¿Cómo incrementar el ahorro y la inversión en Venezuela?

Herman Sifontes: “Del ciudadano rentista al ciudadano (re-)constructor de un país”

Por Conversaciones | 30 de marzo, 2009

Por Herman Sifontes

El mundo vive un período de ajustes debido a la crisis financiera y económica que se inició en 2008. Venezuela también tendrá que reajustarse en diversos terrenos. El Estado jugará un papel esencial. Sin embargo, no todo debe ser hecho por el Estado y el gobierno: hay tareas para las familias y para los ciudadanos que las integran. En estas líneas nos vamos a referir a una de las responsabilidades y posibilidades ciudadanas más importantes, que es la que deriva de la promoción del ahorro y de la inversión.

Muchas veces se ven estas actividades en forma equivocada. El ahorro se concibe como si fuera una pequeña cuenta en un banco, destinada a compras mayores al fin del año, y la inversión como una actividad propia de los empresarios establecidos, pero no de las familias comunes y corrientes. Vamos a abordar este tema; pero, antes, vamos a dar un pequeño rodeo.

Estabilidad e incertidumbre

Los seres humanos necesitan estabilidad para poder vivir. Para obtenerla, necesitan disminuir la incertidumbre en la medida de lo posible, ya que nunca será eliminada por completo. La forma de amainarla en alguna medida consiste en conocer lo más profundamente posible la realidad, saber cuáles son sus tendencias, visualizar las formas previsibles en que actuarán los integrantes de la sociedad. No obstante, siempre hay eventos inesperados, algunos de los cuales requieren recursos adicionales. En este último caso, el ahorro se constituye en una herramienta para disminuir la incertidumbre, para poder prosperar en los tiempos buenos y para aguantar los tiempos malos. Se constituye no sólo en una actividad económica sino en un aspecto esencial para la existencia de los seres humanos, para procurar sosiego en momentos de inestabilidad, para ser un apoyo en los nuevos proyectos que mejoren la situación de los integrantes del núcleo familiar.

El papel del ahorro

El ahorro es fuente de estabilidad en sociedades en las que existen mecanismos económicos y financieros que ponen a producir esos recursos, los cuales generan eventuales retornos que permiten afrontar la cesantía, el retiro, el desempleo y la vejez. En sociedades que no tienen esos mecanismos, que están sometidas a desórdenes en sus políticas económicas, los ahorros sólo producen escasos recursos y, con frecuencia, el dinero se va consumiendo poco a poco (o rápidamente) por la inflación. A veces se hace creer al cuentahabiente que puede incrementar rápidamente su cantidad de dinero porque las tasas de interés son altas, cuando en realidad la mayor parte de las veces esas tasas de interés son menores que la inflación y el ahorro se termina erosionado al fin de cada año. La elevación constante de precios hace que con el mismo dinero, aun añadiéndole una cantidad adicional producida por las tasas de interés, se compra cada vez menos.

El ahorro es necesario, pero para que pueda cumplir su función de suplir necesidades en los momentos inesperados y futuros, debe conservar e incrementar su valor. Como se ha dicho, se requiere estabilidad y previsibilidad en las políticas económicas del país; se requiere un sistema financiero público y privado sano; es indispensable que existan regulaciones apropiadas que impidan a algunos manejar irresponsablemente el dinero de los ahorristas; se hace indispensable un alto nivel ético de quienes actúan en el área financiera. Al mismo tiempo, se requieren instituciones apropiadas.

La inflación como problema

A partir del Viernes Negro, el 18 de febrero de 1983, Venezuela entró en un período de alta inflación, la cual afecta principalmente a las personas de ingresos fijos y, en general, de bajos niveles de ingreso. La inflación es un atentado contra los más pobres y por esa razón tiende a ampliar la brecha social. La carencia de ahorro y, por consiguiente, de recursos para la inversión, deja a los seres humanos inermes frente a la voracidad de los procesos inflacionarios; impide que los habitantes de un país, asediados por las necesidades más elementales, puedan ser ciudadanos en los sentidos político y económico. No son miembros de la “polis” porque no pueden ejercer sus derechos ni disfrutar de las garantías que la Constitución y las leyes les ofrecen. No participan del Mercado, pues no acceden a los bienes y servicios que este ofrece. No tienen ciudadanía política ni ciudadanía económica.

La ampliación de la brecha social hace que aumente el número de escalones que separan los bajos niveles de ingreso bajos de los niveles medios y altos, y por tanto hace mucho más difícil -y, a veces, imposible- la movilidad social. Sin ascenso social no hay base sólida para la democracia, pues es la clase media el principal producto y el principal sostén de su existencia. Sin clase media no hay democracia y su creación en Venezuela fue uno de los principales logros de medio siglo de luchas democráticas en el siglo pasado, después de la muerte de Juan Vicente Gómez.

Cuando los ciudadanos aprecian que su ahorro en bolívares se deshace por la inflación o pueden sufrir por su mal manejo, existe una tendencia a ahorrar en monedas que se consideran más estables. Esta previsión es la que explica que millones de venezolanos de todos los estratos socio-económicos: ricos, de clase media y pobres, en la medida de sus posibilidades, transformen lo que les sea posible, en dólares. No es falta de patriotismo, sino falta de confianza en que los bolívares puedan conservar su valor; es una actitud con racionalidad económica destinada a proteger los ahorros familiares. Esto es lo que explica la existencia de cantidades inconmensurables de recursos monetarios de venezolanos en el exterior, cuyo valor no se conoce exactamente, pero que se cuenta por miles de millones de dólares.

El país necesita el ahorro de sus ciudadanos

Ese dinero se necesita en Venezuela y para tal propósito es necesaria la confianza, para que retorne, para que se invierta de manera más productiva,y pueda preservarse e incrementarse. Las razones por las cuales el dinero se va al exterior son varias: la inflación que deteriora el valor de la moneda; la desconfianza en el futuro de la economía por la ausencia de políticas macroeconómicas estables y claras; la falta de seguridad jurídica que hace temer sobre los derechos de los ciudadanos; y los problemas que ha tenido el sistema financiero. Si cambiaran esas condiciones y los venezolanos recuperaran la confianza en el país, con tan sólo un 25 por ciento del ahorro que está en el exterior se podría financiar un formidable y moderno fondo de pensiones. Esos recursos podrían ser la fuente para la inversión productiva y segura, generar mayor empleo y fortalecer sistemas como el educativo y el de investigación y desarrollo.
Se podría crear un sistema de seguridad social completo y muy avanzado, que proteja los intereses de los trabajadores hacia el futuro y sea económicamente rentable. En este caso, Venezuela dispondría de una masa de ahorros para dar un salto hacia el primer mundo de manera mucho más acelerada que Chile y que las naciones del sudeste asiático.

Un aspecto fundamental en el destino del ahorro es su posibilidad de convertirse en la base de pequeñas y medianas empresas. Las circunstancias por las que atraviesa el país desde hace varios años demuestran que los venezolanos trabajan duro, de sol a sol, si es necesario; pero también que cuando se les trata en forma paternalista pueden ceder a la comodidad y mantenerse por la vía de los recursos gratuitos que el Estado distribuye. Sin embargo, cuando las condiciones les exigen esfuerzo, trabajo, sacrificio, están entre los primeros y los mejores para el cumplimiento de sus obligaciones. Este espíritu del venezolano, que nada tiene que ver con la “leyenda negra” que le atribuye un carácter perezoso, puede ser la base para generar nuevos empresarios, a través de un proceso que convierta a los trabajadores informales en trabajadores formales y, dependiendo de las vocaciones, en empresarios.

La alianza de los ciudadanos con el Estado y la empresa privada

La formación de ciudadanos emprendedores depende de la educación; pero, en forma definitiva, de las oportunidades que brinde un nuevo arreglo social que estimule el ahorro, genere fuentes sanas de inversión y que haga del emprendimiento un objetivo del cual sentirse orgulloso y honrado. En esta compleja tarea tienen que intervenir el Estado, el sector financiero y los ciudadanos, de manera conjunta. El Estado, para procurar reglas de juego claras y políticas adecuadas, sostenibles y modernas. El sector financiero para promover el ahorro y atender las solicitudes de crédito de la nueva generación de emprendedores. Los ciudadanos, por su parte, tienen que disponerse al trabajo productivo, al ahorro, al manejo discreto de sus gastos y a promover su propio desarrollo empresarial.

En este terreno, el sector financiero privado es clave. Requiere un alto sentido ético por parte de sus líderes y gerentes, así como sistemas transparentes y confiables que tengan capacidad de manejarse en un mundo turbulento minimizando los niveles de riesgo.

Los ciudadanos deben contar con un sistema financiero en el cual no exista el dispendio, el abuso, el enriquecimiento sin medida y la opulencia del nuevorriquismo, sino más bien que sea ejemplo de dedicación y esfuerzo.

El sistema financiero -privado o estatal- constituye un servicio público, tanto porque garantiza el proceso productivo moderno para toda la nación, como porque pone a circular los recursos de los ciudadanos. Por lo tanto, se requiere un sistema sano, sometido a criterios legales y éticos rigurosos, con un dispositivo regulatorio estatal estricto y transparente, lo cual no significa que sea engorroso e impráctico. El rendimiento obtenido por los accionistas, y al cual tienen derecho como inversionistas, debe ser el resultado del cumplimiento de los fines públicos del sistema, dirigido a los ciudadanos, y no puede ser obtenido contra los intereses de éstos. Un mejor banco, casa de bolsa, o instituto financiero no es el que más gana, sino el que mejor sirve a su público y a la colectividad, con beneficios razonables para expandirse, pero no a costa de sacrificar su propia misión como ente financiero de la sociedad.

El carácter de sistema que adquiere la circulación del dinero, el incremento de la masa de dinero, las interrelaciones inevitables entre las instituciones (tanto por sus vinculaciones mutuas como por la articulación que hace el público entre todas ellas), exige que todos sus integrantes estén “sanos”, lo cual no excluye las diferencias ni la competencia. Si se admiten por tiempos prolongados las malas prácticas, entonces ocurre un proceso imperceptible de contaminación que, cuando se detecta, lleva a problemas más graves; por esto es interés de cada institución que el sistema, como conjunto, sea sano.

La ciudadanía económica es la clave

Este planteamiento que acá hacemos está dirigido a transmitir la idea de que el centro de la solución de los problemas del país son sus ciudadanos. Para sacar a Venezuela de su grave situación actual el Estado, los partidos, los gremios, sindicatos, y demás organizaciones de la Sociedad civil, tienen un papel. Sin embargo, el más importante es el de su gente. Si la actitud de los venezolanos es positiva hacia el ahorro y la inversión, si toman conciencia de que éstos no son elementos de “los ricos” sino de todo ciudadano que quiera progresar, las perspectivas del país y de sus familias mejorarán.

Nuestro propósito es evidenciar que cada venezolano puede ser un inmenso creador de riqueza, porque la riqueza honrada y sana siempre tiene dos palancas que la hacen posible: ahorro e inversión. Son términos que muchos desconocen, pero que pueden estar a su alcance con la actitud apropiada y unas entidades financieras que se propongan servir a la gente.

