Testimonios inmigrantes

Filippo Sindoni*, el industrial: primero fue la pasta

Por Prodavinci | 28 de septiembre, 2009

filipoPor Guadalupe Burelli

La presencia ineludible de la Torre Sindoni, el edificio más alto de Maracay, bastaría para señalar la importancia que este apellido tiene hoy en la región aragüeña, pero es sólo una evidencia más de la voluntad de trabajo de este siciliano que, contrariando las intenciones de su padre, se vino a Venezuela a fines de los años cuarenta y desde entonces no se ha detenido. Para conversar sobre su vida en esta tierra adoptiva, nos recibió una tarde de noviembre en el lugar donde se siente verdaderamente a gusto y desde donde despacha a diario: la discreta oficina que tiene en la planta de Pastas Sindoni, en la zona industrial de Palo Negro.

¿A qué edad y en qué circunstancias llegó a Venezuela?

Yo llegué aquí a la edad de 17 años, en 1949. Aquí estaba mi papá que llegó en el 48 traído por su hermano que llegó a Santa Cruz de Mora, estado Mérida en 1914. En aquella época, después de la Segunda Guerra Mundial, pensamos en la posibilidad de ir a Estados Unidos porque mi mamá, aunque no nació allá, vivió de niña con sus padres, y cuando regresó a Italia tenía la mitad de la ciudadanía americana, pero el gobierno de Estado Unidos en esa época -destinos de la vida- dijo que ella podía ir sola pero no podía llevarse ni a su esposo, ni a los hijos. Pensábamos en Estados Unidos, porque a Venezuela, imagínese en 1947-48, la conocíamos solamente por estampillas que mandaba mi tío que en esa época, por cierto, decían Estados Unidos de Venezuela.

Usted es siciliano, ¿de qué parte?

De la provincia de Messina.

El sueño de los sicilianos era ir a Estados Unidos…

Sí, Estados Unidos, pero entonces mi papá decía: Yo tengo un hermano en Venezuela, déjeme ir a ver… Y mi tío fue muy receptivo y aunque en el 48 en Santa Cruz de Mora no es que había muchas cosas, él tenía una pequeña hacienda de café, y comenzaron ahí. Por mi parte, yo era inquieto y no quería estar más en Italia, tenía ambiciones de ir donde fuera.

¿Hasta qué nivel había estudiado en Italia?

Aprobé el penúltimo año de bachillerato, me faltaba un año para ir a la universidad y mi papá quería que me graduara, porque las familias del sur de Italia quieren que por lo menos un hijo se gradúe.

¿Su papá se dedicaba a qué actividad?

Mi papá trabajó en la hacienda de café allá en Santa Cruz, pero después se vino a Maracay porque dos sobrinos de él, hijos de mi tío, que estaban aquí en la escuela de la Fuerza Aérea, le dijeron que se viniera porque allá era poco lo que podía hacer. Por cierto, antes de llegar a Santa Cruz de Mora está el Museo del Inmigrante y ahí está la foto de mi tío. Allá trabajó mi papá también con otros parientes nuestros, los Paparoni. El apellido de mi papá es Sindoni Bottaro.

¿Usted es pariente de Simón Alberto Consalvi Bottaro?

Sí, doña Vicenzina, la mamá, es prima hermana de mi papá. Y el primo hermano mío que me trajo a Maracay, es ahijado del papá de Simón Alberto. Es una familia que se vino del mismo pueblo, porque los primeros que llegaron fueron los Bottaro.

Con tantos familiares aquí era hasta cierto punto natural probar destino por estos lados…

Mi papá no quería que me viniese de Italia porque decía que tenía que estudiar, pero le dije que estaba el peligro de la guerra de Corea, y que nos estaban llamando. Ante eso, me dijo: Prepárate el pasaporte y entonces, si hay peligro de guerra tú te vienes. Al año él se fue a Italia porque no se sentía bien, tenía mucha nostalgia, estuvo dos años por allá y me quedé aquí solo a los 18 años y medio más o menos. Cuando se vino mi papá de los Andes, montó un negocio en el mercado principal de Maracay donde trabajé con él. Yo le digo siempre a mis amistades y a mis amigos que durante cinco años nunca vi el amanecer, porque en el mercado se entraba a las cuatro de la mañana y se salía a la una de la tarde, de modo que todo el año esperaba el Viernes Santo porque era el único día que el mercado estaba cerrado.

