Blog de Francisco Suniaga

La larga historia de la intervención cubana: el comienzo; por Francisco Suniaga

Por Francisco Suniaga | 24 de octubre, 2017
Fidel Castro y el Dr. Francisco De Venanzi, rector de la Universidad Central de Venezuela, en acto que se celebra para la juventud comunista en el Aula Magna en Caracas. Enero de 1959. Imagen del Archivo de Fotografía Urbano

Fidel Castro y el Dr. Francisco De Venanzi, rector de la Universidad Central de Venezuela, en acto que se celebra para la juventud comunista en el Aula Magna en Caracas. Enero de 1959. Imagen del Archivo de Fotografía Urbana

Tras el 23 de enero de 1958 en Venezuela y el 1 de enero de 1959 en Cuba, América Latina tenía ante sí dos proyectos políticos que se excluían uno al otro: el democrático, liderado por Rómulo Betancourt, y el revolucionario de Fidel Castro (su vocación comunista y marxista la hizo pública el 2 de diciembre de 1961). Entre los dos, la izquierda venezolana –agrupada entonces en el Partido Comunista de Venezuela y en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria– optó por abrazarse a este último. Una decisión, en esencia, profundamente antidemocrática, un disparate político que comenzó por desafiar un principio definitorio (la política es el arte de lo posible) y causó a Venezuela pérdidas enormes en todos los planos.

En el caso del PCV, la decisión se tomó formalmente en un Congreso inaugurado el 11 de marzo de 1961. Lo del MIR fue distinto. El partido tuvo su origen en la confrontación interna en Acción Democrática entre el sector joven del partido y Rómulo Betancourt, la cual condujo a su primera escisión el 8 de abril de 1960. El MIR se declaró marxista y estableció que su objetivo era conducir al pueblo venezolano hacia el socialismo por medio de una revolución nacional. En un editorial de su órgano oficial, Izquierda, el 14 de octubre de 1960, se decidió por la vía insurreccional.

No obstante esas declaratorias de guerra, Rómulo Betancourt, que en la mitología de la izquierda venezolana monta a un monstruo despiadado, se limitaba a mantener el orden público y a exigirles que esperaran las elecciones de 1963 y se midieran. No fue hasta, el 9 de mayo de 1962, comprobada su participación en la insurrección militar de Carúpano, que el MIR y PCV fueron ilegalizados y sus bancadas parlamentarias sancionadas.

Entre otros, de izq. a der., Jesús Sanoja Hernández, Jesús Carmona, Wolfgang Larrazábal, Fidel Castro y –fuera de imagen– Francisco De Venanzi en el Aula Magna. Caracas, enero de 1959. Imagen del Archivo de Fotografía Urbano

Entre otros, de izq. a der., Jesús Sanoja Hernández, Jesús Carmona, Wolfgang Larrazábal, Fidel Castro y –fuera de imagen– Francisco De Venanzi en el Aula Magna. Caracas, enero de 1959.
Imagen del Archivo de Fotografía Urbana

Y es que el de Betancourt no era un gobierno como el de Fulgencio Batista en Cuba. Era un gobierno que había accedido al poder por elecciones libres y universales, celebradas el 7 de diciembre de 1958. Además, disfrutaba de un gran apoyo político gracias a que, antes de los comicios, había suscrito con Jóvito Villalba y Rafael Caldera, líderes de URD y Copei, un pacto político (Punto Fijo) para darle una base amplia y sólida a la nueva administración y al proyecto democrático común.

La coalición gubernamental compuesta por AD, URD y Copei había obtenido el 96,76% de los votos válidos emitidos –la participación ciudadana fue de 93% del registro electoral–. El Gobierno gozaba también de una legitimidad internacional envidiable. Era visto con simpatía por las democracias occidentales y constituía un modelo para las sociedades oprimidas por dictaduras militares en América Latina y en el resto del mundo.

