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Diario: El Aquino perdido

6.30am

Hoy es equinoccio. Los días, que han sido más breves desde el 21 de junio, ahora siento que se hacen cada vez más chiquitos y, en consecuencia, más fugaces. Han transcurrido 259 amaneceres de este 2009, que no parece, hasta ahora, mejor que otros. Pero, que, eso sí, ha sido mejor que muchos. Restan 101 jornadas que nadie sabe cómo serán. Confío, no obstante, en la publicación de dos de mis libros. El primer tomo de SIN PARAR UN PUNTO, que incluye los diarios 2000 y 2001, una eventualidad que había dado por improbable desde hace años, pero que la voluntad de los amigos se ha empeñado en convertirla en realidad.

Hay amigos que son así, obstinados. El otro libro es mi postergado volumen de traducciones, VOCES AJENAS, una circunstancia, como tantas cosas, inesperada. Quedó en la gaveta, sin embargo, la edición de mis Poesías Completas para un sello español. Pero, como diría un colega, al cual he citado más de una vez, “siempre se pierde algo”.

Hablando de perder, mi biblioteca ha regresado, de la manera más arbitraria, a tratar de escoger mis lecturas y escrituras. Ocurrió así:

6.50am

Para las notas que dedique al Aquino la semana pasada, pasé días enteros buscando un libro sobre el pensamiento político del santo, comprado en Nueva York hace un montón de años. Frustrado, llegué a pensar que nunca lo había comprado y que, como me ocurre a menudo con los vinos (casi siempre exquisitos), libros (casi siempre interesantes) o películas (casi siempre malas), también a este lo había soñado. El supuesto nombre lo tenía claro, EL PENSAMIENTO POLITICO DE SANTO TOMAS DE AQUINO, no así el lugar dónde debería haberlo colocado. Después de tres días, me di por vencido y comencé a escribir sobre otras cosas. Así, hace poco, decidí comenzar con unas notas sobre el romanticismo europeo, Rousseau, etc, a propósito de mi curso en la universidad y mi postergada lectura del rarísimo EL ROMANTICISMO POLITICO, del buen Carl Schmitt, en una ajustada cuan improbable traducción argentina. Les debo a mis estudiantes una conversación sobre Jean-Jacques, así que me pareció lo más prudente revisar el precioso ensayo de Jean Starobinsky, en la edición Gallimard. La cual, por supuesto, se niega a aparecer. En su lugar, brillando como un anuncio de neón vertical de Times Square, el ahora innecesario THE POLITICAL IDEAS OF ST. THOMAS AQUINAS. Parece innecesario agregar que, sobre el sitio donde apareció, volví una y otra vez durante mis pesquisas de la semana pasada. Aparte de que su ubicación no era la más obvia, pero sí la más inquietante. Al lado de los pesados volúmenes de Lukàcs, los más cordiales de Cassirer y Groethuyssen, los releídos de Sartre y cosas así. No respeta mi biblioteca. En algún momento, anoche lo más probable, y para atormentarme, escondió el libro sobre Rousseau (que sigue sin aparecer), y sacó de uno de sus múltiples escondites el dedicado al santo. Me siento extremadamente molesto por dos razones. La primera es que, como mis escasos lectores conocen, había jurado no volver a aceptar esta descarada injerencia de la biblioteca en mis lecturas. La segunda es que este hallazgo propicia (nada difícil en mi caso, si a eso vamos) una dispersión que afecta la preparación de mis clases en la universidad.

Aunque no tanto. Al volver sobre algunos fragmentos políticos de Tomás, encuentro que no pocas de sus opiniones sólo en apariencia disienten de las de Rousseau. Aunque era inevitable su apoyo a la monarquía, la entendía de una manera no del todo ortodoxa. En su idea de la política, el rey era apenas un gobernante, cuyo principal objetivo era el bien común. Lo más opuesto a esos absolutismos contra los cuales, siglos después, Rousseau dirigió sus iras y desengañadas ironías. Pero, y de aquí parte de la modernidad de Tomás y la fascinación del ginebrino, el peor de los males sociales es la tiranía. El tirano es la negación de la res pública, del bien común. En sus “escritos políticos”, lo descalifica con expresiones tan precisas como irrefutables.