El concepto clave es el de ciudadanía económica, que significa formar parte de la nación como agente productivo, capaz de comprender que todo lo que se recibe como servicio alguien lo paga. No hay servicio gratis y si no lo pagan unos lo pagan otros, pero no hay nada que sea gratuito. Para que los servicios públicos sean buenos y eficientes es necesario que la sociedad contribuya a sostenerlos mediante el pago de impuestos: si unos no los pagan, el servicio será deficiente; y si no es deficiente es porque se carga sobre los hombros de otros, lo que también es responsabilidad de los que los reciben. Los servicios proporcionados por los entes privados también tienen su costo y hay que pagar por ellos para poder obtenerlos en forma puntual y adecuada. Por ello es indispensable que el ciudadano sea solvente, es decir, que sea un ciudadano también de esa nación que es la de los productores y de los trabajadores, la de la producción, la inversión, el ahorro y el consumo.

Pertenecer como ciudadano a la nación del trabajo y la producción significa tener capacidad de intervenir en los asuntos públicos de manera libre, sin depender del Estado o de los gobiernos. Así es posible elevar la calidad de la democracia. Debe notarse que un elemento esencial de la ciudadanía económica es el trabajo, la inversión y el necesario ahorro. Para poder participar de esta patria de la producción, la sociedad no puede estar volcada al consumo en una medida en que el ahorro sea sacrificado. Esto significa enfatizar los valores de la templanza y la moderación, del consumo equilibrado, sano, sustentable, ambientalmente adecuado, dirigido a preservar la salud mental y física. Una sociedad que enfatiza el consumo y que mide las virtudes por los niveles de consumo, es una sociedad condenada al estancamiento cuando las épocas son difíciles, y al derroche en los momentos de bonanza. Una sociedad volcada el consumo, sin atender a la otra dimensión de la ecuación que es el ahorro y la inversión, está condenada a ser inestable políticamente. Sólo las sociedades que promueven el emprendimiento, el ahorro y la inversión pueden gozar de estabilidad política y libertades ciudadanas plenas. Quienes participan en estos procesos de formación de ahorro nacional tienden a tener una mirada puesta en el largo plazo y son poco proclives a dejarse seducir por propuestas políticas populistas.

El centro de un proyecto que enfatice la libertad de los ciudadanos en el campo político tiene que tener como ingrediente esencial la libertad de los ciudadanos en el campo económico. Esto significa construir una sociedad moderna que no esté basada en la dependencia del Estado, de lo que fluya del maná petrolero, sino de lo que se pueda construir a partir del ahorro y de la inversión de cada individuo productivo, de cada familia, de cada comunidad. El propósito es pasar de la sociedad rentista petrolera a una en la que cada ciudadano pueda ser dueño de un patrimonio que garantice una existencia sana, productiva, feliz, y que, al mismo tiempo, tenga capacidad de soportar los tiempos malos que en toda nación se presentan periódicamente.

La tarea es construir una sociedad basada en el ahorro y la inversión. A ella convocamos y a ella estamos dispuestos a servir.

Conversaciones 

Comentarios (42)

franalex laprea
31 de marzo, 2009

Es una descripcion de lo u eesta pasando en V., lo lei esperanzado de ver una formula particular para salir de este marasmo pero todo se reduce a las modificaciones de la politicas actuales del gobierno, yo no puedo ahorrar en V. porque la inflaccion se lo come, no puedo invertir debido a que no hay seguridad juridica, no hay seguridad laboral, al empezar construir tengo que lidiar, antes que con el banco o los arquitectos, con un sindicato de la construccion o con varios sindicatos que se te aparecen primero amenazandote. En fin esto no depende de mi esfuerzo si no de la falta de un ambiente propicio.

gracias

B.B.T.
31 de marzo, 2009

La inflación es un gran desestímulo al ahorro. A veces se dice que los venezolanos no ahorran, pero con tasas de interés negativas puede considerarse hasta irracional ahorrar. Ahora, la gente ahorra por necesidad aunque no siempre bajo los mejores instrumentos.

Marcos Zárate
31 de marzo, 2009

Ante todo, saludo esta polémica que se abre con el texto del doctor Sifontes. Ya hemos conocido de él antes su preocupación por el tema en los círculos universitarios. dice el ponente: “El ahorro es necesario, pero para que pueda cumplir su función de suplir necesidades en los momentos inesperados y futuros, debe conservar e incrementar su valor”. Estimo que esta es la clave para incentivar el ahorro, sobre todo el de largo plazo. La pregunta es cómo. ¿Será posible en la Venezuela actual donde las tasas están por debajo de la inflación y la devualuación? de ser posible, me gustaría saber de qué manera, sobre todo cuando el acceso a través del mercado de capitales se ve infatuado con la actual crisis financiera mundial. Por lo demás es claro que la tranquilidad familiar y el método de financiamiento del desarrollo de un país lo constituye el ahorro interno del mismo. De nuevo, felicitaciones por la iniciativa. Es un tema clave y de mucha actualidad.

Adalberto Caballero
31 de marzo, 2009

Estimados amigos de ProDaVinci: Definitivamente concuerdo con Franalex Laprea. El artículo es excelente, no cabe duda. Pero cuando tenemos un país que va en sentido contrario de la lógica y a contramano de las agujas del reloj, los proyectos quedan suspendidos hasta el retorno de la sindéresis. Estamos gobernados por el absurdo, y la dinámica nos lleva al caos. La pregunta es: ¿se puede, incluso en este escenario irracional propender al ahorro y la inversión? Mi sensación es que no se ve factible. Espero los especialistas nos den luces. Gracias.

Daniel Figueroa
1 de abril, 2009

Buenos días, muy bueno el artículo ójala funcione como un canal para obtener resultados positivos. Como dicen los demás comentarios, ahorrar en Venezuela es bastante complicado por las tasas reales negativas, los pocos instrumentos de ahorro y lo reducido del mercado de capitales. Por un lado el sector privado debería buscar fuentes de financimiento alternativas, emisiones de bonos y acciones. Sería interesante poder ver nuevamente Mavesa cotizando, o las agroindustriales, manufactureras, aerolineas. Por supuesto los dueños o accionistas deben hacer un cambio de cultura y mentalidad y mayor presion regulatoria por parte de la CNV. Por otro lado el sector público tiene que brindar las estructuras legales y físicas para atraer tanto inversion extranjera como potenciar la nacional y permitir que se den las condiciones para el punto anterior. Las entidades financieras deben brindar mayor atención al publico no solo recibir y pagar documentos, sino realmente una asesoría financiera de los instrumentos activos y pasivos. Los ahorristas ser un poco mas agresivos en ese sentido y no limitarnos a colocar depositos en plazo fijo. Por ultimo, creo que el sistema de pensiones debe ser rediseñado totalmente y verdaderamente motive al ahorro, ya que ese es el unico ahorro obligatorio que tenemos los dependientes laborales: las prestaciones sociales y las cotizaciones en el IVSS. Saludos,

Julián Matasiete
1 de abril, 2009

¿Alguno de uds sabe si en los estudios que sobre la idea de propiedad entre los venezolanos se han hecho recientemente, como los de CEDICE por ejemplo, se ha podido determinar cómo ve la gente común y corriente la idea de ahorrar? Me suena que todas estas preocupaciones que tenemos sobre la debilidad de la moneda, lo agobiante de la inflación son como muy de la clase media. Me pregunto -no lo sé- si esas mismas ideas existen en torno al ahorro en los estratos populares, si todo se queda en el pretexto de que no ahorro porque de chiripa puedo sobrevivir, o no ahorro porque el dinero se evapora, o si hay algo más.

Rafael Osío Cabrices
1 de abril, 2009

Comparto, naturalmente, las preocupaciones de los demás usuarios y lectores de este artículo de Herman, que explora entre otras cosas una idea que me interesa mucho, la de “ciudadanía económica”. Suscribo, por supuesto, la angustia porque sabemos o intuimos que las cosas deberían ir en aquel camino pero el gobierno hace todo lo posible porque no sea así. Pero me inquieta saber si todo depende del gobierno, en este caso. Si no podemos hacer nosotros algo más. Si el modo en que quemamos todo dinero que nos pasa por delante, en celulares o en rumba, a cuenta de que varios economistas han dicho en los medios que la inflación se lo comerá todo y hay que gastar, no es algo independiente del Jurassic Park ideológico que tiene el chavismo en la cabeza. Sobre este asunto del ahorro me hago la misma pregunta que me hago sobre varias otras cosas, como el modo de manejar en la calle, como la violencia en sus distintas manifestaciones, como la relación con el Estado: ¿realmente la culpa, toda la culpa, es de Chávez? Y sabe Dios que de chavista no tengo un pelo, bastante que he escrito públicamente contra este gobierno, pero me late, no sé, tengo el pálpito de que muchos de los defectos colectivos e individuales que hoy han explotado en la sociedad venezolana son anteriores al chavismo, e incluso contribuyeron a hacerlo posible y a mantenerlo en el poder.

Antonio Blanco La Guardia
1 de abril, 2009

Ahorrar en un contexto inflacionario voraz, como el de Venezuela, carece de racionalidad. A menos que sea parte de una estrategia más compleja entre el ahorrista y las instituciones financieras privadas, porque con el Estado y sus política actuales no se puede contar para nada. Ahorrar, para abrir una cuentica, que se la coma un decreto de Chávez es iluso. Yo me imagino que se pueden crear nuevos instrumentos para ahorrar en los que el ciudadano pueda sentir confianza, no sólo porque tengan rendimientos esperados aceptables, sino porque se coloquen en instituciones que sean confiables y en las cuales haya directivos y dueños con alto nivel ético. Esa combinación: ciudadanos responsables+instrumentos apropiados+instituciones bien manejadas+directivos y propietarios con valores éticos elevados, constituyen la combinación a la cual yo apostaría para el largo plazo. Una conducta así requeriría una alianza más estrecha entre el sector empresarial financiero y los “ciudadanos de la economía” que vaya más allá de la relación cliente-proveedor. ¿Qué instituciones están dispuestas tejer esta red? He allí la cuestión.

Rafael Arráiz Lucca
1 de abril, 2009

De acuerdo: el ahooro y la inversión son fundamentales para el desarrollo. El tema es fascinante, ya que la Sociedad de Consumo no estimula el ahorro, sino todo lo contrario y así penetramos en la selva de las paradojas: sino consumimos no estimulamos el aparato productivo, pero si educamos a la gente a consumir desmedidamente, cómo tallaremos una cultura del ahorro ya la inversión. No es fácil. La vida occidental está llena de paradojas: por una parte se nos ofrece como modelo el desprendimiento y la pobreza de Cristo y por la otra se nos induce a ser ricos, a poseer. Como suele suceder, la virtud está en el justo medio, aquel en el que creían los griegos, el Aurea Mediocritas. Si los seguimos llegaremos al mejor puerto: ahorrar, invertir y consumir, pero ninguna de las tres tareas de manera obsesiva ni angustiante, sino con prudencia. Ahhh, llegamos a la virtdu cardinal de los griegos: la prudencia. Me gustó el texto: bien escrito y argumentado. Saludos.

Albi Rodriguez Jaramillo
1 de abril, 2009

Aplaudo la iniciativa del debate, pero como venezolano considero que la crisis del ahorro y la inversión en nuestro país es uno de los síntomas de la crisis estructural de nuestra conciencia como pueblo.

