Desde Berlín

Philip Roth (II)

Por Prodavinci | 16 de noviembre, 2009

Desde Berlín

DibujoPor Afredo Tarre Vivas

“Cada tercer pensamiento será mi tumba”*

Prospero

Con estas palabras de Prospero que abren ‘Sabbath’s Theater’ comenzó la segunda vida literaria de Philip Roth. Una idea que estará detrás no sólo de esa novela, sino de buena parte de las publicadas en los últimos quince años. La historia de Mickey Sabbath, “The Monk of Fucking. The Evangelist of Fornication”, es la historia de un hombre de unos sesenta años, artrítico, económicamente dependiente de su esposa ex-alcohólica debido a un escándalo sexual en la universidad en la que daba clases. Un hombre de un libertinaje desbordado, ex-director del Manhattan Indecent Theater, veterano de la Ruta del Amor (así se le conocía en la marina al turno de servicio que llevaba a los marineros a todos los puertos y burdeles de Brásil y del Caribe), y ahora, al borde de la locura, enfrentándose a la muerte de Drenka, la única mujer capaz de satisfacer su insaciable líbido, y su única amiga.

Mickey, que ya comenzaba a dar muestras claras de inestabilidad antes de la muerte de su amante, que ya había comenzado a sentir físicamente la presencia de su difunta madre cada vez que fornicaba, emprende decididamente un viaje de autodestrucción hacia la muerte. Una de las secciones del primer capítulo termina con una de las escenas más sórdidas de la literatura universal, que sin duda alguna expresa la caída en el espiral que acabo de mencionar: Mickey Sabbath, que desde la muerte de su amante, va cada noche que puede a masturbarse en su tumba, ve desde un escondite como otro de los amantes de la fallecida va y hace lo mismo. No aguanta los celos (sentimiento que nunca le molesto mientras ésta vivía) y ataca al hombre a pedradas. Cuando éste huye despavorido vuelve a la tumba y agarra las flores que le había dejado, se las pega al rostro y nota que sus lágrimas se mezclan con la esperma del otro amante. En ese momento comienza a lamer la mezcla y grita: “I’m Drenka! I’m Drenka”. El narrador conluye la sección con una afirmación (utilizando el presente gramatical de una manera inquietante) que ya todos los lectores habíamos entendido: Algo horrible le está pasando a Mickey Sabbath.**

Más inquietante aún es el inicio de la próxima sección: Pero cosas horribles le estan pasando a la gente todo el tiempo.***

La muerte y el sexo vienen pocas veces por separado en las novelas de Roth. Personajes obsesionados no sólo con morir, sino con el proceso de descomposición que acompaña a la vejez. El protagonista de ‘Everyman’, otra novela que como su nombre lo indica se centra en la muerte, dice en algún momento que la vejez no es una batalla, es una masacre. El sexo desaforado y sin restricciones como filosofía de vida se aplica tal vez más a Mickey Sabbath que a los otros personajes, pero el tema siempre está presente, como también lo está el vínculo con la muerte.

El profesor David Kepesh, protagonista de ‘The Dying Animal’, publicada un año después de ‘The Human Stain’, define el sexo precisamente como venganza contra la muerte. Kepesh, que ya había narrado ‘The Breast’ y ‘The Professor of Desire’ publicadas en los años setenta, es un profesor sesentón con la inquebrantable costumbre de acostarse con sus jóvenes alumnas. Aislado de sus contemporáneos por este hábito (los hombres de su edad, en su opinión, no soportan verle con sus jóvenes y atractivas amantes cuando ellos mismos tienen que acostarse cada noche con mujeres que ya no encuentran atractivas, y las mujeres de su edad, no soportan verle y punto) eleva su sexualidad también a razón de ser:

Porque sólo cuando tiras, todo por lo que has sido vencido en la vida es completamente, aunque sólo momentáneamente, vengado. Sólo entonces está más puramente vivo y eres más puramente tú mismo. El sexo no es la corrupción – es lo demás. El sexo no es fricción y diversión superficial. El sexo es también la venganza contra la muerte. No olvides a la muerte. Nunca la olvides. Sí, el sexo también es limitado en cuanto a su poder. Yo sé muy bien qué tan limitado. Pero dime, ¿qué poder es superior? ****

