Desarrollo

¿Se llegará a derramar sangre?

Por Prodavinci | 14 de abril, 2009

oilala

La caída en los precios del petróleo: ¿podría generar guerras civiles?

Por Ray Fisman

Con el sistema bancario trastabillando al borde del colapso y el Promedio Industrial Dow Jones reflejando giros que hacen sentir el estómago revuelto, es muy fácil sentir nostalgia por la época donde nuestra mayor preocupación era el barril de petróleo a $120. En estos días, la crisis financiera y sus innumerables causas se han manejado bajo una perspectiva tan cerrada que probablemente muchos no se han dado cuenta de la caída en los precios del petróleo ubicándose de nuevo en $70 por barril (al 20/10/08). Otros productos básicos reflejan bajas similares, como el trigo y el maíz cuyos precios bajaron 40% respecto a sus máximos más recientes. Esto brinda cierto alivio a los consumidores americanos afectados por la recesión; sin embargo, ¿que significa para los países de donde vienen estos productos?

En un reciente artículo, los economistas Oeindrila Dube y Juan Vargas usan datos sobre la larga guerra civil que viene sufriendo Colombia desde hace décadas, a fin de demostrar lo que realmente está en juego para las economías dependientes de estos recursos, donde las alzas y bajas en los mercados pueden implicar, literalmente, la diferencia entre la guerra y la paz.

¿Cómo se relacionan los precios de los productos básicos con los conflictos civiles? Los campesinos, aún más empobrecidos por la baja en los precios de sus cosechas, pueden convertirse en entusiastas reclutas de los grupos rebeldes que les ofrecen una mejor calidad de vida con el producto de sus saqueos de la que les puede ofrecer el producto de sus tierras (sin contar la protección contra el pillaje, ya que los productores no alineados se convierten en presa fácil tanto para los rebeldes como para las tropas del gobierno). Por ende, una taza de café más barata se puede traducir en conflicto para el mundo de los productores de café. (De hecho, algunos piensan que el genocidio ocurrido en Rwanda, donde murieron cerca de 1 millón de Tutsis en 1994, se disparó por la caída del 50% en el precio del café arábiga, principal sustento de los campesinos en Rwanda.)

Por otra parte, precios más bajos pueden significar menos conflicto. Una de las más grandes ironías en la historia económica moderna es que los recursos naturales pueden ser más una maldición que una bendición para la economía (la llamada maldición de los recursos naturales). Una de las razones de esta aparente paradoja es que los países de abundantes recursos sufren frecuentes conflictos civiles, cuando las diversas facciones luchan por controlar pozos petroleros, minas de diamantes y demás fuentes de riquezas naturales (y usan las ganancias logradas para impulsar mayores conflictos). Si caen los precios de estos recursos, entonces hay menos riqueza para disputarse entre sí, menos causas de rivalidad y menos efectivo disponible para comprar más armamento.
Tomando en cuenta estas dos fuerzas opuestas, ¿cuándo se podría esperar más o menos violencia por causa de la caída en los precios? Dube y Vargas sostienen que la diferencia crítica radica en la “concentración de mano de obra” necesaria para extraer un recurso; es decir, el valor del obrero respecto al costo de la edificaciones y maquinaria. Por ejemplo, para labrar sus tierras un campesino no necesita mucho más que una espalda fuerte y una pala, pero un taladro petrolero puede costar miles de millones y un oleoducto, miles de millones más. La agricultura de subsistencia necesita mucha mano de obra; mientras que la perforación petrolera necesita gran gasto de capital.

Cuando los precios agrícolas (o los de cualquier otro recurso que necesita mucha mano de obra) suben, los beneficios se distribuyen ampliamente y una gran cantidad de obreros ven como sus ingresos suben. Sin embargo, cuando sube el precio del petróleo, sólo ganan más los pocos privilegiados dueños de los pozos (y quizás también su relativamente poca mano de obra), generando aún más conflictos entre quienes controlan el cada vez más valioso petróleo.

Colombia, país destrozado por la guerra, sirve de campo de prueba ideal para las teorías de aquellos que estudian el conflicto civil. El país está “bendecido” por grandes reservas de petróleo, oro y otros recursos que necesitan gran gasto de capital, así como uno de los suelos más ricos del mundo para cultivar productos agrícolas que necesitan mucha mano de obra, como el café. Pero también está maldito por una sangrienta guerra civil que parece interminable. La reciente trayectoria tipo montaña rusa de los precios del café y el petróleo ofrece a los economistas la oportunidad de verificar si los precios altos se traducen en menos violencia en las regiones cafetaleras y en más violencia en las regiones petroleras.