Coincido plenamente con Rafael Osío sobre la duda de pensar si esta situación que vivimos los venezolanos, ante el consumo y la propia valoración del dinero y la riqueza, no tendrá orígenes algo más remotos que este nefasto decenio de desconfianza para la inversión y el ahorro.

Durante la década de los 60, 70 y comienzos de los 80 nuestro país no conocía de los implacables efectos de la “Moderna y Poco Estimulante Inflación”, ni de la “Volatilidad Cambiaria”, ni de instrumentos financieros, no obstante, esto no impidió que la explosión del país petrolero terminara en importantes fugas de capitales por parte de los venezolanos que accedieron a la riqueza, que aunque hoy suenan minúsculas comparadas con las vividas en los últimos 10 años, nos permiten ilustrar que el fenómeno de la desconfianza económica patria tiene larga data en nuestro país.

Tal vez, desde que abandonamos la agricultura y nos concebimos como “País Petrolero”, en todos los estratos sociales la única realidad que se ha heredado en nuestro Inconsciente Colectivo ha sido la del “Balancín que Chupa la Tierra”; para esta imagen, el valor de relación, de costo oportunidad del trabajo y de lo producido, siempre será dado fuera, en Estados Unidos o en Europa, pero nunca en la realidad económica venezolana.

Esta condición de “Balancines Petroleros” me ha permitido entender cómo es que en los últimos 20 o 30 años, a pesar de la inmensa fortuna que ha recibido la renta petrolera, prácticamente nada ha quedado, ya que el costo financiero y económico que hemos tenido que pagar por lo que ha quedado, hace no replicable ni expandible cualquiera de los ejercicios de gestión pública masiva en beneficio de un colectivo, que en su mayoría se ha hecho más pobre.

Para hablar de ahorro e inversión en Venezuela debemos comenzar por educar sobre estos términos en todos los estratos, y no se trata de tecnicismos ni de conceptos abstractos que no pueda manejar ni entender el agricultor más iletrado o el joven analfabeta infuncional proveniente de alguna misión. No.

Existen pruebas irrefutables que determinadas metodologías de ahorro y crédito pueden ser manejadas eficientemente por sectores populares y rurales, quienes paradójicamente logran en el mediano y largo plazo demostrar mayores y mejores signos de confianza en su trabajo y en su producción que los manejados por muchos representantes impecables de nuestro sistema financiero y de mercado de capitales.

Me refiero a metodologías como las desarrolladas en diversas partes del mundo en la que grupos de coterráneos, con vínculos sociales y culturales, efectúan de forma organizada y voluntaria aportes periódicos de dinero en grupo, con la finalidad de hacerse préstamos o desembolsos entre sí, definiendo un costo de ese dinero, dictado no por los criterios del BCV, sino por elementos reales como la inflación, sus propios costos de administración y la rentabilidad esperada.

Estos aportes de ahorro informal tendrán el mejor rendimiento para cada uno de ellos, representado por la propia tasa de interés que entre ellos se han fijado para cobrar por sus préstamos, ya que esta tasa es la representación del “Costo Oportunidad” de ese dinero.

En este proceso, los que participan y aportan (Ahorran-Invierten) dinero se auto conciben como “Socios”, “Accionistas”, ”Copropietarios” de su unidad comunitaria de ahorro y crédito, en otras palabras “PROPIETARIOS DE SUS CAPITALES”.

Lo que describí en los dos párrafos anteriores es una síntesis muy escueta de la metodología que descansa detrás de los microbancos o bancas comunales del Grameen Bank de Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz, que igualmente en nuestro país vieron sus primeras expresiones en las iniciativas con el trabajo de Salomón Raydan con FUNDESIR en el oriente del país, o la Fundación de Desarrollo de Miranda FUDESEM durante la administración del Enrique Mendoza, o los casos de Unión Campesina y otros tantos ejemplos que hoy persisten.

En estas modalidades de ahorro y crédito se trabaja con tasas reales positivas, más un margen de rentabilidad que se distribuye entre los accionistas o socios al final del ejercicio anual. Con inmenso placer tuve la dicha de conocer personalmente, gracias a la facilitación de funcionarios del actual Fondo Único Social de Miranda, al Banco Comunal de Salmerón en el Asentamiento Campesino de Salmerón de Araira, tierra de nuestras mandarinas, en el que esta organización comunitaria rural, a pesar de no haber tenido apoyo financiero ni acompañamiento durante los 4 largos años de la Administración de Diosdado Cabello, logró mantenerse operativa y gestionando sus ahorros y préstamos exitosamente con sus propios recursos, administrados con el celo del propietario responsable de sus obligaciones.

Estas increíbles experiencias contrastan con las crudas realidades de un país que entre los años 1994 y 1997 padeció una de las más grandes crisis financieras del mundo contemporáneo en el sector privado, tan resquebrajante en nuestro continuo histórico económico, como el inaceptable derroche de recursos dilapidados en regalos bajo la motivación geopolítica de Chávez.

Son tres las generaciones perdidas, entre el imaginario del “Balancín Petrolero” y diversos grupos políticos y económicos miopes ante el repunte de la pobreza.

Con una enfermedad tan crónica no existen curas milagrosas. La educación en ciudadanía económica, superando el complejo que ha instalado este gobierno para hablar adecuadamente de El Capital, constituye el principal reto, que lejos de lo que muchos piensan, se encuentra arraigado en los hogares mas humildes de nuestra geografía.

Boris Muñoz
2 de abril, 2009

Saludo esta iniciativa de Prodavinci y en particular el enjundioso ensayo de Herman Sifontes. Un aporte que encuentro muy valioso es el de la estrecha relación que existe entre las conductas económicas y la idiosincrasi cultural de determinado país. Herman dice que la crisis de los ochenta generó un espiral de deterioro económico que a su vez estimuló una terrible fuga de capitales cuyo monto se podría calcular en cientos de miles de millones de dólares. Por una de esas paradojas que señala Rafael Arráiz, esa fuga ha ido acompañada por un voraz consumismo que, durante los últimos años, ha incluso superado el bochornoso “ta’barato dame dos” con el cual se nos estigmatizó durante el primero periodo saudita. Para seguir en esa tónica de absurdos, diría que el paroxismo de esos contrasentidos lo encontramos en una economía rentista que no reinvierte los recursos que genera. En otras palabras es una economía que, bajo la premisa de que la materia prima que la sostiene es ilimitada, erosiona su base de productiva. La otra faz de esa forma perversa tiene que ver con el caracter esencialemnte especulativo que tiene la inversión en Venezuela. Por raro que parezca la especulación es el síntoma de una falta de confianza en el sistema económico y en la sociedad en su conjunto, el síntoma de un colectivo que, paradójicamente, se vuelve cada día más individualista y desentendido del país como conjunto. Por eso, me parece que el planteamiento de Herman sobre la construcción de polis podría ser radicalizado preguntándose si, en realidad, hay alguien en Venezuela que pertenezca a la polis y si, en definitiva, existe algún espacio con las caracteristicas de una polis. Esto hay que mirarlo dentro de las coordenadas y el emprendimiento, pero sobre todo desde un marco institucional mayor que tiene que ver tanto con el Estado como expresión de lo público como con la concepción del individuo y lo privado. Sé que ya estoy volando demasiado alto y que por algún lado hay que aterrizar esto. Me parece que la ciudadanía económica es un buen punto de partida para entender el agenciamiento productivo. Pero esta noción, que plantea un horizonte en sí misma, pasa necesariamente por un profundo debate de la idea misma de las instituciones sociales, pues sin instituciones que operen de manera cabal siempre estaremos subordinados al autoritarismo, el burocratismo, la corrupción que son las expresiones más claras de nuestro fracaso como sociedad y de la anarquía que siempre nos acecha.

Saludos

José Capote
2 de abril, 2009

Es interesante abrir esta discusión, yo creo que la vía es canalizar institucionalmente la iniciativa emprendedora de los miles de venezolanos que salen a la calle a trabajar de manera informal, habría que aprovechar ese impulso para instruir a esos micoempresarios al ahorro y la inversión.

Con relación al problema del rentismo quisiera compartir con Uds una reflexión que he escrito para el blogg “plan especial anticrisis” del profesor de la Universidad de Carabobo Santiago Guevara. Por cierto, gracias a Herman Sifontes y al Prof Alayon x la visita a nuestra universidad recientemente.

La realidad en el país de las maravillas

La nueva escuela institucional nos dice que el mercado necesita de unas estructura que la soporten, con esto se sepulta el principio de autorregulación de los mercados, más allá de eso, se asume que las características de dichas estructuras soporte van a determinar las asignaciones de mercado y el desempeño económico. Ciertamente no hay una vía única posible para el desarrollo, las estructuras institucionales no son ni deben ser idénticas, pues las estructuras sociales y las dotaciones iniciales de cada economía son distintas. Es por ello que es necesario abrir la discusión sobre la estructura institucional venezolana, examinar si la misma permite el avance hacia una sociedad distinta, más prospera y productiva.

El hecho de ser una economía petrolera nos hace distinto a la gran mayoría de los países, hecho que se demuestra en el fallo de muchas teorías estudiadas en los salones de economía, desarrolladas en su mayoría en países industrializados. Por consiguiente es necesario revisar y producir nosotros mismos explicaciones a los fenómenos económicos venezolanos, es decir, hay que ponernos a investigar para poder explicar lo complejo de la realidad venezolana. Afortunadamente ya hay varios economistas que se han inmiscuido en el problema, es especial Asdrúbal Baptista, quien ha desarrollado aspectos teóricos del capitalismo rentístico –como el llama al sistema económico venezolano- esa obra de economía política explica los orígenes y las características de nuestro sistema económico.

En ese sentido creo que las nuevas estatizaciones anunciadas por el ejecutivo alarman a todos los venezolanos, pero que no debería asombrarnos; no es la primera vez que se estatiza por “razones estratégicas para el desarrollo de la nación”. En los tiempos de la Gran Venezuela de Pérez, el mismo argumento sirvió para aumentar significativamente el poder del Estado y reducir el rango de acción de los venezolanos.

No es casualidad que ambos gobiernos (Pérez I y Chávez) recurran a esta premisa en medio de una bonanza petrolera, algo debemos aprender. Hay que estar claro que un político anhela pasar a la historia por sus obras y así ganar apoyo en sus aspiraciones a cargos sucesivamente mas importantes, para esto, en la mayoría de los casos necesitan mayor cantidad de recursos. El hecho que el Estado este conformado por políticos, lleva a que el mismo tenga la característica de ser un maximizador de presupuesto, según la teoría de la Elección Pública.

En muchas partes del mundo donde el Estado no posee la independencia que brinda los ingresos petroleros existe la necesidad de trabajar en conjunto, entonces, el Estado velará porque los empresarios puedan desarrollar sus empresas y obtengan beneficios, pues, a través de impuestos el Estado podrá disponer de mayores recursos y así tendrá mas herramientas para solucionar problemas y los políticos hacerse un lugar en la historia. Sin embargo en Venezuela no es así, aquí la renta petrolera es el combustible principal de la economía y el juego se desarrolla en función de apoderarse de la misma. Ya en 1945 un ilustre venezolano como Arturo Uslar Pietro se percataba de ello y sentenciaba

“El hecho es que el Estado interviene y esta interviniendo en nuestra vida económica, porque nuestra vida económica no es sino un reflejo de la riqueza del Estado… La cuestión vital… no es saber si el Estado debe intervenir o no…, sino crear una vida económica propia y creciente, ante la que pueda plantearse un día el problema de la intervención”.