¿Qué vendían?

Víveres. En esa época veníamos siempre a Caracas donde, en una compañía importadora de víveres que se llamaba D’Ambrosio Hermanos, nos daban el crédito. Así comenzamos con eso, pero era una cosa pequeña. Mi papá cuando agarraba doscientos bolívares se los mandaba a mi mamá. Él se fue porque se sentía mal de los riñones pues el trabajo del mercado era muy fuerte, así que, cuando me quedé solito, decidí que tenía que hacer algo y así comenzó mi vida en Venezuela sin la presencia de mi papá, aunque estaban mis tíos aquí. Al principio vivía en la casa de mi tío pero enseguida me separé porque era una familia muy patriarcal: a las nueve de la noche se cerraba la puerta y los únicos que tenían llave eran los primos hermanos míos que eran militares. Un día le dije a mi tío: Yo me voy porque todas las mañanas me levanto a las cuatro. Busqué esa excusa, y me fui a vivir con otro italiano que alquilaba cuartos donde vivíamos dos o tres en cada habitación, y nosotros mismos nos cocinábamos.

¿Había una colonia italiana en Maracay?

En esa época cada día llegaba un barco con mil personas de Italia y de esas, a Maracay llegaban 100 o 200 personas. Al llegar, esta gente no sabía dónde ir, pero luego se enteraban que en el único mercado estaba el negocito mío -de un metro por un metro- donde ellos podían hablar en italiano. Después que mi papá se va, comencé a comprar los puestecitos de al lado hasta que terminó siendo un minimercado surtido de todo porque la gente venía todos los días a comprar y yo poco a poco iba creciendo.

¿Cómo llegaron a la pasta?

Porque los italianos querían pasta y había poca que ofrecerles. Un amigo me dijo que en Caracas vendían una maquinita de hacer pasta medio manual: recuerdo siempre al señor Giambelli que estaba ahí en la plaza, muy cordial, y me vendió la maquinita por cuatro bolívares con la que comenzó la historia de la fábrica de pasta que con tanto sacrificio, con tanto esfuerzo, empezó a producir cincuenta, sesenta kilos diarios.

Que luego vendían en el puesto del mercado.

Sí, ahí. Eran pastas especiales y se vendían muy bien, todo me iba bien. En esas viene de Italia una compañía representada aquí por gente que yo aprecio mucho, los Capellín, de Caracas, que me ofrecieron maquinaria italiana, con financiamiento, para producir doscientos cincuenta kilos por hora; me enamoraron y la compré. Ahí vinieron los problemas míos, porque ya era una cosa grande, diferente. En ese momento llegó un hermano mío, menor que yo, que trató de ayudarme, pero luego se metió a actor de cine y filmó una película en los años 51-52, donde él era el galán con Celsa Pieri que fue Miss Venezuela en esa época. De todas maneras, mi hermano fue una buena ayuda al comienzo de nuestras actividades en Venezuela. Después él volvió a Italia, y yo también me fui cuando la caída de Pérez Jiménez, porque la vida aquí no era tranquila, y mi señora, a quien habían asaltado con la niña en los brazos cuando venía del supermercado, me dijo: No quiero vivir aquí, así que ella se fue en el 59 y yo me fui en el 60.

¿Y dejó la fábrica funcionando?

Sí, la dejé para venderla con una señora que era mi asistenta, la señora Ivonne, que va a cumplir cincuenta años con nosotros, pero menos mal que no se vendió, digo siempre. Al principio del 64 regresé porque tenían problemas y la fábrica no se vendía, y más bien encontré que Venezuela se estaba recuperando, había un plan de emergencia…

¿Cuando el gobierno de Leoni?

Sí, correcto, había tranquilidad aquí. Comencé a ocuparme y darle fuerte a la fábrica, compré más máquinas y ahí comenzó mi vida in crescendo, como se dice. Tenía, también, más experiencia porque en Italia había trabajado. Aparte de la vida empresarial me he dedicado mucho a la actividad social, a través de obras como la Casa de Italia de Maracay que es uno de los mejores clubes; la Casa de los Ancianos, y Fundapediatría, que es una fundación que ayuda al Hospital Civil de Maracay, administrando tres pisos donde atendemos a muchos niños. Yo creo que ha sido la mayor obra que he podido hacer en Venezuela. Tenemos inquietudes y cuando uno tiene inquietudes inventa.

