Blog de Oscar Marcano

Un tributo a Alexis Márquez Rodríguez; por Oscar Marcano

Por Oscar Marcano | 28 de junio, 2015

5 respuestas de Alexis Márquez Rodríguez sobre Lenguaje y Poder 640

Tuve el honor de conocerlo en la Escuela de Comunicación Social, cuando al final de los setenta pedí mi traslado de la UCAB a la UCV. Me dio todos los talleres de redacción y presentó mi primer libro, un opúsculo del que no puedo vanagloriarme. Recuerdo que uno de los textos hablaba de los amoladores de cuchillos, y él, en la presentación, me sorprendió contando la historia de esa armónica o “sinfonía” que solían emplear aquellos maravillosos personajes para alertar de su presencia.

Cuando se murió Alfredo Maneiro, el golpe para sus alumnos fue tan duro e inesperado, que escribí una carta de lector a un diario, manifestando mi pena y la del resto de mis condiscípulos. Cifré ahí, conmovido hasta las lágrimas, que había en aquella escuela dos luminosas presencias: la de aquel profesor de filosofía fuera de serie, y la del entrañable Alexis Márquez Rodríguez.

Yo era un joven tonto y pagado de mí mismo. Escribía de un modo extravagante, en un seudo vanguardismo ridículo. Cometía (creo) más errores que ahora, y en una oportunidad casi me desbarranco: en una de sus cátedras me atreví a hacer mofa de él, que estaba llegando de Bulgaria. No recuerdo exactamente, pero dije un chistecito barato. Algo así como que “vulgar” era el gentilicio de Bulgaria. Alexis, sin titubear, me sacó de clase y me dijo delante de todos que no se me ocurriera volver a su salón. A la semana siguiente, yo estaba sentado ahí de primer chicharrón, y él literalmente no hizo nada. Se limitó a ignorarme durante todo el semestre. Cuando pasaba la lista, no me nombraba. Cuando discutía las prácticas que realizábamos, se saltaba la mía.

Me hallaba desmoralizado. Me sentía un vil gusano, pero estaba decidido a no abandonar. Sabía que tendría cero uno, pues me lo había anunciado el día que me expulsó del aula. Aun así, seguí asistiendo. Sus clases eran únicas. Amenas y sustanciosas. Se aprendía y se aprendía. De esta manera pasaron los meses, llegó la prueba final y la presenté, como todas las prácticas anteriores. Pero a sabiendas de que al ver mi nombre no la leería, ésa, deliberadamente, no la firmé.

A la clase siguiente, la última del semestre, llegó con los resultados. Dijo que tenía treinta años enseñando en la escuela de periodismo, y que en ese lapso sólo había puesto tres diecinueves. Veintes no, porque veinte era perfecto y no había redacción perfecta. De modo que tomó la práctica que había calificado con la nota máxima, y llamó a un compañero, Jimmy, creo que se llamaba, lo felicitó y le pidió que la leyera en voz alta. El compañero se aproximó, tomó la cuartilla y se sonrió. “Esta práctica no es mía”, dijo. “¿De quién es esta práctica?”, preguntó el profesor con su cañón de voz. Leyó el título. “Mía”, respondí.

Alexis no dijo nada. Tampoco mostró consternación. Sólo afirmó con el rostro. La audiencia estaba expectante. “Léela”, me ordenó. La leí, y mis compañeros me aplaudieron, más por lo que había soportado ese semestre que por las líneas que acababan de escuchar. Al concluir la lectura, me ordenó que me quedara para luego de la sesión, pues debía hablar conmigo. El catedrático de la lengua me dio el responso más bello que preceptor alguno puede dar a un discípulo. Fue la clase de mi vida.

A partir de entonces nos unió una afectuosa amistad. Con los años, mi respeto fue in crescendo. Y aunque nos veíamos poco, almorzamos y libamos de vez en cuando. Un día, en el homenaje que en vida rendimos a Adriano, Mercedita, su esposa, me trajo un encargo suyo. Que leyera una bella carta que había escrito al autor de País Portátil. Así lo hice. Junto a la carta de Carlos Fuentes, leí en público la de él.

Amigo de (y especialista en) Alejo Carpentier, Alexis fue autor de más de treinta libros. La comunicación impresa – Teoría y práctica del lenguaje periodístico, era un texto obligado en aquellos años universitarios. Recuerdo que Gonzalo Rodríguez, editor entre otros de Denzil Romero, del propio Adriano y del cubano Lisandro Otero, publicó en el ’91 sus Relecturas. Cuando Alexis me regaló el libro, no pudo ocultar su vergüenza. Tenía la portada más horrorosa del mundo. No le guardaba rencor a Gonzalo, pero estaba afligido.

–Qué vaina tan fea –no pude evitar decirle–. ¿Qué le pasó a Gonzalo?

–No lo sé –me respondió–. Pero esto parece un manual contra la fiebre amarilla.

Había nacido en el estado Barinas, en la misma ciudad de Hugo Chávez. Y alguna vez me susurró: “Sabaneta no tiene la culpa”.

