Perspectivas

Tercer juego: Días extraños, por Rodrigo Blanco Calderón

Por Rodrigo Blanco Calderón | 27 de enero, 2012

Pancho Massiani es un gran contador de cuentos y un pésimo echador de chistes que además son malos (porque se puede contar bien un chiste malo). Hay un chiste que suele contar, quizás como una manera de recordar los años de infancia vividos en Santiago de Chile. Un rotito se monta en un autobús, se detiene a mirar largamente al resto de los pasajeros, camina hasta la mitad del pasillo, vuelve a mirar a los pasajeros y luego, completamente avergonzado, se baja.

En la calle, otro roto le pregunta por qué se bajó. Y el primero le responde:

-Es que no conocía a nadie.

Sí. Ese es el chiste. Al parecer, nuestra memoria también tiene sentido del humor y lo demuestra asociando recuerdos o historias que al momento resultan incompatibles con el presente. Y así, como el rotito del chiste malo de Massiani, me sentí yo al entrar al Estadio Universitario de Caracas para presenciar por primera vez en mi vida un juego de la final de la LVBP y con mis Tiburones de La Guaira entre los contendores. Vi los fuegos artificiales, las presentaciones de los jugadores, la dos tribunas repletas. Vi todo aquello y me sentí un reciénvenido, un menesteroso que no se sabe comportar y que tiene miedo de que alguien lo reconozca y le pida que por favor se retire.

¿Yo, que he aguantado tantos años de chaleco por parte de caraquistas desalmados, en una final? Sí, yo, me respondía. Terminé de asimilarlo hacia el tercer inning, cuando al fin me pude quitar la incómoda sensación de estar jugando de visitante en mi propia casa.

A pesar del esfuerzo por calmarme, pronto percibí que la misma sensación de extrañeza impregnaba el juego. Hasta la sexta entrada, por ejemplo, la relación entre hits y carreras era absurda. Los Tigres habían conectado 9 imparables y anotado sólo 2 carreras. La Guaira, por su parte, apenas exhibía el solitario hit al centro del Cafecito Martínez. Los números al final del partido no harían sino confirmar esta locura: Aragua necesitó de 14 hits para anotar las 5 carreras con las derrotó a La Guaira, que sólo anotó 3. Aragua cometió 2 errores que prácticamente no afectaron el desarrollo del juego, mientras La Guaira se fue sin errores, pero con jugadas a la defensiva que terminaron por sentenciarnos (la mala corrida del paticorto César Suárez en el jardín izquierdo ante un batazo de Wilson Ramos y la falta de arrojo, literalmente hablando, del Cachi Salazar en la zona de foul por tercera al no lanzarse a capturar un toque fallido).

La manera en que los Tiburones empataron las acciones no fue ortodoxa. Y creo que eso me bastó para irme a casa sin tanto resentimiento, pues esta temporada he tenido la suerte de presenciar a Luis Jiménez desapareciéndola del estadio y al Cachi Salazar, como sucedió ayer, metiendo un “jonrón” dentro del campo. Jiménez captó también la simetría de los batazos y quiso recordarla in situ, pero su pobre jonrón esta vez apenas llegó como 5 escalones por encima de los accesos a las gradas.

Por si fuera poco, los managers decidieron cambiar de papeles o de librito. Un irreconocible Buddy Bailey le dio demasiada cuerda al abridor para dejar que le empataran el juego, haciendo lo mismo con el relevo de Rómulo Sánchez, a quien también, contraviniendo su conocida inmisericordia, le estiró la cuerda por más de una entrada. Davalillo, por su parte, sí hizo esta vez la rotación oportuna de los relevistas, aunque estos no cumplieron.

En el noveno inning las cosas volvieron a su cauce desafortunado. La Guaira no pudo voltear el marcador para dejar en el terreno a los Tigres. La manera como Davalillo manejó el bateo en la última entrada fue la gota de delirio que derramó el juego. En lugar de traer como emergente al encendido Héctor Sánchez, dejó que Edwin Bellorín bateara un dobleplay para sofocar las esperanzas. No sé cuántos fanáticos en el estadio habrán notado la movida aún más extraña que Davalillo tenía guardada bajo la manga: quitó a Miguel Rojas para darle el turno como emergente a un totalmente inofensivo Renny Osuna, cuando lo natural era darle el turno a nuestro amuleto de las emergencias, Rafael Álvarez.

En la jerga beisbolística se habla mucho del famoso “librito”. Este es una especie de Necronomicón, de texto legendario que no existe pero que los entendidos citan y siguen al pie de la invisible letra. Contiene en sus páginas no escritas lo que imperiosamente debe hacer un manager en los momentos críticos para ganar los juegos.

Bailey, con su rigor nazi, como bien lo caracterizó Alonso Moleiro, mi compañero de columna, redujo las páginas del librito a unos cuantos decretos y mandamientos. El juego de ayer fue uno de esos extraños días en que el manager de los Tigres de Aragua se permitió unos segundos femeninos de inspiración para agregarle unos cuantos renglones a su texto.

Una vez concluido el tercer juego de la final, he entendido que el librito de Davalillo debe de ser el I-Ching. Sólo el azar predestinado de los hexagramas y sus atributos oraculares pueden explicar las decisiones que el manager de La Guaira a veces toma, cambiantes como la zona de strike de nuestros umpires, como el viento.

Tengo un amigo astrólogo y tiburonero que me dijo que Los Tiburones de La Guaira este año serían campeones:

-Está escrito en las estrellas –dijo.

Si la conquista se concreta, haré lo posible por que mi amigo se convierta en el primer asistente de ese mago, a veces sorprendente, a veces charlatán, pero igualmente querido, que es Marcos Davalillo.

***

Lea también Tercer juego: Deberes cumplidos y lugares comunes, por Alonso Moleiro y Segundo juego: “Magic” Rojas; por Rodrigo Blanco Calderón

Rodrigo Blanco Calderón 

Comentarios (2)

Guillermo
27 de enero, 2012

El “librito” ha recibido fuertes embates desde la Sabermetría y ya hay varios capítulos que han ido cambiando. Lo malo es que no todos los managers se enteran al mismo tiempo. Saludos.

Deily Becerra
27 de enero, 2012

Cónchale….mi hija de 14 años leyendo este relato…está totalmente de acuerdo…¿por qué no vino el emergente estrella Rafael Alvarez?. Yo he pasado todos estos días reciclando prendas de vestir con algún logo del equipo de La Guaira, gorras, franelas comunes a las que le pego una calcomanía de tiburones, banderines…y cosas que me hagan sentir más cerca de la victoria. No se si estará escrito en las estrellas, no se si algún oráculo profetiza nuestro triunfo, o si los caracoles nos ayudarán en algo. Definitivamente, a fuerza de cábala y samba no vamos a ganar el campeonato. Por ahí leí que el béisbol es un juego de oportunidades, suficientes para componer una Victoria. Ojalá que en los juegos que vienen nuestro querido manager tome las decisiones correctas para ganar los juegos que necesitamos. Los jugadores también deben hacer su trabajo, están en el camino correcto, pero deben afinar “las pequeñas cosas” para poder lograr el triunfo Pa’Encima

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