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¿Cuáles son los determinantes del éxito?

outliers

Por David Leonhardt
New York Times
Outliers
La Historia del Éxito.
Por Malcolm Gladwell.
Ilustrado. 309 pp. Little, Brown & Company. $27.99

En 1984 un joven llamado Malcolm se graduó de la Universidad de Toronto, y se mudó a los Estados Unidos para probar su suerte como periodista. Gracias a su estilo de escritura clara y poco común, además de un bueno ojo para reconocer una buena historia, rápidamente consiguió empleo en el Washington Post. En menos de una década en el Post, se mudó a la cumbre del periodismo literario, The New Yorker. Allí escribió artículos llenos de grandes ideas sobre los patrones escondidos de la vida cotidiana, que luego se convirtieron en dos libros que llegaron al número uno entre los ‘best sellers’. En el vasto mundo de la escritura de no-ficción, es lo más cercano a un talento único que existe hoy en día.

Por lo menos esa es una versión de la historia de Malcolm Gladwell. Acá hay otra:

En 1984 un joven llamado Malcolm se graduó de la Universidad de Toronto y se mudó a los Estados Unidos para probar su suerte como periodista. Nadie podía saberlo entonces, pero tenía la preparación perfecta para su momento. Su madre era psicoterapeuta y su padre matemático. Sus profesiones apuntalaron al joven Malcolm hacia las ciencias conductuales, cuya popularidad explotaría en los años 90. Casualmente, su madre también era escritora. Así que, a diferencia de otros hijos de terapeutas y matemáticos, aprendió “que hay belleza en las cosas dichas con claridad y sencillez,” como luego recordaría. Como periodista, escribió sobre la ciencia conductual dando lecciones optimistas sobre la condición humana y encontró una audiencia entusiasta durante los embriagantes, y orgullosamente “gallos” (“geeky”) años 90. Su primer libro, “The Tipping Point” se publicó en Marzo de 2000, pocos días antes de que el Nasdaq llegara a su pico.

Ambas historias sobre Gladwell son ciertas y, sin embargo, muy diferentes. La primera personaliza su éxito. Es la versión clásica norteamericana de su carrera, que le da una característica individual-talento, trabajo duro, tenacidad—él es el protagonista. La segunda versión no niega necesariamente estas característica, pero si las suaviza. El protagonista no es una persona singularmente talentosa que aprovechó las oportunidades. Más bien es una persona talentosa que aprovechó oportunidades singulares.

El último libro de Gladwell, “Outliers,” es una apasionada defensa por haberse tomado la segunda versión de la historia más en serio de lo que nosotros hacemos ahora. “No son los más inteligentes los que tienen éxito,” escribe Gladwell. “Y el éxito no es simplemente la suma de las decisiones y los esfuerzos que hacemos por nuestra cuenta. Es más bien, un don. Outliers son aquellos a quien se les ha dado las oportunidades-y han tenido la fortaleza y la presencia mental de tomarlas.”

Realmente, en el libro no cuenta la historia de su vida. (Pero lo hace tras bastidores, ya que describe el arco de la familia jamaiquina de su madre.) En cambio, cuenta otras historias de éxito, usando la técnica de narrativas sucesivas. Empieza con una historia de grandeza individual, sobre los Beatles o los titanes de Silicon Valley, o la altamente exitosa generación de judíos de Nueva York nacidos a principios del siglo 20. Luego añade detalles que profundizan la historia.
Por lo tanto, a Bill Gates nos lo presentan como un joven de Seattle, programador de computadoras, cuya inteligencia y ambición son más brillantes que la inteligencia y ambición de miles de otros programadores. Pero luego Gladwell nos lleva a Seattle, y descubrimos que casualmente, el liceo de Gates tenía un club de computación cuando casi ningún liceo lo tenía. Por suerte, luego tuvo la oportunidad de usar computadoras durante horas interminables en la Universidad de Washington. Para la edad de 20 años, había pasado más de 10.000 horas de su vida como programador.

