Cultura Crítica

Polisaturación, de Violette Bule: vota si puedes soportarlo; por Jesús Torrivilla

Por Jesús Torrivilla | 7 de diciembre, 2013

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La ciudad electoral está polisaturada. Carteles centellantes, sonrisas, abrazos bonachones, palmadas, pulgares, consignas, camiones, guerra de mensajes de texto, comandos de grafiteros, decenas de correos electrónicos y de bannersgriffin blanco en los vidrios, afiches en los postes, en el suelo, en los camiones, en los carros, en modelos de semáforo con sus escotes circunscritos por la invitación, volantes, potazos y más sonrisas precedidas por la alevosía. Todo junto, de pronto, nos remitiría a un gran aleph de la propaganda. Un depósito de antimateria, logos electorales y papel glasé desde donde se ven todas las esperanzas y todas las miserias.

Violette Bule, fotógrafa, reúne estas decenas de afiches y empapela una habitación con nuestro presente y pasado político reciente. Es la hidra de nuestras candidaturas, de las promesas: arrancas una y como resultado obtienes su duplicado. Un cuarto de escasa luz, amenizado por discursos políticos reproducidos en repeat y a velocidad de despeñadero.

Esta instalación tiene por nombre Polisaturación y se encuentra exhibida en la Organización Nelson Garrido. Una oración circunscrita por luces rojas comienza pidiendo por “Por la beca del artista”, pasando “por la indiferencia no asumida” y cerrando con “por la derecha / por la izquierda / por el retruque”. Apenas legibles entre la oscuridad, el visitante recibe de golpe todos los colores de la historia, todos los discursos.

Bule, cuya imagen sobre La Odalisca de Matisse, hurtada del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, se hizo viral en las redes sociales, ahora prueba con la intervención del espacio con otro tipo de retratos: el de los políticos que han optado por cargos públicos, con sus promesas y sus derivaciones, su fragilidad ante el graffitti ciudadano. Recolectadas y exhibidas como un gran manto en las escaleras de El Calvario, esta vez las reúne en un espacio pequeño, cubierto hasta el techo de afiches y propagandas.

***

La polisaturación nos atenaza. El afiche, la propaganda, últimamente está más reñido contra el hastío que contra el aburrimiento. Pero todavía vale hacerse preguntas. Desde que los profetas de las postmodernidad empezaron a hablar de la crisis de los partidos políticos, de la urgencia de nuevos actores y de la pereza ontológica de los jóvenes ante la política, siguen resonando dudas. “¿Qué hago con mi voto? ¿Qué hago si todas esas artimañas me dan una rabia incomprensible?”.

David Foster Wallace afirma con seguridad que es muy difícil preguntarse por el desinterés de los jóvenes votantes por la política. El aburrimiento en sí mismo hace que el cuestionamiento prescriba: el solo hecho del sentimiento es suficiente. No se le puede pedir a alguien que piense en su aburrimiento, asegura.

Foster Wallace no se habría hecho el cronista de la tristeza si su reflexión no se precipitara rápidamente hacia el dolor. Por eso se responde: “La razón más probable por la que a tantos de nosotros nos importa tan poco la política es que los políticos contemporáneos nos entristecen, nos hieren en maneras que son tan difíciles de nombrar, que mucho menos podemoshablar sobre ellas. Es mucho más fácil voltear ojos y que te sepa a mierda”.

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Esa desazón electoral es su diagnóstico en una crónica encargada por la revista Rolling Stone sobre la campaña presidencial de Estados Unidos en año 2000. Leemos sobre un país que todavía no había vivido el mayor ataque terrorista de la historia, que no había despertado un desafuero nacionalista por la guerra. A Foster Wallace le asignaron un puesto en el “Straighttalkexpress”, el autobús de John McCain, candidato republicano, que para esos años, según el cronista, irrumpió con un edge que encantó a miles de norteamericanos. Una especie de carismática franqueza que rompía con el estereotipo del político-patiquín, característica que resonó de una manera especial en los jóvenes. Todo movido por una narrativa: la historia de McCain como héroe de guerra en Vietnam.

Foster Wallace se hace invisible entre los periodistas de la fuente, técnicos de cámaras, medios y barahúnda. Y entrega un texto complejo y extenso que bien podría haber llenado todas las páginas de la Rolling Stone, sin pauta publicitaria que pagara la tinta. Pero, reeditada, y presentada al lector contemporáneo, la atemporalidad de sus cavilaciones entrompa con la cadencia de su lucidez triste.

Los partidos no son tontos, dice con resignada seguridad. El aburrimiento y el asco que atraen al sofá es un voto según Foster Wallace, una opción por afianzar el establishment. Dice que a ese estatus quo:“les interesa mantenerlos a ustedes asqueados y aburridos y cínicos y darles cualquier razón psicológica posible para quedarse en casa…”. Sin una palabra de teoría política, de patrioterismo. Sin ni siquiera consideración alguna por la épica slacker, que bien podría. Le habla al ofendido, al indignado con un discurso tan simple que tendría que haber sido diseñado por Maeda: “Y por supuesto, quédense en casa si quieren, pero no se engañen pensando que no están votando. En realidad, el no votar no existe: uno vota o bien yendo a votar, o bien quedándose en casa y multiplicando tácitamente por dos el valor de un voto del ala dura [de los Republicanos]”.

***

En el camino por la ciudad polisaturada del corneteo propagandístico, de pie o en movimiento se ven los carteles. Detrás de cada uno está la promesa de una historia. Ésa es toda la apuesta que hace Foster Wallace en su crónica: acepta deslumbrarse por el discurso de un político que se simula a sí mismo con la convención más poderosa de todas, que activa la fe: el pacto ficcional.

En los resquicios de ese acuerdo nadie deja de mencionar el regreso al voto como la apuesta de una historia que se pueda volver a creer.

Jesús Torrivilla 

Comentarios (1)

Pedro Velasco Astudillo
7 de diciembre, 2013

Una ANÉCDOTA de TINTE latinoamericano, para los desesperados o “desalentados” votantes venezolanos nuevos o añejos, va de CUENTO: En el BRAZIL, por la década de los SESENTA, había una CRISIS de GOBIERNO, MALO tanto como el peor…Se enfrentaban candidatos políticos de ambos DESACREDITADOS bandos, y el pueblo IRRITADAMENTE DECEPCIONADO – pero lúcidamente CREATIVO – se puso de acuerdo, usando el mensaje más efectivo de “boca a oído” ; y votó masivamente por el HIPOPÓTAMO del acuario citadino…El impasible paquidermo GANÓ las ELECCIONES y TUMBÓ al GOBIERNO !!! Si no hay otra OPCIÓN , para los DESESPERADOS o los que ESPERAN el FRAUDE de los ya DERROTADOS; pudieran “aplicarse el CUENTO y convocar a votar, como OPCIÓN “B”: por la DANTA de MARIALIONZA ! A ver quien convoca a los electores !!!

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