- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Los Nazis y la guerra

the_third_reich_at_warlarge“Todos somos culpables”

Por Walter Reich
The New York Times

“El Tercer Reich en Guerra”
Por Richard J. Evans.
Ilustrado. 926 pp. The Penguin Press. $40.


La memoria pública de lo que pasó durante los tiempos de la Alemania Nazi ha sido destrozada y trivializada en años recientes. Películas ampliamente vistas pero desorientadoras, y acusaciones politizadas de países perpetrando “holocaustos” contra diversos grupos, ha degradado el sentido de la verdadera naturaleza de los hechos que los alemanes perpetraron durante la Segunda Guerra Mundial.

Es por esto que “El Tercer Reich en Guerra” de Richard Evans no pudo haber llegado en mejor momento. Este libro tal vez sea no solo el mejor, sino el más fascinante recuento de ese período. Si algún trabajo de historia tiene la oportunidad de corregir las distorsiones de la memoria pública, es este.

La historia de Alemania desde su invasión a Polonia en 1939 y su colapso en 1945 es una historia compleja. Los detalles se han reseñado en miles de publicaciones. En este libro—el último de una trilogía magistral que cubre toda la historia del Tercer Reich-Richard Evans, un profesor de historia de Cambridge, teje brillantemente los diversos hilos del mal monumental central de ese hecho histórico. El resultado es un tapiz que ahora podemos ver como un todo.

Uno de esos hilos, por supuesto, es el militar—Alemania hizo conquistas relámpago de Polonia, Francia, Dinamarca, Noruega y los Países Bajos; su guerra aérea con Gran Bretaña; su invasión de la Unión Soviética; sus desastrosas pérdidas en Moscú y Stalingrado; su retiro de África del Norte, Italia y Rusia; la capacidad de los Aliados para producir más bienes y armas que los alemanes; la habilidad del Ejército Rojo para sufrir terribles pérdidas y seguir luchando; la llegada de los Aliados a Normandía; la batalla desesperada por Berlín; y la derrota miserable de Alemania.

Otro hilo es la ideología del poder Nazi—su visión animada del reordenamiento racial de Europa y la dominación mundial; su convicción de que los alemanes eran la raza superior y los eslavos eran subhumanos y serían removidos para darle paso a una Alemania inmensamente expandida; y su creencia de que los judíos, que no eran humanos sino bestias con forma humana, debían ser exterminados.

Y otro hilo más es la manera en la que las fuerzas alemanas-el SS pero también el ejército regular—implementaron esa visión del reordenamiento racial y la exterminación. Habiendo sido adoctrinados por la propaganda Nazi, asesinaron y torturaron a los eslavos y aún más metódicamente exterminaron Judíos. Los gitanos también fueron blancos de asesinato en masa. En nombre de la pureza étnica hasta mataron a sus propios ciudadanos discapacitados. Todo tenía que hacerse implacablemente y sin piedad. La violencia cruda era el eje central de lo que hicieron y de lo que eran los nazis.

Y luego está el frente doméstico—el regocijo que trajeron las primeras victorias, la amplia popularidad del régimen; el conocimiento público del exterminio de los judíos; la puesta en acción de las políticas nazi contra los judíos y los demás, como dice Evans, “en un grado u otro, por cientos de miles, hasta millones, de alemanes”; la ausencia de la protesta; la ubiquidad y el poder de la propaganda; la profunda y espantosa corrupción de la medicina; el uso de la cultura, alta y baja; y el desencanto de la población con las crecientes derrotas cada vez más cerca de casa.

En “El Tercer Reich en Guerra,” Evans logra agrupar todo su material hábilmente no solo a partir de documentos y discursos, sino de diarios, cartas, memorias, transcripciones de conversaciones privadas, reportes secretos que los nazis hicieron sobre el ánimo popular y hasta los chistes que daban la vuelta. Llena su libro con personajes que aparecen y reaparecen con cambios de humor y poses. Algunos de ellos ponen en movimiento la maquinaria asesina de los Nazi. A otros los afectó esa maquinaria, contribuyeron a su operatividad y observaron mientras trabajaba.

