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Contextualismos

Paso por allá

Contextualismos

Por Félix Suazo

Conversando con el curador Jesús Fuenmayor acerca del déficit crítico que se advierte en el panorama artístico venezolano, arribamos a la hipótesis de que “la situación país no deja ver el arte”. Cavilando sobre esta drástica suposición, me preguntaba cómo es posible que la “situación país” pueda eludir la nomenclatura del arte, incluso a las proposiciones artísticas que intentan dialogar con su entorno abiertamente. Se puede entender que la pintura de bodegones y paisajes no lleguen a tocar esa realidad y, en consecuencia, dicha realidad se manifieste indiferente ante ellas. Pero ¿cómo explicar que también se soslayen trabajos de fuerte gravitación contextual como los de Juan José Olavarría en torno a la iconografía de nuestra historia reciente, las fotografías de Luis Molina-Pantin a partir de Best Sellers consagrados a políticos y estadistas, los videos de Juan Carlos Rodríguez basados en los estereotipos de la llaneridad, las patinetas de José Antonio Hernández-Diez intervenidas con retratos de encapuchados, las acciones de Argelia Bravo a propósito de la comunidad transexual y las indagaciones de Javier Téllez acerca de la locura y el poder?.

Aparentemente, hay consenso en torno a la calidad de estas propuestas; como la hay respecto a las obras de Meyer Vaisman, Héctor Fuenmayor, Eugenio Espinoza, Alfred Wenemoser, Antonieta Sosa y Pedro Terán, por citar algunos casos. Pero: ¿Ha explicado alguien por qué son consistentes estas obras, más allá de la coherencia discursiva con que han sido resueltas o más allá de las convenciones prescriptas por el campo para el análisis tales obras? ¿Cuántos de nuestros críticos han intentado ofrecer interpretaciones o reflexiones que conecten la probada excelencia de estas y otras proposiciones con el contexto en que ellas se producen y exhiben?

No es mi intención afirmar que en Venezuela no hay crítica de arte, pero si debo subrayar la flácida efectividad de la existente, cosa que no se debe a la falta de formación o de criterios, sino al sesgo metodológico que les impide tratar con “la situación país” a través del arte y los artistas. Si las premisas del razonamiento anterior son correctas, entonces no es “la situación país” la que no deja ver el arte, sino el prisma o la óptica empleada para aproximarse a las producciones actuales. Para analizar un arte de contingencias hace falta una crítica contextual; esto es, una crítica sujeta a las circunstancias; que reconozca la inestabilidad axiológica de su objeto; que se entienda en su condición conjetural y que asuma sin complejos la relatividad de sus argumentos. Como dice Fuenmayor, no necesitamos una crítica que se dedique solamente a la construcción ensimismada del campo de la crítica sino que se concentre en la penetración de su objeto.

Claro que sobre esto último no hay consenso: mientras la Crítica Cultural merodea “las zonas de emergencia de prácticas artísticas y literarias igualmente riesgosas” a partir de una escritura “informal” y “desensamblada” (1); los Estudios Visuales se centran en las “demandas ontológicas de la imagen” (2). Ambas corrientes, sin embargo, se afirman desde una postura no-disciplinaria y antiacadémica, intentando el reencuentro con una realidad que es irregular y discontinúa como el arte que la refiere.

Notas al pie

(1) Richard, Nelly. Arte, cultura y política en la Revista de Crítica Cultural

(2) Los estudios visuales y el giro icónico