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Rafael Ramírez: ¿canciller o candidato?; por Marianna Párraga

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Rafael Ramírez no estaba dispuesto a sacrificar el poder económico que llegó a acumular como administrador de los ingresos de Venezuela para hacer de “lleva-carpetas” de Hugo Chávez.

Eso dejó entrever cuando rechazó dos veces el ofrecimiento del Presidente de entregarle la Vicepresidencia después de lograr triunfos electorales capitalizados en buena parte por el incremento del gasto público del gobierno central financiado desde PDVSA y por uno que otro guiño político que terminó por salirle bien. Por algo entre muchos chavistas lo conocen como el “rojo-rojito”.

Ramírez dijo que no, aunque no muchos se atrevían a contrariar a Chávez. Pero “El Flaco”, como sus amigos lo conocen, se las ingenió para convencer al comandante de que era mejor idea dejarlo a cargo de las riendas del petróleo. Si no él, ¿quién? Ese riesgo no se podía correr. Pero detrás de su negativa radicaba el hecho de que siendo Vicepresidente de Chávez su figura pasaría inevitablemente a la sombra, como desfilaron muchos en ese puesto: sin pena ni gloria.

¿Por qué, entonces, es ahora cuando Ramírez acepta dar un paso al costado para cortar con más de una década de reinado ininterrumpido y la acumulación de un número récord de cargos administrativos, gerenciales y políticos en el gobierno chavista?

Porque ahora Venezuela es otra.

No sin forcejeo, Ramírez queda finalmente como Canciller y Vicepresidente de Soberanía Política. Y logra dejar a dos personas de su confianza en sus antiguos cargos, una garantía (aunque dudosa) de que podrá seguir influyendo en las decisiones verdaderamente importantes del país.

Sin embargo, los cambios no fueron comunicados a los afectados con suficiente tiempo para digerirlos. El semblante de Ramírez el día de los anuncios no denotaba triunfo, sino tal vez desazón. Ahora se ve obligado a salir de su zona de confort y demostrar que es capaz de manejarse en un cargo político sin caer presa de las bases y de los altos mandos, en medio de un entorno de altísima incertidumbre, con creciente rechazo a la figura presidencial y una economía a la deriva por la falta de toma de decisiones, muchas de las cuales fueron planteadas por él mismo, para luego ser desechadas por sus superiores.

De la economía a la política se puede dar más de un paso en falso.

Pero también se puede tejer un proyecto político. Y el de Rafale Ramírez no es de nueva data. En su círculo la noticia de la elección de Nicolás Maduro como el elegido de Chávez para sucederlo en la presidencia no cayó bien. Ramírez estaba listo para tomar las riendas, pero estando obligado a jugar “cuadro cerrado” en momentos en los que el movimiento político que empujan todos estaba en jaque, no había lugar para chistar.

Es posible que éste sí sea el momento para empezar a pensar en el referéndum del 2016 y en un posible reemplazo para Nicolás Maduro cuando llegue el momento. Para eso, el sacrificio de dejar atrás PDVSA y el Ministerio de Energía y Petróleo –y su consecuente poderío económico y decisorio– era necesario. Y, como subrayaron en el alto gobierno, también era mandatorio desconcentrar el mando que llegó a acumular Ramírez en su doble rol de vigilante y supervisado.

Comienza la hora de jugar las fichas. Y las políticas aún están cubiertas.

Porque aunque el ala militar ganó un espacio todavía mayor dentro del Gabinete, Rafael Ramírez pudo quitarse del camino unas cuantas piedras de tranca. De aquí en adelante, lo demás es estrategia.