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Muerte en el Mediterráneo: la tragedia de los inmigrantes africanos; por Flaviana Sandoval

Por Flaviana Sandoval | 12 de abril, 2015

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“Con cada ola, dos o tres desaparecían”, contaba Ibrahim después de haber sido socorrido por la Guarda Costera italiana. A bordo de uno de los cuatro botes inflables que partieron de la playa de Garabuli, 40 kilómetros al oeste de Trípoli, Libia, la noche del 7 de febrero, el joven de 24 años, procedente de Mali, intentaba cruzar el Mediterráneo con rumbo a Italia, cuando naufragó junto a otros 400 migrantes.

Dos días después de iniciar la travesía, la Guardia Costera italiana rescató a 108 pasajeros a bordo de uno de los botes que quedó a la deriva debido a las malas condiciones climáticas. Otras dos lanchas similares también fueron socorridas, pero para entonces solo quedaban dos tripulantes en una, y siete en la otra. La cuarta embarcación nunca fue encontrada.

29 de los inmigrantes rescatados fallecieron de hipotermia horas después, mientras eran socorridos. En total, se estima que cerca de 300 inmigrantes perecieron en el Mediterráneo en este viaje, cifra apenas superada por la tragedia de Octubre de 2013, que cobró la vida de 366 inmigrantes que trataban de llegar a la pequeña isla italiana de Lampedusa.

El mar, último recurso

Esta tragedia, como muchas otras que han ocurrido antes, no constituye un freno para los inmigrantes que intentan desesperadamente huir de varios países de África. La Guardia Costera italiana reportó que, entre el 13 y el 15 de febrero, barcos mercantes italianos rescataron a más de 2.800 personas repartidas en al menos 18 botes que trataban de cruzar el Mediterráneo.

Según estadísticas de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), alrededor de 3.500 personas murieron en el 2014, tratando de superar el Mediterráneo hacia las costas del sur de Europa. En 2015, 470 personas han fallecido o desaparecido en el trayecto hacia el viejo continente, en comparación con las 15 muertes registradas en el mismo período del año pasado.

La muerte no frena a los más de 8.800 inmigrantes que entre los meses de enero y marzo han llegado a Europa a través del Mediterráneo, según estima la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Federico Soda, Director de la Oficina de Coordinación para el Mediterráneo de la OIM, atribuye este aumento del flujo de migrantes a una “severa crisis internacional e inestabilidad”, y advierte que el 2015 podría ser un año mucho más letal en materia de inmigración hacia Europa.

Los inmigrantes que se lanzan a atravesar el mar tienen historias y orígenes diferentes, pero un deseo común: conseguir una mejor vida en Europa. Para lograrlo, están dispuestos a viajar miles de kilómetros por tierra desde sus países de origen hasta alcanzar algún puerto en las costas del norte de África, y pagar entre 1.000 y 5.000 dólares por un lugar en un bote atestado de otros que huyen y esperan no naufragar en el camino.

Los sobrevivientes del incidente del mes de febrero provienen de distintos países de África: Costa de Marfil, Senegal, Nigeria, Mali, Guinea, Gambia y Mauritania, según el reporte de la OIM. Pero lo cierto es que casi todo el continente está dejando ir a sus nacionales, si no empujándolos fuera de las fronteras, debido a problemas económicos, revoluciones y guerras.

La mayor parte de los inmigrantes llegados a Italia durante el 2014 son de origen eritreo: un total de 28.557. De acuerdo con estadísticas de ACNUR, 308.022 refugiados y 30.038 solicitantes de asilo en el mundo provienen de este país, donde no existen partidos políticos de oposición y las libertades de expresión y asociación están fuertemente restringidas.

Según el Reporte de Amnistía Internacional 2014/2015 sobre el estado de los derechos humanos en el mundo, miles de presos políticos llenan las cárceles de Eritrea, donde son retenidos bajo detención arbitraria durante largos períodos, acusados de delitos que van desde criticar al gobierno, hasta practicar alguna religión no reconocida por el Estado. Existen numerosos reportes de uso excesivo de la fuerza, tortura durante interrogatorios, así como castigo o coerción.