A veces hablaba de su papá, que era herrero. Y yo le decía: “Tú tienes voz de herrero”. “¿Cómo es eso?”, me decía. “Piadoso y duro a la vez”, le respondía. “Y me recuerdas a un tío. Mi tío Mario. Hablaba como tú”.

Sé que escribía unas memorias. Tuve la suerte de oír el relato de algunos de sus pasajes. El título sería un palo: “Si mal no recuerdo”, se llamaría. Ojalá tengamos la suerte de leer pronto ese trabajo.

“No hay ser más que en el lenguaje”, decía Lacan. El mundo es gracias a éste. Y Alexis Márquez Rodríguez fue uno de sus grandes cultores en nuestro país. Era consciente de su importancia y de sus consecuencias. Dialécticamente, sin actitud policial. Con su comedimiento, deploró el discurso oficial de los últimos tres lustros, pletórico en vulgaridad, chabacanería y procacidad. Lamentó la honda pobreza lingüística que se entronizó en el poder. El raquitismo verbal de estos próceres. Fue de los que más padecieron el triunfo de la ignorancia.

Oscar Marcano  es un escritor venezolano. Fue galardonado con el Premio Jorge Luis Borges, otorgado en Argentina. Puedes leer más textos de Oscar aquí y seguirlo en twitter en @oscarmarcano

Comentarios (10)

Rubén Monasterios
28 de junio, 2015

Hermoso homenaje; envidia de la sana por ti por haber sido su alumno; con toda seguridad habría mejorado mi habilidad de escribir. Lo fui, en cierto sentido, por la lectura de sus artículos; también fui su amigo. Lo recuerdo con afecto, respeto y agradecimiento, porque en ocasión de una polémica con un cronista de las Fuerzas Armadas que intentó ridiculizarme debido a cierto uso del lenguaje, sin ser ese el asunto, el único que quebró una lanza a mi favor fue Alexis. Recordaremos a AM como un hombre recio, íntegro, de gran corazón y excepcional sabiduría.

Omar Linares
28 de junio, 2015

Gran texto. Y gran dato. Ojalá los herederos del maestro se animen a rescatar y publicar esas memorias. Gracias de nuevo, Prodavinci, por los favores recibidos.

Carlos Sandoval
28 de junio, 2015

Oscar, excelente texto. Mis respetos a Alexis Máquez y también a ti.

Flor Bello
28 de junio, 2015

Gracias, lo felicito por haber tenido de Profesor a Alexis Márquez R, lo admiré y me ayudó a mejorar mi ortografía y redacción por los artículos que publicaba, además de ser un excelente ser humano, espero que sus memorias sean publicadas…Recomiendo esta lectura.

Federico Vegas
30 de junio, 2015

Gracias Oscar. Yo no lo conocí. Siempre soñaba tener con él una conversa que nunca se dio. Apenas cruzamos algunos correos. Una vez lo vi en un pasillo de la UCV. Iba caminando abstraído y no olvido esa imagen. Tenía una cadencia en el paso, como un vaivén, que me hizo decir en voz baja: “Allí va un galeón de sabiduría”. He debido gritarlo.

enio rossi
30 de junio, 2015

Excelente nota, con el permiso deL profesor Alexis Márquez, usted tiene 20 puntos.

enio rossi
30 de junio, 2015

Un gran saludo por la sinceridad de las palabras

Gerardo Alberto Santelíz Cordero
1 de julio, 2015

Gracias, Oscar, por tan sentido y respetuoso homenaje. No conocí a Alexis Márquez en persona, pero por años lo seguí y admiré a través de sus publicaciones en prensa. Últimamente, a raíz de su muerte, he comienzado a relacionarme con él por medio del afecto que tantos otros escritores de mi cotidiana lectura le han expresado por escrito.

MARIUGE
2 de julio, 2015

Excelente! no soy una gran lectora de prensa por mi trabajo, ahora con la red leo más, pero cuando en mis manos caía un periódico siempre buscaba sus artículos, recuerdo uno siempre en donde aprendí que decir que una palabra no existe porque no aparece en el diccionario, no es así, si la palabra es usada continuamente por un pueblo o por varias personas ya existe perse!! Envidia sana por haber tenido tan excelentes oportunidades de vida y crecimiento y tristeza de saber que Don Alexis Marquez murió sin saber que Venezuela se libró de la pobreza lingüística ye el raquitismo verbal, ojala desde el Cielo nos ayude a liberarnos de ello!!

Rafael Baralt Lovera
27 de octubre, 2015

Este relato me ha conmovido profundamente. Hay profesores que marcan nuestras vidas. A partir de sus enseñanzas experimentamos un giro que por lo general nos dirige al mejoramiento y búsqueda de la excelencia. Es hermoso recordarlos, homenajearlos y que otros conozcan la grandeza de estas personas. En este caso, del profesor Alexis Márquez Rodríguez, a quien nunca tuve la dicha de conocer en persona. Gracias a Oscar Marcano por acercarnos a este ilustre de las letras de nuestro país.

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