Perspectivas

Trump, o los dos principios de la moderna gobernabilidad; por Fernando Mires

Por Fernando Mires | 9 de febrero, 2017
Fotografía de Carlos Barria para Reuters

Fotografía de Carlos Barria para Reuters

Desde que hay modernidad dos principios compiten entre sí. Son los principios de la gobernabilidad. Uno, el de la gobernabilidad republicana. Otro, el de la gobernabilidad democrática. ¿Cuál es la diferencia? En una sola frase: toda democracia es una república pero no toda república es una democracia.

Para que exista república se requiere de un derecho público, de un derecho privado y de una Constitución. Para que exista democracia se requiere, además, de una división entre los tres poderes y del ejercicio de la soberanía popular a través del voto.

La república sin democracia proviene del régimen absolutista monárquico y en ella son concedidas al gobernante facultades propias al monarca medieval. La república democrática proviene en cambio de la monarquía parlamentaria. Su antecedente más lejano reside en la Carta Magna inglesa de 1215 mediante la cual el monarca fue relativamente subordinado al Parlamento.

En la teoría política ambos principios siguen dos líneas teóricas. La primera, la puramente republicana, comienza con Hobbes, Maquiavelo, Kant (sí: Kant era republicano y no demócrata) y continúa con Gramsci y Carl Schmitt.

Sorprenderá al lector que mencione a Gramsci junto a Schmitt. La sorpresa desaparece si se tiene en cuenta que Gramsci se consideraba a sí mismo un continuador de Maquiavelo, con la diferencia de que para él, el Príncipe no es un individuo sino un ente colectivo: un Partido. Gramsci no era tan democrático como imaginan sus seguidores. Era leninista y su teoría de la gobernabilidad ya estaba inscrita en el ¿”Qué hacer”? de Lenin.

Schmitt, más hobbesiano que Hobbes y más maquiavélico que Maquiavelo, restableció el principio del líder conductor (Führerprinzip) heredero de la monarquía absoluta. Los modelos de Schmitt eran Lenin, Hitler y Franco.

La otra línea, la democrática, proveniente de Inglaterra, continuó a través de Rousseau (en parte), Montesquieu, Locke, Tocqueville (quien puso en forma teórica a Jefferson) hasta llegar a Popper, Arendt, Ralws (entre otros). De acuerdo a esa línea la democracia como gobierno del pueblo al no poder ser ejercida directamente lo hace a través de su órgano de representación: el parlamento.

La democracia moderna, dicho en breve, no puede prescindir de la potestad parlamentaria. Eso no significa que la única forma democrática es la democracia parlamentaria. Un régimen presidencialista es tan democrático como uno parlamentario cuando no prescinde de la división de los poderes. En EE. UU. por ejemplo, el principio de la república se hace presente en un muy fuerte presidencialismo pero a la vez la democracia es mantenida mediante el resguardo constitucional del parlamento y de la justicia. La presidencia es allí una institución poderosa pero a la vez limitada. El lugar del Rey no es el del Presidente sino el de la constitución.

La república no democrática prescinde en cambio del parlamento y coloca al líder por sobre la constitución y las leyes. El líder, de acuerdo a Carl Schmitt, se relaciona de modo directo (plebiscitario) con el pueblo. Esa es la razón por la cual la mayoría de los gobernantes no democráticos han sido populistas. El líder sin parlamento gobierna por medio de decretos.

La decretización de la política es característica fundamental de la república no democrática. Mediante decretos gobernaron Hitler, Stalin, Castro y Chávez; y hoy lo hacen Putin, Erdoğan, Maduro, y últimamente —es novedad del siglo XXl— Donald Trump.

La imagen de Donald Trump cada vez que muestra por televisión un decreto con su ampulosa firma, nos informa que el principio de la república no democrática ha asomado en donde menos se esperaba: en los EE. UU.: patria del constitucionalismo. Pero esa es también la diferencia entre Trump y otros gobernantes decretistas. Trump decreta en una nación en la cual el principio de la república democrática tiene profundas raíces históricas. Por eso ya Trump ha chocado estrepitosamente con el poder judicial y probablemente lo seguirá haciendo.

La historia del mandato de Trump —ya se ve— estará marcada por una lucha constante entre los tres poderes del Estado. Si el principio del líder conductor logra imponerse por sobre el de la república democrática, nadie lo sabe todavía. Sería una gran desgracia si así ocurriera. Trump terminaría imponiéndose, además, sobre Jefferson.

Suscríbete al canal de Prodavinci en Telegram haciendo click aquí

Fernando Mires 

Comentarios (6)

Juan Alberto Ramirez Y
9 de febrero, 2017

Habrán aparecido caticaturas de trump vestido como uncle sam?

enrique tineo suquet
10 de febrero, 2017

Me pregunto: ¿Habrá que rescatar las ideas del iluminismo? Una aproximación a Habermass. Muy buen artículo.

Diógenes Decambrí.
10 de febrero, 2017

“Toda democracia es una república pero no toda república es una democracia”: ¿Cómo definir a España?, donde el Jefe del Estado es el REY pero es obvio que el gobierno recae en manos de un Presidente, al cual eligen los miembros de un Congreso ELECTO por la mayoría de los ciudadanos, donde hay una Constitución democrática, y se aplican las leyes sin distinciones (está siendo juzgada la Infanta Cristina, hermana del Rey Felipe VI, hija del anterior Rey Juan Carlos, quien renunció al poder hace dos años y medio). Todo indica que en España hay Democracia, aunque sea similar a lo que teníamos ANTES de llegar la plaga militar castrochavista, la democracia “puntofijista” imperfecta pero perfectible. Sin dudas España está en mejores condiciones que Venezuela, y sin agüajes revolucionarios ni pagos y servidumbres al fracaso cubano-estalinista. Su Bienestar Social supera con creces este DESASTRE creado por el “socialismo del siglo 21” en 18 años de metódica DESTRUCCIÓN económica e institucional.

Victoria I
10 de febrero, 2017

Si muy cierto Profe. Trump choca con la democracia ACTUAL de su país, porque NO es político de carrera, y no sabe bailar en ese ruedo…sin embargo sus impertinencias políticas están moviendo los pilares de una burocracia gringa, lo cual puede ser bueno o Nada bueno. Veremos..despues de los 100 días de jaleo verbal. qué pasa en realidad. Ojalá Trump entré en el carril de la cordura y se deje asesorar por su equipo…o le puede caer encima el artículo 25 de la constitución gringa.. Ayy no ..eso sería un raya negra para los republicanos.

Franklin
11 de febrero, 2017

Pero Hanna Arendt había estudiado la historia constitucional de los Estados Unidos y valoraba el papel de las leyes en la concepción republicana de la nación. La noción de república en América, dice Arendt, va más allá de la de democracia, pues si bien es verdad que confiere el poder a la mayoría, este poder está limitado por las leyes, que están por encima de la mayoría, lo que significa una protección para las minorías (Fuente: “Hannah Arendt. Pensar apasionadamente” . Un film de Jocken Kölsch para el canal Arte. A Parte Rei Revista de Filosofía. Publicado el 28/ 04/ 2012. Contiene entrevistas filmadas a Hannah Arendt, .

Roberto Arocha Larrazabal
12 de febrero, 2017

Entre el articulo de Mires y el comentario de Franklin me hicieron el dia! Al final, la verdad de todas estas corrientes filosoficas o politicas es que son reguladas, manejadas y procesadas por el ser humano, y como caracteristica principal nuestra, solo somos perfectibles y nunca perfectos!

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.