El control gubernamental es abrumador. El gobierno de Eritrea pretende recolectar un 2% sobre el ingreso neto de sus nacionales que residen en el exterior, a través de lo que denominan “impuesto a la diáspora”. Observadores de las Naciones Unidas han denunciado “el continuo uso de medidas coercitivas” por parte de las autoridades para efectuar el recaudo. Aún así, alrededor de 3.000 personas huyen cada mes.

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Otro caso prominente es el de Siria. Luego del estallido de la Primavera Árabe en el año 2011, que desencadenó enfrentamientos entre el gobierno del presidente Bashar Al-Assad y facciones rebeldes, este país se ha convertido en la fuente de una de las olas migratorias más importantes de la historia. Según cifras de Amnistía Internacional, 4 millones de ciudadanos sirios hoy son refugiados en otros países.

Huyendo de un conflicto que ha causado cerca de 200.000 muertes y 7.6 millones de desplazamientos internos forzosos, los sirios ocupan el segundo lugar en la lista de inmigrantes que llegaron a Italia a través del Mediterráneo en el 2014, con un total de 23.945 personas.

Odisea en tiempos modernos

El inmigrante clandestino sabe cuándo inicia su viaje, pero no cuándo terminará. Lo que sí es seguro es que cuanto más lejos estén de las costas del norte de África, más largo y peligroso será el camino, y más oportunidades habrá para que la travesía se convierta en un callejón sin salida.

Abraham Russom, uno de los sobrevivientes de la conocida tragedia de Lampedusa de octubre de 2013, viajó durante casi seis meses desde Eritrea, en el cuerno de África, hasta Estocolmo, Suecia, donde finalmente obtuvo asilo político. “Crucé el desierto a pie”, afirma. “Estuve cuatro días en Jartum, Sudán. Dos meses en Libia. Dos meses en Lampedusa. En Roma escapé, y nadie me detuvo. Llegué en tren a Frankfurt y luego en autobús a Estocolmo”.

Para quienes deciden no hacer el trayecto inicial por su propia cuenta, el trato con los traficantes de personas, que pueden llevar hasta 250 migrantes en un viejo bote pesquero y obtener una ganancia de alrededor de 250.000 mil dólares por viaje, comenzará mucho antes: desde sus países de origen en el África Subsahariana o el cuerno de África. Desde allí, el costo final del viaje puede alcanzar hasta unos 10.000 dólares.

“El tráfico de personas es un servicio muy solicitado en el mercado”, explica un traficante anónimo, que habló con el periódico The Guardian. Asegura que hasta el momento, ninguno de los botes que ha despachado hacia Europa ha naufragado. Hoy vive en un apartamento nuevo, y el año entrante planea comprar una villa para vacacionar en Italia.

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Las rutas también son diversas. Para quienes parten desde Siria, Iraq o Afganistán, la ruta del Mediterráneo Oriental, que cruza desde Turquía hacia Grecia o el territorio de los Balcanes, es la más lógica, y una de las principales utilizadas por los migrantes para entrar a Europa entre el 2008 y el 2012.

Grecia respondió con la optimización de su vigilancia y control fronterizo, lo que resultó en una reducción significativa de los cruces ilegales a través de esta ruta. En agosto de 2012, la inmigración ilegal, que había alcanzado un pico de alrededor de 7.000 cruces mensuales, cayó dramáticamente hasta una cifra de poco más de 2.000 cruces.

En el extremo opuesto, España es la puerta hacia Europa, con un cruce desde Marruecos a través de las ciudades costeras de Ceuta y Melilla. Según el Análisis Anual de Riesgos 2013, realizado por Frontex, la agencia europea para el control fronterizo, 6.397 inmigrantes fueron detectados cruzando la frontera hacia España desde Marruecos en 2012: una reducción del 24% con respecto a los números del año previo.

El descenso en el uso de estas rutas debido al incremento de los controles fronterizos por parte de los países de la Unión Europea, ha generado un desplazamiento del flujo migratorio africano hacia rutas alternas, en particular hacia la que hoy se conoce como la ruta del Mediterráneo Central, que parte desde las costas de Libia hacia Italia.

Garabuli y Zuwarah son los dos principales enclaves del negocio de la trata de personas en Libia, que se ha posicionado como el destino número uno de los africanos que buscan llegar a Europa evadiendo los controles. La enorme inestabilidad política que vive Libia desde la caída de Muammar Gadaffi, los enfrentamientos armados entre diversas facciones, una línea costera de 1.770 kilómetros de playas muy poco vigiladas, y una casi inexistente presencia del Estado, hacen del país el lugar ideal para marcharse sin ser detectado.