¿Cómo pasó de la pasta a otros productos?

De la pasta pasé al plástico, porque en las ferias siempre veía esas máquinas que fabricaban bolsas de plástico y me metí en eso en el 64, cuando fundé la fábrica.

¿Cómo se llama?

Poliflex y Sinpla, polietileno. Después vino el molino que está en Chivacoa.

¿Qué muele?

El trigo para la pasta. Al principio fue duro también ahí, pero la lucha, la constancia, digo yo, la seriedad y los sacrificios, hicieron que hoy tengamos un molino de bastante capacidad donde no solamente producimos para la pasta, sino también harina para muchas panaderías. Y bueno, estamos en esta lucha.

¿Cómo nace la Nucita?

Yo conocía la Nutella en Italia, y compré al que había montado la Nucita aquí en Venezuela una fábrica similar que, con el mismo empuje y sacrificio y perseverancia que le puse a las otras fábricas, logré sacar adelante. Después, a fuerza de inventar, salió el producto noble éste: el Pirulín.

¿Cuántos años tiene el Pirulín?

Quince años más o menos. Pero si yo le digo la historia del Pirulín… nosotros íbamos a desistir ya de ese producto porque la cosa no caminaba, se achiclaba la galleta, tratábamos y probábamos -yo creo que engordé de tanto comer todos los días- pero nada. Ya estábamos desistiendo cuando me llamaron de Maracaibo, que es la zona más calurosa del país, a pedirme cuarenta cajas de Pirulín, entonces empezamos de nuevo dándole a la receta que probábamos continuamente. Ese pedido fue como el motor final de arranque y así, poco a poco, todos los días fue incrementándose la producción.

Y además mejorando la calidad.

Sí, siempre, continuamente. Han tratado de copiarnos y no solamente en Venezuela. En realidad, pienso que es una de las pocas industrias venezolanas que ha sido copiada, pero nadie lo ha podido lograr, y cuando me preguntan cuál es la receta, les digo que es un secreto de familia.

¿Cómo se hace para mantener en secreto una receta así en una fábrica?

Nadie tiene la receta completa, y algunas veces, cuando se ha ido un trabajador, ha intentado copiarla pero como cada quien sabe un pedazo, el otro pedazo lo tienen que inventar y no es igual.

¿Y qué chocolate le ponen al Pirulín?

Nosotros tenemos nuestra planta de cacao también, en Magdaleno.

¿Procesan el cacao de Chuao?

Sí, de Chuao, de Barlovento, de Caripe.

¿Pero es nada más para autoabastecerse?

Vendemos algo, y en ocasiones, cuando el mercado internacional lo pide o aquí hay superproducción, exportamos un poco de manteca de cacao también, pero la mayoría de la producción la necesitamos para nosotros y cuando le vendemos a algún cliente lo hacemos por afecto más que por negocio.

Siempre ha sido chocolate venezolano.

Sí, siempre chocolate venezolano, lo único que llega de afuera es la avellana, porque en un tiempo que tuvimos problemas de importación tratamos con el maní, pero no dio resultado, es muy diferente.

Entonces valió la pena volver en el 64.

Claro que sí. Yo después me puse también en los medios, en El Aragüeño, cuyo aniversario de fundado es el 9 de agosto, que casualmente fue el día en que llegué a Venezuela. Este año, en ese día tuve varias llamadas y la que más me alegró y me llenó de satisfacción fue de una señora, que me dio las gracias por haber venido a Venezuela y por las cosas que he hecho aquí en Maracay. Le digo que gracias a Dios que no vendimos la fábrica, me tocaba volver.

Claro, le tocaba volver, estaba aquí su destino.

Mi destino, sí.

¿El Aragüeño cuánto tiempo tiene?

