Artes

¿Cómo mejorar nuestras decisiones sobre salud, dinero y la felicidad?

Por El Librero y Prodavinci | 30 de junio, 2009

nudgeFuerzas Guiadoras
Por Benjamín M. Friedman

Nudge
Mejorando nuestras decisiones sobre salud, dinero y felicidad
por Richard H. Thaler and Cass R. Sunstein
293 pp. Yale University Press. $26

El sentido común sí existe —y se agradece que así sea.

Al menos esa es la reacción de este lector ante “Nudge” de Richard Thaler y Cass Sunstein, un paseo agradable y esclarecedor a través de la evidencia que demuestra que la mayoría de los seres humanos no toma decisiones como se ha caracterizado (algunos dirían, caricaturizado) en los textos elementales de economía; junto con una amplia gama de sugerencias que permiten que tomemos mejores decisiones, tanto para la sociedad como para nosotros mismos.

Pocas personas se sorprenderán al saber que la forma como se le plantea una decisión a un individuo frecuentemente influye sobre las decisiones que toma. Cuanto comemos depende de la cantidad que se nos sirva en el plato, la comida que escogemos en un comedor depende de que las ensaladas y los postres estén al nivel de la vista, y las revistas que compramos dependen de cuáles están en los estantes cerca de la caja registradora del supermercado. Pero esa misma tendencia también afecta decisiones cuyas consecuencias son más significativas: cuanto ahorra una familia y como invierte; que tipo de hipoteca seleccionan; qué seguro de hospitalización escogen; qué carro manejan. La economía conductual, una nueva área de investigación que combina la economía y la psicología, ha documentado repetidas veces cómo nuestras decisiones, aparentemente libres, están afectadas por la forma como se nos presentan las opciones.

El punto de vista del cual Thaler y Sunstein parten es que no existe escenario “neutro” para la toma de decisiones. Bien sea la manera de presentar el menú de un restaurante, una empresa que le ofrece a sus empleados una lista de fondos mutuales en su plan 401 (k) o si el gobierno ofrece diferentes opciones para el cuidado medico, el que presente la selección debe enmarcarlas de alguna manera.

Y el marco afectará la decisión. Hasta los “detalles pequeños y aparentemente insignificantes pueden tener un gran impacto sobre el comportamiento de las personas,” escriben los autores. Algunas maneras de presentar las opciones pueden dar un “empuje” más gentil que otras, y podemos pensar que algunos escenarios son neutros solo porque estamos tan acostumbrados a ellos. Pero quien sea que presente las opciones, inevitablemente obtendrá decisiones sesgadas en una u otra dirección.

Como resultado, dicen Thaler y Sunstein, muchos de los argumentos que se utilizan para justificar que la gente debe dejársele escoger por si solas, y especialmente por lo cual el gobierno debe mantenerse alejado, tienen poca utilidad práctica. En muchas áreas importantes de selección, importantes tanto para el individuo como para el resto de nosotros (por ejemplo, cuando el uso excesivo del servicio médico aumenta las primas de los seguros y nuestros impuestos), la pregunta operativa no es si debemos influir sobre las decisiones de la gente sino en que dirección lo hacemos.

Thaler, profesor de economía de la Universidad de Chicago, y Sunstein, profesor de derecho, anteriormente en Chicago, y ahora en Harvard, aplican esta línea de argumentación a una gran variedad de áreas conocidas: préstamos, ahorros, consumo energético, fumar, embarazo precoz y muchos otros. Por el camino presentan hallazgos fascinantes sobre cómo la gente realmente toma las decisiones, junto con muchos consejos personales: ahorre más, diversifique sus inversiones, no invierta mucho en acciones de su empleador, no pague de más por sus hipotecas, compre seguros con el deducible más grande que pueda pagar, no pague por garantías extendidas. Pero su objetivo principal es darle nueva forma a las políticas públicas (Sunstein es un consultor informal de Barack Obama, que ha propuesto algunas ideas de políticas tipo “Empuje”), y está claro que la sugerencia más importante que hacen es sobre la manera en que el gobierno puede mejorara su labor al guiar las selecciones que hacen los ciudadanos. La meta, en parte, es darle un empujoncito a la gente hacia una vida más sana, segura y próspera mientras enfrentan asuntos importantes como daño ambiental y el alza en los costos de salud.

