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Marie Hélène Brousse: “La revolución siempre termina con un amo”

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Por Boris Muñoz

Parafraseando al psicoanalista Jacques Lacan, Marie Hélène Brousse cree la multiplicación de barreras y fronteras en el mundo es la responsable de un escenario mundial marcado por nuevos integrismos comunitarios y hasta vecinales que hacen proliferar los conflictos. Brousse señala que los autoritarismos y mesianismos a la orden del día son solo un síntoma de las querellas civilizatorias que se ocultan en la globalización.

El objetivo vino a Caracas a Marie Hélène Brousse, psicoanalista de estirpe lacaniana, a hablar sobre los cambios en la familia contemporánea. Sin embargo, el alto vuelo de sus conjeturas iba mucho más allá de este tópico. En su charla, Brousse mantuvo en vilo al público que la escuchaba fascinado y algo perplejo, mientras ella tejía conexiones entre la globalización y el Holocausto, el fundamentalismo científico y la ética, la revolución y la libertad. Durante nuestra conversación, una tarde de sábado en una terraza desierta, Brousse tocó estos temas sin ocultar en ningún momento que ella no es una opinóloga, sino una analista. “Lacan decía que, con tantas vidas que el psicoanalista debe escuchar, nadie puede ocupar su lugar sin tratar de comprender la subjetividad de su época. Tenemos que dar cuenta de los cambios de nuestro tiempo. Por eso tenemos que preocuparnos de lo político, de lo económico, lo biológico”.

Usted lanzó una frase que me impactó mucho: “Cada quien elige su campo de concentración”. Es una paradoja cuando pensamos que la globalización ha universalizado cierta idea de igualdad en la diferencia.

Es una idea que viene ciertamente de una paradoja. La oposición entre dos vertientes. Por un lado, lo universal; por el otro, las fronteras. Desde el siglo XVII se vienen desarrollando figuras como los Derechos Humanos, los organismos internacionales, el movimiento cada vez más global de la mercancía y del ideal democrático. Aunque no se cumplan a plenitud, es difícil negar que los Derechos Humanos y la democracia son, sino cumplidos a cabalidad, universalmente reconocidos. Igualmente es difícil negar que la economía se ha ampliado a escala mundial. Sin embargo, la universalización no ha acabado con las fronteras que antes eran asumidas esencialmente por los Estados o las clases sociales, pero que hoy parecen ser la consecuencia de las escogencias de los individuos mismos. Ejemplo de ello, no es que actualmente exista la prohibición explícita de que los negros vivan en determinada urbanización, como sucedía con los judíos en el siglo XV, sino que hoy la segregación de la población negra tiene que ver con un factor económico pero también con la idea de agruparse para reforzarse como comunidad con una identidad propia. El movimiento de segregación viene entonces a desempeñar el papel de contrapeso de la universalización. Mientras más universal la cultura, más particular será la elección de grupo.

¿Esos particularismos no se generan a partir del contrapunto con sectores de la sociedad que son ampliamente discriminadores, pienso en la relación entre blancos de clase baja y negros en los Estados Unidos?

Eso es bastante claro y por eso la segregación de los negros no tiene mucho porvenir. Pero hay, desde luego, otras formas. En París hay un barrio gay y no se puede decir que París sea una ciudad que discrimina a los homosexuales. Pero ellos buscaron su barrio que funciona como un nicho de identidad no solo geográfico, sino de cara a los estilos de vida, los gustos culinarios y hasta la literatura. Entonces cada vez se confunde más la identidad con aquello que en el psicoanálisis llamamos un modo de goce. Esto no solo implica lo que consumimos o disfrutamos, sino aquello que nos permite autodesignarnos mediante un tipo de interés que proporciona satisfacción.

¿Cuáles son las implicaciones sociales de la segregación autogenerada?

Quiero añadir que esta forma de segregación no reemplaza la segregación por el Otro, es decir, por quien ejerce el poder de segregarnos. Ambos modelos conviven. Las demandas, en cierta manera legítimas, de los musulmanes en Francia, quienes solicitan escuelas particulares con una enseñanza religiosa, un cierto tipo de comida, etcétera. Proponen, en fin, una cultura autosegregativa que está de espaldas a la integración propuesta por la república francesa que es el sinónimo de una violencia terrible contra su particularismo.

La pregunta de fondo es si Francia, la cuna de las grandes ideas ilustradas, como Libertad, Igualdad y Fraternidad, ha sido alguna vez una nación de veras integradora.

