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A pesar de la crisis

Desde Berlín

el-bulliPor Alfredo Tarre Vivas

Quiero comenzar mi primera entrega con un anécdota que me contaron de primera mano y que no tengo ninguna razón para poner en duda. Cambio nombres y lugares para que todo el que sea capaz de decir algo así se dé por aludido. Un grupo de venezolanos almuerza en El Bulli de Ferran Adrià cerca de Barcelona, restaurante en el que una comida no baja de doscientos euros por persona con un vino no demasiado caro. Ya entrados nuestros comensales en la papa celestial llega otro grupo de venezolanos del jet set de la cuarta o de la quinta (o de ambas), y saludan a los presentes a quienes conocen de nombre. “¡Hola Fulano!”, dice una mujer con unas cuantas cirugías encima y voz oxidada, y Fulano responde, “¡Hola Fulana, qué casualidad! ¿Cómo estás?” “Aquí”, dice ella, “surviving… a pesar de la crisis”, agrega en ese spanglish practicado por parte de una “aristocracia” latinoamericana que maneja un español muy pobre y algo de inglés.

¡Sobreviviendo en El Bulli! ¡Qué riñones!

Mi condición de aspirante a cineasta me obliga a tomar cualquier fuente de ingreso que consiga. Siguiendo esa premisa llegué a la empresa X en Berlín, una compañía internacional de observación de medios que se encarga de monitorear la presencia de sus clientes en todas las formas de comunicación masiva. Yo soy un ‘lector’ en el área de medios cibernéticos. Mi equipo (veinte jóvenes estudiantes y otros necesitados de empleo) revisa más de veinte mil artículos al día, de más de quince países y en más de cuatro idiomas, así que no es exagerado afirmar que cuando al fin llega la hora de irnos a casa tenemos una noción clara de las noticias que se han publicado durante el día. Los primeros días soñaba con titulares y manchetas, ya hoy en día casi ni me acuerdo de lo que leo.

No llevaba más de cuatro semanas trabajando cuando explotó la Crisis.

Demás está decir que la susodicha acaparó los medios cibernéticos como todas las otras manifestaciones de la comunicación masiva. Como buen escéptico y descomunal ignorante en materia económica, la Crisis no me convenció. Mientras más noticias leía, más exagerada me parecía la cobertura. A finales del 2008 no era extraño encontrarse con titulares que hablaran de la Crisis en un tono apocalíptico. (Esto nos llevó a parodiarla en un reportaje documental realizado por The Macuto Collective, proyecto cinematográfico del que soy co-fundador y co-todo. www.themacutocollective.com). Las comparaciones con la Gran Depresión eran el plato de cada día en todos los periódicos del mundo. Yo no viví la Gran Depresión y me imagino que ustedes tampoco, pero es una de las décadas más documentadas del siglo veinte. Walker Evans, John Steinbeck y Woody Guthrie, entre tantos otros, se encargaron de inmortalizar con entrañable belleza esos años de sufrimiento, de dolor y de hambre. Der Spiegel, célebre semanario alemán, publicó una edición especial con el título:

Las paralelas entre la crisis del ’29 y la del ’09 son inquietantes. Ésa fue la gota que derramó el vaso. Aunque no entiendan alemán, los invito a seguir el vínculo para que vean el apoyo gráfico con el que Der Spiegel acompaña su reportaje (para ver pulse aquí). Las paralelas, a juzgar por las fotografías, son risibles. Ese tipo de comparaciones alimentaron mi escepticismo y, por qué no decirlo, mi indignación. Lejos de creer que la Crisis fuera un mero invento universal, me conformé con pensar que la exageración que daba el tono a la cobertura era extrema e irresponsable. Rechazando cualquier tufillo a teoría conspirativa, pensé sencillamente que una crisis es lo que mucha gente necesita para vender periódicos, espacios televisivos, libros, asesorías, etc. Sin ir más allá, los encargados de reportar la magnitud de la Crisis son los mismos que se ven beneficiados por la necesidad de la gente de mantenerse informada en tiempos difíciles. Los que vociferaban, en ruedas de prensa, que nuestro mundo nunca sería el mismo, no tenían nada que perder, me refiero ahora a ministros de economía y demás expertos institucionales, mientras peor pintaran la Crisis, más milagrosa sería la recuperación y si ésta no se alcanzaba, ellos lo habían advertido; y en el caso de líderes de oposición, mientras peor pintaran la Crisis, más responsabilidad podrían achacar a sus rivales (recuerdo que en las lamentables pancartas del PSOE durante la campaña para las elecciones europeas, con las siluetas de Aznar y de Bush de fondo, se leía: “Ellos nos metieron en la Crisis, ¿vas a confiar en ellos para que nos saquen?”). Entre las muchas empresas en estado deplorable que quiebran por doquier, no he leído de un solo medio de comunicación que la esté pasando mal, a excepción de la prensa impresa cuya debacle no se debe sólo a la crisis económica sino mucho más a la proliferación de fuentes cibernéticas de información. Tampoco han caído muchos gobiernos violentamente (en realidad, al menos en Europa, casi todos salieron reforzados en las elecciones europeas y los que no, a lo sumo, se han visto golpeados, y algo de responsabilidad debe concedérsele a Villa Certoza -el celebérrimo harén de Berlusconi-, y a la mala gestión que venían desempeñando ante-Crisis).

Pocos meses después, mis sospechas se han visto corroboradas. No por los números, que siguen siendo alarmantes, sino una vez más por los titulares. Ya les dije que soy ‘lector’, no economista. Aunque los pronósticos siguen siendo aterradores, los titulares han cambiado. La fórmula más popular para comenzar noticias de cualquier tipo es, sin duda alguna, el título de este artículo: A pesar de la crisis… No miento, es más, invito a mis lectores, si es que a estas alturas cuento con alguno, a confirmarlo. Abran Google y escriban la frase citada, háganlo en varios idiomas (alemán: trotz der Krise; francés: malgré la crise; inglés: in spite of the crisis) y a menos que sean gente a prueba de humor, tendrán que sonreir: A pesar de la crisis la industria de cruceros sigue en alza. A pesar de la crisis los suizos gastaron más en regalos de navidad en el 2008 que en el 2007. A pesar de la crisis la feria de moda para perros en Moscú fue un éxito. A pesar de la crisis Cannes se viste de lujo. A pesar de la crisis el Real Madrid paga noventa y seis millones de euros por Cristiano Ronaldo. A pesar de la crisis aquí estamos, surviving en El Bulli.

¿Será que de esto no escribió Steinbeck para darle dramatismo a sus novelas? ¿Será que a Walker Evans no le interesaban los ricos y por eso sus fotografías muestran exclusivamente la miseria? ¿O será que estamos hablando de dos crisis de naturalezas radicalmente distintas? Ningún analista puede haber pasado por alto que las sociedades afectadas por las dos crisis no tienen nada que ver una con la otra. La crisis del ’29 debe su magnitud, en parte, al estado de las sociedades a las que afectó.

Veamos muy por encima las consecuencias que tuvo la crisis pasada en Alemania. Aquí la crisis del ’29 acabó con la república de Weimar, la llamada “democracia sin demócratas”. Antes de la crisis, el canciller Stresemann había hecho lo imposible por alcanzar cierto grado de reconciliación con Francia e Inglaterra y por comenzar la recuperación de la economía alemana a pesar del pago de las reparaciones. La popularidad de la extrema derecha, que se haría doce años más tarde con casi toda Europa, era insignificante, en las elecciones de 1928 no llegaron al 3%. En las primeras después del crack llegarían al 18% y no pasarían tres años para que conquistaran el poder, y ya sabemos qué pasó después. En los Estados Unidos el New Deal fue una verdadera revolución. La Gran Depresión facilitó la reforma más dramática que ha sufrido el sistema federal, uno de los valores sagrados de los padres fundadores, porque estaba claro que sin interferencia del gobierno federal sería imposible combatir los altísimos niveles de desempleo y pobreza. El ejército federal, bajo el mando de MacArthur, tuvo que tomar las calles de Washington D.C. para reprimir las huelgas multitudinarias, hombres desesperados se suicidaban por no poder alimentar a sus familias, aparecieron los hobos, desempleados que lo dejaban todo e iban de polizones en trenes de carga de pueblo en pueblo buscando trabajo. Muchos cruzaron los Estados Unidos de extremo a extremo varias veces antes de conseguirlo.