El PCV, en contraste, había recibido el 3,23% de los sufragios y era por tanto un partido minoritario, aunque con una importancia mayor que su tamaño. En principio tenía prestigio, pues venía de llevar una parte importante del peso de la resistencia a la dictadura de Pérez Jiménez. Luego, el PCV, en el contexto de la Guerra Fría, y en particular por el principio del internacionalismo y solidaridad proletaria que guiaba las relaciones en el bloque comunista, era una pieza de cierto calibre por ser Venezuela un país petrolero de primer orden.

Tal vez al PCV y a su liderazgo les obnubiló el juicio la exclusión de que fuesen objeto al conformase el Pacto de Punto Fijo. El argumento de la exclusión ha sido esgrimido por políticos y académicos de izquierda, incluso de prestigiosas universidades de Estados Unidos. Argumento de tipo teórico que aquí pierde peso por cuanto la participación de la izquierda en la política venezolana en modo alguno quedaba cerrada (tal como quedó demostrado a partir de 1969 con el gobierno de Rafael Caldera). Luego de Punto Fijo, la izquierda tenía la posibilidad de jugar un papel de opositor leal, pero no quiso ejercerlo y optó por la insurrección.

Wolfgang Larrazábal y Fidel Castro en el Aula Magna. Caracas, enero de 1959. Imagen del Archivo de Fotografía Urbano

Wolfgang Larrazábal y Fidel Castro en el Aula Magna. Caracas, enero de 1959.
Imagen del Archivo de Fotografía Urbana

Además, en el contexto de la Guerra Fría y para el momento de acordarse Punto Fijo, el PCV, teledirigido desde Moscú, no podía formar parte del gobierno de un país que proveía el 47% de las importaciones de petróleo a Estados Unidos. Menos bajo un gobierno de Rómulo Betancourt, marxista y ex fundador del PC de Costa Rica en su juventud política, sobre quien había aún dudas por su pasado izquierdista. A diferencia de sus adversarios, Betancourt sí creía que la política es el arte de lo posible.

En esa decisión trágica tomada por la izquierda venezolana se combinaron dos elementos de tipo subjetivo de gran importancia. El primero fue lo que Simón Alberto Consalvi llamó el “complejo de libertadores”, esa “inspiración” que llevó a Bolívar hasta el Perú a lomos de caballo. El complejo que alimentó la política exterior de Carlos Andrés Pérez en 1974-1979 y la de Hugo Chávez y el chavismo desde 1999. El otro factor fue una influencia maléfica omnipresente en Venezuela desde el 23 de enero de 1959: Fidel Castro, quien visitó Caracas tres semanas después del triunfo de su revolución.

En esa primera visita se materializó la primera intervención cubana en la política venezolana. Fidel Castro –armado él y su comitiva con sus fusiles– fue recibido en medio de una apoteosis; por años su mitin en El Silencio fue la concentración más grande que se hubiera realizado en este país. Los venezolanos quedaron fascinados (algunos para siempre) por su aura de liberador del pueblo cubano.

Hábil para explotar las debilidades del otro, Castro, histriónico como siempre fue, añadió elementos seductivos a sus discursos. En su alocución de El Silencio exclamó: “Venezuela debe ser el país líder de la unión de los pueblos de América”. Luego, en el Aula Magna de la UCV, ante los jóvenes universitarios dejó caer como un comentario gracioso esta frase: “Por cierto, esta montaña del Ávila bien serviría como una Sierra Maestra”.

En la noche en su reunión con Betancourt presentó la solicitud que fue el motivo real de la visita: un préstamo de 300 millones de dólares o entregas equivalentes de petróleo. El presidente electo le explicó las razones por la que eso no era posible para Venezuela: el tesoro nacional estaba exhausto y el petróleo lo comercializaban las compañías transnacionales.

Simón Alberto Consalvi, testigo de excepción del encuentro, describió así el final: “Rómulo Betancourt fue el único venezolano que no se rindió al magnetismo del guerrillero victorioso. Ambos se dieron la mano a sabiendas de que era la primera y última vez que lo harían”.

