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Richard Posner, las fallas del capitalismo y la depresión

aposner

En que falla el capitalismo
Por Jonathan Rauch

New York Times

“El fracaso del Capitalismo: La crisis del 2008 y el descenso hacia la depresión.”
By Richard A. Posner.
346 pp. Harvard University Press. $23.95.

“Esta recesión,” dijo recientemente el Presidente Obama, “no la causó un descenso normal del ciclo económico. Lo causó una tormenta perfecta de irresponsabilidad y malas decisiones tomadas desde Wall Street a Washington, y hasta en la Calle Principal (main street).” Richard A. Posner no está de acuerdo. Una tormenta perfecta, sí: pero una tormenta de responsabilidad y de toma de decisiones razonables. El Crash de 2008 ocurrió porque los empresarios y los consumidores hicieron lo que los mercados y la sociedad espera de ellos. No culpen a los capitalistas, o al gobierno. Culpen al capitalismo.

Nos sorprende que Posner, un promotor del análisis económico del derecho (un movimiento promercado), le propinara un golpe a la idea de que los mercados se corrigen a sí mismos. También puede parecer raro que un juez federal (y profesor de la Universidad de Chicago) fuera de los primeros en publicar un extenso libro sobre la crisis financiera—como si Posner fuera un juez cualquiera. Pero Posner es el sucesor del desaparecido Daniel Patrick Moynihan. Posner es el intelectual público más omnívoro e independiente de mente del país. Ya debe tener docenas de libros y deben ocupar su propia ala en la Biblioteca del Congreso.

En “Catastrophe: Risk and Response” (“Catástrofe: Riesgo y Respuesta, 2004), abordó el problema de los eventos de alto impacto y poca probabilidad. El estallido de la bomba financiera ciertamente califica. En este lúcido y compacto volumen, Posner ofrece un manual simple más no simplista: “una revisión analítica concisa, constructiva, libre de argot y de acrónimos, no técnica, ni sensacionalista, ligera con las anécdotas, un análisis de las facetas del mayor desastre económico grande de los Estados Unidos, en lo que va de mi vida y de la vida de la mayoría de las personas.”

Si eres lector de la prensa, no te parecerán poco familiares los detalles de “A Failure of Capitalism.” Dinero fácil y una oleada de capital extranjero, avivado por el auge de préstamos, que le dio un chorro de crédito al mercado inmobiliario. Mientras subían, y subían y subían los precios, hasta las hipotecas riesgosas parecían seguras y todos se montaron en la ola, incluyendo los bancos.

La gente del sistema financiero contaban con las titularizaciones y con complicados instrumentos financieros para diluir el riesgo, pero el resultado fue que el riesgo se repartió por todo del sistema financiero, haciéndolo imposible de localizar. Cuando explotó la burbuja inmobiliaria, todos tenían “deudas malas”, pero nadie estaba seguro de cuan malas eran ni a cuánto ascendían las deudas. Mientras los bancos se encontraban subcapitalizados, los prestamistas dejaron de prestar y empezaron a vender activos para conseguir efectivo. Mientras más rápido corrieron todos hacia la salida, más rápido cayeron los precios de los activos, llevándose consigo las hojas de balance de los bancos. Los mercados de crédito se cerraron, deprimiendo la economía, aumentando la mora en las hipotecas y la deflación del precio del activo, debilitando aun más a los bancos, paralizando más el crédito, deprimiendo más a la economía…..repita ad nauseam

Usted conoce esa historia, y Posner la cuenta bien, con un tino particular para mostrar como interactuaron docenas de partes en movimiento. Pero como él es Richard Posner no está satisfecho con ser el guía amable a través de este matorral. Su interés real es encontrar y detonar granadas debajo de ese matorral.

Una de las granadas está en el título, en el que se menciona la depresión. La crisis actual, sostiene Posner, es una depresión. Cierto, no es (esperamos) una gran depresión. Pero la típica recesión de posguerra es parcialmente una desinflación y contracción que se autocorrige y cede, frecuentemente dejando fortalecida a la economía. La caída actual es una contracción auto sostenida cuyos costosos efectos colaterales durarán años. La Gran Depresión condujo hacia la Segunda Guerra Mundial. La depresión de hoy presumiblemente no será tan mala, pero puede resultar en una gran pérdida de producción, un aumento inmenso de la deuda nacional, del establecimiento de excesivas regulaciones, una terrible inflación, un descenso en el poder económico y geopolítico de los Estados Unidos y un incremento en la inestabilidad política en el exterior.

