Blog de Alberto Barrea Tyszka

Un grito; por Alberto Barrera Tyszka

Por Alberto Barrera Tyszka | 29 de octubre, 2017
Fotografía de Helena Carpio.

Fotografía de Helena Carpio.

La mujer se asomó a la ventana. Tenía puesta una bata sencilla, sin mangas. Aunque no se le veían, podían adivinarse unas chancletas de plástico medio desencajadas debajo de sus pies. Su cabello se desordenaba apenas hasta el cuello. Su rostro estaba cruzado por una mueca que, con dificultad, contenía un alarido. Lo aguantó durante pocos segundos. La mujer se asomó a la ventana y lanzó un grito: ¡que se vayan todos a la mierda!  Y sin que le faltara el aire prosiguió: ¡que se vayan todos al mismísimo carajo! ¡Son unos farsantes, unos sinvergüenzas, unos grandes coño e madres!  Sus palabras se colaron entre las casas y las veredas, retumbaron en los escalones, siguieron sonando más allá, a lo lejos. Luego hubo un silencio tenso, irritado. Una rabia muda.

El desespero ya no necesitan nombres. Hay muchos destinos para la indignación en este tiempo, en este mapa ¿Cómo puede sentirse cualquier venezolano cuando ve cómo Maduro nombra a sus candidatos derrotados como “protectores” de los Estados donde fueron, democráticamente, rechazados? ¿Qué siente el ciudadano común cuando escucha a Henry Ramos Allup tratando de disfrazar sus maniobras, mintiendo, pretendiendo salirse por la tangente con juegos de palabras?  Cualquiera siente exasperación. Siente dolor, humillación. Siente impotencia. La política se ha convertido en una ficción muy violenta.

¿Qué puede representar Tibisay Lucena para la mayoría de los habitantes de este país? La misma figura que obstaculizó e impidió cualquier evento electoral el año pasado es ahora quien, con idéntica serenidad y armonía, facilita y organiza de manera express unos comicios para el próximo mes de diciembre. En su actitud no solo hay engaño,  la voluntad de intervenir a favor del poder los procesos electorales, sino también hay cinismo. El cinismo del fariseo que, cuando comete un delito, actúa como si estuviera ejecutando una virtud.  El CNE no representa ni protege a la ciudadanía. El CNE ni siquiera ya se representa a sí mismo. Ha perdido cualquier majestad institucional. Es absurdo que, después de todo lo ocurrido, la oposición se plantee –tan siquiera- participar o no en una nueva elección. El fraude ya ha quedado expuesto, de manera evidente. El fraude ya es un modo de producción. Es la única suma que tiene el gobierno, la manera de contarnos y de someternos.

Hasta ahora, el principal elemento de la ANC ha sido, en la práctica, proponer la eliminación de la democracia protagónica y participativa de nuestra Constitución. El nuevo modelo del oficialismo es otro. Más opaco, más chantajista, más extorsionador. La acción contra Guanipa en Zulia es zarpazo salvaje en contra del poder del pueblo. En el fondo, el oficialismo, por iniciativa propia, se está encargando de decirle al mundo que este gobierno no es democrático porque –precisamente- suprime o pervierte los mecanismo democráticos para poder cambiarlo. Y, mientras esto sucede, mienten. Todo el tiempo. Siguen hundiéndose, y hundiendo al país, en un engaño sin límites, en una estafa suicida. Elvis Amoroso, hace pocos días, aseguró que si no existiera Dólar Today “los venezolanos comeríamos lomito todos los días”.

Esta semana leí dos artículos extraordinarios sobre este mismo tema. Un magnífico y puntual recuento del historial de mentiras oficialistas escrito por Sebastiana Barráez y un agudo texto donde José Rafael Herrera nos recuerda que, en la política, “decir la verdad es una cuestión absolutamente necesaria”. Es inevitable. La versión oficialista de la vida, además, se empeña en producir fantasías enloquecidas. Nunca antes un gobierno estuvo tan separado de las necesidades reales de la gente. La oposición está obligada a deslindarse. La oposición tiene el desafío de la transparencia. ¿Cuánto niños mueren por desnutrición este domingo en Venezuela?

