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George Stigler: Las conferencias Tanner (y 3)

Por Carlos Goedder

A la labor divulgativa del prof. Manuel J. Cartea

En tres conferencias impartidas en 1980 en Harvard[1], el economista nobel George Stigler consideraba que la defensa del mercado por los economistas tiende a fundamentarse en argumentos relacionados con la eficiencia. En sintonía con ellos, se afirma que un buen funcionamiento del mercado alimentaría un círculo virtuoso integrado por transacciones voluntarias, mutuamente benéficas y honestas.

En sus teorías, por más “libre de compromisos” que el economista intente mantenerse, penetran las demandas y tendencias sociales. Es por ello que el creciente interés por los problemas relacionados con la distribución del ingreso comenzó a cobrar importancia en la economía. Un punto débil en el trabajo de Stigler es que dedica poca atención a Karl Marx (1818-1883), quien como economista vivió con particular intensidad el problema distributivo y cuenta como pionero en el tema. Ahora bien, incluso en Marx las consideraciones teóricas sobre distribución del ingreso estaban en sintonía con el trabajo clásico en economía; la retribución justa de un trabajador tendría que estar en sintonía con su productividad. Usando jerga más técnica, Stigler se refiere a esta “ética de la productividad marginal” de la siguiente manera:

“Muchos economistas que estuvieron entre los fundadores y diseminadores de la teoría de la productividad marginal adoptaron precisamente la visión de que el valor del producto marginal de una persona es la medida justa de su remuneración.”

Y agrega:

“… El apoyo a la ética de la productividad es generalizado. Incluso Marx, como Pigou, definió la plusvalía como la parte del producto del trabajador que le dejan de pagar”[2].

La preocupación con el asunto distributivo, cuyo abolengo Stigler queda sin encontrar en la propia teoría económica salvo en puntuales y raras ocasiones[3], en realidad podría haber dificultado la elaboración de una propuesta más sólida, fundamentada en hechos, sobre el tema. El nobel señala:

“…La aceptación generalizada de que es éticamente deseable una extensiva redistribución del ingreso ha impedido el desarrollo de una teoría positiva [objetiva] sobre este reparto del ingreso. Una teoría positiva de esta índole explicaría cómo la distribución del ingreso fue afectada y ha sido afectada por, desarrollos como una educación y riqueza crecientes, el sistema impositivo y otras formas de acción política, la institucionalidad de las herencias y los cambios en la naturaleza de la familia. Esta teoría positiva está comenzando a emerger y predigo que tendrá efectos importantes en las actitudes que los economistas tienen respecto a las políticas de redistribución”.

La validez del mercado como mecanismo eficiente y equitativo es defendida con mayor énfasis en la conferencia Tanner más apasionada del autor, que es justamente la última[4].

En ella están sus postulados más contundentes. Denuncia que las sospechas sobre el mercado como mecanismo nocivo para la distribución del ingreso suelen difundirse entre las clases más ilustradas. Los intelectuales, a quienes realmente una economía capitalista posibilita el lujo de vivir de sus ideas, se mostrarían hostiles a un sistema que en apariencia premia más bien el materialismo y los resultados financieros que los logros académicos y teóricos. Adicionalmente, muchos de los que publican sus tesis denunciando al mercado como injusto precisan un gobierno intervencionista y fuerte… Porque es este gobierno el que les da empleo en universidades públicas y organizaciones gubernamentales.

Y si este punto ya provocará a algunos lectores, palidece comparado con el siguiente. El mercado ha sido más justo con los pobres que otras arenas donde estos han sido injustamente excluidos, como son los sistemas políticos e ideológicos. Los agitadores de las clases menos pudientes contra el capitalismo serían precisamente intelectuales y políticos “burgueses”[5].

A los pobres les beneficia el mercado porque cotidianamente tienen dentro de él la posibilidad de expresar su opinión, algo que el sistema político sólo les reserva cada tanto, cuando hay elecciones y limitándoles, como señalaba Albert O. Hirschman, a un voto por persona. El poder que tiene el individuo como productor y su soberanía como consumidor son los mecanismos más democráticos que ofrece la sociedad.

“Estas clases humildes no dominan nuestro sistema político. A largo plazo tienen más votos en el mercado de los que tienen en las urnas, a pesar de las apariencias en dirección contraria”.

Si bien la posición ética del economista precisa elaboración más refinada, sus postulados básicos son consistentes con la justicia, que es eficiencia unida a equidad:

“El ser humano eternamente busca maximizar su utilidad [bienestar], en su hogar, en su puesto de trabajo – sea público o privado -, en la iglesia, en su trabajo científico, en suma, en todos lados. Puede que en el camino erre y usualmente lo hace: probablemente sus cálculos son muy difíciles y más usual es que su información sea incompleta. Aprende a corregir estos errores, aunque a veces sea costoso.”

Los movimientos migratorios son otra evidencia de la opción individual por el mercado. ¿Vemos balseros ir desde Miami hacia la Cuba de Fidel Castro? Stigler lega esta sentencia:

“Una economía abierta y descentralizada es la tierra de las oportunidades para las clases más humildes”.

[1] Disponibles en http://research.chicagogsb.edu/economy/research/working-papers.aspx . Los papeles de trabajo para sendas tres conferencias son los “working papers” 11 al 13.

Las entregas anteriores que he dedicado a Stigler están en www.carlosgoedder.com

[2] Ver The Ethics of Competition: The Friendly Economists. Arthur Cecil Pigou, economista de Cambridge, vivió entre 1877 y 1959. Sobre Marx, he elaborado más exhaustivamente en mis artículos dedicados a Raymond Aron (ver www.carlosgoedder.com)

[3] “…El interés creciente de los economistas respecto a la distribución del ingreso no provino de la propia economía”. C.f. Nota 2.

[4] STIGLER, G. The Ethics of Competition: The Unfriendly Critics

[5] Stigler: “Los intelectuales tienen el crédito de haber radicalizado el movimiento obrero”.