De esto se desprende que en Venezuela ser competitivos, eficientes, productivos, etc, no determina la suerte del país, por lo tanto las acciones del Estado no estarán a favor de lograr dichos objetivos, pues su futuro no esta ligado al desempeño económico propio, sino administrando la renta petrolera en procura de ganar las próximas elecciones. De aquí nace el “espíritu rentista” donde mediante la manipulación del presupuesto público se trazan alianzas. El Estado “compra” apoyo político y los sectores de la sociedad aseguran su supervivencia, como también plantea la Escuela de Elección Pública. A rasgos macro así se desenvuelve la vida en Venezuela a partir de inicios del siglo XX, un siglo de este tipo de relaciones genera comportamientos propios al sistema, la vida del venezolano gira entorno a tratar de conseguir herramientas que le permitan mascar un pedazo mas grande de la torta, por lo tanto los grupos de presión viven tratando de justificarse como indispensables para el país, pues inconscientemente han aprendido que esforzarse para ser exitoso no necesariamente asegura la supervivencia sino su habilidad para negociar su vida a través del presupuesto. No es por el clima ni por los genes que las elecciones en Venezuela generen tanta incertidumbre, es por lo que esta en juego.

La preocupación por los efectos de este sistema no son nuevos, varias acciones se han ejecutado en función de disminuir la importancia del petróleo en nuestra vida, tratando de sembrar el petróleo, se llevo a cabo un plan de industrialización y de sustitución de importaciones que produjo empresarios rentistas y parásitos del Estado que la ineficiencia empresarial y la posterior competencia internacional se encargaron de llevárselos a la tumba. El talón de Aquiles de estas iniciativas radica en que se plantean dentro de la misma lógica rentista, a través de ayudas de un Estado rentista, he aquí una gran diferencia entre el proceso de desarrollo de los grandes países industrializados y el nuestro, aquellos se enmarcaron dentro de la iniciativa empresarial y que llevo siglos desarrollarse, el nuestro estuvo en manos de la iniciativa política y se pretendió hacerlo en un puñado de años.

Al final se dio a luz a una sociedad dependiente hasta el tuétano que necesita dar el paso, sino creen, un ejemplo, la universidad, ¿como se logran mejoras a nuestro Campus? ¿Por los logros académicos? ¿Con proyectos que se venden a las empresas? ¿Por eficiencia en la administración del presupuesto? NO, sino por su capacidad para negociar con y/o hacer presión al Estado. Si se pretende trasformar este modelo de sociedad debe plantearse de forma sistémica y no acusar las partes (Estado, sociedad civil, empresarios, universidades, etc.) pues todos están jugando el mismo juego con las herramientas que poseen cada uno. Los comportamientos esperados de los actores de la sociedad (roles) son marcadamente rentistas, buscadores de renta, pues así lo exige la estructura institucional, no es por mera voluntad de los individuos.

En conclusión decir que es complejo es una ligereza, pues se debe desmontar la estructura rentista sin caer en la tentación de apoyarse solo con la renta petrolera, habría que insertar comportamientos más competitivos en el sistema e impulsar su crecimiento para implosionarlo. Para ello habría que abrir espacios para la competencia, la innovación y el cambio, la universidad podría jugar un papel importante, sin embargo habría que luchar con fuerzas que lo trataran de impedir, como es lógico. El reto será crear espacios donde sea la innovación y la competencia sean comportamientos racionales, es decir, que si Ud. es creativo sea recompensado o al menos no estorbado, y pueda materializar lo creado. La universidad como “cuna” del conocimiento posee el capital tanto físico como humano, queda de parte de nosotros los universitarios llevar eso a cabo, pues aún cuando muchos estén de acuerdo con cambiar no estén convencidos en participar en el. Tenemos una gran responsabilidad con la historia y el país, queda de parte de nosotros hacerlo realidad, si queremos un verdadero cambio (no de colores sino real) tenemos que empezar desde adentro del recinto universitario para que sea reflejo del país que queremos.

José Capote

josegcapote@yahoo.es

alejandro oliveros
2 de abril, 2009

Boris Muñoz duda ante la oportuna mención a la polis que hace Herman Sifontes en su meditado ensayo. Pero me gustaría recordarle al querido amigo lo que ya sabe, que el ejercicio de la polis es la mejor forma de resistencia al autoritarismo,el burocratismo y la corrupción que, con justicia, tanto lo preocupan; espacios con características de polis existen: prodavinci es uno de ellos

Rafael Arráiz Lucca
2 de abril, 2009

Conviene recordar que lo que ha permitido el desarrollo cientìfico y tecnològico en el mundo liberal ha sido la capacidad de ahorro. Conviene recordar que el socialismo real, el soviètico o el cubano, nunca pudieron contribuir con avances tecnològicos porque anatematizaron la acumulaciòn de capital y, resulta que la única manera de poder financiar el desarrollo es atendiendo a una ecuaciòn simple: alguien puede ahorrar, acumula e, indirectamente, le presta a quien no tiene recursos y posee una idea. El crédito, que se fundamenta en que alguien acumula y a alguien le falta, ha sido el motor del desarrollo. Donde esta ecuaciòn falta, hay pobreza. Muy interesante lo escrito por Boris: no importa que haya sido extenso.

AMG
2 de abril, 2009

Por un lado, el artículo se hace oportuno, no solo para el entorno Venezolano, sino en el contexto de la crisis global originada en Estados Unidos, país que perdió la “prudencia,” como bien mencionaba el Prof. Arraiz. Tampoco quisiéramos convertirnos en Japón, que ahorra todo, y no consume: económicamente el bienestar no es tener dinero, sino transformarlo en beneficios a través del consumo. Sin embargo, esto no forma parte de un conjunto de políticas públicas que puedan (o mejor dicho, deban) ser impulsadas desde el gobierno, ya que forma parte del conjunto de valores y principios (y cultura) que reina en una sociedad. En el fondo, creo que la reflexión para Venezuela es simple. La ciudadanía debe fortalecerse desde el punto de vista de valores y principios (como el ahorro e inversión para enfrentar el consumismo), y es una batalla que se debe dar independientemente del Estado, y es una batalla que debe liderar el sector privado y empresarial. Muchas veces buscamos el sistema perfecto, donde podamos librarnos de pensar en la ética y en los valores, pero no será posible. Igual que yo creo en la libertad política y el libre mercado, creo que para preservar esas libertades y mantener el equilibrio democrático, siempre tendrán que existir individuos como tu, Herman (que son MUY POCOS en nuestro país lamentablemente), que ayuden a fortalecer a la ciudadanía, y llenarla de las virtudes (voluntarias, como la solidaridad y la subsidiariedad) que hacen sostenible un sistema como el capitalista.

P.D. En desacuerdo con el carácter de “bien público” de los servicios financieros. Son sin lugar a dudas un bien privado, y el banquero no tiene la “responsabilidad social” de generar cultura de ahorro. En un entorno que no es mercantilista como Venezuela (todos los negocios son con el gobierno), el banquero tiene INCENTIVOS a fomentar el ahorro, es la vía más segura de crecer su negocio y ganar más platica.

Aurelio Concheso
3 de abril, 2009

Coincido con Rafael Osio en que hay mas un problema cutural que desincetiva el ahorro. Es cierto que la inflación y las tasas de ahorro(bancarias) negativas confiscan el ahorro.Sin embargo hay otras maneras de protegerse, e instrumentos en el mercado con los cuales hacerlo, en la medida que ahorrista tenga cultura económica y vaya mas alla de la formula tradicional de colocar su dinero en una cuenta de ahorro bancaria. En la medida que haya mas ahorristas, y sobre todo mas ahorristas bien informados, se irá creando una masa crítica que se vuelve un impedimento para que este o cualquier gobierno tome medidas desincentivadoras del ahorro pues después de todo este no es el primer gobierno ( ni será el último) que toma ese tipo de medidas en esencia populistas cuando tiene oportunidad de hacerlo.

Joaquín Marta Sosa
4 de abril, 2009

El ensayo de Herman Sifontes que ha servido de fertilizante para este diálogo, me parece impecable y exhaustivo. Allí están todas las claves y códigos del asunto, su gramática fundamental. De igual modo, algunas de las intervenciones ponen el dedo en las teclas interrogantes. Es decir, ¿tiene sentido ahora mismo ahorrar e invertir en Venezuela cuando uno de los factores (el Estado y su gobierno central, más éste que aquél) del triángulo virtuoso parece situarse de manera contumaz en conflicto y hasta en oposición ante los otros dos (la empresa privada y el ciudadano)? Probablemente sí y, creo, al menos por tres razones. Una de ellas ya ha sido expuesta por Aurelio Concheso: en la medida en que vivimos un momento político y económico en el cual el gobierno central se empeña en regresarnos al mega-estatalismo, con la consiguiente reducción del peso ciudadano y empresarial, deviene en crucial para la libertad, la igualdad de oportunidades y el indispensable equilibro de poderes que la ciudadanía y las (sus) empresas incrementen tanto presencia como peso en una de las áreas siempre fundamentales, la del poder económico, y la mejor y más sólida manera de hacerlo es ahorrando e invirtiendo, con toda la prudencia y ponderación del caso (como lo aconseja Rafael Arráiz Lucca). Una segunda razón es la de que en definitiva el futuro no está separado del presente, no es un por-venir sino un por-hacer que comienza cada día, hoy y aquí. Si deseamos, por tanto, que en algún momento, lo más próximo posible, Venezuela sea un pais enrumbado por la prosperidad igualitariamente producida y equitativamente disfrutada, tenemos que sentar sus bases ahora mismo, evitar que al despilfarro y mal uso de los fondos públicos se acompañe el mal empleo de los fondos ciudadanos (personales y empresariales), es decir, ni ahorrando ni invirtiendo con sensatez, no esforzándose en acumular su propio “capital” de “economía cívica” (por contrate con la “economía política” que es la esatal), de tal manera que en un punto del camino, lo más cercano posibe, se restituya la equivalencia entre los tres factores del triángulo virtuoso, e incluso se tienda a que el peso específico pueda inclinarse hacia las bisectrices ciudadana y empresarial. Y la tercera razón es que, en definitiva, el ahorro y la inversión constituyen modalidades de la solidaridad y de la cohesión social. De la solidaridad porque gracias a ellas el conjunto social puede disponer de recursos para mejorar las condiciones tangibles de la calidad potencial y real vida para cada vez más personas. Y gracias a ésto, cada vez más ciudadanos incorporan a su conciencia y a su práctica el concepto de que bien vale el esfuerzo de vivir y convivir en una sociedad donde los espacios de calidad incluyen y cohesionan cada vez a más gente, sencillamente porque cada vez más gente contribuye en y con ellos. Así, pues, la meta final de solidaridad y cohesión abre camino a una sociedad más amable y habitable, con futuro porque tiene presente. Claro, nada de lo dicho se alcanza sin un grado de riesgo, sin arriesgarse, sin batirse contra las incertidumbres y abrir claros en ellas. La ciudadanía económica de la que habla Herman Sifontes, implica justamente que ganar ese estatuto supone estar dispuesto a dar pasos aunque el centro del camino tenga sombras y no aparezca del todo despejado. Ahorrar e invertir es un buen modo de comenzar a despejarlo a futuro desde el hoy.