Una mujer se asoma a la ventana y lanza un grito.

Alberto Barrera Tyszka 

Comentarios (9)

Patricia Zibaoui
29 de octubre, 2017

Maduro fue muy claro. Aquí habrá de nuevo elecciones cuando estemos seguro de ganarlas. Y así ocurrió. Insistimos y nos dimos otra oportunidad. Pero no se puede seguir repitiendo errores

Thais Diaz
29 de octubre, 2017

Como simmer, EXCELENTE!

Indira Salazar
29 de octubre, 2017

Barrera, te has equivocado en un punto: nunca un gobierno estuvo tan al tanto de las necesidades reales de la gente, y manipula y usa esas necesidades de forma descarada, obscena, repulsiva y detestable. Esas necesidades son su base electoral y su capital político en el corto plazo. Saludos y gracias por escribir/me.

Flor Bello Yánez
29 de octubre, 2017

Más claro imposible…Espero que a ningún demócrata se le ocurra a ir al sainete que está preparando en tiempo record (es su virtud) el CNE. Se cansa uno.

Sergio Meza
30 de octubre, 2017

Surge la incustionable pregunta ¿que hacer? Un gobierno que sabe hastala saciedad el rechazo que tiene por parte de la población pero la extorsiona con los diversos mecanismos de las misiones y carnet de la patria. Inyectaron el miedo, temor a un cúmulo de ciudadanos que vendieron sus almas por unas monedas y ahora no saben como safarse.Los amedrenta con los grupos armados paramilitares denominados colectivos, los cuales de forma selectiva siembran el terrorismo de estado en las mentes y los somete con la acreencia de una caja de comida mensual. Hay declaraciones que no deben olvidarse y resumen fidedignamente el pensar y accionar del estado “… no es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarla a la clase media y que pretendan ser escúalidos…” Hector Rodríguez febrero 25, 2014.

Lillian Kerdel Vegas
30 de octubre, 2017

Yo también he sentido “eeeeeeeeeese grito” en mi corazón, peeeeeeero la razón me la apaga por la misma razón que pone mi querido amigo Fernando Mires en su twiter del 28 oct.

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Marisol Moreno
31 de octubre, 2017

“La mujer se asomó a la ventana. Tenía puesta una bata sencilla, sin mangas. Aunque no se le veían, podían adivinarse unas chancletas de plástico medio desencajadas debajo de sus pies. Su cabello se desordenaba apenas hasta el cuello. Su rostro estaba cruzado por una mueca que, con dificultad, contenía un alarido. Lo aguantó durante pocos segundos. La mujer se asomó a la ventana y lanzó un grito: ¡que se vayan todos a la mierda! Y sin que le faltara el aire prosiguió: ¡que se vayan todos al mismísimo carajo! ¡Son unos farsantes, unos sinvergüenzas, unos grandes coño e madres! Sus palabras se colaron entre las casas y las veredas, retumbaron en los escalones, siguieron sonando más allá, a lo lejos. Luego hubo un silencio tenso, irritado. Una rabia muda” El castellano se transformó en total indignación. Mejor descripción de ese momento imposible. Solo dos notas: iba descalza y también les llamo: ladrones. Mi admiración a Ud. Cuanto mejor habría sido de no haber llegado nunca el grito.

Marina Mujica H.
1 de noviembre, 2017

Lo leo y quisiera que no tuvieras razón. Que su artículo fuera ficción, pero casi hice lo mismo. Felicitaciones por el contenido.

Rafa
3 de noviembre, 2017

“Siguen hundiéndose”, dice. Y no puedo evitar pensar que hundirse es, también y según las condiciones, otra forma de atrincherarse.

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