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Lo que revelan estas dramáticas cifras oficiales del Ministerio de Salud; por Julio Castro Méndez

Fotografía de Rafael E. Tineo Figueroa

Fotografía de Rafael E. Tineo Figueroa

El boletín epidemiológico es una publicación semanal del Ministerio de Salud que data desde los años 40 y es parte de una estrategia mundial de monitoreo de enfermedades importantes (que hoy en día se denominan “enfermedades de notificación obligatoria”). Su fin principal es levantar alertas sobre enfermedades que tienen impacto inmediato para la población, de modo que estos datos son la brújula que guía las medidas sanitarias en el corto plazo.

En Venezuela, las cifras del boletín epidemiológico no habían sido publicadas las cifras desde octubre de 2014  por órdenes del alto gobierno. En honor a la verdad, no es la primera vez que esto pasa: es la tercera vez en los últimos 18 años. Las razones son desconocidas, o al menos no ha sido explicadas por los responsables directos. Ahora bien, lo que sí hay es una alta correlación entre el bloqueo de la información, la presencia de militares como jefes de la cartera de salud y la aparición de fenómenos epidémicos de carácter nacional, como los brotes de H1N1, dengue, zika y chikungunya.

La publicación de estas cifras de salud están amparadas bajo las leyes internacionales de acceso público a la información y también por el reglamento sanitario internacional.

Desde sus inicios, el boletín cumple funciones pedagógicas: no sólo revela cifras, sino que también genera insumos para la contención de enfermedades y otros aspectos de prevención muy importantes. En algunos casos incluso sirve para analizar el contexto sanitario regional o mundial.

¿Qué tipo de información tiene el boletín epidemiológico?

La estructura del boletín ha cambiado poco con los años. En su mayoría hay una descripción organizada de cuántas enfermedades hay (cantidad), dónde se producen (estados o municipios) y su comparación con años anteriores (análisis histórico) mediante herramientas estadísticas universales. A partir de esta información es que se pueden definir las epidemias y ver las tendencias o los patrones de comportamiento tanto regional como temporal de las enfermedades.

La información es recogida en la unidades de atención médica (tanto públicas como privadas) y es enviada al ministerio para su categorización y análisis. Lo primero que llama la atención es que, a pesar de que la información sí es recogida y analizada, no fue liberada durante estos dos últimos años de manera regular. Es decir: se produjo un bloqueo de la información que queda en evidencia dada la redacción de los boletines cuando se ven retrospectivamente. Si se revisan los datos del tercer trimestre de 2014, se verá que está contextualizado en medio de la epidemia continental de chikungunya, una información que (si bien a estas alturas tiene valor histórico retrospectivo) tenía una importancia capital en tiempo real, no sólo por las cifras sino por la capacidad de los ciudadanos para convertirse en aliados durante el combate de la epidemia debido a su forma de transmisión. Una oportunidad desperdiciada.

El número de enfermedades que se monitorizan es importante: son más de cincuenta las que están en la lista de notificación obligatoria, pero queremos hacer énfasis en el seguimiento de alguna de ellas, por su importancia.

Mortalidad materna: la cantidad de mujeres fallecidas en la semana respectiva y su comparación con los años anteriores destaca casi al final del boletín publicado en la segunda semana de mayo de 2017. En el último boletín del año (semana 52 o 53, según sea el caso) se ve el acumulado del año comparado con el año anterior y su valor de tendencia (aumento o decremento porcentual).

La tendencia mundial, en especial en los países latinoamericanos, fue hacia el descenso lento de este indicador. En promedio, disminuye 2-4% por año, lo cual debe ser ajustado al crecimiento vegetativo poblacional (que en el caso venezolano es 1,48% anual en promedio). Y la corrección está basada en que el valor de vigilancia es en número absoluto de muertes, algo que debe ser corregido por el mayor número de mujeres producto del crecimiento vegetativo de la población. Como regla base, si la mortalidad aumenta en mayor proporción que el crecimiento vegetativo, entonces el aumento de la mortalidad es “real” y las alarmas deben apuntar a identificar las posibles causas de esto.

En Venezuela, durante los últimos diez años, el ascenso promedio de la cifra de fallecidas está en el orden de 12-15% mayor cada año, según los datos del propio boletín. Es decir: mueren 12% más mujeres que el año anterior. Lo más alarmante es que la variación entre 2015 y 2016 fue de 65% de incremento en un solo año: se pasó de 456 fallecidas en 2015 a 756 en 2016. Esto implica un cambio muy importante en el patrón de crecimiento previo que, aunque alarmante, tenía magnitudes lineales.

Ahora vemos un cambio de proporciones logarítmicas que, sin dudas, están relacionadas directamente con las condiciones de vida de los venezolanos.

Para leer sobre qué significa el estudio de la cifra de mortalidad materna y cuáles son las implicaciones en salud pública de su análisis y su evolución, pueden consultar esto otro artículo publicado en Prodavinci.

 

Mortalidad infantil: Entre 2006 y 2016, el promedio de aumento de la mortalidad infantil en Venezuela rondaba 5-8% por año. Y aquí vale la misma consideración de proporciones sobre la población general y el crecimiento vegetativo que hemos explicado: cualquier valor de aumento que sea mayor a 1,49% es un retroceso neto en muertes infantiles.

Esto significa que antes de 2016 venía produciéndose un escenario malo de 5-8% por año, pero resulta que entre 2015 y 2016 el cambio fue de 29,5%. Este patrón tiene un factor de multiplicación de seis veces mayor a lo que venía aumentando.