Conmigo tiene 16 años, lo compré en condiciones de quiebra y en huelga, porque el gobernador de esa época me rogó. El formó un grupo de empresarios para que salváramos ese periódico, emblema del gentilicio de Aragua, y tanto me dijo: Hágame este favor, quíteme ese problema -porque ciento y pico de personas en la calle en1988 era un problema-, que me convenció y me metí en esa profesión. Al principio sufrí mucho pero ahora estoy enamorado: ya la tinta me entró. Después de El Aragüeño vino el canal de televisión, entonces ahí estamos, con inquietudes siempre, pero mi vida es aquí.

¿Aquí en la planta?

Sí, en la planta. Yo tengo oficina en la Torre Sindoni, pero ni la he terminado porque me gusta aquí, me fascina vivir aquí.

¿Usted supervisa permanentemente todas las partes del proceso?

El proceso me lo sé de memoria y ahora es todo computarizado. Antes sí supervisaba todo pero, últimamente, por cuestiones de salud, no me conviene meterme en la planta, porque con tantas personas que hay ahí se pone uno a ver que no hicieron esto o lo otro, y uno se va cargando, entonces el médico me recomendó que si quiero vivir, trate de estar tranquilo. De todas maneras, tengo buena gente y sobre todo me ayuda la familia, así que vamos adelante contra todo lo que pasa.

¿Tiene proyectos nuevos o no son tiempos para eso?

Como proyectos nuevos tenemos ampliaciones solamente. El último proyecto que estamos desarrollando ahora es el de alimento para animales. Nos estamos dedicando a alimentos para la piscicultura, porque usted sabe que en Venezuela se está desarrollando la cría de camarones de laguna -hay muchos en el Zulia y en Coche cerca de Margarita-, que exportan todo para Estados Unidos, entonces, claro, nosotros tenemos que seguir los pasos. Ese es el desarrollo que estamos haciendo ahora.

En medio del proceso de globalización usted ha debido recibir muchas ofertas para comprarle sus empresas, sus fábricas. ¿Ha sido difícil resistir esa tentación?

A veces sí, porque la misma gente me dice: Tú que puedes vivir en uno de los países más bellos del mundo ¿por qué te quedas aquí con tantos problemas que hay? Les digo que aquí crecí y me enamoré de esta tierra porque esta tierra hay que amarla. Yo la adoro con todos los problemas que tiene, aquí tengo mi vida en cada ladrillo, en cada centímetro que piso, y la vivo intensamente, no solamente de día, también de noche estoy pendiente de mis cosas, las controlo, muchas veces llamo al molino y les digo póngame trigo en este silo o en este otro… Mi señora me dice: ¿Cómo sabes tú desde aquí cuánto cabe en ese silo? Le digo: Porque esta mañana sabía cuánto tenía y cuánto consumía. Me gusta, me fascina el trabajo así que si uno vende ¿qué hace después?

Un espíritu tan inquieto no se va a quedar tranquilo, pero quizás si vende y empieza otra cosa…

¿Y para qué?

¿Nunca se le ocurrió volver a Italia después de que volvió en el 64?

No, yo voy a Italia porque mi maquinaria es noventa por ciento italiana; porque Italia en el campo de la alimentación es primera en el mundo, la número uno. Y tengo la hija que se fue a estudiar, se casó y se quedó en Milán, ¿qué le vamos a hacer? Yo hablo con ella de mis cosas y ella me dice: Papá tú hiciste lo que te gustó en tu vida. Cuando me preguntan cuántos hijos tengo digo que bastantes, porque cada fábrica es un hijo mío.

Que requiere de mucho cuidado, de permanente atención.

Sí, ésa es la vida que uno ha hecho con sacrificios, con mucho trabajo, coraje y osadía, aunque los envidiosos se preguntan de dónde viene la fortuna.

¿Cuántas fuentes de trabajo generan sus empresas?

Aproximadamente dos mil personas, no mucho quizás, pero están directamente en nómina.

Es bastante.

Es bastante, sí, y se lo digo al gobernador de Aragua: Llore si se va Sindoni de aquí.

Alguien decía que los inmigrantes italianos no eran venezolanos sino merideños, trujillanos, caraqueños… usted es un aragüeño cabal.

Sí, aragüeño. Es cierto eso, es que todo el mundo hizo su vida en la región donde se quedó a trabajar.

Una opinión suya sobre los venezolanos ¿cómo ha sido hacer su vida y trabajar aquí?