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Desde estos dos puertos, los traficantes despachan botes repletos de inmigrantes, sobrepasando la capacidad de las embarcaciones, con rumbo a Lampedusa o Sicilia.

Una vez en los botes, los migrantes no reciben los chalecos salvavidas prometidos. Suben a bordo sólo para encontrar que las embarcaciones son endebles y las condiciones climáticas auguran tormenta y marea alta. Antes de zarpar, uno de los traficantes le cede el timón a un pasajero, y le da instrucciones básicas para controlar la embarcación. Habitualmente, los contrabandistas eluden la responsabilidad de conducir los botes, para protegerse de un posible naufragio o evitar ser capturados por las autoridades italianas.

Los viejos botes de carga pueden hacer el recorrido hasta Europa entre 1 y 3 días, mientras que los pequeños botes inflables –rápidos pero inestables– tienen la velocidad necesaria para ir desde Libia hasta la isla de Lampedusa en 4 horas. Sin embargo, cualquiera de las opciones ofrece muy pocas probabilidades de sobrevivir a un incidente en altamar.

Los tiempos estimados de viaje no incluyen accidentes. Si un bote queda a la deriva en el Mediterráneo, un minuto puede resultar una eternidad. En octubre de 2013, Jimi Petros estuvo en el mar por segunda vez en su vida, sentado en la cubierta del bote pesquero que debía llevarlo hasta Lampedusa. Pero la embarcación no pudo terminar el recorrido. Cuando ya se divisaban las luces de la isla, el motor se averió, y el capitán prendió fuego a una sábana para llamar la atención de los barcos que pudieran estar alrededor. Segundos después, el bote estaba en llamas.

Al caer al agua, Petros logró quitarse los zapatos y tragó agua salada. Entonces recordó lo que su amigo Ahmed le había dicho una vez sobre el mar: la mejor manera de flotar era ponerse de espaldas como estando muerto. “Durante cuatro horas, le recé a Dios por mis pecados, con los ojos fijos en el cielo”, cuenta este sobreviviente, a Mark Rice-Oxley, editor de noticias internacionales de The Guardian, sobre la tragedia que acabó con la vida de 366 inmigrantes eritreos y somalíes.

Mare Nostrum y Tritón: la respuesta europea

La operación italiana Mare Nostrum, iniciada en respuesta a los múltiples naufragios que se han producido cerca de Lampedusa, tenía como objetivo rescatar a los inmigrantes que pudieran tener incidentes en mar abierto, cerca de la costa de Italia. Pese a las advertencias de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que urgían no detener el programa de rescate, para evitar la pérdida de vidas en el Mediterráneo, Italia cerró la operación en octubre de 2014.

La Baronesa Joyce Anelay, Ministra de Estado del Reino Unido, apoyó la terminación del programa, afirmando que “este tipo de operaciones alientan a que más personas intenten realizar el peligroso viaje en aguas profundas para entrar a Europa”.

Mare Nostrum tuvo repercusiones indiscutibles. El Ministerio de Defensa de Italia dio cuenta del despliegue de 900 miembros de la naval italiana, que permitió el rescate de 150.810 inmigrantes e hizo posible la captura 330 contrabandistas.

Mientras Mare Nostrum contaba con 9 millones de euros al mes, Tritón, la nueva operación conducida por la Unión Europea, que entró en vigencia en noviembre de 2014, sólo cuenta con 2.9 millones de euros al mes; menos de un tercio de los recursos de Mare Nostrum.

Cinco buques de guerra, dos submarinos, aviones y múltiples helicópteros no lograron alcanzar el tiempo de respuesta necesario para salvar a quienes murieron en el mar en 2014. Michael Diedring, Secretario General del Consejo Europeo para Refugiados, sostiene que “el cierre de Mare Nostrum resultará en que las 3.500 vidas que hemos perdido en el mar, ahora se multipliquen”.

En vez de replicar la misión italiana que condujo búsquedas en más de 70.000 km2 del Mar Mediterráneo para asistir a posibles barcos de migrantes y evitar grandes tragedias, Tritón, que cuenta con el respaldo de los 28 estados de la Comunidad Europea, solo patrullará hasta 48 kilómetros desde la costa de Italia.

