Capital Humano

Testigos de la violencia pueden padecer enfermedades de por vida

Por Blanca Vera Azaf | 4 de mayo, 2009

3379225861_2ec866f430_bLos niños que habitan en barriadas reconocen desde que tienen uso de razón la diferencia entre el sonido de un fuego artificial y el repercutir de un arma. Casi instintivamente saben el daño que puede producir una navaja afilada o un chuzo, e incluso reconocen el tipo de lenguaje que se anticipa a una riña callejera.

Todo, absolutamente todo, queda grabado en su subconsciente sin que se den cuenta.  Su organismo -cuya memoria no se pierde- reacciona tarde o temprano somatizando serias enfermedades que van desde la obesidad hasta la diabetes. Todo esto y más, sólo por ser testigos involuntarios de la violencia que se vive a su alrededor, en su hogar, en su comunidad, en su país.

Si bien hay investigaciones bien desarrollados sobre el estrés traumático y los trastornos psicológicos que crean las situaciones cargadas de violencia en los menores, evidenciados en problemas para dormir, falta de concentración, y hasta ataques de pánico; recientemente un estudio del Harvard Medical School -en Boston- determinó que el ruido de un balazo puede cambiarle la vida a un niño y convertirlo en un adulto enfermo.

Las repercusiones que trae dentro del ser humano el no poder contar con la tranquilidad que necesita para su desarrollo físico, psicológico y emocional van más allá de lo que el ciudadano común puede imaginarse. No se tiene que ser víctima directa de un hecho delictivo -que para formar parte de los registros oficiales- para sufrir las consecuencias directas de ese hecho.

La razón está en que nuestro organismo reacciona a las agresiones. El cuerpo busca la manera de somatizarlo, según explica la investigación realizada en 28 niñas y 15 niños entre los siete y 13 años de edad, que habían estado expuestos a situaciones irregulares y sufrían de stress post traumático.

A través de muestras de saliva se midieron los niveles de cortisol, que es una hormona regulada por el sistema nervioso y que se altera con el stress. Si bien la hormona conservó sus niveles normales en las mañanas, el estudio determinó que en las tardes y noches alcanzaba niveles preocupantes, sobre todos en los niños que habían estado expuestos a situaciones de extrema violencia a esas horas.

Los cambios en los niveles de cortisol pueden acarrear un debilitamiento del sistema inmunológico, e incrementa la acumulación de grasa abdominal que está altamente relacionado con enfermedades cardiovasculares y la diabetes.

Lo anterior revela una verdad dramática para un mundo sobrecargado de guerras, conflictos, inseguridad y enfrentamientos entre bandas. Ya no sólo se trata de sobrevivir, sino de las consecuencias que se tienen que padecer por haberlo hecho.

Enlace: Witnessing Violence Affects Kids´Health

Foto: Permanently scatterbrained

Blanca Vera Azaf 

Comentarios (2)

cesar
5 de mayo, 2009

Seria bueno que el estudio no fuera tan genérico y digiera donde queda el barrio donde se llevo el estudio,y si hay casos similares en otros puntos de la geografía urbana.

guillermo
25 de agosto, 2009

no es de extrañar, luego de conocer las enfermedades ocupacionales producidas por malos habitos, el entorno he inclusive las condiciones contextuales a la cual se somete el organismon partiendo de las diferentes reacciones que este manifiesta como respuesta a un estimulo insano. al hablar de salud integral (politica que se pretende desarrollar)no solo se hace referencia a la parte metabolica, hormonal, psicoligica, sino que este tema es tan diversificado que incluye salud ambiental y salud ocupacional como ejes centrales que ifluyen directamente en el metabolismo y su respuesta especifica a la interaccion con el entorno. siendo ya un tema estudiado, analizado y ahora comprobado: no seria algo de que ocuparse y no de que preocuparse? cual seria el camino para orientar una conciencia y generar alguna respuesta?

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