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Diario: Raúl Gustavo Aguirre y Max Jacob

Caracas, miércoles 25 de marzo de 2009.

L’ETOILE JAUNE

11.30am

Hace días comenzó, en serio, la temporada de “más” calor. Después de un par de semanas de agradables temperaturas, ha regresado la humedad, el sol quemante y el bochorno. No se trata de un calor seco y solar, como el de Toscana, para decir algo, sino de una sensación pegajosa y vegetal. Tengo la fortuna de contar con un salón de clases que cuenta con aire acondicionado que baja la temperatura a niveles glaciales. Mis alumnos se presentan a clase con ropa adecuada y alguna exagerada con un gabán. Justifico la situación diciéndoles que, cuando se habla de Shakespeare, es mejor sentir frío que calor. Las posibilidades de entenderlo aumentan. Les he prometido traerles un termo con café caliente. Yo me conformaría con unas gotas de escocés, “Sello Negro”.

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RAUL GUSTAVO AGUIRRE Y MAX JACOB

Al azar, perdida en una gaveta de mi escritorio en la universidad, me encuentro con el primer número de la revista POESIA, que fundé a mediados de 1971. Recuerdo bien cuando tomé la decisión. Solo, en una fuente de soda de Valencia, Venezuela, que se llamaba ¡Oh, qué bueno!, donde se preparaban las mejores hamburguesas después de las del neoyorkino “P.J. Clarke’s”, a donde la gente llega siempre cansada y sedienta. De un Buenos Aires, que era muy cercano en ese entonces, recibí el mejor de los estímulos, un texto inédito del gran Raúl Gustavo Aguirre, que quiero reproducir aquí como un homenaje a la memoria del amigo y poeta que ya no está:

Mis amigos, los que en otro tiempo venían,
se apasionaban por ese tema.
En la ciudad de traficantes eran
sus corazones el mayor tesoro.

Mis amigos de pronto dejaron de venir.
Los vi de lejos detrás de los cristales
de enormes edificios alfombrados.
Les hice señas desde el viento.

Les hice señas desde el sol,
desde la luna y los planetas,
señas de espadachín, de siux, de mono.
Les hice señas pero no vinieron.

El poema es seguramente más alegórico que autobiográfico. Los amigos nunca, en la realidad, abandonaron a Raúl Gustavo. No era obvio en un hombre que, en una ocasión, me confesó que lo “mejor de la poesía era la amistad de los poetas”.

Mi colaboración en esa lejana entrega de POESIA, consistió en dos traducciones del francés. Una, del ensayo iluminado de René Daumal, “Poesía negra poesía blanca”. La otra, ésta traducción de un poema en prosa de Max Jacob:

“Amor al prójimo”

¿Quién se fijó en el sapo cuando atravesaba la calle?
Ya es todo un hombrecito del tamaño de una muñeca.
Se arrastra sobre sus rodillas, ¿Será que siente
vergüenza? No, ¡es que es reumático! Una pierna
se le queda rezagada y ¡la vuelve a traer! ¿Hacia
dónde se dirige saliendo de la cloaca? Pobre clown.
Nadie se fijó en este sapo. Antes tampoco me miraban
cuando atravesaba la calle? Ahora los niños se burlan de
mi estrella amarilla.

A pesar de su conversión al cristianismo, Jacob no pudo escapar a la barbarie y, en 1944, murió en un campo de concentración camino a Auschwitz.