Una recesión típica es una corrección del mercado, usualmente de la inflación u otros desbalances económicos; una depresión es un fracaso de mercado. Y es un fracaso (y aquí está la granada No. 2) que el mercado no tiene el poder de evitar. “Un sistema interrelacionado de intermediarios financieros” -un sistema bancario, ampliamente definido-“es inherentemente inestable,” escribe Posner. Imagínalo como “una especie de epiléptico, sometido a extraños e impredecibles ataques.”

Los populistas y libertarios odiarán este libro, aunque no quiero predecir cual grupo lo odiará más. ¿Una tormenta perfecta de irresponsabilidad? Nada que ver. La crisis llegó precisamente porque las empresas y los consumidores inteligentes obedecieron las señales del mercado. “Los errores fueron sistémicos-el producto de la naturaleza del negocio de los bancos en un ambiente formado por bajos intereses y desregulaciones en vez de los trucos de los tontos y bandidos.”

¿Muchas personas fueron estúpidas e imprudentes? ¡Por supuesto! Pero eso no explica por que se desplomó todo un sistema, porque siempre hay gente estúpida e imprudente. El problema fundamental es que los mercados no pueden, y racionalmente no deben, anticipar su propio colapso. “Una depresión es un evento muy remoto para influir en el comportamiento mercantil. “Racionalmente, cualquier negocio individual puede resguardarse contra su propia bancarrota, pero no la bancarrota simultánea de todos los demás. “El empresario que maximiza la ganancia racionalmente, ignora las pequeñas probabilidades de que su conducta, en conjunción con la de sus competidores, puede desplomar a toda la economía.”

Durante la burbuja inmobiliaria, por ejemplo, no participar del boom hipotecario significaba privarse de grandes ganancias. “Aún si sabes que estás montado en la burbuja y tienes miedo de estar allí,” escribe Posner, “es difícil bajarte sin pagar un alto precio.” Así que la gente tomó decisiones que individualmente eran racionales, pero colectivamente no. Pero ver la crisis a través de lentes populistas, como lo hace el Presidente Obama cuando la atribuye a la “irresponsabilidad”, es no entender el problema cuando se culpa a los capitalistas por un fracaso del capitalismo.

Luego,—esta es la parte que odiarán los libertarios—los mercados, cuando están íntegramente de su propia voluntad, a veces zozobran y no logran enderezarse completamente durante años. (Ver: Japón, “década perdida”.) Ni puede contarse con la política monetaria para contraatacar las tendencias inestables del mercado, como han llegado a creer tantos economistas.

En fin, los economistas y los hacedores de políticas se pusieron engreídos. Ellos creyeron haber consignado las depresiones a la historia. Esto hizo que no vieran las señales de alarma y no se pudieron preparar para lo peor. “Estamos aprendiendo,” escribe Posner, “que necesitamos un gobierno más inteligente y más activo para mantener nuestro modelo de economía capitalista sobre rieles.”

¿Haciendo exactamente qué? Posner cree que la economía laissez-faire no tiene nada relevante que decir. El resto de los profesionales de la economía están todos dispersos. El sistema de regulación financiera necesitará una revisión, pero Posner sostiene que ahora, en medio de la crisis, no es el momento. De todos modos, nadie está seguro de cómo proceder. Sugiere, con desgano, algunas reformas, pero concede que “son cosas menores.” Si lo presionan, sospecho, puede aceptar algo de visión 20-20 retrospectiva, en su insistencia de que el gobierno debió prepararse para un evento que casi nadie creyó posible.

Cuando llegas a la última página, ni una sola generalización ha sobrevivido el escrutinio inclemente de Posner, ni ningún cliché populista queda en pie. “Un fracaso del capitalismo” abre ampliamente el camino sobre lo que no se debe hacer pero deja a los lectores sin saber hacia donde dirigirse ahora. En otras palabras, es solo un punto de partida—pero uno indispensable.

Jonathan Rauch es un escritor del National Journal y profesor titular de Brookings Institution.

Traducción: Gabriela Gamboa