Víctor Antonio Bolívar
5 de abril, 2009

El común denominador, en estos aspectos que excelentemente maneja Herman en su ensayo, lo tenemos en la actitud que debería asumir el ciudadano como factor importante de su propio desarrollo; en este caso, su conducta frente a un hecho económico, como lo es el ahorro en todas sus facetas, en el que él no es el único protagonista. Su solo título sugiere esa concepción proactiva e integral de un asunto que hasta ahora, en términos generales, se ha tratado en forma por demás doméstica. Han sido ya unas cuantas las líneas que Herman ha dedicado al tema del ahorro. En esta oportunidad, justo es destacar que cuando lo aborda con enfoques que van desde cómo neutralizar la incertidumbre hasta la significación de la ciudadanía ecónomica, pasando por explicaciones pedagógicas y referencias históricas en el órden financiero, lo hace de una manera bien estructurada, pero tambíén descarnada esencialmente cuando precisa causas y efectos por la pérdida de confianza de los venezolanos. Así, enumera “.. la inflación que deteriora el valor de la moneda; la desconfianza en el futuro de la economía por la ausencia de políticas macroeconómicas estables y claras; la falta de seguridad jurídica que hace temer sobre los derechos de los ciudadanos; y los problemas que ha tenido el sistema financiero..”

Sin embargo,es la alianza de los ciudadanos con el Estado y la empresa privada, igualmente acometido por Herman, el punto más neurálgico de su estudio, donde no solo lo ético es de relieve sino también las reglas del juego claras que cobran capital importancia. Las vicisitudes a que está expuesto el mundo financiero en el país, en el que el sesgo ideológico se ha convertido en factor determinante para la toma de decisiones, es el escollo a superar. Coincido que debemos empinarnos por encima de estas dificultades y que debemos asumir el asunto con ese criterio proactivo donde reencontremos esos valores que hoy se han trascocado. Sé del optimismo, la sinceridad y seguridad con se que hace este planteamiento y presumo que servirán estos razonamientos de Herman como claves en esas instituciones responsabilizadas de fomentar conciencia y valores a los venezolanos. Aceptamos la convocatoria.

Cristobal Arraiz
7 de abril, 2009

Este tema de discusión resulta sumamente interesante porque al abarcarlo se tocan los temas más importantes de la teórica económica, sin embargo para la diversidad de la discusión preferí darle un enfoque social. Primero que nada porque al pasar de rentista a constructor se tienen que reformar los procesos productivos e inclusive los hábitos de vida y de consumo de los ciudadanos de un país. En el caso de Venezuela resulta sumamente difícil porque el petróleo nos ha volcado hacia una sociedad desincentivada a la creatividad y al esfuerzo personal. El ser un país rentista implica una combinación de fenómenos psicológicos que van inexpugnablemente ligados al poder. Estos patrones se podrían remontar hacia los tiempos de la colonia. Venezuela país de raíces militares, y libertador de América nunca se caracterizó por ser un país altamente productivo, más bien su fortaleza recaía en su organización militar y en su poderío bélico bajo la dirección de Bolívar, Sucre y Páez. Esto lo traigo a acotación porque los fenómenos económicos casi siempre están ligados a factores culturales y sociales de las regiones a ser estudiadas. No mucho ha cambiado desde la colonia, una parte considerable de la sociedad Venezolana prefiere seguir lineamientos políticos y pertenecer a militancias políticas como forma de superación, que a la opción de la formación personal seguida de la superación económica y social. La razón de este fenómeno recae en el hecho de que las cualidades necesarias para superarse y surgir en el ámbito político se pueden aprender en la calle, en este sector lo importante es ser valiente, oportuno, determinado, suspicaz, y carismático. Todo esto se puede aprender en la esquina de un pueblo tomándose una caja de cervezas. Me preguntas si es fácil, en lo absoluto, la mayoría de los que tratan esta vía se quedan en el camino, pero no por sus limitaciones sino por mala suerte. En cambio, el camino de la superación vía estudio-trabajo implica mucha dedicación y un estilo de vida que lamentablemente no está presente en todo el país. La mayoría no se sienten capaces o creen que sus propias limitaciones le impiden superarse mediante el estudio. En la sociedad Venezolana siempre ha sido mejor visto el bravucón de plaza que el intelectual académico, a diferencia de los países desarrollados en donde no hay nada más reconocido que ser premio nobel o profesor de una buena universidad. Muchos de estos fenómenos implican el hecho de que el desarrollo es el estado en el cual los humanos paulatinamente nos vamos alejando de nuestras raíces animales. En las comunidades animales el que manda no es el más inteligente sino el más salvaje. Creo que el preferir la primera responde al hecho de que la educación de calidad todavía no se ha descentralizado por todo el país y en segundo lugar porque los incentivos al emprendurismo con sistemas económicos tan volátiles y tan ligados a los ciclos económicos son casi nulos. El ser rentista implica eso, ser un cliente político de una tendencia que probablemente no sea la mejor, pero es la que ostenta el poder y los recursos.

Al hablar de ahorro necesariamente tenemos que referirnos a tasas de interés, que a su vez nos llevan a mencionar la inflación, y esta nos ubica dentro del marco de los intelectuales en una disyuntiva entre los economistas keynesianos y los monetaristas. En el análisis técnico podríamos concluir de que si hay maneras viables para estabilizar la economía a largo plazo (en otro comentario amplio este tema). Lo difícil en este caso es que las sociedades latinoamericanas volcadas hacia un realismo mágico y sumergidas en un cuento de pasiones encontradas, han preferido el inmediatismo político y no se han dedicado a pensar en el futuro de las siguientes generaciones. Los latinoamericanos constantemente presentan una conducta de final inminente, las decisiones tomadas parecieran ser tomadas bajo la premisa de que el mundo se fuera a acabar muy pronto. En los periodos de expansión económica se gastan los recursos, y en los periodos de recesión se pide prestado. Si las sociedades tuvieran edad nosotros estamos superando la adolescencia, todavía nos falta mucho para llegar a la estabilidad. En cambio EE UU y Europa están comenzando el retiro, tanto nosotros como ellos tenemos mucho que cambiar si queremos avanzar. EE UU y Europa necesitan la creatividad de la juventud para reformar sus sistemas que ya comenzaban a envejecerse y nosotros deberíamos adaptar los puntos positivos y los que si han funcionado de las sociedades avanzadas para poder crecer.

Aníbal Romero
13 de abril, 2009

El texto de Herman Sifontes es lúcido y pertinente. Me parece obvio que el autor no se engaña con respecto a los obstáculos que hoy existen en nuestro país, y que dificultan de modo significativo el avance hacia el tipo de sociedad que considera deseable. Se trataría de una sociedad de individuos responsables y productivos, muy distinta a la que ahora conocemos, caracterizada por el predominio de una mentalidad rentista, y por la claudicación que muchos han llevado a cabo de su responsabilidad ciudadana y familiar. Ahora bien, lejos de considerar que el ejercicio de definir una alternativa sea estéril, pienso que es necesario y puede resultar fructífero, en la medida que la visión de un futuro distinto nos aliente a contruirlo paso a paso. En tal sentido, tiene interés referirse, así sea brevemente, a los casos de sociedades que ahorran y a otras que no lo hacen, a fin de aprender de las mismas. Creo que casos como los de Alemania y China, donde los individuos y familias tienen muy elevadas tasas de ahorro (y las empresas de inversión), se caracterizan por haber experimentado grandes penurias en tiempos históricamente recientes. Los sufrimientos colectivos les han llevado a ahorrar para prepararse ante eventuales y novedosos vaivenes de la fortuna. Ahora bien, Alemania es una sociedad envejecida, en la que muchos ahorran para protegerse durante el otoño de la vida. En China, país que carece de seguridad social, la gente ahorra para la vejez pero también para invertir en la nueva generación. Se ahorra para educar a los niños y jóvenes de la familia, y para asegurarse que puedan competir en el mundo globalizado, lo cual es muy interesante. En EEUU se ahorra muy poco, y por décadas la gente se acostumbró a vivir de un crédito aparentemente ilimitado que alimentaba un consumo incesante. Las cosas, sin embargo, han empezado a cambiar, y de nuevo vemos que las dificultades inducen al ahorro. En Venezuela se ahorra poco, y es sensato pensar que la razón de fondo es que el dinero fácil distribuido por el Estado populista, promueve el desinterés hacia el porvenir, y estimula la tendencia a confiar en que lo que hoy vemos se repetirá sin grandes cambios mañana. Cabe entonces concluir que el tipo de actitud que Herman Sifontes esboza en su artículo, orientada a la construcción de una sociedad de personas responsables y productivas (de “ciudadanos económicos”), sólo surgirá a través de las dificultades.

Inocente
19 de abril, 2009

Nuestra permanente preocupación sobre el tema del ahorro y la inversión cobra mayor importancia en momentos en que los principales sistemas financieros mundiales sufren profundas crisis de magnitudes aún desconocidas. La pertinencia del debate se centra muchas veces en el porque de esa crisis; aunque algunos prefiramos comentar en como reaccionarán las sociedades para recuperarse de este golpe y retomar la senda del desarrollo. En nuestra opinión es en el ahorro donde se centralizará el esfuerzo para retomar la senda del desarrollo. El ahorro es, sin lugar a dudas, el eslabón inicial en el ciclo virtuoso de la creación de riquezas. Y entendamos el ahorro como eslabón inicial no solo en su consideración económica, que sin duda la tiene, sino más importante en su consideración ética del ciudadano. El ahorro, o más especificamente la actividad humana de ahorrar, requeire de esfuerzo, de sacrificio, de una ética de la conducta humana que venza la tentación al consumismo y al gasto superfluo o innecesario; tendencia predominante en el mundo ocidenatl en laas últimas decadas. Una conducta comedidad, frugal, centrada nos lleva a evitar a gastar en exceso y nos permite incrementar nuestros ahorros; se dice fácil pero las estadísticas demuestran que no lo es tanto. La ética del ahorro, vinculada estrechamente al esfuerzo en el trabajo y a la posterior inversión es la ética predominante en los inmigrantes y es en nuestra modesta opinión una des las causas fundamentales del progreso y formidable fortaleza económica de los EUA, la economía más grande del planeta. Los EAU desde su formación como país independiente sentaron los cimientos y los mecanismos institucionales para que los ahorros de sus ciudadanos, con presencia importante de inmigrantes, se convirtieran en inversiones de esos mismos ciudadanos. Inversiones que generaban riquezas, empleos e incentivos para el esfuerzo emprendedor que se multiplicó en todos los campos de la actividad económica. Cuando nos preguntabamos al inicio de este comentario como reaacionarán las sociedades a esta profunda crisis financiera nos respondemos con elejemplo que vemos de la conducta de la sociedad norteamericana y para ello concatenaremos dos aspectos que se mencionan constantemente en la prensa y blogs de ese país. En primer lugar, hemos leido repetidamente en su prensa, aunque no lo hemos verificado en las fuentes oficiales, que el ahorro en los EUA ha crecido por primera vez des 1.980; es decirque luego de casi 30 años de decrecimiento en el ahorro esa sociedad retomo la senda del ahorro, eslabóninicial. También leemos en su prensa como la sociedad norteaméricana está retomando de manera entusiaste y con cierto sentido gregario, el tema de la frugualidad en su forma de vida, lo comedido en el gasto, lo razonable en el expendio. Son múltiples los comentarios en ese sentido y los blog con temas al respecto. Si una sociedad como la norteamericana, con presencia importante de inmigrantes, ha retomado la senda del ahorro derivada de una actitud personal y social hacía la frugalidad, aunado mecanismos isntitucionales que vigilarán más de cerca a las instituciones encargadas de preservar y encausar los ahorros de sus ciudadanos, se está consolidando el eslabón inicial de un virtuoso circulo de generación de riqueza en una sociedad con capacidad de generar importantes recursos en ahorro. Creemos esperanzadamente, que producto de la la actual crisis financiera, los ahorristas vigilarán más de cerca el destino del ahorro (producto de su esfuerzo) y con el retomar de su ética del trabajo/esfuerzo/ahorro de siempre serán más prudentes en sus inversiones y las mismas sean dirigidas a aquellos esfuerzos que realmente tengan viabiliadd en el largo plazo. De cumplirse estas premisas el ejemplo emprendedor se multiplicará consolidándose en el tiempo en circulo virtuoso de la generación de riquezas. Ha sidi doloroso el aprendizaje, pero consideramos que la sociedad aprendió que es en el ahorro y la inversión y no en el consumismo donde está el veraddero motor de la economía.