Al final de esta historia revisionista, Gladwell le pregunta al propio Gates cuantos otros adolescentes del mundo podrían haber tenido la misma experiencia a principio de los años 70. “Si hubiera 50 en el mundo entero, me sorprendería mucho,” dice Gates. ” Creo que yo estuve más expuesto al desarrollo del software a una temprana edad que ningún otro muchacho, y todo por suerte de una serie increíble de eventos.” El talento y el empuje de Gates ciertamente eran fuera de lo común. Pero Gladwell sugiere que sus oportunides lo fueron aún más.

Creo que muchas personas tienen una comprensión instintiva de esta idea (aún si Gladwell, en aras de sostener su tesis contra la sabiduría convencional, no lo dice). Es por eso que los padres pasan tanto tiempo escogiendo el colegio al que deben mandar a sus hijos. Realmente no creen que sus hijos estén tan imbuidos de grandeza que puedan sobreponerse a un colegio malo, o incluso a uno promedio. Y sin embargo, cuando miran hacia atrás y ven el éxito de sus hijos-o el propio-tienden a explicarlo en base al individuo. Devastador, y a la vez alentador, Gladwell expone las fallas en estas historias de éxito que nos contamos a nosotros mismos.

El primer capítulo explora la anomalía de los cumpleaños de los jugadores de hockey. En muchas de las mejores ligas del mundo, entre aficionados y profesionales, un promedio del 40 por ciento de los jugadores nacieron en enero, febrero o marzo, mientras sólo un 10 por ciento nacieron en octubre, noviembre y diciembre. Es un patrón profundamente extraño con una explicación muy simple. La fecha de corte para muchas ligas juveniles de jockey es el 1 de enero. Así que los niños nacidos en los primeros tres meses del año son un poquito mayores, más grandes y más fuertes que sus pares. A estos niños los empujan hacia los equipos estelares, que ofrecen un entrenamiento mejor y más intensivo. Cuando llegan a la adolescencia su ventaja, inicialmente aleatoria, se ha convertido una ventaja real.

En el juego por el campeonato de la mejor liga juvenil canadiense, Gladwell entrevista el padre de uno de los jugadores, que nació el 4 de enero. Más de la mitad de los jugadores de su equipo—Medicine Hat Tigers-nació en enero, febrero y marzo. Pero cuando Gladwell le pide la padre que explique el éxito de su hijo, el calendario no tiene nada que ver. En cambio menciona la pasión, el talento y el trabajo duro-antes de añadir, colateralmente, que el niño siempre fue grande para su edad. Imagínese, dice Gladwell, si Canada creara otra liga juvenil de jockey para los niños nacidos en la segunda mitad del año. Un día tendría el doble de grandes jugadores de jockey.

“Outliers” tiene mucho en común con trabajos anteriores de Gladwell. Es un placer leerlo y te deja rumiando las ingeniosas teorías durante muchos días. Desafortunadamente en ciertas instancias evita lidiar con las investigaciones que ponen en duda estas teorías. (Gladwell sostiene que niños relativamente mayores se destacan no solo en el hockey sino en el salón de clases también. La investigación sobre esto, sin embargo, tiene resultados mixtos.) Esto es una lástima, porque sería una delicia observar a alguien del intelecto y claridad mental de Gladwell ponerle sentido a estas aseveraciones conflictivas.

A pesar de todas estas similitudes, “Outliers” representa un nuevo tipo de libro para Gladwell. “The Tipping Point” y su segundo libro, “Blink,”, eran una mezcla de psicología social, mercadeo y hasta un poco de auto ayuda.

“Outliers” es mucho más político. Es casi un manifiesto. “Vemos al joven Bill Gates y nos maravillamos de que el mundo haya permitido que un muchacho de 13 años se convirtiera en un empresario fabulosamente exitoso,” escribe al final. “Pero esa es la lección equivocada. Nuestro mundo solo permitió que un joven de 13 años tuviera acceso ilimitado a un terminal de tiempo compartido durante 1968. Si un millón de adolescentes hubiesen tenido la misma oportunidad, ¿cuántos más empresas como Microsoft tendríamos hoy?”

Tras una década-y en realidad, una generación-donde este país ha hecho relativamente poco para construir instituciones que pueden promover el éxito, Gladwell nos incita a repensar. Una vez más, su momento puede ser el más atinado.

David Leonhardt escribe una columna de economía para The Times.

Traducción: Gabriela Gamboa