Lo fue para todas la naciones que antes componían Francia, incluso para aquellas que tenían lenguas diferentes. Pero lo fue por la violencia. Mi abuela hablaba la lengua d’òc que es equivalente al occitano. Por supuesto, en la escuela francesa estaba absolutamente prohibido hablar esta lengua. Entonces, las lenguas regionales desaparecieron en Francia. Lo nuevo no es que haya grupos distintos con una identidad fuerte, sino que comparten un territorio donde la segregación no implica un lugar particular. En una ciudad pueden vivir distintos grupos que hablan lenguas diferentes y que se excluyen mutuamente. Esto es lo que Jacques Lacan llamó una multiplicación de barreras y fronteras que se entrecruzan, lo que implica una posibilidad de confrontación cada vez más frecuente.

En cierto sentido, el universalismo de Occidente supone aceptar los particularismos. De allí que al no poder negarlos entra en crisis. ¿Cuál es el escenario? ¿Múltiples conflictos?

El año antepasado hubo en Francia un debate muy intenso en torno al caso de la comunidad musulmana a propósito de la ley sobre el velo islámico. El modelo de integración francés proponía aceptar el velo pero no en los edificios públicos, especialmente en la escuela, donde no debía haber signos de pertenencia religiosa. También se planteó el modelo anglosajón de la minoría. Pero resulta que ninguno de los dos funcionan. Además, la comunidad musulmana es proselitista, tiene la idea de convertir a todo el mundo al Islam. Según algunos musulmanes toda Francia debería ser musulmana y punto, lo que supone un uso de lo comunitario para fines de conquista. Lo que no es el caso de otras comunidades, como la china. Son un gueto, pero van a la escuela sin problemas y hacen con las leyes francesas lo que les da la gana, pero sin alboroto, participando fuertemente en el desarrollo económico e intelectual de Francia. Esto nos interesa a nosotros los analistas porque representa un conflicto entre lo Uno y lo múltiple, es el fin de la antigua autoridad patriarcal.

Sí, se ha insistido en que la Aldea Global era el campo de lo múltiple, pero lo que usted plantea hace pensar en escenarios apocalípticos como la lucha de civilizaciones.

Eso es lo que se constata. ¿No? ¿Tú qué piensas?

Bueno, yo soy el periodista, así que pienso en las preguntas.

Antes no había el enfrentamiento religioso que hay ahora. No soy yo sola la que se inquieta por la caída de las Torres Gemelas y la guerra en Irak.

Eso tiene varias formas de verse. Antes no salían a la luz estos conflictos porque había grandes autoridades hegemónicas que reprimían en gran escala, llámense Stalin, Hitler, Hussein. Eso se ha disgregado en la actualidad.

La multiplicidad en que vivimos implica que las dinámicas mundiales no se administran como un ajedrez con dos jugadores, sino que son un juego de muchos jugadores. Tampoco es un partido de futbol en el que cada gol a favor de un equipo significa una pérdida para el contrario. En Francia tenemos el juego de los insectos, las gallinas y los zorros. Se juega en tres campos simultáneamente y supone la búsqueda del equilibrio de fuerzas. Por ejemplo, si las gallinas se comen todos los insectos proliferan los zorros. De modo que no se pueden comer todos los insectos, tiene que pensar que para eliminar al predador debe preservar a las presas. Es un juego de suma cero. El mercado mundial se parece más ese juego a lo que pasa entre Estados Unidos e Irak.

Al acabar con Sadam Hussein proliferaron los problemas y enemigos.

Para un juego de lo múltiple, el mundo ya no se puede regir según un modelo jerárquico en el que uno manda sobre los otros o en un modelo binario en el que uno debe derrotar al enemigo. A mí particularmente, lo que más me interesa son los significantes que se utilizan para gestionar las masas.

¿Cuáles son esos significantes?

En las últimas elecciones francesas, la derecha encontró un significante muy efectivo que fue “seguridad”. La izquierda no tuvo nada que oponer.

Aquí va a suceder igual en las próximas elecciones, pero va a ser la centro izquierda la que lo usará.

¿Por qué crees que fueron tan efectivas las protestas de los jóvenes contra el contrato del primer empleo? Bueno, porque usaban el significante “precariedad” que es la versión izquierdista de la seguridad. Claro, eso no va a resolver los problemas de fondo en Francia.

¿Cuáles son esos problemas?

