Diario de Alejandro Oliveros

Diario: Semanario: Los Herbert

Por Alejandro Oliveros | 13 de noviembre, 2009

herbert33 pm

Hay dos grandes Herbert en la historia de la poesía europea. El primero es George Herbert, uno de los grandes líricos de la poesía británica del XVII, un siglo abundoso en voces que cantaban los avatares de un tiempo indigente, que era el de las guerras entre protestantes y católicos que, durante un siglo, hicieron de Europa un campo de horrores, el propio “siglo de hierro” de Cervantes. La Noche de San Bartolomé fue apenas uno de los episodios más conocidos. Herbert fue contemporáneo de Lope y Quevedo, de Marino y Racine. En su país le tocó compartir el brumoso cielo y los campos verdes con Shakespeare, Marlowe o John Donne. Murió un 1º de marzo, el de 1633 y no contaba más de cuarenta. Izaac Walton es su biógrafo, como de casi todos los escritores notables de su tiempo. Fue un poeta religioso Herbert, uno de los pocos que ha triunfado en este difícil menester de cantar las glorias del creador y su iglesia. San Juan de la Cruz, fuera de contexto, es más erótico que religioso: “A dónde te escondiste amado/y me dejaste con gemido”. En ocasiones parece el español tan religioso como el Bernini de “El éxtasis de Santa Teresa”, en santa Maria della Vittoria.

El otro Herbert es Zbigniew, nacido en tierras que una vez fueron polacas en 1924. Escribí, en otra parte, y hace más de diez años, algunas notas sobre este Herbert, y lo hice para acompañar varias versiones de sus poemas traducidos del inglés. Que es lo que voy a hacer ahora a partir del cuidadoso trabajo de Alissa Valles, encargada de la edición anglosajona de la poesía completa del polaco. No es improbable que el segundo Herbert haya sido familia del primero, porque los Herbert polacos descienden del abuelo del poeta que emigró a Polonia desde Inglaterra a mediados del XIX. “Revelación” es un poema epifánico, el protagonista ha recibido una revelación en medio de la quietud y el silencio y, como ocurre con las revelaciones y los oráculos, su significado último es escurridizo, por decir lo menos. Herbert se cuida del patetismo de toda revelación, religiosa o no, con la fina ironía que es uno de los mejores atributos de su lirismo.

REVELACION

Dos tal vez tres

veces

estuve seguro

de que iba a llegar a la esencia

y entendería

la trama de mi fórmula

hecha de alusiones como en Fedón

pero con el rigor

de la ecuación de Heisenberg

Estaba sentado

con ojos llorosos

con mi columna

llena de tranquila certeza

la tierra no se movía

el cielo tampoco

y mi quietud

era casi perfecta

el portero tocó

tuve que botar el agua sucia

y preparar té

Shiva alzó el dedo

el mobiliario del cielo y la tierra

comenzó a girar

Regresé a mi habitación

donde hay una paz perfecta

la idea es la de un vaso

derramado sobre la mesa

Me senté inmóvil

con ojos llorosos

llenos de vacío

de deseo p .e.

Si me vuelve a ocurrir

no haré caso al portero

ni al llamado de los ángeles

Me sentaré

inmóvil

los ojos fijos

en el corazón de las cosas

una estrella muerta

una negra gota de infinito

Alejandro Oliveros Alejandro Oliveros, poeta y ensayista, nació en Valencia el 1 de marzo de 1948. Fundó y dirigió la revista Poesía, editada por la Universidad de Carabobo. Ha publicado diez poemarios entre los que figuran El sonido de la casa (1983) y Poemas del cuerpo y otros (2005). Entre sus libros de ensayos destacan La mirada del desengaño (1992) y Poetas de la Tierra Baldía (2000).

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