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Respuesta a Sumito Estévez y su pregunta sobre el cacao venezolano; por María Fernanda Di Giacobbe

Por María Fernanda Di Giacobbe | 10 de mayo, 2015

Respuesta a Sumito Estévez y su pregunta sobre el cacao venezolano; por María Fernanda Di Giacobbe 640

Mi amiga María Fernanda Di Giacobbe leyó el post que en este mismo blog se publicó el día de ayer, donde me hago una pregunta: ¿y si el cacao venezolano deja de ser el mejor del mundo? Y como ella es una de las autoridades del chocolate en este país, con el permiso de mis editores y de la propia María Fernanda, hoy publico en mi blog su carta de respuesta que es, creo, pertinente (e incluso mejor que mi post). Acá les va:

“Querido Sumito: leí el post que publicaste ayer. Gracias, sobre todo en estos momentos.

Sin embargo, quisiera agregar algunas líneas, aunque quizás el momento ideal sea cuando hagamos el recorrido en Cacao de Origen que tanto deseamos pautar.

El tema es fascinante y complejo. El cacao de Venezuela sigue siendo visto en muchas partes del planeta como “el mejor cacao del mundo”, tanto por entendidos y expertos chocolateros, las industrias del chocolate e investigadores, como para los consumidores. Todos, en su gran mayoría, reconocen la infinidad de tonos al degustarlo, sus nobles sabores, sus delicados aromas y, sobre todo, la larga duración de estas bondades en boca.

También saben en el mundo entero que en Venezuela tenemos una tradición y un conocimiento ancestral que no existe en otros países exportadores de cacao.

Quien visite las plantaciones en Guayaquil, hoy en día, oirán a sus propietarios hablar de que la calidad de su cacao se debe a los injertos de sus árboles con un tipo de cacao que llegó a Ecuador en los años cincuenta y que ellos llaman “El Venezolano”. Visto desde nuestros ojos, ese cacao debe ser un pariente cercano de nuestro Ocumare 61, según la clasificación que hicieron los expertos que armaron las colecciones de las distintas regiones del país.Además, quien viaje a Colombia y asista a catas de cacao y chocolate colombiano, no tendrá que esperar mucho para que escuchar que su semilla o su producto es maravilloso porque recuerda los sabores de cacaos venezolanos. Y quienes lo dicen son los mismos expertos colombianos.

Es cierto que en toda esa campaña que (exitosamente) lleva adelante Ecuador para convertirse en el país del cacao fino de aroma hay mucho de publicidad pagada (y no siempre verdadera). Pero también es cierto que muchos científicos y conocedores venezolanos están trabajando para ellos, pues el país donde nacieron no les ofrece campo laboral desde que fueron cerrados nuestros afamados bancos de germoplasma.

Que Ecuador le dé trabajo a ese talento venezolano es digno de celebración, pues es precisamente el tipo de cosas que se logran en un país cuando se unen hacendados, productores, empresarios, gobierno y ciudadanos para hacer marca país más allá de los intereses particulares. Pero ése es un papel que, históricamente, le correspondería a Venezuela.

Estuve el día que inauguraron una planta en Quito donde los asociados son la empresa privada ecuatoriana República del Cacao, la transnacional francesa Valrhona y el gobierno de Ecuador. Y todos se unieron para elaborar las mejores coberturas del mundo. Hay que recordar que Palmaven, antigua filial de PDVSA, tuvo hace más de veinte años una asociación estratégica con Valrhona para producir coberturas con excelentes cacaos criollos venezolanos. Productos de aquella alianza se hicieron muy famosos, como el Porcelana, el Araguaney y los cacaos del sur del lago durante casi tres décadas. Hoy en día esa hacienda está abandonada y la zona ha sido muy afectada. Es un caso similar a lo que sucedió con la Hacienda San Joaquín, alguna vez liderada por agrónomos de Chocolates El Rey junto a Palmaven.

Vamos en retroceso.

Si no se crean reglas claras y honestas para la exportación de granos de cacao, seguiremos padeciendo las consecuencias de meses de retraso en salir de nuestros puertos, como ha sucedido desde diciembre del año pasado hasta hoy. Y, tal como lo dices en tu artículo, estas consecuencias pueden ser históricas: vamos directo al fracaso de nuestra marca país.

