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Tesla llega a Venezuela, por Fedosy Santaella

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Uno dice Thomas Alva Edison, y ya el nombre suena a inventor y a genio. Uno dice, Marconi, y listo, la memoria toma su camino radiofónico. Uno dice Eistein y salta la teoría de la relatividad. Pero uno dice Nikola Tesla y quizás no pase mucho.

¿Quién es Nikola Tesla? Pues nada más y nada menos que otro genio como los nombrados, un gran inventor y científico, excéntrico a más no poder, quien, unido a George Westinghouse, desarrolló una bobina de inducción que, convertida en lo que conocemos como transformador, permitió manejar la corriente alterna con gran facilidad. Es decir, gracias a Nikola Tesla tenemos luz en nuestras casas hoy en día. ¿Poca cosa? Thomas Alva Edison, su más grande rival, intentó durante años comercializar la llamada corriente continúa, pero era tan costosa y tan aparatosa, que nunca llegó a dar en el clavo con el negocio. En cambio, Tesla sí tuvo el talento para lograr tal maravilla. Y no sólo esto, también fue el inventor de la radio (un tribunal le arrebató el honor a Marconi unos años después de muerto Tesla), el precursor del radar, de los aparatos teledirigidos (desde barquitos de laguna hasta torpedos y misiles), y también tuvo que ver con el descubrimiento y la aplicación de los Rayos-X. Además, hasta el final de sus días, Tesla fue un fiel convencido de que podía crear una fuente de energía eléctrica que pudiera transmitir por el aire imágenes, sonidos y luz. ¿No te suena esto a Internet, o a la famosa Witricity que se presentara en 2006 en el MIT? Se dice que fracasó en este intento, financiado por J.P. Morgan, el hombre más importante de finales del siglo XIX en Estados Unidos, porque Tesla pretendía que esta energía fuese gratis para todo el mundo. Por supuesto, Morgan no estuvo de acuerdo, y esto, sumado al carácter excéntrico y huraño del inventor, trajo la debacle de una enorme torre erigida para tales fines, conocida como la Torre de Wandercliff en Long Island.

Pocos saben de Tesla, pero en los tiempos que corren, va recuperando cierto lugar en la historia, aunque en muchos casos, cabe decir, se le relaciona demasiado con su excentricidad. Entre sus supuestos papeles clasificados o perdidos, se especula que se encuentran los diseños del Oscilador Vibracional Mecánico, un aparato generador de terremotos; el del Rayo de la muerte, un arma capaz de lanzar un rayo poderosísimo, supuestamente puesto a prueba en Tunguska con el consecuente desastre de 1908, y los de otras tantas maravillas, como la máquina para comunicarse con vidas extraterrestres. Claro, esta última parte ya adentra a Tesla en el universo de la ficción y en el campo de lo conspirativo, que es otra forma de ficción. No obstante, cabe decir que todas estas ideas y propuestas salieron de la mente del mismo Tesla, quien aseguró incluso haber tenido contacto con vida extraterrestre a través de uno de sus aparatos, durante su estadía en Colorado Springs. Hay quien cree que lo que Tesla percibió fueron las ondas de radio que Marconi, al otro lado del océano y haciendo uso de las patentes del mismo Tesla, estaba probando ya muy cerca del éxito. Tal es la fuerza de estas delirantes historias que le hacen aparecer como personaje de ficción en cómics, juegos de video y en el cine. En 2009 fue interpretado por David Bowie, en el film The Prestige de Christopher Nolan. Acá Tesla aparece como un bicho raro (que lo era) capaz de crear dobles de objetos e incluso de personas.

Dos libros de reciente aparición en el mercado venezolano nos traen a nuestras manos su fascinante vida. El primero, Relámpagos, publicado por Anagrama y escrito por el laureado escritor francés Jean Echenoz, y el segundo, Yo y la energía (en ese orden), de editorial Turner. El libro de Echenoz es un novela breve que no llega a las ciento cincuenta páginas, y que, tal como su título lo determina, atraviesa a golpes de relámpago la vida del científico, trabajando con libertad en los momentos en que desea hacer recortes o elipsis. Quien desee adentrarse por primera vez en la vida de Nikola Tesla, puede comenzar por este trabajo de Echenoz, certero, directo y al mismo tiempo profundo.

El segundo libro, Yo y la energía, es un tríptico más que fenomenal. El primer texto es una excelente presentación de ciento cuarenta y siete páginas, que nos detalla a fondo las circunstancias y la época del inventor. «Mis inventos», se titula la segunda parte, y aquí Tesla cuenta sus primeros años y el desarrollo de su carrera en seis interesantísimos capítulos aparecidos en 1919 en la revista Electrical Experimenter. La tercera y última parte se titula «El problema de aumentar la energía humana», un texto que vio la luz en 1900 dentro de la revista Century Magazine. Se trata de un original y profundo ensayo que busca explicar cómo el hombre puede potenciar su energía interna. Comienza el ensayo viendo al hombre como un objeto que debe ponerse en movimiento, pues para él la vida es movimiento. Se pregunta luego cómo se puede aumentar su potencial y allí encuentra tres cuestiones principales. 1) El aumento de la masa. 2) La fricción. 3) La fuerza. Tesla nos dice que la energía aumentará mediante una atención cuidadosa a la salud, la comida nutritiva, la moderación, la regularidad en las costumbres, la promoción del matrimonio, la atención consciente a los niños y la observación de muchos preceptos y leyes de la religión y la higiene. Piensa que la comida es fundamental también para el aumento de la energía. Pero no la artificial, por lo que le parece que hay que buscar la manera de aumentar la productividad de los suelos. Preservar la tierra es fundamental (acá Tesla se muestra como uno de los primeros ecologistas). En el segundo punto analiza aquello que hace resistencia al movimiento, y allí encuentra (ya verán qué maravilla) el utopismo, la demencia, la tendencia autodestructiva, el fanatismo religioso, la imbecilidad, la ignorancia y la guerra. Esta última —la guerra— le parece la mayor de las fricciones, y sobre ésta se detiene en buena parte del texto. Igualmente, para finalizar, nuestro excelso inventor medita sobre las fuerzas que pueden ayudar al movimiento de la energía humana, y allí encuentra la productividad y el conocimiento. Su conclusión: comida, paz y trabajo deben ser los tres medios para mejorar la energía humana. Matemático y espiritual, estoico y frugal, Tesla nos lega acá un asombroso texto de filosofía práctica, donde entiende que el bienestar de la humanidad («todos somos uno», nos dice) es más importante que el interés individual.

No cabe duda, Nikola Tesla era un adelantado a su época. Un adelantado a cualquier época, porque su pensamiento, como el pensamiento de todo genio, no tenía tiempo ni espacio.