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Un atlas para Elizabeth: una fotografía de Alfredo Cortina y un texto de Luis Pérez Oramas [10/12]

Esta es la décima de doce imágenes de la exposición Alfredo Cortina. Fotografías que compartimos semanalmente gracias al Archivo Fotografía Urbana. El respetado investigador, escritor y curador venezolano Luis Enrique Pérez Oramas comentó 12 de las 63 fotos que integraron esta muestra —presentada en la Sala Mendoza, del 26 de abril al 4 de julio— y que cada semana los lectores de Prodavinci tienen la oportunidad de conocer.

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Si hubiese duda, he aquí la confirmación: la imagen que firma, por así decir, los términos de esta operación de rarificación del retrato que han llevado a cabo entre ellos y ante todos los lugares donde ella se ha puesto para la imagen, para que él la registre sin retratarla.

A la luz de esta serie de imágenes con las que Alfredo Cortina re-inventa entre nosotros la práctica fotográfica como una práctica de archivo y sistema, la foto en la que Carlos Puche, que era fotógrafo, aparece fotografiando a Elizabeth mientras Alfredo, que no lo era, los fotografía a ambos es una imagen dentro de la imagen: una mise en abîme.

¿Quién es aquí el fotógrafo, aquel que en la foto la fotografía a ella o aquel que los ha fotografiado a ambos y ha marcado, con ayuda de un objeto a los pies de Carlos Puche —una piedra, un leño— el lugar exacto de quien fotografía dentro de la imagen, el punto del ojo en la imagen (pero en otra imagen, que no vemos)?

Entre ella y ese lugar en todo fundamental la línea es oblicua con relación al sitio desde el cual Cortina ha tomado la foto que estamos viendo: ligeramente sobreelevado, para indicar su mirada que domina, su ojo predador, y entre esos tres puntos —ella, Puche, él— pudiéramos trazar dos líneas diagonales cuyo vértice sería el lugar marcado por la piedra o por el leño junto al cual Carlos Puche está fotografiando a Elizabeth. Esta línea forma un triángulo cuya base iría desde ella hasta Cortina, dibujando entonces, perpendicular a la imagen, una figura similar a la del techo a dos aguas de la casa en cuya puerta ella se mantiene detenida —¿mirando a Puche?, ¿mirando por fin a quien la mira?—, o acaso exacta a las líneas de sombras que se forman frente a esta casa.

Todo aquí está pensado, todo calculado —hasta el momento de las luces y las sombras— para que la imagen —que no habla— sin embargo piense.

Alfredo Cortina, cuyas fotos son imágenes sin tiempo —es decir, sin acción— ha puesto aquí la fotografía en tiempo de gerundio: ha retratado su acción: la fotografía fotografiando, Carlos Puche haciendo el retrato de Elizabeth mientras Alfredo Cortina —que estuvo allí— los retrataba a ambos.

Para que no quede duda.