¿Qué otra cosa puede pasar si, entre que se cosecha el cacao y llega a las manos de los chocolateros y las fábricas de todo el mundo, esas semillas llegan mohosas, contaminadas y hasta podridas por la mala manipulación de las mismas, su envío tardío y la escasez de tecnología necesaria para que haya un manejo confiable, que cumpla con los estándares internacionales que merece un producto como nuestro cacao?

Es cierto: todavía el cacao venezolano sigue siendo considerado “el mejor del mundo”, pero para muchos de los chocolateros más jóvenes eso ha empezado a convertirse en un mito.

Y no es para menos: un buen empresario y un buen chocolatero de productos finos debe preferir un cacao que (aunque tenga una calidad original menor) sea bien manejado y bien almacenado, pero que además llegue en las fechas acordadas y sea bien transportado contenedores modernos y refrigerados. Eso siempre será preferible antes que el mejor cacao del mundo deteriorado por la falta de amor que tienen los gobernantes y algunos empresarios de Venezuela”

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María Fernanda Di Giacobbe Chef y chocolatier venezolana, directora de Kakao y creadora de Cacao de Origen.

Comentarios (13)

milagros meneses
10 de mayo, 2015

Estamos en retroceso desde hace mas de 15 años,crei que lo que ellos comunicaban del cacao exportandolo era cierto ,bueno una mentira mas

Edgard J. González.-
10 de mayo, 2015

O sea, que la sistemática destrucción de todo lo que se había logrado en Venezuela hasta 1998, también afecta a la industria del cacao, que recibe su porción de odio y anacronismo de parte de la plaga chavista, en su afán de someter a todos sin excepción a las arbitrariedades del Estado por ellos controlado. Nada inédito, ocurrió todas las veces que las falacias de “la dictadura del proletariado, el pensamiento y partido únicos, y la araña peluda y venenosa del Colectivismo” se implementaron en alguna porción del planeta que habitamos. Otra cara de esta moneda, también presente en otros problemas similares, es la dolarización de nuestros productos, a extremos de hacerlos inalcanzables para los bolsillos de la mayoría de los venezolanos.

Francisco Laguna
10 de mayo, 2015

esto da ganas de llorar. porque a donde quiera que mires, no hay actividad que no este en un estado similar

Yadelsy Fernández
10 de mayo, 2015

Como una verdadera aficionada “amante” del chocolate (chocoholic, como me defino) el artículo de Sumito realmente me impactó: cómo puede ser que hasta la certeza de tener el mejor cacao del mundo también la podríamos perder? Tenía la esperanza que el comentario de la experta chocolatera María Fernanda Di Giacobbe me tranquilizara, pero desafortunadamente no fue así. Y más desafortunado aun es entender que en el trasfondo de este asunto el culpable sea un gobierno incompetente e indolente que se ha dado a la tarea de DESTRUIR todo aquello en lo que de una u otra manera tiene competencia, hasta procurar acabar con un producto del que durante años nos hemos sentido tan orgullosos, nuestro cacao.