El Director de Operaciones de Frontex, Klaus Rosler, dijo que el objetivo principal de Tritón sería resguardar las fronteras y vigilar las actividades criminales que provienen del norte de África. De acuerdo con Rosler “Tritón no es un reemplazo de Mare Nostrum. Frontex no coordinará búsquedas ni misiones de rescate. La responsabilidad de los estados miembros es garantizar la seguridad marítima y vigilar las fronteras”.

Save the Children lidera la coalición de ONGs que ha expresado su preocupación con respecto al cese del programa Mare Nostrum. El Gerente General de la organización, Justin Fosyth, sostiene que “no es aceptable priorizar el control de fronteras sobre las misiones de búsqueda y rescate que tienen como resultado salvar vidas”.

Ante las distintas crisis humanitarias que afectan al continente africano, se espera un aumento en las embarcaciones de migrantes que intentarán cruzar el Mediterráneo hacia Europa este año. Nadie se atreve a calcular cuántos de ellos lograrán llegar a tierra firme. “El Mediterráneo se está convirtiendo en una fosa común”, dijo el ex Secretario General del Consejo de la Unión Europea, Javier Solana.

La tierra prometida

No puede decirse que la suerte haya sonreído a quienes terminan con vida su peregrinación a las costas de Europa. Al llegar, todavía tendrán que esperar un plazo que puede extenderse hasta 14 meses, para saber si finalmente les será otorgado el anhelado asilo político.

Tan pronto como les es posible, muchos de los recién llegados prosiguen su camino hacia el norte de Europa, en busca de mejores posibilidades. Mohamad Ajub, un granjero afgano que actualmente reside en Bulgaria, enuncia el propósito de su viaje con estas palabras: “Mi idea era simplemente llegar a Europa, a cualquier país de Europa que quisiera aceptarme. Solo quería vivir en un lugar seguro”. Pero vivir en un lugar seguro le ha costado la posibilidad de tener un trabajo fijo, y lo ha obligado a subsistir con solo 30 euros al mes.

Ahmed Salih, quien salió de Siria luego de que el Estado Islámico avanzó sobre su ciudad, y sobrevivió a un naufragio en el 2014, espera una entrevista para su solicitud de asilo en un campamento de refugiados cerca de la frontera entre Dinamarca y Alemania. Su buena suerte le produce alivio, pero le entristece el destino de todos los que lo acompañaban a bordo de aquel barco, y que “consiguieron asilo en el mar”.

Si no son acogidos por Europa, los inmigrantes tienen muy pocas posibilidades. Muchos se ven obligados a regresar a sus países de origen, con menos dinero y ninguna esperanza. Otros acabarán por descubrir que atravesar el desierto a pie y subir a los botes inflables, forma parte de un camino que termina en una encrucijada inevitable: desaparecer en el mar o ser rechazado por la tierra prometida.

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Fuentes consultadas:
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) / Organización Internacional para las Migraciones (OIM) / Guardia Costera Italiana / Ministerio de Defensa de Italia / Amnistía Internacional (Reporte 2014-2015) / Reporte de Análisis de riesgos 2013 de la Agencia Europea para la Gestión de las Fronteras exteriores (Frontex) / Ministerio de Estado del Reino Unido / Consejo Europeo / Save The Children

Flaviana Sandoval 

Comentarios (9)

Consuelo Iranzo
12 de abril, 2015

Extraordinario artículo. La acuciosa investigación que lo respalda nos permite dimensionar la gravedad del problema de las migraciones. África no es un problema solamente de los africanos. Europa, en muchos casos corresponsable de lo que allí ocurre, está obligada a sacar a ese continente de su tragedia para garantizar su propio futuro.

Freddy Franco
12 de abril, 2015

Excelente articulo e investigación en que muestra la tragedia que viven miles de africanos, en su desesperación de huir de sus países debido a las violaciones excesivas de derechos humanos. Este articulo debería llamar la atención a los países desarrollados de Europa y el mundo, en cuando a las consecuencias de las violaciones de derechos humanos por parte de gobiernos. las soluciones tomadas por Europa están entre proteger las fronteras o garantizar la vida de los inmigrantes, ambas a mi modo de ver están equivocadas, ya que ninguna va a la causa (violación de derechos humanos en países africanos). es necesario un cambio de paradigma en el derecho internacional, ya que la soberanía, la libre determinación de los pueblos y la no inherencia en asuntos internos no puede estar por encima de los derechos humanos, cuando gobiernos de estados violan derechos humanos en forma publica y notoria, mediante la fuga o migración de nacionales a otros países por busca de mejores condiciones de vida.

