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Ruperta; por Rayma Suprani

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Fotografía de José Cubero para el Ministerio de Ecosocialismo y Aguas

No sé por qué extraña razón me atraviesa tanto esta imagen de Ruperta, una elefante del Zoológico de Caricuao que presenta un serio cuadro de desnutrición, abandono, tristeza y maltrato.

Siempre pensé que los elefantes eran animales sagrados, como lo son nuestros niños. Más aún, estando en una sociedad que se cae a pedazos, Ruperta es una metáfora viviente de lo que es nuestra sociedad en este momento: somos como ese animal pesado y desvalido que se vino abajo por deshidratación, que quién sabe si se pregunta ¿por qué le tocó un destino tan desgarrador habiendo llegado a los 6 años de esa África ancestral donde la separaron de su familia?

Los elefantes son animales grupales. Conocen el valor de la comunidad, el tesoro que significa protegerse juntos de los depredadores y que toda la jerarquía social los cuide. Nosotros aún no lo hemos aprendido.

Desde joven, Ruperta fue condenada a estar sola en un recinto vacacional, donde da lo mismo un pokémon que un elefante sagrado. Donde la masa se pasea los fines de semana buscando algo divertido donde maquillar las miserias. La verdad, siempre detesté los circos y los zoológicos y todos los espacios artificiales que puedan reducir la libertad de un ser vivo.

Ruperta está muriendo de desnutrición y tristeza. Ella es un espejo de nuestra sociedad y su imposibilidad de moverse ante el maltrato. Ella expresa nuestra imposibilidad de gritar y denunciar tanta ignominia y tanta orfandad por elegir a padres equivocados y malignos.

Nos contaron de las vacas flacas en la Biblia, pero nunca de los elefantes famélicos por la desidia. Y sí, me sigo preguntando ¿por qué me duele tanto esta imagen de Ruperta, si ella solo es un simple paquidermo sacrificado a la vista de todos, en un conteo regresivo de deshumanización?

Con ella constatamos que la revolución es capaz de todo haciendo nada.

El ejemplo de Ruperta está ahí para quebrarnos y seguirnos quebrando, como cuando devuelven la comida recolectada por la gente que aún vive y sufre, y no está dispuesta a abandonar su sensibilidad humana ante la orden totalitaria.

Con Ruperta devolvieron la comida los militares, como lo hicieron con la ayuda humanitaria tras el deslave de Vargas cuando empezó todo este infierno.Devolvieron la ayuda y la comida sobre alfombras de muertos y niños desaparecidos en las playas.

Ruperta es nuestra imagen y semejanza. Ruperta es hoy la representación de un ser humano como Franklin Brito, del caballo de Bolívar, la Danta de María Lionza, del cunaguaro de El Pinar, las toninas del acuario de Valencia, el caballo negro descuartizado en ese mismo zoológico y donde aún no hay responsables, y de la mirada de muchos perros abandonados y atropellados en las calles de Venezuela.

Con esta imagen de Ruperta que no he podido sacar de mi cabeza en días, siento que nuestra sociedad muere en un llanto infinito. Cada segundo nos confrontamos con niños y enfermos de cáncer sin alimentos ni medicinas, mientras el régimen reparte un botín de millones de dólares entre sus mafias empresariales que importan comida podrida y alimentan el narcoestado.

Ruperta es la prueba más fehaciente de que una sociedad sin responsables es una cuna de bandidos. Bajo estos parámetros es inviable en ningún país el desarrollo humano.

Yo siempre he amado a los animales. Más que a mucha gente incluso. Debe ser por su cercanía en la mirada y ese absoluto compromiso en el tiempo a no traicionarnos.