Artes

Fedosy Santaella: Tres preguntas, tres respuestas

Por Rafael Osío Cabrices | 13 de octubre, 2009

gde_54_fedosy-1Por Rafael Osío Cabrices

Fedosy Santaella ha emergido con rapidez como uno de los narradores más notables en la efervescencia creativa que hoy vive la literatura venezolana. Ha publicado varios libros de cuentos, incluyendo algunos para niños en el sello Alfaguara, y la novela Rocanegras (Ediciones B). Alfaguara está por sacar a la calle su segunda pieza de largo aliento, Las peripecias inéditas de Teofilus Jones. En este momento, Santaella se encuentra comparando el clima de su natal Puerto Cabello con el del interior de Estados Unidos, pues asiste al famoso programade escritura de Iowa, desde donde accedió a contestar las tres preguntas para Prodavinci.

Como en este momento estás participando en el programa de escritura en la Iowa University, en EEUU, tengo mucho que preguntarte. Primero: ¿estás allá aprendiendo algo que no aprenderías aquí?

Acá estoy aprendiendo lo que deberíamos saber allá hace mucho tiempo atrás: que los escritores son profesionales que pueden vivir de su escritura sin que eso sea vergonzoso ni implique que le vendiste tu alma al diablo o qué sé yo que otro complejo. También me he dado cuenta de que hay gustos para todos, y que no hay nadie tratando de imponer una moda literaria. Lo que es literatura es literatura, independientemente de lo que digan los jueces de turno.

¿Cómo se ve desde allá la literatura hecha en Venezuela? No pregunto cómo la ven los estadounidenses, sino cómo la ves tú, con la perspectiva que te deja el alejamiento temporal y el cambio de perspectivas.

Nadie tiene la más mínima idea de quiénes somos. Tampoco saben quién es Dudamel, pero si uno ve las noticias piensa que a Dudamel lo conoce hasta Obama. Desde mi perspectiva, veo que la literatura hecha en Venezuela está creciendo, y creciendo bien. Pero hace falta que dejemos de ser tan exquisitamente campesinos y nos atrevamos a gustar de la variedad. Ya está bueno de novelas históricas sin imaginación y de novelas que me parecen más bien crónicas periodísticas; tan serias, tan amarradas a lo real esas novelas. Pareciera que los venezolanos le tenemos miedo a esa imaginación de la que hablo, a la aventura de las historias, al juego, al humor. En ese sentido, aplaudo el Premio de la Crítica a la novela de Norberto Olivar (Un vampiro en Maracaibo), y el Adriano González León a la de Gustavo Valle (Bajo tierra). Menos “seriedad” (de esas seriedad obtusa que no lleva a ningún lado) en nuestros gustos y más cariño por lo propio sería un gran paso hacia adelante.

Una pregunta inevitable: en el mismo sentido, ¿cómo se ve el país desde allá?

Veo que mientras afuera se siga pensando que el Presidente es un tipo simpático que hace reír a la gente no vamos a salir de abajo. ¿Eso somos, un país con un Presidente chistoso afuera, pero que hacia adentro no hace más que sembrar odios? ¿No es vergonzoso que todo el mundo recuerde el incidente con el Rey de España, y se ría de eso, y nada más?

Foto: Santillana

Rafael Osío Cabrices 

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