Patricio Monzón
12 de abril, 2015

Los migrantes africanos no pueden ser responsabilidad de los países europeos. Su responsabilidad reside en sus acciones y en la de sus gobernantes. Europa tiene demasiados problemas como para ocuparse de los de otros países.

Buen artículo, sí. Pero hay que entender que la travesía es una elección del migrante frente a una realidad compleja. En consecuencia, es su responsabilidad.

Jacques Vries
12 de abril, 2015

Gran trabajo e investigación. Felicitaciones a la periodista y a Prodavinci. Agradecidos por ponernos al tanto de una realidad que desconocíamos.

Edilia C. de Borges
12 de abril, 2015

Así será el desespero y la angustia de estos seres, que prefieren las vicisitudes y el futuro incierto,el no saber que encontrarán y a donde llegaran,para huir de su tierra y embarcarse en naves frágiles que la mayoría de las veces naufragan…Que tristeza.

@manuhel
13 de abril, 2015

Patrizio, acaso te has preguntado: ¿cuál sería el recibimiento para un ciudadano del Congo en Bélgica?

Europa debe sentir algo de culpa por la situación en muchos de los paises de África. No digo que deba ser así o que los europeos sean culpable de lo que pasa allá. Simplemente digo que uno u otro Europeo sensible debe sentir algún remordimiento cuando lee datos como estos.

A mi, como Venezolano, para visitar España no me pidieron Visa, pero si un montón de documentos entre los cuales una carta de invitación notariada allá y pagada en Euros constantes y sonantes por la persona que me invitaba. Además de cierta cantidad de dinero en efectivo y reservaciones.

Europa a veces no parece tan moderna como dicen.

Aunque es verdad que en Alemania, Francia o Estambul rara vez piden algo más que el pasaporte a los venezolanos.

Jose Morales
13 de abril, 2015

Un gran trabajo con acopio de datos y links indispensables para mostrarnos una brutal realidad, pero ademas, escrito con tal fuerza que logra sensibilizarnos, ante una tragedia diferente a la nuestra, pero Flaviana se permite algunas licencias y nos obliga a hacer comparaciones y lograr establecer lineas paralelas. Nos muestra unas costas diferentes a las de los folletos de turismo y creo reconocer hermosas estrofas casi poéticas, que liman un poco el filo de las piedras y necesariamente nos obliga a tomar partido. Estamos con los inmigrantes y su desesperación, o con los gobiernos y sus problemas económicos.

Diego Marcano
14 de abril, 2015

Sr. Patricio Monzón, no se trata de acusar de culpable a la Unión Europea.

El asunto es que desde el viernes pasado (ni siquiera han corrido 5 días completos) y se han rescatado a 7.000 inmigrantes.

Ayer salvaron a 144 personas, entre las cuales hay menores de edad, y se teme que otras 400 personas hayan muerto ahogadas.

La Unión Europea se está viendo afectada, e ignorar el problema no es una opción. La Unión Europea debería actuar junta y no dejarle el problema a Italia sola.

Buscar culpables es reducir el problema y desestimarlo. No se acerca si quiera a plantear una posible solución.

Fidel Padilla
4 de mayo, 2015

Qué buen artículo, Flaviana! Es terrible el caos que reina en la humanidad en este siglo XXI, como terrible es que todavía hayan opiniones como la de que ‘Los migrantes africanos no pueden ser responsabilidad de los países europeos’. Claro, ¿por qué se va a responsabilizar la Europa que se desarrolló mediante el aprovechamiento de todas las riquezas naturales africanas (y americanas), esclavos incluidos, durante 200 o 300 años, de la situación económica y social de esos territorios en el presente? Qué falta hace que se escuche con atención aquella canción de Joan Manuel (Disculpe el Sr, álbum Utopía), la cual más o menos dice: ‘Disculpe el Sr, se nos llenó de pobres el recibidor, y curiosamente vienen todos hacia aquí, parece como si Ud tuviera algo que les pertenece…’

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