Desde su libertina soledad analiza el puritanismo de la sociedad que le rodea, el doble discurso sexual, la hipocresía de las convenciones, que en su opinión se remonta en Estados Unidos a los tiempos de la colonia. Sin embargo, incluso a Kepesh los años comienzan a afectarle y parece enamorarse de su última amante, la joven y voluptuosa Consuela. ¿Cómo nos damos cuenta de que Kepesh comienza a flaquear? Con su habitual y magistral sordidez, Roth describe cómo su personaje le pide a su amante que le deje lamer la sangre de su menstruación. La escena permite al único amigo de Kepesh arremeter una vez más contra las convenciones sociales, una vez que el profesor le cuenta lo que ha hecho, le dice:

¿Cuánto tiempo antes de que le hubieras rogado por sus heces? No estoy en contra porque sea antihigiénico. No estoy en contra porque sea asqueroso. Estoy en contra porque es enamorarse. La única obsesión que todos quieren: ‘amor’. ¿La gente cree que enamorándose vuelven a ser uno? ¿La platónica unión de las almas? Yo pienso otra cosa. Yo creo que eres uno antes de que comienzas. Y el amor te fractura.*****

Pero pasemos a la reseña de ‘The Humbling,’ una novela que una vez más nos presenta a un hombre obsesionado con la muerte, esta vez con el suicidio.

A juzgar por la frecuencia de sus publicaciones, Roth trabaja en varias novelas al mismo tiempo. Para el 2010 está anunciada la publicación de otra novela histórica, ‘Nemesis’, que narrará una ficticia epidemia de polio en Newark durante los años cuarenta. No me extrañaría que ‘Indignation,’ publicada hace un año, y ‘The Humbling’ hayan sido escritas mientras trabajaba en ‘Nemesis.’ Son dos novelas sencillas, pero con grandes momentos. En este ensayo hablaré sólo de la segunda que, en mi opinión, es superior.

Ya terminada la primera entrega me enviaron una pequeña crítica escrita por Edmundo Paz-Soldán en la que juzga a la novela de Roth de ‘simplemente mala’, ‘un sueño mojado de un hombre mayor’. De Paz-Soldán no he leído más que esa pequeña reseña y he oído su nombre ligado al grupo MacOndo, escritores a los que nunca he podido tomarme muy en serio porque más ruido hacen sus berrinches y manifestos que sus novelas. Denuncian que el mercado favorece a los que escriben en el estilo que está de moda… descubrieron el agua tibia… A juzgar por el prólogo al libro en el que presentan su movimiento, tienen una obsesión con la ‘identidad’ del escritor latinoamericano, quieren redefinir al escritor latinoamericano, mostrar lo que verdaderamente es. Recuerdan a ese personaje absurdo de Goethe que tanta risa le daba a Borges que aclara ‘puedes decir de mí lo que te parezca, pero nadie negará que soy un contemporáneo’. ¿Qué necesidad tienen un escritor latinoamericano de definirse como tal antes de sentarse a escribir? ¿No lo dice con suficiente claridad el pasaporte? Mejor sería que se preguntaran si en realidad son escritores. Yo no los entiendo, y en honor a la verdad, tampoco he leído sus novelas. No creo que sea porque soy un latinoamericano defensor incondicional de la vieja guardia, es cuestión de gustos y prioridades, hay muchos libros que no he leído. Pero igual me atrevería a afirmar irresponsablemente que cualquier página de Carpentier, por ‘real maravillosa’ que sea, anula la totalidad de la obra de todos los MacOndeanos juntos. ¿Cómo debe escribir un escritor latinoamericano? Podemos parafrasear a Leo Glucksman: como todo escritor, su primera y única responsabilidad es escribir bien.

Ya habrán notado los que hayan leído el artículo acerca de Lars von Trier que no digiero bien las críticas a los artistas que admiro, sobre todo si éstas son mal fundadas y vociferadas con arrogancia, y cuando leo al artículo del escritor boliviano, no sólo me enerva su pretensión, sino me pregunto si leímos el mismo libro. En todo caso, Paz-Soldán comienza bien, admitiendo que un Roth menor sigue siendo un gran Roth, algo con lo que estoy completamente de acuerdo, así como con la afirmación que entre sus novelas monumentales, Roth publica libros que ni siquiera pretenden la visión totalizadora de sus grandes obras. ‘The Humbling’ es, sin duda alguna, una de sus novelas menores. Ahora, decir que es sencillamente mala…

La novela narra la historia de Simon Axler, un actor que ha perdido la magia. Después de haber sido uno de los grandes del teatro clásico americano le invade la sensación de que todo lo que hace resulta falso, que para alcanzar todo lo que antes lograba instintivamente ahora tiene que hacer un esfuerzo que siempre tiene un resultado artificial. Su crisis culmina con un colosal colapso mientras interpreta a Macbeth en el Kennedy Center que lo separa para siempre de las tablas. Poco después no puede levantarse de la cama, deja de comer, y poco a poco las ganas de quitarse la vida se sobreponen ante todo.