Al principio el venezolano creo que no nos veía con buenos ojos porque pensaba que nosotros habíamos venido aquí para quitarle trabajo, pero después se dieron cuenta que nosotros habíamos venido aquí con la familia a traer la cultura, el trabajo y la enseñanza. Fíjese que hoy casi 200 personas que trabajan en la fábrica de pasta -donde antes eran casi todos italianos- son venezolanos, porque aprendieron. La inmigración de Italia fue importante porque trajo mano de obra: albañiles, carpinteros, electricistas, plomeros que enseñaron; usted ve que el piso éste antes lo ponía un italiano pero ahora es el venezolano el que te pone la cerámica. Además, se puede decir que el italiano se integró, se casó aquí, y se produjo esta mezcla de razas que es muy buena también. Ahora, cuando se está viviendo un momento difícil, el italiano dice que se va pero no se va, se queda luchando y esto ha sido así a través de los años porque si en otros momentos difíciles se ha quedado, con más razón lo hace cuando está más incrustado aquí porque tiene hijos, nietos y ¿cómo hace? No sé si eso es bueno o es malo, pero el caso es que el que llegó aquí agarró la maleta y se vino dejando todo y ya cada quien tiene su casa, su empresa, su vida hecha, sus amistades; mientras que uno llega a Italia y, aparte de algún pariente que quede, ya las amistades las perdió, y casi se siente extranjero en la patria de origen.

¿Vuelve a Sicilia siempre que viaja a Italia?

Siempre, siempre vuelvo a Sicilia porque estoy enamorado de mi tierra con todos sus defectos. Tengo la casa paterna que me quedó en la orilla de la playa en donde nos reunimos con la familia en el verano, en agosto. Imagínese que el año pasado tuvimos allá un alcalde venezolano porque tengo un sobrino que nació en Maracay, hijo de mi hermano que estuvo aquí, que se enamoró del pueblo y se quedó.

¿Usted es el único de los hermanos que queda aquí?

El único que ama esta tierra.

Usted fundó la Casa de Italia aquí.

Sí, yo soy el fundador.

¿Cómo se crean empresas eficientes? Deben haber algunos aspectos que usted cree que son más importantes, por ejemplo, la puntualidad, la exigencia

Siempre con la presencia de uno y tratando de tener a su lado personas capaces; invertir en el hombre, aunque no siempre uno tiene aciertos, porque muchas veces se equivoca y he tenido muchas frustraciones con gente que no fue fiel, pero la mayoría han sido serios y hemos logrado que lo bueno venza lo malo.

El equipo humano es lo fundamental.

Muy importante, y yo siempre he estado encima, nunca he dejado de estar presente, si estoy aquí en Venezuela, donde esté, estoy siempre presente con mi celular. También son importantes la constancia, la transparencia, la honestidad. Yo no digo que soy un santo, pero no le he quitado nada a nadie, porque digo siempre que la vida es una selva donde hay muchos animales y uno tiene que defenderse de las fieras, de los animales feroces. He cometido muchas equivocaciones, pero las equivocaciones muchas veces forman tu personalidad, porque he tenido muchos desaciertos en el campo empresarial, pero bueno…

Pero pareciera que son más los aciertos.

Gracias a Dios que he sido diversificado porque al fin y al cabo las empresas se defienden una con la otra. Le digo que el mejor patrimonio mío es ser preciso, correcto, y por ello, haber conseguido siempre el crédito que es algo importante. Cuando vino el problema aquí el año pasado cuando el paro, no perdí el crédito con el exterior y eso me mantuvo, porque nadie quería venderle a Venezuela y a mí me vendían sobretodo los americanos, y los italianos también. Yo conservé mi crédito y le decía a la gente que, a pesar de todos los problemas, Venezuela ha pagado siempre, y eso es verdad, porque ha salido siempre de las crisis que hemos tenido.

¿Usted lleva una vida austera?

Austera, sí. Es que no tengo tiempo para disfrutar, aunque para mí es sagrado irme, pase lo que pase, todos los años, desde el 15 de julio hasta comienzos de septiembre para Italia. Pero estando allá no me desconecto, porque la cosa es así: hasta las 2 de la tarde disfruto, porque a esa hora aquí son las ocho de la mañana que es cuando abre la oficina y sé que si ellos tienen problemas, me llaman a mi celular y trabajo igual, porque no piensen que allá estoy tranquilo, no, no.