Si todo esto suena paternalista es porque lo es. Thaler y Sunstein adoptan la etiqueta deliberadamente oximorónica “paternalismo libertario” para describir su enfoque general. Es libertario porque la gente retiene el derecho a tomar sus propias decisiones: son libres de seleccionar el plan de ahorro con el interés más bajo proyectado si es lo que realmente quieren. Pero el gobierno—o un empleador, o la persona encargada de disponer de la comida en el comedor-de todos modos está empujando a las personas en la dirección que alguien cree será mejor para ellos.

El argumento conceptual es poderoso y la mayoría de las sugerencias de los autores son del mejor sentido común: montar programas 401(k) para que los empleados puedas optar por salirse en vez de entrar, si quieren. (Hoy en día, sólo un 30 por ciento de los empleados que reúnen los requisitos para el 401 (k) no lo hace, a pesar del incentivo de la contribución del empleador .) Haz lo mismo para las donaciones de órganos. Haz que las empresas de tarjetas de crédito te den la opción de un pago automático completo. Ofrece vehículos de inversión que provean un refinanciamiento automático del portafolio. La mayoría de estas ideas funcionan por la tendencia humana, ampliamente documentada, hacia lo que Thaler y Sunstein llaman “inercia.” La mayoría de nosotros lo llamamos flojera.

Al final, sin embargo, “Nudge” se queda un poco corto en ideas prácticas para las políticas públicas, que nacen de la búsqueda central de los escritores. Muchas de las sugerencias que hacen Thaler y Sunstein en contextos tales como ahorros e hipotecas y tarjetas de crédito, son sólo un llamado a mayor información (¿a cuánto llegaron las tasas de las tarjetas de crédito el año pasado?) o de presentar la información de manera más clara (para facilitar las comparaciones entre precios de hipotecas). Ciertamente nadie, excepto las compañías que tienen ganancias, se opondría a que exista más y mejor información. Pero no necesitamos economía conductual, o paternalismo libertario, para pensar que tales propuestas puedan ser útiles.

Y los escritores ocasionalmente le dan a una nota falsa. Su recomendación de permitirles a los pacientes que abandonen su derecho a demandar a los médicos por mala praxis, por ejemplo, presuntamente a cambio de cuentas médicas reducidas-no se parece al resto de la argumentación del libro. La amenaza de las demandas, razonan, le da a los médicos pocos incentivos para ser más cuidadosos, porque el seguro de mala praxis no está “definido por la experiencia”; en otras palabras, la prima cobrada no depende del balance pasado del medico, como lo es, por ejemplo, para los chóferes (Extrañamente, aceptan la aparente opinión conflictiva de que la amenaza de una demanda es costosa porque conlleva al medico a pedir exámenes innecesarios.) ¿Por qué no le sugerimos que el seguro de mala praxis se defina por experiencia también?

Lo más importante, en contraste a los muchos otros ejemplos que han demostrado como los mercados competitivos no funcionan para beneficio del consumidor, es que Thaler y Sunstein simplemente asumen que el mercado del servicio médico le transferiría cualquier ganancia a sus pacientes. También asumen que si se cambia la ley para permitir que los pacientes abandonen este derecho, el mercado todavía les dejaría conservarlo si quisieran. Pero traten de conseguir una cuenta de inversión sin abandonar tu derecho a demandar a tu corredor. Bajo la ley, depende de los corredores y de sus clientes si la gente mantiene ese derecho; pero ninguna firma de valores de los Estados Unidos tomará un cliente que no acepte por adelantado referir cualquier disputa a un panel de arbitraje patrocinado por la industria.

Thaler y Sunstein también parecen ingenuos al esperar que su programa de paternalismo libertario será igualmente atractivo para aquellos de la izquierda y de la derecha. Su línea entera de argumentación—que la gente frecuentemente toma decisiones que no son lo mejor para ellos, que frecuentemente los “mercados libres y las competencias abiertas tenderán a exacerbar en vez de mitigar el efecto de la debilidad humana,” y especialmente, que en muchos contextos importantes “no tiene sentido pedirle al gobierno que simplemente se aparte” ya que ninguna manera de presentar las decisiones pueden ser realmente “neutras”-es profundamente subversiva hacia la ínfima creencia gubernamental establecida de libre mercado y anti regulación, pero apoya muchas inclinaciones intervencionistas.

Pero indistintamente de si las ideas de Thaler y Sunstein son ideológicamente neutrales, la mayoría pertenecen al sentido común. Por lo cual debemos aplaudirlos vigorosamente.

Benjamin M. Friedman es un profesor de economía de la Universidad de Harvard. Su ultimo libro es “The Moral Consequences of Economic Growth.”

El Librero y Prodavinci 

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