Por supuesto que las figuras centrales de Evans son los monstruos morales que esperamos encontrar en esta historia—Hitler, Himmler, Goebbels, Gring, Borman, Heydrich, Eichman, Rosenberg, así como los muchos otros que formaban esa élite Nazi. También nos presenta los monstruosos oficiales alemanes—propagandistas, líderes militares, burócratas y comandantes de los campos de exterminio-quienes se aseguraban de que la maquinaria Nazi hiciera su trituradora labor destructiva.

Pero Evans también nos lleva a conocer a otros desconocidos—soldados alemanes, civiles, creyentes y dudosos ocasionales. A partir de los reportes de soldados que metódicamente mataban judíos a orillas de las fosas, así como los líderes alemanes que se jactaban sobre los gloriosos y necesarios exterminios, la documentación de las operaciones con gas, los testimonios de testigos y los diarios de las propias víctimas, Evans nos da un sentido dinámico, no solo del paisaje sangriento de este feroz drama, sino de los personajes que lo crearon, habitaron y fueron succionados por el.

Si el reordenamiento racial de Europa fue el corazón de la visión animada Nazi, el Holocausto era el ventrílocuo izquierdo de ese corazón. Evans muestra como, con la invasión de la Unión Soviética, comenzó el asesinato en masa de los judíos. Los escuadrones asesinos alemanes se desplegaron para dispararles. Un hombre de la SS que asesinó metódicamente judíos y observó mientras “sus cerebros se esparcían por el aire”, luego escribió: “Es raro, no me conmueve. No tengo piedad, nada.” Los soldados y los hombres de la SS tomaban fotos de las ejecuciones, algunas de las cuales se encontraron en sus billeteras cuando los mataron o los capturó el Ejército Rojo.

Eventualmente, este programa de matanza individual de judíos por medio de disparos fue reemplazado por el programa de gasificación en masa. Las primeras factorías para la matanza-Belzec, Treblinka, Sobibor—se montaron primordialmente para exterminar a los judíos polacos. Se sumaron otras, incluyendo la más grande de todas, Auschwitz-Birjenau, donde muchos de los judíos de Europa Occidental, así como de Hungría, murieron por gas. Evans está de acuerdo con la cifra de judíos asesinados durante el Holocausto, al menos 5.5 millones y probablemente unos seis millones. Citando un oficial del ejército alemán, cuyo diario seguimos a través del libro: Wilm Hosenfeld estaba sirviendo en Varsovia y sabía lo que estaba pasando en la cercana Treblinka. Era extraordinario en su sentimiento de vergüenza ante lo que su país estaba haciendo. “Con esta terrible matanza de judíos,” escribió Hosenfeld en Junio de 1943, “hemos perdido la guerra. Nos caerá una desgracia indeleble, una maldición que nunca se irá. No merecemos misericordia, todos somos culpables.”

Evans sostiene que la exterminación de los judíos fue el producto de los deseos de Hitler-que él estableció los parámetros sobre la necesidad de “destruir, remover, aniquilar, exterminar a los judíos de Europa.” Himmler interpretó los impulsos genocidas de Hitler y los oficiales en tierra los pusieron en efecto.

¿Y cómo se veía Hitler moralmente a sí mismo en todo esto? “Soy colosalmente humano” le aseguró a Himmler y a otro socio. Pero se lavó las manos del asesinato en masa. Como dice Evans: “En su propia imaginación, los judíos eran los responsables.” Hitler se convenció de que ellos comenzaron la guerra.

Que Hitler pudiera considerarse a si mismo como colosalmente humano nos dice algo importante y devastador, no sólo sobre Hitler y los alemanes, quienes repetidamente justificaron su exterminio de los judíos y sus otras acciones asesinas. También nos dice algo sobre la interminable capacidad humana por el mal y la justificación que hizo posible la horrible historia que Evans escribe con tanta pasión.

Walter Reich, el profesor Yitzhak Rabin de asuntos internacionales, ética y comportamiento humano en la George Washington University y profesor titular en el Centro Woodrow Wilson, era anteriormente el director del Museo del Holocausto en Estados Unidos.

Traducción: Gabriela Gamboa