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¿Por qué me debería interesar Venezuela?; por Juan Nagel

Simpatizante opositor en la Av. Francisco de Miranda a la altura de Chacao. ©Fotografía de Verónica Aponte [01/09/2016] / Para ver la galería completa haga click en la imagen

Simpatizante opositor en la Av. Francisco de Miranda a la altura de Chacao. ©Fotografía de Verónica Aponte [01/09/2016] / Para ver la galería completa haga click en la imagen

Uno de los frecuentes campos de batalla entre el gobierno de Venezuela y la oposición es el escenario internacional. Este es un terreno en el que la oposición aparece débil y desarticulada. Parte de su problema es no saber responder a la pregunta que sirve de título a este artículo.

La pregunta “¿por qué me debiera interesar Venezuela?” no se dice, para no ofender las normas diplomáticas. Sin embargo, está muy presente en el RAM de nuestros interlocutores.

Los representantes de la oposición no siempre tienen una respuesta convincente a esa pregunta. Es más, a veces ni siquiera se la han planteado. Esta falta de claridad y de sentido estratégico hace que se pierdan oportunidades de avanzar una agenda internacional pro-activa.

Un ejemplo de esto surgió recientemente.

Hace unos días, un reportaje de Marianna Párraga (Reuters) reveló que Venezuela estaba atrasada en sus compromisos petroleros con Rusia y China. La nota, basada en documentos internos de PDVSA, alega que Venezuela debe a ambos países millones de barriles de crudo y productos refinados que éstos pagaron de forma anticipada.

Si la oposición tuviese claridad táctica, hubiese organizado un viaje urgente a Beijing y Moscú para hablar sobre este tema con las autoridades de ambos países. Plantearle a los rusos y a los chinos que sólo ellos pueden dar seguridad de cumplimiento de los compromisos contraídos por Venezuela tendría mucho sentido en el contexto actual.

Ganarse a los chinos y a los rusos sólo se logra dando garantías de que los intereses de ambos países no sólo serán respetados, sino que serán honrados de mejor manera.

En cada conversación, en cada viaje diplomático, la oposición debe tener claridad con respecto a los intereses y objetivos del interlocutor. Esto requiere un monitoreo constante de las realidades geopolíticas de los diferentes países con los que se dialoga.

Muchas veces pensamos que la comunidad internacional debe solidarizarse con la oposición por un tema de “democracia,” o de “derechos humanos.” Lamentablemente, lo que mueve al mundo no son esos objetivos grandiosos, sino más bien cosas mundanas – intereses geopolíticos, militares, económicos, o petroleros. Si la oposición no se empapa del realpolitik de sus interlocutores, poco podrá transformar la acción internacional en hechos concretos.

Esto aplica también para el caso de América Latina. A la región le interesa la “estabilidad.” La oposición tiene que vender la idea de que sólo ellos aseguran estabilidad. Esto pasa por convencerles que saben cómo contener el narcotráfico, el fundamentalismo islámico, y la migración masiva de venezolanos. Pero esto requiere tener un plan –convencer que se entiende la naturaleza de los problemas, y que pueden atacarlos.

Pero no se trata ya de vender “estabilidad” solamente, sino de vender “progreso.” La oposición también ha fracasado en vender el enorme potencial que tendría una Venezuela post-chavista bien gobernada.

Muchas industrias –el retail, la construcción, la banca, la infraestructura, el transporte, el petróleo y sus derivados– podrían encontrar en Venezuela un campo fértil de expansión. Muchas de estas industrias tocan los intereses de los políticos con los que Venezuela dialoga –o debiera dialogar– ya sea en Santiago, México, Beijing, o Riad.

Hasta ahora, no se ha logrado vender la idea de que la oposición sería “good for business.”. Parte del problema es que no cuentan con equipos técnicos que puedan explicar, en detalle, las reformas que podrían enrumbar a Venezuela en todas estas áreas.

En el fondo, la comunidad internacional pareciera preferir al chavismo antes que a la oposición porque piensan que no está lista para gobernar. No han sabido convencer a los principales actores internacionales que un gobierno de la oposición sería bueno, tanto para los intereses de los venezolanos como para los de ellos.

Hasta que no cambiemos esa percepción, su lobby internacional seguirá siendo poco efectiva.