El disfrute suyo es trabajar, y claro, en su caso, los resultados son gratificantes…

Es que se disfruta trabajando y sí, es gratificante. Además, mira, anoche le decía a mi abogado que recibo muchas felicitaciones donde voy porque el grupo Sindoni es el que menos problemas
da a la Inspectoría del Trabajo y a los Tribunales del Trabajo, porque nosotros tratamos de convivir con nuestra gente. Les digo siempre a los empleados que si mucho hago, un poco de eso llevan a su casa y eso es importante, porque nosotros les damos estabilidad y tratamos de tener paz laboral. Es que la paz se compra, hay que comprarla, no con la extorsión, pero hay que pagarla porque si el trabajador se siente cómodo se siente apoyado, aunque siempre se queja porque dice que gana poco, pero ellos saben que aquí tienen el respaldo de una empresa. Mi brazo derecho aquí es una señora que tiene cincuenta años conmigo, los cumple en noviembre… Imagínate tú, con cuánta perseverancia conservamos ese patrimonio que es el personal.

¿El grupo gerencial de sus empresas es venezolano?

La mayoría sí, aunque no son totalmente venezolanos, son hijos de italianos, porque o son familiares míos, o son hijos de amigos que me los recomiendan y cuando son buenos pues muy bien, pero cuando no, les digo: Te lo mando a la casa porque tu hijo para mí no me resultó, y lo mismo hago con los parientes.

¿De todas sus empresas cuál es la que afectivamente es más importante?

La pasta.

¿Y dentro del mercado de pastas venezolanas, pastas Sindoni qué lugar ocupa?

Bueno, estamos bien, ya tenemos una gran presencia, una buena presencia en todos los supermercados de Venezuela, tenemos una buena distribución, estamos contentos.

¿Y crecen o están en una fase estable?

No, crecemos, claro que sí, no podemos quedarnos. Quien tiene una empresa debe renovarse, si no se actualiza está perdida. El comercio es diferente a la industria, el comerciante ve, compra y vende, pero la industria invierte y después cosecha.

¿Usted se definiría más como industrial o empresario?

Las dos.

Y ahora editor, porque le ha tomado cariño…

Sí, editor, pero del periódico muy poco me ocupo, voy cuando tengo que atender a alguna persona, a algún político de alta envergadura y prefiero que nos veamos allá, no aquí. Siempre estamos recibiendo personas de política, a todos los candidatos a la Presidencia de la República siempre los he tenido, los he conocido y ésta es la única razón por la que voy, porque me encuentro bien aquí, éste es mi mundo.

¿Y el canal de televisión?

El canal es uno de los mejores canales regionales, con mucha audiencia. Llegamos a Carabobo y Aragua, directo por televisión abierta y estamos en casi todos los cables. Este un país de oportunidades.

¿Alguna vez se hizo venezolano señor Sindoni?

Sí, cómo no. Tengo que pronunciar un discurso sobre Venezuela la semana próxima en la reunión continental de los italianos en el mundo que se celebrará en Buenos Aires y digo que Venezuela es un país de oportunidades. Yo no me he retirado de la colonia tampoco, quiero a la gente italiana con la que he tratado, fui fundador de la Casa de Italia y me he preocupado porque el italiano saliera del ghetto para mejorar su condición, porque estábamos como demasiado…

¿ Ensimismados?

Ajá.

Usted recibió la condecoración más preciada que otorga el gobierno italiano: Cavaliere del Lavoro…

Sí, y ahora se la dieron también a Giacomo Clerico porque antes era yo solo. El gobierno italiano da esta condecoración a veinticinco personas al año: veintitrés italianos, un italiano que reside en el exterior y a un extranjero que opera en Italia, de modo que a mí me tocó esa distinción hace como cinco años entre cincuenta millones de italianos más o menos que hay.

Eso es sumamente honroso.

Sí, claro. Creo que pasaron como doce años desde que me propusieron para eso porque te investigan la vida hasta lo último. Fue un acto muy bonito y yo estoy muy contento también de haberla recibido, por la familia, por uno mismo.

Por último, veo que le ha interesado de manera especial el contacto humano con la comunidad.