Sergio Dahbar
14 de mayo, 2009

Celebro la discusión sobre el ahorro en un contexto tan brutal como el que vive Venezuela en este momento de su historia. Las opiniones diversas y contrastadas, el pensamiento que nos permita meditar las opciones de vida y de futuro, las discusiones civilizadas, son de por sí un gesto de humanidad que debrían servir de ejemplo ante unas gradas que parecieran pedir sangre y confrontación atroz. el ahorro sin duda es una herramienta que nos ayuda a construir estabilidad. Pueden existir demasiadas circunstancias que se opongan al ahorro, que lo sabeteen e intenten erradicarlo de nuestras vidas, pero proponer, como propone el pensamiento de Sifontes, que el tema exista como idea entre nosotros, que lo estimulemos como práctica y filosofía, aún cuando pueda parecer una higuera en un campo de golf (Cisneros dixit), debe ser aplaudido de manera sostenida por quienes creen en una Venezuela distinta a la que conocemos desde hace diez años, una Venezuela que posee un potencial maravilloso y que ha sido vapuleada de la manera más lamentable. Celebro las palabras de Herman. saludos

Daniel Centeno M.
21 de mayo, 2009

Celebro el artículo del señor Sifontes. Tanto él como casi todos los que opinaron en este foro despertaron en mí un interés sobre un tema al que no suelo dedicarle mucho tiempo: el ahorro y la inversión de los ciudadanos como miembros de una polis. Llego tarde a la discusión, y reconozco que mis sentimientos son encontrados. En muchas ocasiones me he visto criticar el manejo de las reservas y recursos de mi país: con muy pocas previsiones a futuro y sin la capacidad de blindarse en el dinero que le ha llegado a entrar a chorretones en diferentes épocas de vacas gordas. Como ya han asomado en algunos comentarios, esta constante de acción llega a los individuos, casi por vía sanguínea, como identidad cultural. La gente compra dólares, corotos, trapos, asume el presente y suele vivir al día, arrastrando un pasado pletórico en deudas domésticas. Es cierto. No es un rasgo que nos enorgullezca. Pero también aterra percibir la sensación de inestabilidad bancaria que zarandea nuestra realidad. Pasados funestos como el del Banco Latino, Confinanzas y Banco Progreso nos hacen enarcar las cejas y no saber a qué santo recurrir en nuestras plegarias. Presentes impredecibles en donde el Estado nos sataniza por tener dinero, con amenazas de nuevos decretos imposibles, tampoco nos ayudan. Como siempre: las disyuntivas están servidas en nuestra realidad más criollita. Debemos tener cabeza, es verdad, alentar una educación sobre el ahorro y dejar de apoyar el despilfarro como indudable salida, pero ¿en quién o qué confiar cuando toda esta filosofía está asumida como correcta? Es en ese estadio cuando me siento atrapado, con mis ahorros “a buen resguardo”, al igual que un personaje kafkiano. Saludos

Enza García Arreaza
24 de mayo, 2009

Las palabras de Herman Sifontes son para celebrar. No sólo porque son precisas y accesibles sin dejar de ser elegantes, sino porque encierran, entre otras cosas, un concepto que a menudo se hace de lado cuando hablamos del estado de salud de la vida política y económica del país: la ética. Las conductas económicas no escapan a ello. Si una estructura social está determinada por el ejercicio económico, por los modos de producción y la administración de un capital, no cabe duda que como todo lo humano, esto sea un ejercicio implícito de las labores morales. Si bien el Estado debe cumplir con una serie de compromisos con los seres que lo conforman, es indudable que cada ser humano persigue la medida más alta de bienestar y felicidad, y que será el mejor Estado aquel que propicie dichas condiciones, pero este bienestar y felicidad deben ser producto inalienable y directo del ejercicio de la virtud individual. Eso no lo puede imponer estado alguno por la fuerza, dado que distinguir entre el bien y el mal es la facultad más personal de todas. Y creo que nos pasa a muchos venezolanos. Culpamos al gobierno, a la contingencia de los otros, antes de evaluar nuestro saldo de vida. Es verdad, las políticas económicas y sociales del régimen actual no provocan las circunstancias más propicias para el ahorro y la inversión, pero tampoco deja de ser cierto que somos en diversas medidas una sociedad consumista y perezosa a la hora de reflexionar sobre nosotros mismos, donde por ejemplo, según datos estadísticos, las mujeres invierten la mitad de su sueldo sólo en cuidados de belleza, independientemente de la clase social o tendencia política.

Emilio Alvar
24 de mayo, 2009

Sin duda, el presente artículo abre entre nosotros un espacio para la reflexión realmente necesario en los tiempos que corren. Como señala, de forma honesta y clara, su autor Herman Sifontes en la primera parte, vivimos un período de grandes cambios en el mundo, que repercuten, lógicamente, en nuestro país, en donde las múltiples percepciones de esos cambios nos obligan a ajustes periódicos. Ajustes que tendrán que darse en primer lugar en nosotros mismos, no obstante la naturaleza veloz e impredecible con la que se suceden estos hechos.

Tomando conciencia de tal situación y a sabiendas de que la realidad nacional en los actuales momentos vuelve muy cuesta arriba el logro de los planteamientos esbozados por el Dr. Sifontes en cuanto al cambio de actitud de los ciudadanos con respecto al ahorro y la inversión, se hace indispensable iniciar, aunque sea gradualmente, de alguna manera, el estímulo de la confianza en estos procesos, por parte del sector privado y de la población en general.

Sabemos que los cambios de conciencia se generan a partir de la educación. Por ello, ésta se vuelve premisa obligatoria si ansiamos ver que nuestra sociedad dé pasos firmes en el camino de la democracia y la libertad.

Ahora bien, en el caso venezolano, al no contar con un Estado que de manera eficaz procure reglas de juego claras, practique políticas adecuadas, o lo que en definitiva resume su desdén por el fortalecimiento del sistema educativo, la formación socio-económica de los nuevos ciudadanos dependerá del sector privado y de la posición que fijen estos mismos ciudadanos dentro de sus comunidades. La idea esencial será propender a la educación de individuos críticos, por tanto, responsables a la hora de ejercer su ciudadanía, entendiéndose a sí mismos como ciudadanos productivos, generadores de riqueza, a través de las posibilidades que brindan el ahorro y la inversión.

Aparte de los obstáculos que nos ha impuesto el azar económico, el sector oficial, etc., sabemos que nuestra sociedad ha sido durante decenios una sociedad rentista, consumista, acostumbrada al gasto superfluo, y que le será difícil dar el vuelco hacia algo diferente, en este caso, convertirse en emprendedora mediante el uso de sus ahorros, o en otros, ayudándose de créditos que provengan del sector financiero; o arriesgarse a la inversión en el país. Sería indispensable elaborar un plan conjunto apoyándose en factores que hoy por hoy no sean adversos a tales ideas. Es el caso de alcaldías, universidades, institutos, ONG, etc. Y lograr alcanzar al conjunto más joven, y por naturaleza, más emprendedor de la colectividad. A los que llega más directa y eficazmente las razones convincentes e inexcusables del ahorro y la inversión. Para ello sería válido instrumentar seminarios, talleres, charlas, el buen uso de internet –como en este caso-, etc., etc.

Lograr las claves del ejercicio de “ciudadanía económica” nos pondrá, felizmente, y como bien procura hacernos ver Herman Sifontes, en el camino de nuestra “ciudadanía política”. Por consiguiente, reforzaría nuestra democracia y nos alejaría del populismo.

Rodrigo Blanco Calderón
25 de mayo, 2009

Debo confesar que en principio no sabía bien de qué manera podía participar yo en un blog cuyo tema principal (al menos en este artículo seminal) fuese el ahorro y la inversión. Desconozco la teoría y la práctica económicas. No tengo formación de economista ni he tenido la posibilidad de poner en práctica (tal es la precariedad de quienes viven de las letras) las nociones de ahorro e inversión. En ese sentido celebro el concepto de ciudadanía económica pues nos recuerda que no hay que ser empresario para tener acceso a este tipo de participación en la sociedad.