Vladimir Viloria
10 de mayo, 2015

Para Sumo, otra vez, y también a María Fernanda: Releo este último texto tuyo, y necesito compartir contigo unas palabras, estas ideas sueltas, en el fondo unas angustias, parecidas a las tuyas, pero parado desde otro lugar. Y que me perdone Prodavinci si esto me sale un poco largo… Sorbo un trago de Ron de Venezuela ¿el mejor del mundo? Tal vez, no lo sé, seguramente sí, pero que lo digan otros, no precisamente yo, un devoto irredento y radical de lo aguardientes de Santa Teresa, Carúpano, El Muco, Diplomático, Cacique, Pampero y otros más… y te imagino aquí a mi lado amigablemente, conversando, paladeando y soñando el cacao y el chocolate venezolano: ¿“el mejor del mundo”? Veamos. Entiendo que hoy por hoy nuestro ego y “amor patrio” está más que vapuleado, y no es para menos, pero tu angustia no es para tanto, Sumo. Nuestro cacao es un mito y tal vez ese sea el problema. Vive de glorias pasadas, hizo fama y se echó a dormir. Nuestro cacao –sobre todo el criollo porcelana- ha sido el más buscado, el más codiciado, el mejor pagado, desde que salía por toneladas hacia el puerto de Veracruz en el XVII y XVIII, básicamente. Legalmente y de contrabando, además. Siempre fueron otros los que valoraron esa almendra maravillosa de verdad. No nosotros, o al menos no como debimos. Y hasta parece una mala broma, del Theobroma cacao. Nosotros extraíamos y vendíamos. No mucho más. Casi que como sucede con el petróleo. Los más grandes chocolatiers del mundo todavía pagan lo que sea por nuestro cacao criollo. Y eso no está mal. Me gusta y divierte que el cacao venezolano siga siendo una auténtica leyenda y que el mundo siga creyendo que el de Chuao (en realidad un peculiar y miserable pueblo costero de Aragua, hoy ni la sombra de lo que fue hace dos siglos) sea el mejor cacao del planeta, porque ¡ya casi ni se produce cacao en Chuao! ¿Para nosotros debe ser tan importante esa certeza? La verdad, no lo creo. Siempre he creído que el patriotismo, ese que finalmente troca en patrioterismo, es una consecuencia de bajos sentimientos, de poca auto estima, siempre carne de cañón del poder. Y el patriotismo gastronómico, ni hablar. Sabes bien que no comulgo en esa iglesia. Para mí, el comer y el beber, mientras más desprejuiciado y cosmopolita, mejor. En mi caso, no necesito de las canciones de Simón Díaz, menos de las de Serenata Guayanesa, ni de las extrañas gaitas zulianas, para sentirme “venezolano” o “más venezolano”, o “mejor” venezolano. Mucho menos comer hallaca todos los días –aunque sucumba inevitablemente ante ellas- o ser fanático de Oscar de León o Billo’s, para sentir que pertenezco a una nación o un gentilicio. Nací en este país y lo quiero y me duele. La verdad, no me dieron la oportunidad de decidirlo, es toda una fatalidad del destino, ¿no? Mi verdadera patria es y será la casa de mis abuelos paternos allá en Sabana Libre, ese delicioso pueblito perdido en los confines del estado Trujillo, al lado de Isnotú. Punto. Y si hay algo que reivindico de “nuestro ser” venezolano, es su cosmopolitismo. Si Ecuador, Perú o Chile “venden” lo que sea que vendan (¿identidad, arraigo, orgullo patrio?) desde su cacao, su ceviche, vino o su pisco, allá ellos. Y si lo hacen, seguramente trabajan para darle sustento y llenar de sentido su “marca país”, ese casi dogma que tanto te gusta invocar, motivo de otra conversa que tengo muy pendiente contigo. Hoy en Ecuador y Perú y hasta en la pobre Bolivia, se siembra cacao, miles de hectáreas, de paso y en gran parte cacao muy productivo, pero de baja calidad organoléptica, es decir, pobrísimo en sabores y aromas –atributo angular del venezolano-, para jugoso y lucrativo negocio de Nestlé o alguna otra “competitiva” trasnacional del mundo mundial, seguramente. Mientras tanto ¿en Venezuela qué? El Estado de esos “países hermanos”, como le gusta decir a los políticos, por lo menos apoya, financia, investiga, promueve y protege el cacao y la economía que este hace posible. Con todo y sus bemoles de siempre. Aquí, trágicamente, ya ni Estado tenemos, y el que hay, destruye, no construye. Aunque su poderoso aparato de propaganda diga otra cosa. ¿Sabes cuantas toneladas de cacao se pudrieron de la cosecha 2014 del “mejor cacao del mundo” gracias a las políticas y la burocracia delincuente de la “revolución bolivariana”? Unas cuantas. Pero es el secreto mejor guardado del orweliano Ministerio del poder popular de Agricultura y Tierras, ese mismo que a lo mejor racionará dentro de poco, también, y como en 1984, nuestra dosis semanal de chocolate. A mí me da un fresquito saber que Pierre Herme, Francois Payard, Sadaharu Aoki o Jordi Roca –por solo nombrar a cuatro importantes chefs pasteleros del mundo-, al menos todavía, usan cacao criollo venezolano como base de su chocolatería. No otro. Y vaya usted a saber cómo se lo agencian, porque exportar en este país es ya más difícil que matar un burro a pellizcos. Y se me hincha el pecho cuando paladeo golosamente la excelencia y calidad de los chocolates de El Rey, Francesqui, Mis Poemas, Paria, Canoabo y últimamente de las ricas barras de chocolate “ben to bar” –por lo salvajes, intensas y auténticas- que salen del taller de Cacao de Origen, desvelo de nuestra incansable María Fernanda di Giacobbe. Ahí hay algo, y ¿sabes qué es?: TRABAJO. El cacao venezolano será lo que nosotros hagamos con él y nadie más. Más allá del mito y su fama legendaria, sobre todo en los mercados de ultramar desde hace más de 300 años. Probablemente, el cacao, y otras muchas maravillas que nacen en esta Tierra de Gracia, sean lo que son y sean bien valoradas por el mundo, a pesar de nosotros mismos. No basta con la opinión pública, ni de la buena propaganda estatal, querido Sumo, ni que repitamos como un mantra “tenemos el mejor cacao del mundo, tenemos el mejor cacao del mundo, tenemos el mejor cacao del mundo”. No. Eso puede que sea importante, pero si no hacemos nada con él, si no peleamos contra ese Estado distópico que nos acogota, somete y mata, si no sabemos nada de los hombres y mujeres y niños que lo siguen cosechando, ni de sus penurias ni de sus dramas cotidianos, si no hay chocolateros venezolanos que reinventen y usen nuestro cacao, el mito y la leyenda morirá y si, tal vez y tristemente para nosotros, el mejor cacao del mundo será otro, y no sólo eso, tendrá que ser otro. Celebrar y vociferar no basta. Eso es lo más fácil. Trabajar es lo difícil. Contra todo y contra el mundo. En el campo, en el horno y la mesa de temperado.