Sí, porque es bonito estar, vivir con ellos y ver crecer los hijos, participar de las ocasiones importantes de la vida de los amigos, de los matrimonios, hasta de los funerales. Y como le digo, estoy muy contento de mi trabajo, de mi gente, me alegra cuando me dicen asombrados, como usted me dijo, que no sabía que el Pirulín lo fabricábamos aquí. Es que la gente no cree que nosotros lo hicimos, que lo probamos y probamos hasta que llegamos a lo que es…

Es que a veces no creemos.

********

*Filippo Sindoni murió víctima del hampa en marzo del año 2006.

Prodavinci 

Comentarios (11)

Caque
28 de septiembre, 2009

Que fuerte.

Hilda Fé Medina C
28 de septiembre, 2009

Qué perdida. Hoy sabemos de él, de su vida, de su trabajo, gracias a esta entrevista. Me gustaría saber de la existencia de estas empresas actualemente. Quién hace hoy el trabajo que ya no puede hacer él.

Mancel
28 de septiembre, 2009

La historia de este emprendedor no tiene nombre. Tanto luchar y creer en un país para que todo termine de una forma tan cruel y violenta. Esto no tiene nombre.

Solange Noguera
28 de septiembre, 2009

Realmente después de leer esta historia, es muy triste tener como corolario la muerte del Sr. Sindoni y la manera tan dolorosa y trágica cómo sucedió. Realmente aún es más penoso que el gobierno tampoco tenga una agenda seria para combatir este flagelo, ya que como el Sr. Sindoni, son miles los venezolanos quienes la sufrimos tanto de manera directa, como a través de familiares y amigos.

fersin
7 de abril, 2010

ese es mi raices mi familia mi sangre mi bisabuelo era el tio de filipo este era un hombre formidable ejemplo a seguri por culpa de una gente que por vagos y por medicres que los secuetraron torturaton y mataron !!! se imagina como seria maracay si el vivera hoy en dia ?

luisfelipe
29 de noviembre, 2010

esta historia continurà

Generación Perdida.
12 de abril, 2012

Muchas gracias por publicar esta entrevista. Es la manera de conocer que “los oligarcas hambreadores del pueblos” son todo menos lo que ese título horroroso dice. Son personas emprendedoras y muy constantes con una enorme energía y creadores de riqueza para todos.

Amurabio
29 de noviembre, 2012

Generacion Perdida,con todo respeto q comentario tan defasado y fuera d lugar, Filipo Sindone q descance su alma en paz no era oligarca aunque fuera de muy buena posicion economica no era oligarca el heche de que el fuera leal, emprendedor y honesto no quiere decir que era oligarca, pero mucho de los poderosament economico en vzla si son oligarcas y d malos sentimiento, incluso han obtenido fortuna d forma dudosa, el sr. Sindoni era d una clase muy distinta a la de un oligarca, investiga 1ero q te asegura en vzla los hay a la vuelta de la esquina, el sr. Sindoni tenia aptitud socialista y de hecho apoyo mucho al actual gobierno, oh acaso no lo viste muchas veces estrecharse la mano publicamente con el presidente??? buenas tardes

María Carnicero
30 de noviembre, 2012

Para Amurabio: me parece que Generación Perdida se burla del calificativo de “oligarca hambreador del pueblo” y que no lo aplica al difunto señor Sindoni, al contrario destaca su capacidad de trabajo y su tenacidad y energía. ¿O entendí todo mal?

Pablo Ruiz
19 de noviembre, 2014

Vivía en Maturin cuando oí tan terrible noticia, casi que lloro como un niño. Nací en Valera pero soy de Maracay.

Evelyn Ranauro-Borges
1 de agosto, 2016

10 años han pasado de la muerte del Sr. Sindoni… Leo está entrevista y me parece escucharlo, su tono de voz, el acento. Leí y lo recordaba completamente. Hay frases que recuerdo limpiamente, porque se las escuché decir en persona tantas veces: – “Cuando me preguntan cuántos hijos tengo digo que bastantes, porque cada fábrica es un hijo mío.” – “Es que se disfruta trabajando y sí, es gratificante.” – “…y cuando son buenos pues muy bien, pero cuando no, les digo: Te lo mando a la casa porque tu hijo para mí no me resultó, y lo mismo hago con los parientes.”

Dios lo bendiga siempre.

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