Martes, 24 de marzo de 2009
9.45am
Las fichas del diario de Barthes son bien elocuentes. Hablan de su aspiración a un lenguaje fragmentario, un metalenguaje. FRAGMENTOS DE UN DISCURSO AMOROSO, no en balde, es el título de uno de sus libros más difundidos. Lo que hacía era cortar una hoja de papel, tamaño carta, en cuatro partes iguales, con lo cual obtenía igual número de fichas. Y prefería escribir tres o cuatro, o cinco, en un mismo día, que hacerlo en una página completa. Siempre escritas a mano y siempre en tinta azul. Aunque no eran de uso generalizado, no creo que escribir en un “ordinateur” lo hubiese entusiasmado.
Además, esa metodología de las hojitas no es del todo obvia con uno de estos instrumentos. El procedimiento (escribir en estas pequeñas hojas) había sido utilizado por Mallarmé en su ANATOLE. Es menester, para emplear con algún éxito este método, de una organización, un orden mínimo. Una mente ordenada que disponga de las fichas de modo que no se traspapelen o extravíen en la biblioteca o estudio del autor. No me imagino escribiendo de acuerdo a este procedimiento. De sólo pensarlo comienzo a sudar del nerviosismo. El cuaderno es lo único que me ofrece algunas garantías. Pero sólo algunas. En el caos de mi biblioteca se extraviaron, hace unas semanas, los cuadernos con los originales de mi Diario 2001 y todavía ando buscándolos. Aun así, de mis plumas y cuadernos dependo para escribir como Barthes de sus hojitas. Sé que pertenezco, en muchos respectos, a una especie en vías de extinción. Si no ya del todo extinta.