Esto en cuanto a lo personal. Con respecto a lo colectivo, estoy plenamente de acuerdo con Rafael Osío. No hay que olvidar que en los 90 se desplomó más de un banco y hubo crisis económicas muy fuertes ligadas a males nacionales que el chavismo no ha hecho sino llevar a su máxima (trágica) exponencia: corrupción, falta de previsión y, para entrar en sintonía con lo que propone Herman, ausencia de una proyecto nacional (que no nacionalista) para manejar el dinero en Venezuela. Si la reflexión no empieza desde nosotros mismos, estaremos dando, en cualquier materia relacionada con el país, un primer paso en falso. No se trata de un mea culpa constante, se trata, me parece, de comprender que los gobiernos son la acumulación simbólica de lo mejor y lo peor de sus países. En ese sentido, la tarea es amarrar individual y colectivamente nuestros titanes para beneficio de todos.

saludos,

Rodrigo Blanco

jose antonio blanco-angulo
27 de mayo, 2009

buenas noches

seria la persona mas feliz de Venezuela si pudiera ahorrar o invertir , pero como soy artista plástico mis entradas no son fijas y lo que si es fijo son mis gastos los cuales tengo que cubrir muchas veces con tarjetas de crédito y cuando tengo alguna entrada extraordinaria solo puedo pagar mis deudas y procurar estirar esas entradas para sobrevivir hasta la próxima vez que entre algo de dinero y por ello arrastro deudas de 3 a-os como mínimo y la única forma de pagar mis deudas anualmente es percibiendo mis pagos en moneda extrajera para que de esta manera me rinda un poco mas el dinero y con suerte pueda pagar parcialmente mi deuda de tarjeta de crédito, como lo dije anteriormente una vez al a-o, me gustaría poder contar con un instrumento financiero que me permita no estar en la zozobra económica permanentemente. atentamente Muu Blanco-Angulo 43 a-os

Mario Morenza
27 de mayo, 2009

La economía es la ciencia huérfana de los venezolanos: es la única que nos une a todos, sin importar nuestro nivel social o académico y, al mismo tiempo, el que peor hemos practicado colectivamente. En nuestra indumentaria de todos los días sólo podemos detectar un elemento en común: dinero en nuestros bolsillos, sin referirme al tejido y marca de la tela del bolsillo, ni a las marcas de agua que definen el valor monetario del billete. Sin embargo, siempre hemos tenido conciencia de nuestra más evidente debilidad. Para ilustrar esto, me basaré en dos ejemplos que resumen el trauma antiahorrista y monetario de nuestro país. Siempre nos hemos preguntado ¿por qué los portugueses, españoles, turcos y chinos que llegan a nuestro país se enriquecen de inmediato, y nosotros, los venezolanos, muy pocos contamos con panadedrías, abastos, tiendas de ropa, o restaurantes,en fin, con riquezas tras haber comenzado desde cero y eso que nacimos aquí? ¿Por qué si somos un país rico, tenemos petróleo (recurso natural no renovable) y parajes únicos para la explotación turística estamos como estamos? El ahorro en los últimos tiempos ha alcanzado la categoría de grial de la economía. En mi opinión, nos falta educación económica o el cromosoma que estímula el ahorro lo tenemos atrofiado. Las sagaces palabras de Herman Sifontes desmienten esta hipótesis: para todos, sin importar el conocimiento que tengamos sobre teorías económicas, la economía es algo que nos atañe como nación. La sangre de un país corre por las venas de la economía. A Venezuela la crisis económica mundial la sorprendió con las defensas bajas. Nuestra economía, no obstante, no tiene las venas abiertas, sino obstruidas, como los precios de nuestro petróleo. Si la nación fuese un cuerpo humano, con hígado, corazón, piernas y brazos, por supuesto, cerebro, cada hogar de nuestro país representa, analógicamente, a un átomo. Sólo hace falta el mal funcionamiento de un hogar económicamente para que todo el cuerpo entre en caos. Queda en nosotros hacer resucitar nuestra economía. Con el ahorro desde y en nosotros mismos podemos renovar la esperanza de una economía estable, que crezca en momentos de bonanza y resista los momentos duros como el que atravesamos. Es hora de que aprendamos a ser un país de empresarios.

Mario Morenza

Rodrigo Marcano
28 de mayo, 2009

Es interesante que después de un siglo de guerras y crisis sociales a nivel mundial, Venezuela sea afectada de una manera que no se traduce de forma directamente “positiva”. Durante décadas, cada conflicto político o bélico sucedido en el exterior ha repercutido en un aumento de los precios del petróleo, favoreciendo el ingreso del país. Bajo ese signo, parecía muy difícil un cambio de conciencia, que es en medio de todo la piedra angular del artículo de Sifontes. Es crucial el inicio de su reflexión: “el mundo vive un periodo de ajustes”. Esta pequeña edad de hielo puede ser la primera catástrofe que afecte “negativamente” a Venezuela, empezando por la devaluación de su único producto. En estas circunstancias, este artículo resulta alentador, pues nos revela una alternativa bajo un marco propicio, o mejor dicho, urgente, para su realización. Las circunstancias motivan la creación de una “fuerza ciudadana” emergente que sostenga y difunda los valores del ahorro a largo plazo. Para esto es imperativo “desmitificar” la imagen del sistema financiero en nuestra mente de venezolanos comunes, que entendemos la actividad bursátil, crediticia, etc., como un monstruo de mil cabezas. La conciencia del ahorro nos ha sido extraña a los venezolanos. Probablemente por nuestra ausencia de invierno. O por el ejemplo negativo de las élites del pasado y del presente que despilfarraron la riqueza que no trabajaron. El ahorro ha demostrado ser la única vía de supervivencia y largo aliento bajo esta estación. En ella, la fuerza de la cohesión permite la continuación de la vida, el enfrentamiento del cambio drástico de sus condiciones, o su desaparición. Ahora, bajo un invierno mundial, tendremos finalmente aquello que como pueblo nunca tuvimos oportunidad de desarrollar: conciencia de futuro.

Ivana González
31 de mayo, 2009

Pienso que el artículo es demasiado extenso y aún no dice lo esencial. El ciudadano necesita ahorrar, pero fundamentalmente, se debe ahorrar el ingreso petrolero que los gobiernos utilizan para sobornar a su base política. Más aún, el artículo enfatiza que “el concepto clave es el de ciudadanía económica, que significa formar parte de la nación como agente productivo, capaz de comprender que todo lo que se recibe como servicio alguien lo paga”. Resumo los tres elementos:

1.- Se requiere que el ciudadano ahorre;

2.- Se debe ahorrar el ingreso petrolero;

3.- Se requiere que el ciudadano cobre conciencia de que todo servicio tiene qué ser pagado por alguien.

Con los tres elementos en mente, una propuesta pudiese ser la siguiente, por ejemplo:

1.- Cada ciudadano debe recibir en su cuenta la 28 millonésima parte que le corresponde del ingreso petrolero, para conformar en conjunto un fondo destinado a las inversiones (distribuido entre las instituciones de la preferencia de cada ciudadano);

2.- Debe existir un mecanismo tributario mediante el cual se le cobre un porcentaje elevado (¿50%?) al ciudadano por cada retiro que haga de su parte del fondo como recurso disuasivo de los retiros;

3.- Cada ciudadano decidirá en qué instrumento financiero invertir su parte del fondo (y en qué institución), teniendo la posibilidad de transferir los fondos entre cualquier tipo de instrumento que le permita obtener los mejores rendimientos;

4.- Los rendimientos de la parte del fondo podrán ser retirados por los ciudadanos libres de impuestos.

5.- Los recursos dispuestos para el funcionamiento del estado provendrán de los impuestos que cancelen los ciudadanos, en la forma de ISLR o IVA.

Fabián Coelho
31 de mayo, 2009

Ciertamente, desde el título, “Del ciudadano rentista al ciudadano (re-)constructor de un país”, encontramos una propuesta lúcida y visionaria, fundamentada sobre la base de experiencias similares que han dado resultados positivos y paradigmáticos en el mundo: la importancia del ahorro y la inversión para echar a un país a andar y el papel protagónico del ciudadano en esta empresa colectiva.

Los argumentos son sólidos. Se indaga en las causas y las consecuencias de estas actitudes en Venezuela y fuera de ella. El caso, por ejemplo, de la estabilidad y la incertidumbre, resulta particularmente interesante para ilustrar el grado de desarrollo de una nación con respecto a otras. En los grandes imperios de la humanidad, a lo largo de la historia, los cereales han cumplido el papel de ofrecer la tranquilidad y la certidumbre que aseguran las provisiones de alimentos por largas temporadas, ya sea en la vida cotidiana o en las campañas militares. En China el arroz, en Roma el trigo, en México el maíz, han tenido papeles importantísimos en el desarrollo y la expansión imperial.

En el mundo actual pasa lo mismo. Los países con mayor estabilidad y menor grado de incertidumbre suelen ser, por regla general, los más prósperos, los más desarrollados, países donde sus ciudadanos con sabia previsibilidad ahorran. Ejemplos como el de Alemania en Europa y Chile en Latinoamérica suelen ser los más citados. Venezuela, dolorosamente, aún se encuentra lejos de ellos.

Como bien señala el profesor Sifontes, en este momento no existen condiciones propicias para el ahorro. El Viernes negro marcó un antes y un después en la economía venezolana. Intentar ahorrar en este país y en moneda local se convirtió en una tarea desesperanzadora. Las tasas de interés no palian el efecto de la inflación. Y, en este momento, acceder al ahorro por vía de los dólares es prácticamente imposible para un ciudadano sin mucha pericia en estas lides, pues proteger bajo la custodia de una moneda extranjera el producto del trabajo y el esfuerzo es una empresa enormemente dificultosa por el control de divisas. Es decir, los ciudadanos venezolanos no contamos ahora mismo con perspectivas para el ahorro. Tenemos sólo dos opciones: dejar erosionar el dinero en una cuenta bancaria o sucumbir al frenesí de consumo que defienden y justifican tantos aduciendo que si no gastas el dinero ahora, más tarde sólo podrás adquirir algo de menor valor. La incertidumbre, pues, nos corroe.

Lucas García
1 de junio, 2009

Estimado Sr. Sifontes.

Los tiempos convulsos en los que se encuentra nuestro país responden a una revisión del venezolano en torno a los paradigmas que se han asumido a lo largo de su historia. Esta revisión a veces es consciente y otras veces no, apunta a nuevos derroteros o vuelve a viejos esquemas, y se sucede en sincronía con un proceso análogo a nivel mundial.

Al hablar de una sociedad del ahorro y la inversión y sobre la misión de los actores de esta sociedad (el sector privado y público, los ciudadanos), su ensayo tiene la particularidad de señalar lo que me parecen son puntos neurálgicos que están haciendo implosión en nuestro país y el mundo actualmente.

La asunción del venezolano de que la vida social equivale a un entorno de inestabilidad continua, de que los servicios privados excluyen por definición el interés público, de que el estado y sus instituciones solo responden a grupos de poder político y económico, de que el “sistema” es un ente del cual se debe desconfiar y aprovecharse, y de que las capacidades propias son siempre insuficientes para el desarrollo de proyectos vitales, están alcanzando niveles críticos de agotamiento.

Su análisis no se limita por criterios maniqueos ni parcializados acerca de estos temas y plantea una revisión que atañe a todos los involucrados. Amerita una revisión particular muy profunda y pertinente y sobre todo muy difícil en el sentido que toca creencias y visiones del mundo estructurales y muy enraizadas en nosotros.