marianela de sousa
11 de mayo, 2015

Es muy triste conocer esta gran verdad sobre lo que está ocurriendo con este maravilloso producto venezolano y su industria. Los que nos apasionamos por el cacao y sus derivados sentimos que cada vez le importa menos a los gobernantes mantener el interés en una empresa productiva que ha sido ejemplo y orgullo de los venezolanos y que muy lamentablemente está pasando por un periodo muy difícil.

mark eagler
11 de mayo, 2015

el mejor chocolate es el de venezuela lo que saben el arte de trabajar entiende eso eso pasa como el aqui en venezuela que el mejor chocolate es el de Sucre, no el de chuao o el de barlovento o el de barinas o mejor a un el del milagro; asi pasan con los rones van a las ferias internacionales y gana los premios el chocolate va las feria y si gana esta dentro de los mejores o el mejor chocolate los venezolanos somos muy caídos de la mata porque siempre estamos esperando la aprobación de los demás y el precio lo colocan los de afuera en vez de ser los de aquí

Olmar
11 de mayo, 2015

A mi no me dan ganas de llorar el mensaje de la señora Di Giacobbe. Ya estoy llorando.

Pero no estoy completamente de acuerdo con el señor Viloria, ya que no podemos tener un Lorenzo Mendoza en todas y cada una de las fábricas de productos alimenticios del país y menos tratando de ocuparse también de resolver los problemas del productor agrícola, transporte y demás. Y si bien La India permanece en el nivel que siempre ha tenido, por desgracia no se puede decir lo mismo de la marca Savoy, o sea a la Nestlé cofundadora y accionista de la fallecida empresa, que es la única que, a veces, sigue suministrando a los mercados que lo venden a los pataenelsuelo como yo, nuestra dosis de chocolate…..

guillermo delgado pinochet
11 de mayo, 2015

muy acertados los comentarios del cacao y porque no, incluyamos el cafe ,que tiene la misma historia de resentimiento e incapacidad gubernamental en estos 16 años de maltrato y depauperio institucional que el cacao y nuestra agricultura ,para solo tacar ese tema , cuya importancia es de primera linea , amigos hay formas de redimir estos entuertos cerebrales , por favor votemos es nuetro gran dereco y defendamos nuestro voto en nuestro respectivo centro, feliz tarde y mejor noche

Juan Gant
12 de mayo, 2015

Puedo decir con propiedad que el cacao de toda la costa de Caracas -y posiblemente el de barlovento- es cacao del lago de Maracaibo y Gibraltar, que en el s. XVII se sustituyó con denominación de ‘cacao de Truxillo’ por el original de Caracas debido a la plaga que denominaban alhorra y que consumía los cacaotales de Caracas. Hasta el de Chuao se sustituyó, y no por eso dejo de considerarse ‘el mejor del mundo’. Prueba quizás que no es acaso la variedad, sino el ambiente o el suelo propicio lo que generan su calidad.

