Diario de Alejandro Oliveros

Diario: Presos políticos. Anales de una dictadura.

Por Alejandro Oliveros | 18 de noviembre, 2009

10.30 am

Se mantiene la sensación de condiciones climatológicas corrompidas de los últimos años. La temperatura puede ser grata en las pequeñas horas de la mañana pero rápidamente se calienta hasta convertirse en bochorno. Los montes y montañas son cubiertos por una luz manchada y espesa. Es un clima impreciso e indeciso, malo para los nervios y el sosiego. Pero que, fatalmente, se corresponde con una sociedad ya no sana que si llegara a resignarse se parecería a un pabellón de tuberculosos, rendidos ante lo inevitable. Por fortuna, nuestros males son superables, y una vez desterrados, el clima y la luz serán tan luminosos como antes. Lo que faltaba, en la radio, unos fragmentos melodramáticos del melodramático Brahms.

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6.00pm

PRESOS POLITICOS. ANALES DE UNA DICTADURA.

En un número de 1988 del BOLETIN DEL ARCHIVO HISTORICO DE MIRAFLORES, encuentro estas cartas de la madre de un preso político que, por su desgarrada intensidad, me recuerda al Eurípides de TROYANAS.

Maracaibo, mayo 11 de 1915

SEÑOR GENERAL JUAN VICENTE GOMEZ, &&&

Caracas

El año pasado por este mismo tiempo me fui a Caracas venciendo mil dificultades con el solo objeto de solicitar de usted una audiencia y pedirle la libertad de mi querido hijo el Doctor Pérez. Cinco meses duró mi amarga peregrinación en esa ciudad sin que me fuera dado llegar hasta usted General y, por fin, vencida por el mal estado de mi salud, tuve que venirme con la tristeza en el alma y dejando todo mi corazón entre los muros de la Rotunda.

¡Ah, General!, si yo hubiera podido ver a usted, si personalmente yo le hubiera pedido mi hijo y usted se hubiera penetrado de mi dolor y de cuán desgraciada me hace, yo no lo dudo General, usted se habría compadecido de mí y me habría concedido su libertad.

Yo quisiera hoy intentar otro viaje con el mismo objeto, pero mi salud empeora cada día y en el temor de que este malestar continué he resuelto volver a escribir a usted General, para implorar una vez más la caridad de concederme la libertad de mi hijo y con ella la paz y la tranquilidad de mi hogar y acaso mi salud y mi vida, pues dos años de puro sufrir han agotado mis fuerzas. Con una sola palabra puede usted devolvérmelo todo.

Esperando no ser desatendida en esta vez, quedo de usted atenta S.S.,

Adela de Pérez

Cinco meses más tarde se registra una nueva, conmovedora súplica:

Maracaibo, octubre 26 de 1915

SEÑOR GENERAL

JUAN VICENTE GOMEZ, &&&

Caracas

Muy respetado General:

Por correo pasado volví a escribir a usted suplicándole la libertad de mi hijo el Doctor Néstor Luis Pérez y aunque tampoco esta vez he obtenido la menor contestación a mis ruegos, no me abandona la esperanza y la fe, de que la dolorida voz de esta madre tan sufrida, encuentre pronto eco en su corazón.

Recuerde general las circunstancias que han mediado para llevara a mi hijo a esa situación. Cuatro años y medio hace que me fue arrebatado de mis brazos y dos años y medio va a cumplir en la rotunda. Yo estoy muy abatida, muy enferma; la prisión de mi hijo ha precipitado mis días, que usted puede endulzar con una sola palabra. Por amor de Dios General devuélvame mi hijo, que Dios mismo le recompensará el bien que haga a esta triste madre.

Atenta y S.S.,

Adela L. de Pérez

No se dice en el BOLETIN cuál fue la suerte del prisionero, pero se reproduce esta nueva misiva, firmada pocos días antes de la Navidad de ese año aciago.

Maracaibo, diciembre 21 de 1915

SEÑOR GENERAL

JUAN VICENTE GOMEZ, &&&

Respetado General:

En vano han ido hasta ahora mis frecuentes súplicas ya por telégrafo ya por carta pidiéndole la libertad de mi hijo. Considere General, que la vida es corta y mucho más para esta pobre madre tan sufrida, anciana y enferma; tal vez sea este el último año que pase en este mundo. En sus manos está General, que no sea este fin de año tan amargo como los anteriores. Déme por caridad el consuelo de la libertad de mi hijo. No se enfade porque le moleste con mis frecuentes súplicas, usted es el único que puede remediar mi desgracia y tengo fe en que esta vez no serán desoídos mis ruegos, con la libertad de mi hijo pondrá término a los amargos sufrimientos de esta pobre madre que le quedará eternamente agradecida.

De usted respetuosamente S.S.,

Adela de Pérez

No imaginé que la transcripción de estas cartas pudiera tener un efecto tan devastador sobre mi ánimo. A pesar de las prohibiciones de mi médico y querido alumno, Joseph Abibtbol, he tenido que recurrir a las bondades del viejo SelloNegro.

Alejandro Oliveros Alejandro Oliveros, poeta y ensayista, nació en Valencia el 1 de marzo de 1948. Fundó y dirigió la revista Poesía, editada por la Universidad de Carabobo. Ha publicado diez poemarios entre los que figuran El sonido de la casa (1983) y Poemas del cuerpo y otros (2005). Entre sus libros de ensayos destacan La mirada del desengaño (1992) y Poetas de la Tierra Baldía (2000).

Comentarios (4)

Samuel González
19 de noviembre, 2009

No sé si dejar un comentario valga algo después de leer estas cartas. En todo caso, lo que puede quedarle a uno es un poderoso sentimiento de conmiseración, callado asentimiento ante una realidad y una expresión tan directa, descarnada.

Creo que la mejor “pintura” que estas cartan dan sobre cómo se vive una dictadura, y de las terribles, sería la que está contenida en esta frase:

“Con una sola palabra puede usted devolvérmelo todo”.

También, probablemente, con una sola palabra -o con menos que eso- se lo había quitado todo.

CR
19 de noviembre, 2009

El dolor repleto de miedo y angustia, el dolor suplicante. El peor dolor.

jesus gonzalez briceño
19 de noviembre, 2009

Estas cartas suplicantes de un ser adolorido por estas circunstancias demuestran que la prisiòn politica e ideològica es màs severa y aguda que cualquier otro tipo de prrivativa de la libertad, lo que ocurre frecuentemente en nuestra sociedad , y , que es muestra de la descomposiciòn polìtica que se puede sufrir sin encontrar justificaciòn alguna.

A. O.
19 de noviembre, 2009

En verdad, tanto poder en manos de un hombre no sólo produce nausea, también asco.

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