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Las complicadas negociaciones UE – Mercosur; por Carlos Malamud

Por Carlos Malamud | 27 de febrero, 2017

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[Infolatam].- Un tema recurrente durante la exitosa visita de Estado del presidente argentino Mauricio Macri a España fue instalar la idea, junto a la necesidad de relanzar la inversión extranjera, de cuán importante sería cerrar en breve las negociaciones en torno a un Tratado de Asociación entre la Unión Europea (UE) y Mercosur. Si bien Macri hablaba desde la perspectiva argentina y sudamericana, un éxito en la negociación sería igualmente beneficioso para una UE doblemente amenazada por los efectos negativos del Brexit y la oleada proteccionista desatada tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

El abandono por Estados Unidos del TPP (Trans Pacific Partnership) y la virtual parálisis del TTIP (Trans Atlantic Trade and Investment Partnership) son sólo parte de una ofensiva proteccionista de mayor alcance, que incluye la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA en sus siglas inglesas). A nadie se le escapa cuán perjudicial es esta deriva para Europa, que ha hecho de su apertura al mundo, de su vinculación con las cadenas globales de valor y de su relación con la globalización y la sociedad del conocimiento una de sus principales señas de identidad. Desde esta perspectiva si bien es cierto que la firma del CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement) con Canadá es una excelente noticia, es algo insuficiente para Europa, que debe plantearse en este momento objetivos más ambiciosos.

De ahí la importancia de cerrar un acuerdo con Mercosur en el menor tiempo posible, aunque sin perder la perspectiva histórica ni los obstáculos que hasta ahora han impedido un final feliz. Las interminables negociaciones para la firma del Tratado de Asociación son lo más parecido a una comedia de enredos, donde algunos protagonistas cambian con el paso del tiempo. En diciembre de 1995 se firmó un Acuerdo de Asociación Interregional, que sentaba las bases de lo que debía ser una estrecha y fructífera colaboración. De ahí la insistencia en el carácter transitorio del Acuerdo y la necesidad de comenzar a negociar cuanto antes con metas más sustanciosas.

En 1999 se acordó comenzar la negociación, iniciada formalmente en julio de 2001, tras haberse definido el año anterior su calendario y contenido. Sin embargo, ésta fue interrumpida en 2004, ya con Lula da Silva y Néstor Kirchner al frente de Brasil y Argentina, en medio de un debate cacofónico sobre el proteccionismo agrario y la PAC (Política Agraria Común) por un lado y el proteccionismo de manufacturas y servicios por el otro. Recién en 2010, durante la Cumbre ALCUE (América Latina, Caribe, Unión Europea) celebrada en Madrid se decidió destrabar la parálisis existente, aunque hubo que esperar a 2016 para recomenzar las negociaciones formales. La salida de Cristina Fernández y de Dilma Rousseff ha facilitado las cosas.

Más allá de las dificultades existentes, hoy existe una ventana de oportunidad para concluir este largo viaje de forma adecuada y satisfactoria. Esto no implica que los problemas hayan desaparecido, como muestran la pervivencia de presiones agrícolas en Francia, Polonia e Irlanda. En este sentido, el Brexit es más un obstáculo que un estímulo, dado el tradicional respaldo británico al libre comercio.

Para el Mercosur la firma del Tratado es vital, y más ante las dificultades económicas de Argentina y Brasil. Las declaraciones recientes de Macri y Michel Temer buscan profundizar este camino. Si bien, en el caso de una conclusión positiva, habría que esperar largos años para que sus efectos comerciales se dejen sentir, sí habría una potente señal a los mercados e inversores respecto a la fiabilidad del Mercosur. También sería un gran estímulo en el proceso de convergencia entre Mercosur y la Alianza del Pacífico, un proyecto relanzado tras el cambio de gobierno en Argentina.

Para la UE también sería importante reforzar sus lazos y alianzas con los países occidentales, y sin duda América Latina es parte de Occidente. Tras el triunfo electoral de Trump y el repicar de su mensaje proteccionista se comenzó a mirar en dirección a América Latina para ver las consecuencias que allí tendría su llegada al poder. Una de las primeras conclusiones fue que sería una gran oportunidad para China, que podría reemplazar incluso a Estados Unidos si estos decidían retroceder en su propio hemisferio y recluirse tras el muro que intentan construir.

A fines de noviembre de 2016, durante la última gira del presidente Xi Jinping por Chile, Perú y Ecuador, el New York Times título uno de sus artículos: “Mientras Estados Unidos construye muros en América Latina, China levanta puentes”. Esta ecuación excluye a la UE, que es, sin embargo un gran inversor regional, mucho mayor que China, y un importante socio comercial de todos sus países. Es más, en el conjunto de las exportaciones latinoamericanas Europa compra más productos manufacturados y semimanufacturados que China, más centrada en las materias primas. Por eso, se trata de un tren que la UE no debería dejar pasar.

En diciembre de 2017 se celebrará en Buenos Aires la próxima Cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Se trata de una excelente oportunidad para que la UE y Mercosur anuncien buenas noticias sobre el Tratado de Asociación. Lo ideal sería poder cerrar para esa fecha la negociación, aunque permanecieran pendientes obstáculos importantes. Las ventajas para los países del Mercosur y para la UE de contar con una herramienta semejante son considerables. Es de esperar, que los gobiernos europeos, frente a un momento tan trascendental como el que estamos viviendo, faciliten la firma del Tratado con Mercosur y actualicen el ya existente con México.

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Carlos Malamud Catedrático de Historia de América de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), de España e Investigador Principal para América Latina y la Comunidad Iberoamericana del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. Ha sido investigador visitante en el Saint Antony´s College de la Universidad de Oxford y en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires y ha estado en posesión de la Cátedra Corona de la Universidad de los Andes, de Bogotá. Entre 1986 y 2002 ha dirigido el programa de América Latina del Instituto Universitario Ortega y Gasset, del que ha sido su subdirector. Actualmente compatibiliza su trabajo de historiador con el de analista político y de relaciones internacionales de América Latina. Ha escrito numerosos libros y artículos de historia latinoamericana. Colabora frecuentemente en prensa escrita, radio y TV y es responsable de la sección de América Latina de la Revista de Libros.

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