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Venezuela: ¿del conflicto al consenso?; por Carmen Beatriz Fernandez

Venezuela del conflicto al consenso; por Carmen Beatriz Fernandez 640

El pasado 6 de diciembre la oposición venezolana logró una muy importante victoria en las elecciones a la Asamblea Nacional, alcanzando 112 diputados, o dos tercios del parlamento. Con el 56% de la votación nacional la oposición se hizo con el 72% de la representación parlamentaria. Pese a que la Constitución nacional establece que el sistema electoral ha de ser proporcional, una complicada maraña de reglas y ajustes geográficos diseñados para favorecer al oficialismo, hizo que las mayorías territoriales obtuvieran una sobre-representación que logró el resultado final. En una suerte de bumerán justiciero, el chavismo había recibido una cucharada de su propia (y amarga) medicina

Apenas días después de la elección, el parlamento saliente se privó de sus vacaciones navideñas y sesionando febrilmente hizo un conjunto de importantes cambios legales y presupuestarios que limitaran la actuación de la nueva Asamblea, igualmente jubilaron y sustituyeron a buena parte de los magistrados del máximo tribunal. También pusieron a trabajar en vacaciones a la Sala Electoral del Tribunal Supremo y en conjunto con ella abrieron procedimientos de inhabilitación a tres nuevos parlamentarios opositores.

Los trucos, ardides y triquiñuelas son moneda frecuente en el oficialismo y ello no sorprendió en demasía. Se vio como una nueva convocatoria al conflicto que anticipaba el enfrentamiento entre poderes. Tradicionalmente ha sido su pugnacidad fuerza motriz del chavismo. Chavez fue un maestro del conflicto y a través de ello promovió permanentemente la polarización y el contraste. La política es un permanente juego entre dos fuerzas: conflicto y consenso.

¿Qué hacer entonces? También Lenin buscó responder esta pregunta a principios del siglo pasado. Una tradicional respuesta chavista-leninista apuntaría más al conflicto, a la lucha de clases y trabajar por consolidar el sistema de partido único. Pero son otros los tiempos y los 17 años del dominio chavista fueron pródigos en diatribas que dejaron este caos. El conflicto no es bueno para lograr crecimiento ni desarrollo. La historia es elocuente en advertir que los períodos más exitosos económicamente son aquellos donde los conflictos han encontrado su canal institucional para dirimirlos. El pasado 2015, Venezuela tuvo la inflación más alta del mundo, del 275% y superior al 400% en alimentos. Los pronósticos para el 2016 del FMI estiman triplicarla para llegar al 720%. Los niveles de escasez en alimentos y medicinas nos ponen al borde de una declaratoria de emergencia humanitaria. Además este año, Venezuela destronó a Honduras como país más violento del continente. Todo ello dibuja un pavoroso cuadro de crisis sistémica y miserización creciente hacia el 2016. La situación es tremendamente comprometida en lo social y económico, por ello lo político debe dejar de ser parte del problema y empezar a dibujar soluciones.

Si bien el conflicto es la fuerza que prima durante lo electoral, durante cualquier gobierno debe imponerse el consenso. La capacidad para generar acuerdos es una habilidad que la clase política debe dominar, pero en estos tiempos se convierte en una necesidad vital. Partir de los que nos une, de los espacios mínimos de encuentro es fundamental. Y ese mapa de espacios de acuerdo mínimo debe dibujarse en Venezuela no sólo entre chavismo-oposición, sino entre el resto de los actores nacionales relevantes: en el respeto a las normas, en el diseño de paliativos a la miseria, en la recuperación del valor del trabajo y la producción nacional, en la seguridad nacional y en la necesaria amnistía política.

Por ello es de agradecer que ante la inhabilitación de los tres parlamentarios opositores que podrían hacer la diferencia entre una mayoría calificada de 2/3 partes y otra, igualmente calificada pero menos potente de 3/5 partes, la bancada opositora haya decidido acatar la cuestionable decisión del Supremo y volver al parlamento. Debatiéndose sobre si era mejor tener 112 diputados en la calle o 109 en el hemiciclo, la oposición tuvo la madurez de sortear este primer choque de poderes y conducir el diálogo a su espacio institucional natural. “A veces hay que doblarse para no partirse”, afirmó el presidente del Parlamento Henry Ramos Allup para explicarlo. Porque además en este caso, más allá de las triquiñuelas jurídicas, podría haber algo más. El chavismo pretendió protegerse así frente a lo que puede venir. ¿Y qué puede venir?  Dos tercios del parlamento constituyen una supermayoria que le califica para acometer muy importantes cambios y controles al seno del gobierno nacional. Aunque no es un cambio de gobierno, podría sí ser instrumento para una transición política. Y en las transiciones, como argumenta Adam Pzrezowski, no es tan importante si el partido de gobierno PUEDE O NO perder, sino LO QUE puede perder. Es decir: ¿qué harían conmigo mis opositores si llegan al poder?, es la pregunta que se hacen quienes están a punto de perderlo. Cuando se cree que lo que se puede se perder (bien se trate de fortunas, libertad personal o incluso la vida) involucra demasiados riesgos, se pondrán toda clase de obstáculos a que esa transición ocurra. Escamotearle a la oposición la mayoría calificada de 2/3 partes pretende tambien decir: “¡Hey! Aquí estamos, tienes que negociar”

El mejor resultado posible en política es aquel en el que ninguna de las partes sale totalmente satisfecha, pero tampoco totalmente humillada. Esa es una dinámica ganar-ganar, que muy poco hemos visto en Venezuela en los últimos tiempos. El diálogo debe volver a ser el estado natural entre las fuerzas parlamentarias y es un gran valor político. Pese a que la emergencia económica es incuestionable, la forma cómo la planteó el reciente decreto de emergencia económica del Ejecutivo fue una nueva apuesta al conflicto. El oficialismo parece haber decidido rehuir al cambio y rechazar los controles y exigencias que le impone el nuevo Parlamento. Esa tozudez hará que el propio cambio se lleve a la nomenklatura por delante.  El cambio es necesario, y un anhelo, la transición terminará ocurriendo. No hay dique que contenga un maremoto. Para que ello ocurra de la mejor manera, una parte del chavismo tendrá que ayudar a lograr la mejor solución institucional, democrática, pacífica y electoral. No será fácil, pero será imprescindible.