Que los valores que le dieron sustento a la nación desde 1789 han dejado de ser adecuados. El imperativo de igualdad es puramente formal y además es contrario a lo real, y de la fraternidad ni hablar.

¿Piensa usted que va a volver el tiempo de las autoridades fuertes?

Eso es lo que quieren los reaccionarios, que vuelva el tiempo de los padres y la autoridad, pero eso no va a funcionar. Oye, ¿pero no quieres que hablemos de psicoanálisis?

Sí, pero desde el punto de vista social… ¿Qué papel desempeñan el mercado y el Estado en la organización social hoy?

El mercado es lo que los psicoanalistas llamamos el significante amo, es decir, el factor que organiza y dirige los modos de satisfacción. Según este discurso, no hay solución fuera del mercado, todo debe pasar por la estructura del mercado, incluso los seres humanos.

¿No hay salida?

Bueno, la salida es el síntoma, esto es, aquello que se opone al funcionamiento al discurso que organiza el modo de satisfacción, es decir, al mercado.

Se refiere al terrorismo, a las protestas de los jóvenes y la alterglobalización.

En el segundo caso, se logró que el gobierno francés abandonara la idea de imponer el contrato del primer empleo. Pero con el terrorismo los resultados son muy distintos. Desde los atentados de Londres, todo es más represivo.

Diría que la sociedades están buscando frenar su avance a través de la represión.

Sí, aunque esto es muy paradójico y tiene límites, pues, para funcionar, el mercado necesita cierta libertad. Lo que se establece es un equilibrio dialéctico con esos síntomas.

Pero, en ese contexto, Bush sería un síntoma de la contrarreforma después de tiempos de liberalismo como la era Clinton. Esto mismo podría extrapolarse al caso de Osama Bin Laden, otro síntoma que invoca el integrismo.

Absolutamente. Es un síntoma reaccionario que encarna la búsqueda de sentido más allá de un discurso capitalista. Lacan permite pensar en esto como que un intento de velar, a través del nacionalismo o la religión, los mecanismos de funcionamiento de la economía de mercado. Esto ocurre al mismo tiempo que Dick Cheney ha desguasado Irak. La religión y el nacionalismo son formas de proponer sentido donde la lógica de mercado manifiesta claramente que no lo hay. El mercado que es la destrucción del sentido y la religión que es la creación de sentido, se complementan, aunque, por suerte, tienen contradicciones. Mientras el mercado va a lo más particular y fragmentado, la religión intenta generalizarlo todo. Pone a la gente a hacer fila.

¿Qué se puede esperar de esa contradicción?

Lo mejor. Son las contradicciones las que dan la libertad. No creo, para nada, que la revolución dé más libertad.

¿Cómo es eso?

Lacan le decía a los estudiantes del mayo de 1968, “Ah, ustedes, ¿son revolucionarios? Muy bien. Pues sepan que la revolución siempre está en busca de un amo. No se preocupen, lo van a encontrar”. Y es verdad, la revolución siempre termina con un amo. Es una realidad histórica. Solo hay que ver lo que hizo Napoleón con la revolución francesa o el caso de Cuba. Es la matriz del proceso.

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Las nuevas estructuras familiares

Brousse sostiene que uno de los cambios más grandes de nuestra época es el cambio en la estructura de la familia. Es evidente que la estructura familiar ha cambiado. No solo porque ahora hay matrimonios gays que adoptan niños o reproducción asistida. “A medida que lo biológico es más conocido, se hace evidente que la familia no está relacionada para nada con lo biológico. Lo decía Lacan en los años treinta: la familia es una estructura simbólica y social. El objetivo de la familia es la transmisión de los bienes y de los valores”. De acuerdo con Brousse todas estas formas acarrean cambios de valores que ahora cuesta prever. “Implica que el modelo de la diferencia mediante el cual los niños se introducían al elemento esencial del pensamiento y de la lengua que es diferenciar, ha cambiado. Antes los niños se introducían a la diferencia a partir de la diferenciación sexual hombre-mujer. Ahora no. ¿Cómo se va a hacer funcionar la diferencia es un gran problema hoy? Puede que lo que la forma de diferenciación se haya desplazado a las diferencias de las identidades. Todavía no hay suficientes casos clínicos para hacer hipótesis sobre lo que va a venir. Pero la gente que fue adoptada por homosexuales, al igual que la gente que nació a partir de técnicas de reproducción asistida van a analizarse y entonces los analistas vamos a saber”.