En base a reportajes periodísticos sobre las violentas refriegas ocurridas en 950 municipios colombianos, entre los años 1988 y 2005, Dube y Vargas indican que cuando los precios del café subieron, la violencia bajó en los lugares donde una gran parte de las tierras se dedican al cultivo del café. Sin embargo, cuando los precios del café bajaron, como efectivamente lo hicieron en casi 70% a finales de la década de los 90, la violencia en las áreas cafetaleras se incrementó en forma drástica. Los investigadores piensan que el auge del conflicto debido a la baja en los precios de café pudo haber causado hasta 500 muertes adicionales. Mientras que con el petróleo ciertamente ocurrió lo contrario: los precios más altos fueron los que intensificaron el conflicto en las áreas con oleoductos o pozos productores. (Tanto los precios del café como los del petróleo se cotizan en los mercados globales; por lo tanto, es muy poco probable que el incremento de los precios lo causaran algunos comerciantes en pánico por el violento auge de la guerra civil en Colombia.)

Para reducir la violencia en Colombia y otros países ricos en recursos, se debe poner mucha atención a fin de reconocer cómo la fluctuación de los precios afecta realmente la situación. Si la caída en los precios del café hace que los campesinos se sientan desesperados, es necesario hacer algo para amortiguar el impacto en sus ingresos. Hace poco, el economista Edward Miguel de la Universidad de California, en Berkeley y yo sugerimos canalizar cierta cantidad de la ayuda internacional para el desarrollo colocada en inversiones a largo plazo a fondos de ayuda de corto plazo para los países más afectados por el colapso en los precios de los productos que necesitan más mano de obra. (Igualmente, los países recibirían ayuda al verse afectados por factores climáticos, como la sequía). Esta ayuda debe ingresar tan pronto como los precios vayan a la baja, antes que se presente una hambruna o guerra. De modo que la ayuda a Colombia se canalizaría al bajar los precios del café (o si los dioses de la lluvia en Colombia dejan de nutrir sus cosechas). Estos fondos de emergencia se irían reduciendo a medida que los precios se estabilicen -como sucedió en el año 2001- o comiencen las lluvias.

Respecto a los precios de los productos básicos que requieren gran gasto de capital, como oro, diamantes y petróleo, la lógica a aplicar es muy distinta. Algunos indicadores sobre lo que se debe hacer se pueden observar en países como Finlandia (bosques y minerales) y Botswana (diamantes) que han manejado sus recursos para el bienestar de todos sus ciudadanos. Cada uno de ellos cuenta con sólidas instituciones políticas que permiten que todo el pueblo se exprese y se aseguran que los posibles políticos embaucadores y señores de la guerra nunca lleguen a ser lo suficientemente ricos aplicando tácticas del tipo dividir y vencer. De alguna manera, las generalizaciones en base a Botswana (país africano del tamaño de una estampilla de correo) o los finlandeses (o cualquier otro pueblo escandinavo que simplemente es demasiado bueno como para creerlo) se deben hacer con cuidado. Sin embargo, sugieren que el “fortalecimiento de las instituciones“, término de moda en el área dedicada al desarrollo, para nutrir la democracia y la responsabilidad financiera constituye un cimiento crucial para cualquier nación sujeta a la maldición de tener muchos diamantes o mucho petróleo.

Los torpes intentos de EE.UU. para justamente desarrollar estas instituciones en Irak, país rico en petróleo, resaltan los retos de aplicar un enfoque de mano dura a la reforma democrática. Pero cuando la comunidad de ayuda global trató de aplicar un enfoque más liberal para asegurar que los beneficios generados por un oleoducto en Chad beneficiaran a toda la población del país, los estrategas políticos aprendieron cuán fácil es corromper a los dictadores que ya se han enriquecido con los ingresos del petróleo, y así hacer caso omiso a los futuros encargados de fortalecer esas instituciones.

Mucha gente inteligente ha dedicado largo tiempo a pensar sobre cómo escapar a esta maldición, pero generalmente sus ideas implican la participación de compañías mineras o de perforación, o la colaboración bien intencionada de los líderes de esos países. Mientras existan empresas que buscan las mayores ganancias sin importar el costo y el liderazgo político siga en manos de dictadores sobornables, lo más probable es que la gente del mundo en desarrollo siga lamentando su infortunada abundancia de recursos naturales. Por consiguiente, si Dube y Vargas tienen razón, pueden estar agradecidos de que la caída en los precios podría significar menos violencia, al menos por ahora.