Lorraynes Carolina Vásquez
12 de mayo, 2015

No nos queda mas que, tal como lo indica Sumito, vociferar: “Tenemos el mejor Cacao del mundo” y repetirlo tantas veces que el convencimiento sea colectivo. Sinceramente,sin ánimos de desanimar, no le veo al gobierno ninguna intención de impulsar la industria chocolatera, porque le tienen amor es a otra cosa y no precisamente al chocolate venezolano.

Belén Carrillo
12 de julio, 2016

Buenas tardes, amigos. Acabo de leer los dos artículos y siento impotencia por la situación que estamos atravesando. Gracias Sumito, gracias María Fernanda. Tengo un negocio virtual llamado ChocoBelén, donde trabajo la bombonería y la repostería con chocolate venezolano; soy defensora de nuestro cacao y he sido vocera en mi ciudad, San Cristóbal, gritando orgullosamente que es el mejor y lo siento mío aunque no tengo completo acceso a él.

Como dice el señor Vladimir, no es suficiente con decir que es el mejor. La realidad es que cuando visitas la cuna del mejor cacao del mundo en Chuao, descubres que para Venezuela(para ti) no hay cacao. Te das cuenta que las mujeres que dedican su vida a cultivarlo reciben pago una vez al mes y por día de trabajo, sin contar con seguro médico. Ellas sonrientes y cantando hermosas melodías, se entregan a San Juan y viven su vida feliz alrededor de la Haienda y el patio de secado, sin desarrollar todo lo que podrían hacer con ese fruto sagrado que a diario tienen en sus manos, pero tampoco queda para ellas.

Es insólito que para el comprador común no haya una cantidad disponible para su pequeña, mediana producción , es más, ni para los chuaeños. No conozco el caso de los demás pueblos cacaoteros pero supongo que no cambia mucho.

De verdad deseo que mejoren las cosas, es un respiro profundo saber que la maestra chocolatera María Fernanda haya colocado su nombre para ese gran premio que es luz para Venezuela. No sé qué pasará en 5, 10, 20 años pero estoy segura que los que queremos trabajar y hacer las cosas bien, contagiaremos a los que nos rodean y nos mantendremos firmes.

Abrazos chocolatosos

Gugonpi
25 de julio, 2016

Como todas las discusiones humanas, todos tienen un poco de razón. No se trata de llegar a un chauvinismo histérico, pero es importante resaltar que el cacao venezolano es el mejor del mundo.

Primero, tal y como ya lo mencionó la Señora Di Giacobbe, los genes del cacao venezolano han sido importantes en el establecimiento de nuevas líneas de producción. Segundo, es el patrón organoléptico a seguir al desarrollar cruces mejoradores del cacao en otros países. Tercero, es un referente de precio en los mercados internacionales.

Por otra parte, así como no es lo mismo degustar un pabellón criollo aderezado con ají margariteño y preparado por el Chef Estévez, a comerse cuatro perros calientes en Plaza Venezuela, no hay comparación entre comer un buen chocolate elaborado por buenas manos, con cacao de Chuao, Yaguaraparo, El Vigia, o de Obispos, a comer una golosina de las que llegan (o llegaban) de contrabando y venden en los terminales de autobuses. Pero… siempre hay cabida para todos los gustos.

No deseo politizar el tema, pero tomemos el ejemplo del café por un momento. El café venezolano era un café de aroma exquisito, que por las razones que sean mermó en producción y ha sido sustituido principalmente por el café de Nicaragua de mayor producción pero de aroma casi imperceptible comparado con cualquier café criollo. Eso pudiera ocurrir con el cacao venezolano si no lo cuidamos.

Si bien es cierto que en Chuao no se producen más de 20 toneladas de cacao por cosecha, son las toneladas de cacao mas solicitadas en el mundo. No creo que los más grandes maestros chocolateros del mundo estén conspirando en contra del cacao del resto del mundo. No soy de Chuao, pero entiendo el orgullo que sienten los oriundos de ese pueblo costero del estado Aragua.

Concuerdo con el Sr. Viloria en que el cacao venezolano será lo que hagamos con él, pero en mi opinión, no considerarlo el mejor es el peor primer paso para su conservación en el tiempo.

Una nueva generación de chocolateros independientes se está formando y reinventando para adaptarse a la realidad del país y estoy seguro que a la vuelta de cinco o diez años, los grandes premios a la chocolatería serán otorgados no solo al cacao venezolano, sino a los chocolatiers venezolanos.

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