Durante un viaje de su esposa el miedo a matarse cobra tal intensidad que antes de que termine el primer día solo llama a su médico y pide que lo internen. Pasa veinteiséis días en el hospital, buscando sin éxito las posibles causas de su crisis, rodeado de casos extremos con los que no siente ningún tipo de conexión:

“Cada uno de ellos estaba sentado esperando un turno para denunciar a un pariente, para envilecer a un hermano, subestimar a una pareja, reivindicarse o condenarse o tenerse pena a sí mismo (…) sentados tristemente silenciosos, intensos en el interior y ensayando para ellos mismo – en el léxico de la psicología pop o de la vulgar obscenidad o del sufrimiento cristiano o de la patología paranóica – los temas clásicos de la literatura dramática: incesto, traición, injusticia, crueldad, venganza, celos, rivalidad, deseo, pérdida, deshonor y dolor.” ******

El cinismo cede un poco cuando Simon conoce a Sybil, una mujer terriblemente frágil de unos treintaicinco años cuya historia es una verdadera tragedia, una desgracia que sigue ocurriendo en la persona de su hijita de ocho años mientras ella convalece en el hospital sin poder hacer nada. El encuentro ocurre poco antes de que Simon vuelva a casa y para algunos lectores, el mismo Roth incluido, la relevancia del personaje es un misterio. En una entrevista el autor admite que le gustaría que algún lector le ayudara a entender el por qué de su aparición. En mi opinión, es un personaje relevante para la evolución de la crisis del actor y para el desenlace, ya que su tragedia supera considerablemente a la del actor que no puede actuar más, haciéndola ver incluso bastante trivial. Sin embargo, en los ojos del suicida no hay comparación válida ni niveles de tragedia, aunque una pueda parecer al observador externo mucho más grave que la otra, en el que la sufre no hay diferencia alguna, cualquiera de las situaciones tienen el mismo efecto, la obsesión con quitarse la vida, y si ése es el efecto, poco importa la causa. En cuanto a su influencia en el desenlace, verán los que lean la novela, que la fortaleza de Sybil más adelante en la novela, será una motivación para el protagonista.

Simon sale del psiquiátrico, su matrimonio, que a duras penas había soportado la crisis, termina de desmoronarse y en pocas semanas no puede pensar en otra cosa que no sea matarse con la escopeta que guarda en el ático.

La segunda parte de la novela narra dos transformaciones. La de Axler, causada por Pegeen, la hija de unos amigos de antaño que se aparece un día sorpresivamente por su casa casi veinte años después de la última visita, y la de la misma Pegeen, que, después de diecisiete años siendo lesbiana sufre un trauma sentimental cuando su amante de los últimos seis años le revela que está tomando hormonas masculinas y que en pocos meses se quitará los senos para convertirse en hombre. Pegeen decide que si su ex puede convertirse en un hombre heterosexual, ella puede ser una mujer heterosexual.

Paz-Soldán resume el final de la primera parte y el comienzo de la segunda con estas oraciones:

“…lo que hace Roth es, literalmente, retirar de escena a Axler, hacer que se vaya a vivir al campo, y que se reencuentre con Pegeen, una ex-amiga lesbiana. De pronto, estamos en típico territorio de Roth: Axler conquista a Pegeen, se exploran los impulsos oscuros de la sexualidad, y la fantasía erótica se convierte en aliciente para que el hombre pueda reconectarse consigo mismo y recuperar su talento.”

