Tecnosociedad

Vamos a contar mentiras, por Luis Carlos Díaz

Por Luis Carlos Díaz | 1 de febrero, 2014

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La pólvora tradicional requería nitrato de potasio, carbono y azufre. Se calcula que se utilizaba desde hace once siglos en China para construir la hermosa fascinación de los fuegos artificiales, cuando se mezcla con óxido de algunos metales para dar colores. Después sirvió para la guerra y el disparo de proyectiles. Sin embargo, su mecánica de encendido y rápida combustión, a pesar de la historia, no deja de ser magia. Como ver explotar una cotufa.

En Internet no necesitas fuego, pero sí es una hoguera digital que convoca relatos constantes entre los humanos de esta era. La magia actual reside en el WiFi, que convierte en aire nuestros pensamientos y los hace circular a decenas o millones de otros cerebros en cualquier parte del planeta. Sin embargo, tenemos otra pólvora que explota fácilmente, produce colores y chispazos de ingenios, sirve para la guerra y fascina a la distancia, aunque su ruido puede aturdir: es la fábrica de mentiras.

Hace algunas semanas, Daniel Prat (@depr001 – www.afinidades.org) recomendó un artículo de Luke O’Neil en el portal de la revista Esquire: “The year we broke Internet”. Allí relata que la forma de “romper” Internet durante 2013 fue a través de todas las informaciones falsas que se difundieron de forma global rebotando entre redes, cuentas personales y agencias informativas. Si hacen un poco de memoria, recordarán que algunos casos recogidos por O’Neil también tuvieron repercusión en Venezuela, fueron comidilla en medio de nuestra tensión informativa: la nevada en las pirámides de Egipto, Samsung le pagó a Apple una demanda en monedas de centavo, el dictador norcoreano mató a su tío con perros hambrientos y otras.

En el texto, O’Neil se preocupa por el ADN de estas informaciones virales que se difunden con mucha velocidad, independencia y además convencen a millones de incautos a diario. En el texto apunta: “Esto no es un problema técnico en el sistema. Es el sistema. Los lectores son crédulos, los medios de comunicación son irresponsables, la basura se hace circular a su alrededor y todo el mundo va a la cama feliz y comido”.

Hay además otra certeza en el medio: esto no se va a detener. A mayor cantidad de usuarios, dispositivos de conexión y plataformas, crecen exponencialmente las interacciones autónomas entre pares, lo que es suficiente oxígeno para que la pólvora de un fuego artificial arda rápidamente.

Esta semana se han difundido en redes venezolanas fotos de un supuesto enfrentamiento entre bandas delictivas y cuerpos de seguridad en Ocumare. El hecho fue cierto, pero las imágenes de unos jóvenes con armas largas son de una película llamada “Azotes de barrio en Guarenas”.

También se difundió con mucha velocidad un video en el que dos motorizados intentaban robar a un señor cuando de pronto un carro los atropella y luego la gente patea al motorizado. El carro, la calle y las personas fueron reales, pero el hecho ocurrió en Brasil, no en Venezuela.

Por otro lado, se repite una foto que ha circulado muchas veces: bebés en cajas de cartón en el piso de un hospital. Hay gente que asegura que es en Valencia, pero en realidad la foto fue tomada en un centro de salud hondureño.

Cualquiera de estas piezas informativas, en las que se grafica con insumos falsos o trucados unas realidades bastante tangibles y cotidianas, hacen un daño enorme en la atención a los problemas, porque ponen a medios del Estado y fuentes oficiales a responder sobre la manipulación y no sobre los hechos. Se gasta tiempo y recursos en los desmentidos, la gente se siente estafada, y lo peor, en el fondo, se devalúa la credibilidad y la confianza sobre el entorno digital.

O’Neil relata que muchas de estas historias que se difunden, corresponden a piezas que están bien empaquetadas, resultan atractivas, picantes y demasiado buenas para ser ciertas. Por eso generan tantos likes, retweets, compartidos y comentarios. Los medios lo saben y en su competencia por los clics no tienen el prurito de verificar antes de publicar. Es una carrera por tubazos y curiosidades. Lo peor es que esos mismos medios son los que le brindan legitimidad a las piezas informativas tramposas, que en otros años fueron las noticias de monos fosforescentes por mutaciones genéticas o la joven cuyos doctores le inyectaron VIH para tratar su cáncer terminal… todo es una maraña de falsedades que engordan con calorías vacías las dietas informativas.

En el caso venezolano, a los elementos anteriores se le suman los siguientes para la difusión de informaciones falsas cotidianamente:

─ Escasez de medios, que genera zozobra en las audiencias que creen que no le están contando todo. Este vacío informativo es mayor cuando las cosas ocurren en ciudades con baja cobertura de medios.

─ Tensión política que eleva la conflictividad.

─ Sesgo de deseo: la gente selecciona y replica las informaciones que satisfacen sus prejuicios.

─ Cotidianidad del absurdo: a diario pasan cosas locas acá, así que una más es costumbre. Lo que en otros países puede ser un escándalo nacional, acá lo llamamos merienda. El espectáculo es fugaz y ninguna historia permanece más de una semana.

─ Baja educación en la audiencia: multiplica la cantidad de incautos porque las capacidades críticas, analíticas y la malicia en general para filtrar informaciones son más escasas. La educación incluye tanto a la academia como a la tecnología, así que la brecha digital también afecta.

─ La verosimilitud: hasta los más expertos caen si la información es coherente y es posible en este contexto.

─ La convivencia de distintas redes: no es lo mismo el ecosistema de conversaciones tejidas entre Twitter y Facebook, que el desarrollado en redes celulares. Estas últimas tienen más capacidad de difusión en Venezuela (PIN, Whatsapp…). Allí es más difícil contrastar información y recoger mentiras una vez difundidas.

Si es usuario de Internet en Venezuela, sobre todo del grupo de los adictos a la información, se habrá dado cuenta que muchas de estas condiciones están más que dadas y activas en Venezuela, por lo que ya no hay retorno: tendremos cada vez más falsedades en circulación y nos tomarán por sorpresa desde distintas fuentes.

La respuesta es de sentido común: duda metódica y confianza en comunicadores y líderes de opinión que sepan honrar su reputación con informaciones comprobadas. Los demás será pólvora chisporreante. Si podemos mojarla con racionalidad, inteligencia colectiva o borrando a quienes insisten en la mentira, mejoraremos la calidad de nuestras comunicaciones.

Luis Carlos Díaz Periodista y bloguero

Comentarios (3)

Humberto Garzaro
1 de febrero, 2014

Excelente articulo y muy inteligente! Gracias

Maru Figarella
2 de febrero, 2014

Muy bueno el artículo, orienta.

En el caso específico de Ocumare del Tuy, hasta donde han informado medios responsables, si ocurrió una especie de toque de queda impuesta por un grupo de motorizados. Que la foto difundida en las redes sociales no se corresponda con el hecho ocurrido es otra cosa.

Hay que hilar todo muy fino, como con el tweet de Alvaro Uribe de los 80.000 cubanos ….. y con la gente que lee a medias (si es que eso es leer)

Santiago
5 de febrero, 2014

Muy bueno. Por cierto, la película se llama “Guarenas En 2 Ruedas Bajo Fuego”.

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