. Las disecciones de Danner de la corrupción del lenguaje del gobierno son devastadoras: es un gran expositor de la mendacidad oficial, con un material aparentemente interminable en sus manos. Pero toda esta anatomización de Washington está hecha por vía de Serbia, Bosnia e Irak. Como Danner el ensayista no se toma el cuidado de comprender estas sociedades como lo hizo Danner el reportero en Haití, la violencia no los desnuda en ningún modo. Sin historias individuales ni análisis político para acompañar las horripilantes (y repetitivas hasta anestesiarnos) descripciones, la violencia no revela nada –es solo violencia.

En la introducción, Danner cita a Platón sobre la imposibilidad de resistirnos mirar a los cadáveres, y luego escribe: “La violencia nos horroriza, paraliza, atrae la mirada y enciende pasiones; ‘sobrecogidos por el deseo,’ no tenemos otra opción que mirar.” Pero el deseo de Danner no parece acarrear ningún conflicto. No es que tiene solo la opción de ver –es que no quiere mirar hacia ninguna otra parte.

El voyeurismo es especialmente asqueroso cuando se trata de material desenterrado por otros, pero también aparece cuando Danner tiene la suerte de ver el caos desde la primera fila. Llega al mercado de Sarajevo casi inmediatamente después de que ha caído un mortero: “los tres caminamos por la topografía sangrienta, trazando nuestro camino lentamente entre los torsos y partes de los torsos, brazos y manos, y retazos de miembros, y pedazos no identificables de carne, todos mezclados con el metal ennegrecido y los vegetales destrozados.” Danner toma la oportunidad para intentar contar el número de víctimas, hecho frustrado porque están en demasiados pedazos para saber cual pierna va con que cabeza (una frustración a la cual regresa varias veces en estos escritos). En el prólogo, Danner se da cuenta que la tortura ha sido una preocupación central de su escritura desde la Universidad y eso le da casi una sensación de placer, y en la coda admite una “preferencia secreta hacia el final violento,” aún si incluye su propia muerte. Palabras como “deleite,” “sabor” y “erótico” aparecen con una cercanía nada cómoda junto a las descripciones de la destrucción.

Es valiente confesar una atracción hacia las escenas de tortura y desmembramiento, dibujadas en pinturas literarias cuidadosamente compuestas, y en el trabajo de un artista pudiera proveer mucho terreno para la interpretación. Pero para un ensayista cuya postura habitual es de una moralidad escandalizada y alejada, es en el mejor de los casos, problemático.

Danner publicó la mayor parte de su trabajo en revistas liberales, pero su héroe es Kennan, el autor de la doctrina de contención de la guerra fría y nada liberal en el sentido contemporáneo. Kennan tenía poca paciencia tanto para el moralismo como para la moralidad de la política exterior; su visión, purificada en batallas liberales de hace 60 años, tuvo como guía la estrella del norte, la del balance de poder entre intereses nacionales estrechamente interpretados. Danner también es un realista—hasta escribió 30 páginas contra la expansión de la OTAN hacia la Europa Oriental en los 1990, una posición que Kennan también sostuvo. Este punto de vista le ha servido bien a Danner en su amplia crítica sobre las políticas exteriores de George W. Bush, especialmente sobre Irak, e incluyendo la aprobación de la tortura por parte del presidente: “Lo que podemos decir es que la decisión definitivamente perjudicó los intereses norteamericanos de forma altamente demostrable.”

¿Pero que pasa con Bosnia? Esta es la guerra que lleva a Danner hacia enredos no reconocidos y revela la desconexión en el corazón de su trabajo. Escribió el equivalente a un libro completo condenando la negativa de los Estados Unidos para intervenir en Bosnia. En varios puntos, se aventura con argumentos ad hoc sobre la participación norteamericana—esferas de influencia, la alianza Atlántica. Estos argumentos son realistas, y como la sumatoria de ellos presenta un caso bastante débil, pocos realistas hicieron estos alegatos. Es mucho más fuerte la justificación basada en razones morales, y en el recuento de Danner se sugiere urgencia, por la mera acumulación de atrocidades. Pero no presenta el argumento moral. Es como si no hubiese relación alguna entre la crítica de la política exterior norteamericana, que es el tema perdurable del libro, y las montañas de cadáveres hacia donde su mirada siempre se clava.

George Packer es el autor de “The Assassins’ Gate” y el venidero “Interesting Times: Writings From a Turbulent Decade.”

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STRIPPING BARE THE BODY

Politics Violence War

By Mark Danner