Ray Fisman es doctor de la Universidad de Harvard y Profesor de la Universidad de Columbia. Es coautor de Economic Gansters: Corruption, Violence and the Poverty of Nations (con Edward Miguel). Ray nos ha autorizado a publicar sus artículos en Prodavinci.

Este artículo fue publicado el veinte de octubre de 2008 en Slate.

Traducción: Ana Cristina Punceles

Foto: photo240779

Prodavinci 

Comentarios (9)

Sonia Duque
15 de abril, 2009

Interesante artículo. Para algunos países la pregunta es si una caída de los precios petroleros afecta la popularidad de los presidentes y, si en el caso de que sea así, si se incrementa la probabilidad de conflictos en ese país.

Alberto Fila Sánchez
15 de abril, 2009

¿Saben si el libro de Ray Fisman ya se encuentra en español?

Jorge Toledo
15 de abril, 2009

He buscado, pero no hay versión al español disponible pues el libro es nuevo y estarán trabajando en ello.

Domingo Sifontes
15 de abril, 2009

Que yo sepa todavía el libro no está en español, aquí dejo el link http://www.economicgangsters.com/.

Victorino Márquez
16 de abril, 2009

Interesante pero creo que el artículo se le aplica más a los Estados fallidos de Africa que a Venezuela, en especial la parte que se refiere a petróleo. La pregunta para nosotros es: Cúando cae el petróleo la conflictividad aumenta o disminuye? En mi opinión aumenta. Y los que tienen que crear la institucionalidad para amortiguar las flcutuaciones no es la comunidad internacional sino nosotros. Saludos a todos

El LIbrero
23 de mayo, 2009

Interesante articulo de “nueva historia economica”. En Colombia se sabe desde “el comienzo de la historia” que la “colonizacion antioqueña” de pequeñas parcelas de cafe, es redistributiva y equitativa. Que bueno que los autores nos muestren hoy lo mismo en una regresion. Inventando el agua tibia. Ademas existian un “cartel” del cafe que fue destruido por el “fundamentalismo de mercado” NeoLiberal que manejaba el precio internacional del cafe, precisamente para amortiguar las fluctuaciones, que hoy este buen profesor quiere revivir por metodos de prestamos absurdos y anticiclicos, del IMF???!!! Para que destruyeron lo que funcionaba? La violencia en colombia respecto al petroleo, el “otro” recurso, que preocupa al buen profesor tiene que ver mas con las guerillas y sus estrategias. No creo que estos estudios econometricos ahistoricos, sean generalizables, ni universales.

Sonia Duque
23 de mayo, 2009

¿Un cartel para manejar las fluctuaciones del mercado? Un cartel tiene como objeto determinar el precio y generalmente tiene como resultado precios “monopólicos”. La pregunta es si los campesinos se beneficiaban de esos precios monopólicos. Lo dudo. Por otra parte, para poder determinar los precios, los carteles reducen la producción, por lo que cuando existen carteles hay un mayor nivel de desempleo, disminuyendo el costo de oportunidad de los campesinos de participar en actividades ilegales. Por otra parte, el ejemplo de petróleo es más para otros países que para Colombia. El paper de los investigadores se concentra en el café.

El LIbrero
24 de mayo, 2009

Sonia, Existio desde la crisis de los 30’s hasta la apertura Neoliberal de los 90’s, la Organizacion Internacional del Cafe,que efectivamente regulaba las fluctuaciones del precio internacional del mismo. Y ademas se creo internamente la Federacion Nacional de Cafeteros( dueña de una Flota Mercante, Banco Cafetero y otros “activos”) que manejaba y era el principal y unico exportador de cafe. Los cafeteros mismos manejaban su “cartel, efectivamente oligopolico” en beneficio de ellos mismos. Todo esto se desmantelo bajo el peso de las ideologia del libre mercado. Con el consiguiente aumento de violencia que trata de demostrar el estudio, frente a las fluctuaciones del ahora precio internacional sujeto al “libre mercado”.

El LIbrero
24 de mayo, 2009

http://www.ico.org/history.asp Y este pesimo sitio de la hoy disminuida y en ruinas federacion: http://www.cafedecolombia.com/quienessomos/federacion/federacion.html

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