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Testigos de la violencia pueden padecer enfermedades de por vida

3379225861_2ec866f430_bLos niños que habitan en barriadas reconocen desde que tienen uso de razón la diferencia entre el sonido de un fuego artificial y el repercutir de un arma. Casi instintivamente saben el daño que puede producir una navaja afilada o un chuzo, e incluso reconocen el tipo de lenguaje que se anticipa a una riña callejera.

Todo, absolutamente todo, queda grabado en su subconsciente sin que se den cuenta.  Su organismo -cuya memoria no se pierde- reacciona tarde o temprano somatizando serias enfermedades que van desde la obesidad hasta la diabetes. Todo esto y más, sólo por ser testigos involuntarios de la violencia que se vive a su alrededor, en su hogar, en su comunidad, en su país.

Si bien hay investigaciones bien desarrollados sobre el estrés traumático y los trastornos psicológicos que crean las situaciones cargadas de violencia en los menores, evidenciados en problemas para dormir, falta de concentración, y hasta ataques de pánico; recientemente un estudio del Harvard Medical School -en Boston- determinó que el ruido de un balazo puede cambiarle la vida a un niño y convertirlo en un adulto enfermo.

Las repercusiones que trae dentro del ser humano el no poder contar con la tranquilidad que necesita para su desarrollo físico, psicológico y emocional van más allá de lo que el ciudadano común puede imaginarse. No se tiene que ser víctima directa de un hecho delictivo -que para formar parte de los registros oficiales- para sufrir las consecuencias directas de ese hecho.

La razón está en que nuestro organismo reacciona a las agresiones. El cuerpo busca la manera de somatizarlo, según explica la investigación realizada en 28 niñas y 15 niños entre los siete y 13 años de edad, que habían estado expuestos a situaciones irregulares y sufrían de stress post traumático.

A través de muestras de saliva se midieron los niveles de cortisol, que es una hormona regulada por el sistema nervioso y que se altera con el stress. Si bien la hormona conservó sus niveles normales en las mañanas, el estudio determinó que en las tardes y noches alcanzaba niveles preocupantes, sobre todos en los niños que habían estado expuestos a situaciones de extrema violencia a esas horas.

Los cambios en los niveles de cortisol pueden acarrear un debilitamiento del sistema inmunológico, e incrementa la acumulación de grasa abdominal que está altamente relacionado con enfermedades cardiovasculares y la diabetes.

Lo anterior revela una verdad dramática para un mundo sobrecargado de guerras, conflictos, inseguridad y enfrentamientos entre bandas. Ya no sólo se trata de sobrevivir, sino de las consecuencias que se tienen que padecer por haberlo hecho.

Enlace: Witnessing Violence Affects Kids´Health

Foto: Permanently scatterbrained