Es aquí cuando pienso que el académico leyó el libro sin prestarle mucha atención. Roth no retira al personaje mudándolo al campo, Axler tiene viviendo en el campo los últimos treinta años. Pegeen tampoco es una ex-amiga, es la hija de ex-amigos (la diferencia de edades juega un rol fundamental en la evolución de la historia) a la que Simon ha visto en un puñado de ocasiones veinte años atrás. Axler no conquista a Pegeen, más adelante, ella le confiesa que fue a visitarle porque quería saber si estaba solo, porque había decidido que si iba a intentar tener una relación con un hombre, él era el indicado, es decir, ella lo busca a él y llega a su casa con ánimos de quedarse, no necesita ser seducida. Acerca de los ‘oscuros’ impulsos de la sexualidad no quiero decir mucho, me imagino que el puritanismo tiene niveles y para algunos la bisexualidad y los juguetes sexuales pertenecen a un lado ‘oscuro.’ Pero la última frase es otra completa falsedad. La fantasía erótica le devuelve las ganas de vivir al actor, pero no su talento, en ningún momento Simon pierde la inseguridad acerca de sus capacidades dramaticas ni llega a sentirse completamene estable en la relación. Esta inseguridad, el miedo a recaer y la precariedad de la relación con una mujer veinte años menor con una historia sexual particular, componen la esencia de la segunda mitad del libro. Acerca de esto no hay una sola palabra en la reseña de Paz-Soldán, lo que evidentemente le quita mucho interés a la novela.

Un hombre de más de sesenta años, veterano, percibe claramente que ser el primer hombre de una lesbiana traumatizada no es la posición más segura en la que se puede estar, sobre todo si se está consciente de que el más mínimo fracaso emocional significaría el regreso al abismo de la depresión, probablemente el último regreso, porque como le dice a Pegeen, en su estado, no podría soportar el dolor que la ruptura causaría. Pegeen lo reconforta diciéndole que lo peor que podría pasarle a ella sería que él la dejara, que está consciente de que están tomando un riesgo, de que tal vez las cosas no funcionen, pero que ya lo tomaron, que ya están unidos por algo muy fuerte. Estas melodramáticas palabras no terminan de convencer a Axler, ya muy viejo para telenovelas, y en una de las reflexiones más agudas de la novela, aclara por qué:

“Dirá cualquier cosa que necesite decir, pensó, aunque el diálogo bordee la telenovela, para que continue porque todavía le duele, todos estos meses después, el shock de Priscilla y los ultimatums de Louise. No es engaño que ella tome esta línea – es la forma en la que somos instintivamente estratégicos. Pero en algún momento llegará el día, Axler pensó, en el que las circunstancias la pongan en una posición mucho más fuerte para poder terminarlo, mientras que yo habré quedado en una posición más débil sencillamente por haber sido demasiado indeciso como para cortarlo ya. Y cuando ella esté fuerte y yo esté débil, el golpe a recibir será insoportable.”*******

A pesar de estar convencido de que así pasaría, está tan feliz que no se atreve a alterar nada y una vez que ve el riesgo acercarse cada vez más se crea una fantasía que intuye imposible y que le podría hacer la caída más fuerte todavía.

“Ni siquiera provoca mucho la provocación de Roth -una lesbiana puede volver a interesarse en el sexo opuesto si encuentra a un hombre con la potencia adecuada.”

Así continua la reseña de Paz-Soldán. Una vez más volvemos a lo del puritanismo. ¿Puede considerarse en el 2010 el sexo con una mujer lesbiana una provocación? Ithaca, el pueblo en el que el boliviano ejerce de docente, no será San Francisco, pero seguramente pasan cosas así cada día. ¿Cree Paz-Soldán que la intención de Roth, a estas alturas de su carrera literaria, es provocar? Y no sólo eso, ¿de dónde saca que Simon Axler con más de sesenta años y con un dolor agudo en la espalda que le impide hacer el amor en más de una posición es ‘un hombre con la potencia adecuada’?

Es Pegeen la que se folla a Simon y no sólo por la posición en la que hacen el amor, va más allá, incluso le propone penetrarlo con uno de sus dildos, es ella el huracán sexual que le nubla el pensamiento al viejo actor y es esa misma voracidad y su propia incapacidad lo que le hace ver que jamás podrá retenerla.

Paz-Soldán sigue despotricando: “Hay pocas cosas más cómicas que una escena de sexo mal narrada.”

Caemos en terreno subjetivo, es verdad. Él también tiene derecho a una opinión. A mí personalmente me gustó mucho la escena del trio, un ménage à trois, por lo demás, no tan común: una mujer de cuarenta años, bisexual, que lleva casi un año dedicada casi exclusivamente al sexo masculino luego de haber pasado diecisiete sin tocar un pene, una muchacha heterosexual, Tracy, de veintiocho, recogida en el bar de un hotel, que nunca ha estado en una situación parecida y un hombre de más de sesenta cuya existencia estuvo a punto de acabarse pocos meses atrás y que teme perder a Pegeen entre otras cosas por su confusa sexualidad. La muchacha fue un regalo suyo a Pegeen y tal vez un grave error.