 

Malaria: El caso de malaria también ha sido abordado aquí en Prodavinci, en una oportunidad en la cual el análisis se basaba en cifras proyectadas para 2016. Y aquellas proyecciones hoy son realidad: 240.000 casos de malaria comparados con 136.402 en 2015 y con 89.822 en 2014. La progresión acelerada de los casos salta a la vista.

Más allá de los valores absolutos, que son bastante claros, es vital señalar otro aspecto que también aparecen en estos boletines que mantuvieron ocultos hasta ahora: según los datos de 2016, hay 13 estados de Venezuela que están en condición de epidemia, de acuerdo con su propia definición. Y si vemos la progresión de número de estados en epidemia hemos pasado de 3 estados en 2010 a 13 estados en 2016.

El significado es claro: la reactivación de focos de malaria que estuvieron controlados durante más de cincuenta años hoy vuelven a estar activos. Ya la malaria no es un problema exclusivo de los estados Bolívar y Amazonas, sino que es un problema nacional. Y mientras los datos de esta epidemia no sean transparentes se hará mas difícil el control de la enfermedad.

Chikungunya y zika, la nuevas epidemias: Los boletines dan cuenta parcial de los casos de estas dos epidemias que atacaron al continente en años recientes. Y hoy los números “oficiales” de casos tienen un doble simbolismo. El primero pone en evidencia la connotación epidémica que nunca quisieron reconocer, ni en 2014 y 2015 con la chikungunya ni en 2016 con el zika. Nunca hubo información oficial de los casos, ni distribución geográfica ni tendencia de la epidemia en el tiempo, a pesar de su impacto social. El segundo es en relación con las magnitudes: oficialmente se reportan 43.000 casos de zika en el 2016, pero en el propio boletín el seguimiento de “fiebre” como índice genérico de monitoreo epidemiológico reporta casi tres millones de casos más de los esperados para el mismo periodo de años de referencia. La gran pregunta que surge es: ¿cuál es el diagnóstico de esas tres millones de personas extra en un solo año? ¿No tienen explicación? En nuestra humilde opinión, buena parte de ellos fueron casos de zika que no entraron al registro, algo que contrasta terriblemente con los apenas 43.000 casos oficiales, creando un margen de duda sobre la veracidad y la exactitud de la información allí reflejada. Valores similares se observaron con respecto a la chikungunya en 2014 y 2015.

Viejas enfermedades, nuevas epidemias

El boletín epidemiológico muestra datos de enfermedades históricamente controladas con nueva actividad en varios estados del territorio nacional. La difteria, por ejemplo, es uno de esos casos. Se trata de una enfermedad muy contagiosa y con un alto potencial de diseminación entre países vecinos y cuya manera de control es principalmente por vacunas. Un ejemplo clásico donde el conocimiento de la enfermedad y sus formas de transmisión es la mejor herramienta para el control del brote o epidemia.

Sin embargo, la información sobre los casos de difteria en Venezuela fueron manejados de manera poco transparentes. Nunca hubo una información fidedigna de los casos, ni de su severidad ni de su distribución.

Algunas otras enfermedades con calificación de epidemia son reportadas en los años 2016, como la diarrea (entre la semana 18 hasta la 52) y la neumonía (años 2014, 2015 y 2016), sin que haya una explicación clara desde el punto de vista de su etiología, sus causas específicas o los agentes, pero que al reflejar su magnitud e importancia adquieren relevancia nacional.

Razones (o explicaciones) para estas cifras

Cuando hablamos de enfermedades diferentes hablamos de agentes, mecanismos de transmisión y medidas de control diferentes. Es difícil señalar una causa única que no sea una falla en las políticas públicas del gobierno.

El cambio de patrón de aumento (de lineal a logarítmico) en factores como la mortalidad materna, la mortalidad infantil y la malaria durante un período tan corto solo puede explicarse por una afectación estructural muy severa de la capacidad del sistema de salud para atender a sus ciudadanos, sumado a un deterioro en las condiciones básicas de vida, alimentación y servicios.

La falta de medicamentos, sin duda, también afecta la calidad de vida. Y aspectos menos tangibles como la desnutrición, la inseguridad y la violencia conforman los matices de un lienzo macabro cuya resultante son cifras alarmantes que ahora provienen desde el propio Gobierno. Hablamos de vidas humanas de venezolanos.

¿Cuál es la lógica detrás del ocultamiento de cifras?

Bajo una perspectiva de salud pública académica, es difícil comprender las razones que pueden haber detrás del ocultamiento de cifras. Ya fue citada la correlación entre la aparición de enfermedades desconocidas previamente con alto impacto y la presencia del militares en las carteras de Salud. Sin embargo, pareciera haber una política deliberada de ocultamiento de cifras que no se ha limitado al ámbito de la salud, pues hay otros datos como la inflación, las cifras del Banco Central de Venezuela y las víctimas de la violencia, entre otras, que sufren el mismo destino.

Ahora bien: si nos preguntamos por qué no publicaban las cifras, es igual de oportuno (metodológicamente) preguntarse cuál es la razón para que estas cifras aparezcan ahora, en un contexto tan convulso.

Y podríamos elucubrar en este aspecto: la presión internacional (en especial por parte de agencias de Naciones Unidas, como OMS, OPS, UNICEF y FAO) hace inmanejable el ocultamiento de unas cifras que están signadas por convenios internacionales y, además, pueden tener impacto regional. En especial epidemias como difteria y zika.

Otro aspecto más operativo es que estos datos se acopian en estructuras de ministerios por funcionarios que tradicionalmente han tenido un compromiso ético con su función y sus objetivos. Hay profesionales que entienden la importancia de esta información y continúan recogiéndola y analizándola, a pesar de que haya “órdenes superiores” para no publicarlas.

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Fuente: http://www.mpps.gob.ve/index.php?option=com_content&view=article&id=941