Héctor Torres
1 de junio, 2009

El tema de las regulaciones (legislaciones, controles) que deben tener las instituciones financieras, es un punto clave en las reglas de juego en que se debe formar este ciudadano constructor, porque así como se sabe que el hombre por mero idealismo no siempre va a trabajar duro por el colectivo (sin un razonable estímulo o interés personal), también podría esperarse que no siempre va a actuar de forma responsable y ética ante los intereses del colectivo, sin un mínimo de controles que definan su actuación y que definan las formas legales (de alguna manera: éticas) en que se puedan producir ganancias econçomicas por sus actividades. Es ese necesario punto medio entre las utopías que plantean que el libre mercado sin control de ningún tipo puede resolver todas las interacciones económicas, y esas otras que aseveran que el trabajo por el colectivo sin incentivo alguno debe ser el motor que ponga a funcionar a la sociedad. La fórmula de nuestras interacciones socioeconómicas deben tomar en cuenta ambos aspectos: por un lado, reglas claras en el juego económico (y eso incluye la existencia de entes reguladores/fiscalizadores con un funcionamiento idóneo), y ciudadanos conscientes de su papel en el sistema económico del país, con conocimiento de las posiblidades que este le ofrece, para que puedan ejercer adecuadamente, sea cual sea la posición que ocupen, su papel en el engranaje del sistema económico de la nación.

oscar
6 de junio, 2009

Comparto plenamente los argumentos expresados por Herman Sifontes y soportados por tantos comentarios. Me parece interesante destacar que una enorme fracción del ahorro venezolano se ha refugiado en el exterior, lo cual podría tener diversas lecturas, siendo una de ellas, la reacción pragmática y prudente ante políticas monetarias y cambiarias empobrecedoras a lo largo de tantos anos, a la par de un entorno regulador que restringió significativamente la inversión privada en los sectores con ventajas comparativas, todos ellos reservados al Estado. Esa desventaja que ha enfrentado históricamente el sector privado, en un país que perfectamente califica como un petroestado con una enfermedad holandesa endémica y una tendencia estructural hacia la sobrevaluación de la moneda, ha impedido, fundamentalmente a los capitales privados venezolanos, accesar oportunidades de inversión con expectativas de retorno suficientemente atractivas para compensar los riesgos de invertir en el país. ! Que paradoja! Ahorros venezolanos en el exterior probablemente han financiado proyectos en Venezuela acometidos por empresas extranjeras que se financian con la banca internacional o multilateral. Para iniciar un proceso de incremento substancial del ahorro en Venezuela es imperativo que el sector privado pueda invertir libremente en cualquier sector de la economía.

elvis duran
18 de junio, 2009

hola a todos….. me han gustado sus conceptos y sus puntos de vista de cada uno cada quien tiene fracciones interesantes…yo tengo una perspectiva que tal les agrade alguno u a otros no..y es la siguiente y tendria la respuesta de muchas preguntas por resolver como la inflacion y el desbastesimiento…y es algo que haplanteado el gobierno de una forma muy inteligente y es la creacion de una moneda unica entre paises petroleros eso nos haria fuerte en materia monetaria xq a la misma vez que aumente la demanda petrolera que es algo que no va a dejar de existir tambien el valor de la moneda sera uy fortificada…q nos atañe eso como beneficios que si los comerciantes venezolanos especulan con los precios tendriamos la opcion de viajar a otro pais y con nuestra moneda poder comprar y bajarian de precio muchas cosas….esto me llego ya que el estado es un petrolero desde que se instalo su unica arma es esa…con respecto alas empresas privatizadas hace falta es supervision xq tu vez los proyectos y los miles de bolivares que se invierte….esto es una reestructuracion que nos ayudaria mucho en el margen economico…espero comentarios y pronto tendre otros conceptos

roocio guijarro
10 de julio, 2009

Me parece excelente tu documento Herman y en eso estamos de crear ciudadania economica cada paso que damos tiene un costo y tiene un beneficio verdad Angel? de todas maneras creo que sin leyes que garanticen el ahorro, la inversión, la propeidad y la competencia no puede dar resultados positivos ningun plan de financiamiento del desarrollo

Hernando de Soto, en el libro “El Misterio del Capital”, afirma que la representación de la propiedad en documentos jurídicos, reconocidos y oponibles a terceros: escrituras, títulos y acciones, es un requisito indispensable para que millones de inmuebles y activos económicos sean usados como instrumentos de ahorro, garantía, inversión, comercialización y base de una mayor actividad económica. El misterio del capital esta a la venta en Cedice.

Jose Guerra
11 de julio, 2009

Sobre la inversión y el ahorro José Guerra

Hernán Sifontes ha planteado un tema fundamental, no solamente para Venezuela, sino para cualquier país: el asunto del ahorro y la necesidad de inversión para impulsar el desarrollo. Es importante precisar que el ahorro, desde el punto de vista macroeconómico, es aquella parte del ingreso nacional que no consumimos. Por tanto en equilibrio debería ser igual a la inversión. Esto es importante saberlo porque se suele asociar el ahorro con los saldos de cuentas bancarias. Ello es parcialmente cierto en la medida en que quien tiene una cuenta de ahorro o a plazo o una acción es porque ha sacrificado su consumo.

Sifontes apunta correctramente acerca de un fenómeno típico de Venezuela y de los países inestables: la salida de capitales. No se trata de que la gente que se refugia o en otros activos externos sea antipatriota, sino que es una medida de protección de su patrimonio. Eso es muy evidente en Venezuela donde después de febrero de 1983, cuando se abandona la estabilidad cambiaria, se consolidó el descarrilamiento de la economía porque ya ella venía mal desde 1974-1978, aunque en la superficie los problemas no se vieran. Después de 1983 hemos presenciado una secuencia continua de devaluaciones confiscatorias del patrocinio de la gente que trabaja, cuando de repente un ajuste del tipo de cambio hace que se evapore el capital de un ciudadano. El remedio ante ello: la compra anticipada de moneda extranjera u otros activos. Sin embargo, esa solución es mortal para un país.

La salida de capital restringe las posibilidades de financiación de la inversión doméstica. En mi opinión para levantar el ahorro en Venezuela se requiere, varios elementos, a saber: 1. Estabilidad financiera. Sin ella no se puede bajar la inflación y sin esta condición el ahorro desaparece. Es difícil lograr un rendimiento aceptable de un instrumento financiero que le gane a la tasa de inflación. Salvo la especulación cambiaria, con todos sus riesgos. 2. Una cartera de instrumentos, bancarios y no bancarios que atraigan a los potenciales inversores. Esto es, no basta con simples cuentas de ahorro o depósitos, sino también el diseño de instrumentos más sofisticados como aquellos que cubran el riesgo de la inflación o la devaluación. 3. El impulso a la bolsa de valores. Esto requiere de empresas privadas grandes y sólidas que hagan atractivo en términos de rendimiento la conquista de nuevos clientes. 4. El desarrollo de los fondos de pensiones mixtos o privados. Esto permite captar una masa de recursos inmensa que está cautiva y que puede ser canalizada hacia la financiación de proyectos de inversión con un retorno adecuado.

Kataliñ Alava
22 de agosto, 2009

Me causó gran placer leer este trabajo, tan pertinente, pero sobre todo, tan bien escrito, tan sencillo y accesible. A pesar de que el texto nos ubica claramente en nuestro drama (preocupación que observo en algunos comentarios) pues pone en evidencia que en la actual situación que vivimos, nuestras oportunidades para el ahorro, el crecimiento económino y nuestro desarrollo son mínimas, no pude dejar de sentir cierto optimismo: siento que la invitación es a “echarle pichón” a pesar de todo. Me identifico con la gente, que a pesar del alto riesgo, invierte, mira hacia adelante y se lanza al ruedo del Mercado. Creo que es una de las mejores vías para la resistencia. Para mí, queda más que claro que el proyecto político del actual gobierno es precisamente este: no crear, para nada, las bases que nos permitan el ahorro, la inversión, la independencia económica, el crecimiento personal, la libertad ni la consolidación de la democracia.

Desde mi humilde opinión, no me queda sino felicitar la iniciativa de esta página.

Luis Torres
30 de agosto, 2009

Celebro la producción de articulos de esta naturaleza, de su divulgación y sobre todo de su discusión. Comparto de manera general y en todas sus letras su exposición y de manera muy particular aplaudo su tesis sobre la importancia de convertir a los pobladores de una nación en una ciudadanía económica, clave para la construcción de un país. Yo agregaría, para la consolidación de un País libre, soberano y democratico. Ahora bien Sr. Sifontes, desde su punto de vista, cual debe ser el rol del Estado (entendido como el conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano), donde la ciudadanía económica comprende a plenitud su función?. Elevo esta pregunta convencido que es necesario, en los aspirantes a formar parte de los organos de gobierno de nuestro País, claridad de objetivos y de politicas públicas en concordancia con lo que una ciudadanía con niveles de formación deseables, espera que sus lideres lleven a cabo.

Ada Schuster
2 de septiembre, 2009

Claro que ahorrar es fundamental por cuanto asegura nuestra vejez, y nos permite hacer frente a contingencias tales como las crisis económicas y las enfermedades, que son inevitables en nuestra vida, siempre y cuando se cuente con un empleo provisto de un salario digno que nos permita hacerlo, lo cual en la actualidad lo percibo como poco factible ante la persistente y reiterada embestida que sufre nuestro aparato productivo, completamente desamparado ante los desmanes gubernamentales. Incluso la persona que ahorra y desea preservar su capital, el patrimonio familiar, debe estar atento y actuar con prudencia con respecto a la moneda y el país donde destinará el fruto de sus esfuerzos, porque un país que ofrecía gran seguridad financiera como EE.UU., por ejemplo, con el propósito de abaratar el crédito a su población a fin de favorecer el consumo interno ha emprendido desde la época de Bill Clinton hasta el presente, a través de su Reserva Federal, políticas económicas y monetarias sin regulación alguna – denominadas paquetes de estímulo económico- que arrojan excesivas cantidades de dinero inorgánico a la calle en detrimento del valor de su propia moneda, el dólar, tendiendo a devaluarlo, contribuyendo de este modo a diluir así el patrimonio familiar de muchos inversores de nuestros países latinoamericanos.

Ada Schuster
2 de septiembre, 2009

Con respecto a instrumentos de inversión que vayan más allá de una simple cuenta bancaria en el exterior, en el momento actual en que las economías, incluso de los países desarrollados, no resultan transparentes y los sistemas financieros no están sujetos a regulaciones, me parecen francamente riesgosos; fe de ello pueden dar las pérdidas ingentes de capital sufridas por los fondos de pensiones o los patrimonios familiares y empresariales de quienes invirtieron en Bancas de Inversión como Lehman Brothers o con esquemas tipo Ponzi como las de Bernard Madoff o Stanford Bank.

Carlos Blanco
22 de septiembre, 2009

Comparto el artículo de Herman Sifontes. Yo destacaría el tema de la seguridad jurídica y, más allá, el del desarrollo y estabilidad institucional. Creo que éste es el centro de la cuestión: las instituciones. Mientras éstas sean débiles, inexistentes o fugaces, es imposible tener reglas de juego adecuadas y valores sólidamente constituidos; de lo contrario los vaivenes inevitables de toda sociedad -la incertidumbre- reducirán la posibilidad de planes de mediano y largo plazo de individuos, familias y empresas. El otro aspecto que juzgo fundamental es procurar pensar fuera de las fronteras establecidas y de los criterios dominantes. Acabo de leer un artículo en el Boston Globe, publicado el domingo 20 de septiembre (http://www.boston.com/bostonglobe/ideas/articles/2009/09/20/small_change_does_microlending_actually_fight_poverty/) en el cual economistas de MIT y de Yale han establecido que los microcréditos no son tan efectivos como se había supuesto y que no permiten a los ciudadanos salir de la pobreza, aunque tengan algunos efectos positivos. Por supuesto, esta postura es controversial aunque esté respaldada por una sólida investigación; pero lo que quiero significar es la necesidad de rebasar barreras intelectuales y convencionalismos establecidos, tal vez incluso algunos como el referido por estos investigadores. El ahorro es, como se ha dicho en esta discusión, esencial; sin embargo, sólo lo puede proteger y estimular una clara política antiinflacionaria, la cual depende de reglas que deben ser respetadas, en primer lugar -pero no sólo- por los gobiernos. A partir de allí se puede comenzar a hablar en serio de construir ciudadanía económica.

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