Rosa Náutica

¿Cómo se mide el bienestar?

Por Luis Esteban G. Manrique | 30 de septiembre, 2009

Rosa Náutica

happinessPor Luis Esteban G. Manrique

Desde que en los años treinta el gobierno de EEUU, buscando el modo cuantificar con mayor precisión los ingresos y la producción nacional, comenzó a utilizar el concepto de Producto Interior Bruto (PIB) -es decir, la medida del valor de mercado de todos los bienes y servicios producidos por una economía-, esa herramienta se convirtió en un importante avance de la macroeconomía y un estándar estadístico tan –o más– extendido que el sistema métrico decimal.

Sin embargo, aunque todo el mundo reconoce su utilidad para medir el crecimiento o la contracción de una economía, nunca dejó de tener detractores que criticaban al PIB por ser un método burdo para describir el bienestar general de una sociedad al ignorar, entre otras cosas, el valor económico generado en el ámbito familiar o la tasa de agotamiento de un recurso por su explotación intensiva o insostenible.

En las últimas décadas, con el ascenso de la preocupación medioambiental, sus insuficiencias se han hecho cada vez más patentes. La deforestación en los bosques del planeta, por ejemplo, pueden valorarse positivamente en el PIB por lo que supone como aumento de la producción de madera o el avance de la frontera agrícola de un país, pero al precio de ignorar el perjuicio –a veces irreparable- que representa para los ecosistemas que sostienen la fauna, la flora y la vida humana en el planeta.

En ese sentido, la obsesión de los gobiernos con el crecimiento del PIB es en buena parte culpable de la degradación medioambiental al considerar que los costes de la contaminación son escasos o nulos. Por otra parte, la actual crisis financiera también puede explicarse por un enfoque económico que al sobrevalorar la importancia de la subida de las acciones en las bolsas, el crecimiento de los créditos hipotecarios a clientes potencialmente insolventes o la subida del precio de las propiedades inmobiliarias, contribuyó a inflar burbujas de todo tipo y a un peligroso aumento de la inversión en la construcción y al endeudamiento de las familias.

El fin “técnico” de la recesión en EEUU –entre julio y septiembre el crecimiento del PIB fue del 3%- no puede ocultar que la tasa de desempleo difícilmente bajará durante mucho tiempo del 9%, lo que significa que para millones de norteamericanos la recuperación afectará poco su vida cotidiana.

Todos esos factores son considerados en el estudio que acaban de publicar dos premios Nobel de Economía, Joseph Stiglitz y Amartya Sen, por encargo del presidente francés, Nicolas Sarkozy. La evaluación de la así llamada Comisión para la Medida del Desempeño Económico y el Progreso Social, atribuye muchos de los problemas económicos contemporáneos a la errada creencia de que el crecimiento maximiza invariablemente el bienestar general.

No es la primera vez que se intenta medir con mayor justicia el grado de bienestar de una sociedad. El Programa de Desarrollo de la ONU, por ejemplo, utiliza desde hace mucho un Índice de Desarrollo Humano que considera factores como el acceso a la educación y la sanidad públicas. Con esos criterios, los países más desarrollados del mundo son Islandia, Noruega y Canadá, mientras que EEUU ocupa el puesto 15 a pesar de que representa casi el 25% del PIB mundial.

La Comisión Europea también planea introducir nuevos criterios para medir el bienestar social de los países comunitarios, entre ellos el acceso al conocimiento y al tiempo libre. El problema reside en convertir esos principios generales, sobre los que parece existir un consenso muy amplio, en nuevos métodos de cuantificación, lo que no es nada fácil.

Según Enrico Giovannini, ex jefe del departamento de Estadística de la OCDE, no se trata de sustituir al PIB sino de complementarlo con otros tipos de indicadores que puedan proveer otra medidas de bienestar. Pero sobre todo, subraya, para que tengan validez y eficacia universales, tienen que ser aplicados con un amplio consenso internacional porque si no es así, se corre el riesgo de tener un palimpsesto de índices de escasa credibilidad.

Bután por ejemplo, aplica un índice para medir la Felicidad Nacional Bruta que contempla 72 indicadores y Cuba registra desde hace años, según métodos estadísticos no reconocidos por el Banco Mundial, muchas veces inverosímiles crecimientos del 12% anual al contabilizar aparentemente el grado de compromiso revolucionario de sus ciudadanos.

Imagen: Bokehaddict

Luis Esteban G. Manrique 

Comentarios (1)

Estruco Grey
7 de octubre, 2009

Entiendo aquí que el PIB muestra el tamaño del soporte de recursos económicos y financieros con los que cuenta un país para realizar sus planes actuales y futuros, que el bienestar humano con este medidor puede ser intangible. Creo que un PIB que indica crecimiento al menos debe asegurar un bienestar en tiempo presente a los ciudadanos de un país, una felicidad básica y sencilla, no digamos de “rumba, sabor y conga”, pero si de esa que da la tranquilidad de no andar al borde del abismo. Luego un medidor más sofisticado del bienestar humano debe ponderar lo que se hace hoy para estar mejores mañana y pasado mañana; educación ambiental, ahorro de recursos energéticos, eficacia y eficiencia en el uso de la tierra, más medios de transpone publico, dinero invertido en reforestar, la capacidad que da el estado al hombre para hacerse a si mismo, etc.

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