“Cuando un hombre junta a dos mujeres, no es inusual que una de las mujeres, sintiéndose con o sin razón abandonada, termine llorando en una esquina de la habitación. Por como esto iba hasta ahora, parecía que el que terminaría llorando en la esquina sería él (…) ella se agachó sobre Tracy, rozando sus labios y sus pezones con su boca y acariciando sus senos, y después bajó deslizándose y con gentileza penetró a Tracy con el dildo. Pegeen no tuvo que abrirla a la fuerza. No tuvo que decir ni una palabra – él se imagino que si cualquiera de las dos hubiera hablado, hubiera sido en un idioma irreconocible para él. La verga verde se hundía y salía del abundante cuerpo desnudo tendido debajo suyo, primero lento, luego más rápido y más duro, luego todavía más duro, y todas las curvas y vacíos de Tracy se movían en unísono con él. Esto no era soft porn. Esto no era ya dos mujeres desvestidas acariciándose y besándose en la cama. Había algo primitivo ahora, esta violencia de mujer-sobre-mujer, como si en el cuarto lleno de sombrars, Pegeen fueran una unión mágica de shamán, acróbata y animal (…) Había algo peligroso. Su corazón latía con fuerza por la excitación – el dios Pan viendo desde la distancia con su mirada espía, lasciva” ********

Dejemos hasta aquí la reseña para concluir. Aquellos que decidan ignorar a Paz-Soldán, podrán enterarse del desenlace.

No quiere que los lectores pienses que considero a Roth intocable, el escritor perfecto. Estoy de acuerdo con muchas de las críticas que leo acerca de su obra, no así la de Paz-Soldán por las razones que he explicado. En cuanto al lado formal, Roth es caótico, la estructura de sus novelas parece tenerle sin cuidado y si no fuera por el virtuosismo que le caracteriza, sus obras podrían sufrir por ese desorden. En materia de fondo, si tengo que hablar de una falla en la obra de Roth, jamás mencionaría su obsesión con la muerte y el sexo y la tragedia. Son sus temas, temas que lo han preocupado durante toda una vida y temas que maneja como pocos otros autores. Ahora, en mi opinión, sumergido en la tragedia Roth olvida, a veces, que incluso en las situaciones más difíciles la oscuridad cede un poco ante la luz. Ni siquiera la vida más trágica está desprovista totalmente de felicidad. A veces extraño este aspecto de la vida en las novelas de Roth y tal vez por eso las últimas páginas de ‘I Married a Communist’ son, en mi opinión, lo mejor que ha escrito, páginas que no dejarán nunca de conmoverme aunque las haya leído decenas de veces. Para concluir, se las obsequio a los lectores.

Cuenta Zuckerman la noche en la que conversó por última vez con Murray Ringold viendo la noche estrellada desde la terraza de su cabaña, que muchos años atrás, cuando murió su abuelo, no había podido dormir porque no entendía a dónde iban los muertos, no sabía qué había pasado con su abuelo. Su madre, para tranquilizarlo, le dice que los muertos se vuelven estrellas y le muestra donde está el abuelo. Zuckerman continua:

“La explicación tuvo sentido entonces, y por sobre todas las cosas, tuvo sentido otra vez la noche que, muy despierto por el estímulo de toda esa congestión narrativa, me acosté afuera hasta el amanecer, pensando que Ira estaba muerto, que Eve estaba muerta (…) que toda la gente con un papel en el recuento de Murray de la destrucción del Iron Man ya no estaban empalados en su momento sino muertos y libres de las trampas que les puso su era. Ni las ideas de su era ni las expectativas de su especie estaban determinando el destino: sólo el hidrógeno estaba determinando el destino. Ya no hay errores para Eve o Ira. No hay traición. No hay idealismo. No hay ni consciencia ni su ausencia. No hay madres ni hijas, padres ni padrastros. No hay actores. No hay lucha de clases (…) Sólo hay el fuego de Ira y el fuego de Eve quemando a veinte millones de grados (…) Lo que ves desde este podio silencioso arriba en mi montana en una noche tan espléndidamente clara como la noche en la que Murray me dejó para siempre – pues el más leal de los hermanos, el as de los maestros de inglés, murió en Phoenix dos meses más tarde – es ese universo en el que el error no se entromete. Ves lo inconcevible: el colosal espectáculo de la falta de antagonismo. Ves con tus propios ojos el vasto cerebro del tiempo, una galaxia de fuego que no encendió ninguna mano humana.