¿Qué ha pasado en los últimos dos años? En Alemania, a pesar de que el PIB bajó casi seis puntos, el desempleo subirá sólo dos décimas. En España, uno de los países más afectados, es verdad, las cifras de desempleo siguen creciendo, pero no olvidemos dónde estaban antes del 2007. Además de eso, admitámoslo, algunos hoteles en Mallorca comenzarán la temporada un mes más tarde y la cerrarán un poco más temprano (no es difícil vincular este hecho a la caída del PIB alemán). En Estados Unidos, las noticias de despidos siguen acaparando titulares, pero también el altísimo desempeño de los gigantes financieros. Goldman Sachs pagará este año bonos de casi doce millones de dólares… a pesar de la crisis.

¿Dónde quedaron los estallidos sociales, las filas para conseguir pan y sopa, la represión, el miedo?

Yo conozco, de primera mano, a cinco personas (tres alemanes y dos españoles) que renunciaron a sus trabajos bien pagados para abultar voluntariamente las líneas del paro y beneficiarse de las ayudas estatales. Uno de ellos pasó las últimas dos semanas de vacaciones en Nueva York, otro pasará septiembre y octubre en Nepal. No estoy hablando de niños de padres ricos. Esta gente, impresentables si quieren saber mi opinión, financia sus lujos con las arcas de la seguridad social y lo que ahorran matando tigres a espalda de las autoridades que si se enteraran les quitarían la ayuda.

Claro que hay gente a la que le ha ido mal. Muchos alemanes e ingleses tendrán que olvidarse de Mallorca y Tenerife este año. Pero, ¿se le puede llamar Gran Depresión a tener que sacrificar las vacaciones este año? ¿O éste y el próximo? ¿Cuánta gente en el mundo, antes, durante y después de la crisis jamás ha disfrutado de vacaciones en ninguna parte? ¿Eso es nuevo? Tal vez en esta era, en la que la depresión es más frecuente que la gripe, podemos hablar de otra Gran Depresión, pero yo no caigo en esas pendejadas. Me imagino la cara de uno de los millones de africanos, latinoamericanos y asiáticos que han pasado sus vidas enteras en estado de pobreza crítica cuando oyen hablar de la Crisis del ’09. ¿Qué pensarán? Seguramente que les están tomando el pelo.

No puedo negar que cada vez que hablo o escribo de esta manera me entra un pequeño miedo. Pienso en que los dioses me castigarán por irreverente e ignorante y que la carta de mi despido está ya escrita. Pero, a pesar de la Crisis, o tal vez gracias a ella, hoy en día se publican más artículos que hace dos años, y nuestro jefe nos ha asegurado más de una vez que tenemos un trabajo “a prueba de crisis”. Dichoso yo. Además, acabo de leer la entrega dominical de Moisés Naím en El País, uno de los pocos expertos que aunque afirmó hace algunos meses que las consecuencias de la crisis económica serían mayores a las del once de septiembre, se distanció de aquéllos que como el ministro de finanzas alemán afirmaban que el mundo después de la Crisis no sería nunca más el mismo, y su artículo de hoy se titula: El mundo después de la crisis. Hemos entrado en otra etapa, la llamarán, me imagino, la postcrisis, no viviremos una década entera de miseria, fascismo y violencia como lo fue la de los treinta. Podemos respirar, aparentemente, lo peor ya pasó. Yo, por mi parte, ni me enteré.

Foto: SBA73