Crónicas porteñas

¿Ah, sos de Venezuela… Hugo Chávez?

Por Gustavo Valle | 17 de septiembre, 2009

Crónicas porteñas

Kirchner ChavezPor Gustavo Valle

Atribuyo al presidente Chávez buena parte de mi socialización en la Argentina. Muchas de mis amistades surgieron de la inevitable pregunta inicial: “¿Ah, sos de Venezuela… Hugo Chávez?”, como queriendo indagar, antes de saber quién diablos era yo, lo que pensaba al respecto. Y al escuchar esa pregunta, convertida en mantra colectivo, mis ojos se torcían, el ceño se me arrugaba, y tras peinar mi ralo bigote me disponía a enfrentar lo peor.

Al principio me incomodaba, pues hay argentinos que tienen, o tenían –producto quizás de la dolorosa noche de los treinta mil desaparecidos– una mirada indulgente, simpática o en todo caso esperanzada sobre todo lo que aparenta ser una redención latinoamericana. De hecho las figuras más destacadas de su altar (Gardel, Evita, El Che y Maradona) tienen, salvando diferencias, un común denominador: la bienpensante inclinación a perseguir causas excelsas, y la conexión con el pueblo como catarsis colectiva. Además, fue tal el destrozo y la barbarie perpetrados por la junta criminal de Videla en los años 70, que no cabe (o no cabía) en la cabeza de ningún ciudadano sensato cuestionar a alguien que se autoproclama antifascista y antiimperialista, y que además admira a Evita, delira por El Che, es amigo de Maradona, y para colmo canta tangos.

Pero con el tiempo, las cosas han ido cambiando. El romance Kirchner-Chávez ya no es lo que era antes. La dadivosa valija del gordo Antonini, la nacionalización del grupo siderúrgico Techint y el acelerado deterioro que ha sufrido internamente el gobierno de Cristina, obligaron al ciudadano de a pie a mirar con suspicacia los capítulos de esa novela rosa (o matrimonio por conveniencia), y sin que mediara ningún apremio, la gente comenzó a deslizar, desde el terreno de la simpatía hacia el de la sospecha, al amigo venezolano junto a su plan salvacionista y su chequera filantrópica.

Los líderes de la oposición argentina, que no son ni más disociados ni menos brillantes que los de la oposición venezolana, aprovecharon la impericia política de la presidenta, el monologante estilo de gobierno (heredado ya sabemos de quién), para capitalizar un descontento creciente en la opinión pública, afincado en la inseguridad, en la tumultuosa acumulación de capitales de la pareja presidencial, y en una inflación mucho mayor que las cifras cosméticas aportadas por el Instituto de Estadísticas del Estado, INDEC. De esta manera, Chávez fue perdiendo apoyos, sobre todo de la opinión pública y de la ciudadanía, que ha metido simbólicamente en un mismo saco al hombre fuerte de Caracas junto al fracaso de Cristina. De modo que no habría que echarle la culpa a nuestro presidente por la percepción folclórica de su imagen de caudillo panhispánico; más bien deberíamos situar en el seno de los Kirchner la ambigüedad de un cupido que ya comienza a vacilar: Buenos Aires acaba de anunciar, para sorpresa de todos, la vuelta al Fondo Monetario Internacional, mientras que en Caracas se aprueba una línea de crédito rusa para comprar tanques y, por qué no, submarinos a diésel.

Al mermar la chequera caribeña para adquirir, entre otras lindezas, títulos de la deuda pública argentina, el FMI ya no luce tan diabólico a ojos de la presidenta. Luego de vivir un romance propio de una telenovela veneco-argenta, es posible que ahora vengan días de titubeo sentimental en La Casa Rosada, y veamos a Chávez deshojar una bolivariana margarita.

Por suerte nada de esto afectará el desarrollo de mi vida social en Buenos Aires, pues ese eficaz artefacto de ubicuidad continental que es nuestro presidente, seguirá generando en los argentinos la pregunta: “¿Ah, sos de Venezuela… Hugo Chávez?”. Pero con una diferencia: ahora la pregunta viene formulada con una sutil, y muy porteña ironía.

Bienvenida esa ironía.

Gustavo Valle Autor de los libros "Materia de otro mundo" (2003), "Ciudad imaginaria" (2006), "La paradoja de Itaca" (2005), "Bajo tierra" (2009) y "El país del escritor" (2013). Ganó la III Bienal de Novela Adriano González León y el Premio de la Crítica.

Comentarios (4)

Dani
17 de septiembre, 2009

Pasa lo mismo en muchas partes. En NY, en sus famosos taxis amarillos, la pregunta es inevitable, y las respuestas van del amor al odio. El hombre se ha hecho conocer en el mundo, pero eso no es un mérito en si mismo, como la historia nos ha demostrado. Dos inquietudes: ¿Qué viene luego de la ironía? y 2) ¿Ya hay ironía dentro de Venezuela? Saludos

Gustavo Valle
18 de septiembre, 2009

Dani, para responder a tus preguntas: en mi humilde opinión pienso que la ironía es un fin en sí mismo, y quien sabe interpretar una ironía sólo le queda responder con otra. Y en segundo lugar: sí, por supuesto que en Venezuela hay ironía; e incluso creo que estaría bueno hacer un rastreo de qué tipo de ironía se practica en Venezuela y qué la difrencia de la ironía practicada en otros países. Muchas gracias. Saludos.

Daniel Duque
18 de septiembre, 2009

Me gustó, lo posteo ya en: http://chevene.blogspot.com/ saludos!

A O
19 de septiembre, 2009

Vos sos un magnifico cronista, che Gustavo!

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