Las estrellas son indispensables.*********

**********

* “Every third thought shall be my grave.”

** “Something horrible is happening to Mickey Sabbath.”

*** “But horrible things are happening to people all the time.”

**** “Because only when you fuck is everything by which you are defeated in life purely, if momentarily, revenged. Only then are you most cleanly alive and most cleanly yourself. It’s not the sex that’s the corruption –it’s the rest. Sex isn’t just friction and shallow fun. Sex is also the revenge of death. Don’t forget death. Don’t ever forget it. Yes, sex too is limited in it’s power. I know very well how limited. But tell me, what power is greater?”

***** “How long before you would have begged her for feces? I’m not against it because it’s unhygienic. I’m not against it because it’s disgusting. I’m against it because it’s falling in love. The only obsession everyone wants: ‘love’. People think that in falling in love they make themselves whole? The Platonic union of souls? I think otherwise. I think you’re whole before you begin. And then love fractures you.”

****** “Each of them sat waiting a turn to denounce a parent, to vilify a sibling, to belittle a mate, to vindicate or excoriate or pity themselves (…) sitting there gloomily silent, inwardly intense and rehearsing to themselves – in the lexicon of pop psychology or gutter obscenity or Christian suffering or paranoid pathology – the ancient themes of dramatic literature: incest, betrayal, injustice, cruelty, vengeance, jealousy, rivalry, desire, loss, dishonor, and grief.”

******* “She will say whatever she needs to say, he thought, even if the dialogue verges on soap opera, to keep it going because she’s still aching, all these months later, from the Priscilla shock and the Louise ultimatums. It’s not deception her taking this line – it’s the way we are instinctively strategic. But eventually a day will come, Axler thought, when circumstances render her in a much stronger position for it to end, whereas I will have wound up in a weaker position merely from having been too indecisive to cut it off now. And when she is strong and I am weak, the blow that’s dealt will be unbearable.”

******** “When a man gets two women together, it is not unusual for one of the women, rightly or wrongly feeling neglected, to wind up crying in a corner of the room. From how this was going so far, it looked as though the one who’d wind up crying in the corner would be him (…) she crouched above Tracy, brushing Tracy’s lips and nipples with her mouth and fondling her breasts, and then she slid down a ways and gently penetrated Tracy with the dildo. Pegeen did not have to force her open. She did not have to say a word – he imagined that if either one of them did begin to speak, it would be in a language unrecognizable to him. The green cock plunged in and out of the abundant naked body sprawled beneath it, slow at first, then faster and harder, then harder still, and all of Tracy’s curves and hollows moved in unison with it. This was not soft porn. This was no longer two unclothed women caressing and kissing on a bed. There was something primitive about it now, this woman-on-woman violence, as though in the room filled with shadows, Pegeen were a magical composite of shaman, acrobat, and animal (…) There was something dangerous about it. His heart thumped with excitement – the god Pan looking on from a distance with his spying, lascivious gaze.”

*********

“The explanation made sense then and, of all things, it made sense again on the night when, wide awake from the stimulus of all that narrative engorgement, I lay out of doors till dawn, thinking that Ira was dead, that Eve was dead (…) that all the people with a role in Murray’s account of the Iron Man’s unmaking were now no longer impaled on their moment but dead and free of the traps set for them by their era. Neither the ideas of their era nor the expectations of our species were determining destiny: hydrogen alone was determining destiny. There are no longer mistakes for Eve or Ira. There is no betrayal. There is no idealism. There is neither conscience nor its absence. There are no mothers and no daughters, no fathers and stepfathers. There are no actors. There is no class struggle (…) There is just the furnace of Ira and the furnace of Eve burning at twenty million degrees (…) What you see from this silent rostrum up on my mountain on a night as splendidly clear as that night Murray left me for good – for the very best of loyal brothers, the ace of English teachers, died in Phoenix two months later – is that universe into which error does not obtrude. You see the inconceivable: the colossal spectacle of no antagonism. You see with your own eyes the vast brain of time, a galaxy of fire set by no human hand.

The stars are indispensable.”

Prodavinci 

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