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Francisco Suniaga 

Comentarios (7)

Estelio Mario Pedreáñez
24 de octubre, 2017

Que Fidel Castro y la Revolución Cubana (que terminó en “Monarquía Comunista” como todo Estado Marxista) entusiasmaran en Venezuela a muchos líderes políticos y a muchos “intelectuales”, prueba el desfase de la realidad en proporción de décadas (y ahora hasta de siglos) y que sienten temor, odio, desdén o desprecio a la lectura, lo que explica que durante años y años negaran la realidad de los hechos ante el grave fracaso de las ideologías totalitarias (un gravísimo retroceso para la Libertad y la Dignidad de la Humanidad) y muchos aún insistan, y aunque ya nadie se entusiasma con el Nazismo y el Fascismo (aunque muchos son fascistas sin saberlo, tal es la ignorancia), sí lo hacen con el Comunismo, la tercera cara del Totalitarismo. León Trotsky publicó en 1940 “La Revolución Traicionada”, en 1955 Nikita Krushchov denunció ante el mismo XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética los crímenes de Stalin. En 1956 los tanques soviéticos invadieron Hungría ¿Aún no se enteraron?

Estelio Mario Pedreáñez
24 de octubre, 2017

Una Nota: Nuestro máximo héroe, Simón de Bolívar, célebre como “El Libertador” no sufrió “…el ‘complejo de libertadores’, esa ‘inspiración’ que llevó a Bolívar hasta el Perú a lomos de caballo…”, ya que en la larga y cruenta Guerra de Independencia (15 años) que libraron los pueblos de la América Española (a excepción del pueblo de Cuba, por miedo de su élite dirigente a una revuelta de esclavos, que formaba la mayoría de su población, que debe su independencia a la voluntad de Estados Unidos de no incorporarla a su territorio, por racismo, como si hicieron con Puerto Rico, al conquistar esas colonias por ganarle una guerra a España) contra el decadente Imperio Español. En el Perú estaba la principal fuerza militar de los realistas españoles en Sudamérica, y solo su derrota aseguraba el éxito final de la Independencia para todos los patriotas americanos, por eso Chile y Argentina, colaboraron con Colombia (Venezuela, Nueva Granada, Ecuador y Panamá) contra los realistas en el Perú.

Estelio Mario Pedreáñez
25 de octubre, 2017

Otra Nota: Lo peor del Totalitarismo Comunista es que nació de una utopía basada en la mentira: Karl Marx copió las tesis utópicas del revolucionario francés Francois Babeuf (verdadero “Padre del Comunismo Moderno”) quien en 1795 publicó en un periódico de París, su “Manifiesto de los Iguales” (Marx lo copió y amplió titulándolo “Manifiesto Comunista” en 1848), para implantar una sociedad sin clases, previo el establecimiento de la “Dictadura de los Trabajadores” (Marx, como pequeño-burgués despectivo le cambió el nombre por “Dictadura del Proletariado”). La utopía de Babeuf se inspiró (y así lo dijo) en la Antigua Esparta, el primer Estado Totalitario que registra la Historia de Occidente (reformado para asegurar la esclavitud de poblaciones y territorios conquistados), y vió a los “Iguales” (los “Homoi”) como los “Hombres Nuevos”, que fueron adoctrinados esclavos del Estado 700 años antes de Cristo. Marx dijo que su utopía era “científica” y muchos creyeron (y aún creen) sus mentiras

Felipe Martinez Cova
26 de octubre, 2017

Luego de leer el artículo de Francisco Suniaga, podemos concluir que Fidél Castro tuvo que esperar 40 años para lograr que le dieran los “300 millones” necesarios para su “revolución”, que se convirtieron en la entrega de un país.

Diógenes Decambrí.
26 de octubre, 2017

Para el proyecto neoestalinista de Fidel es válida la fecha 1º enero 1959, pero el inicio del proyecto de Betancourt se debe fechar en su toma de posesión (posterior a su incómodo encuentro con el pedigüeño, que luego haría del parasitismo su rasgo esencial). A los extremistas de AD los apodaban -con toda razón- “cabezas calientes”, se sumaron a la opción violenta -injustificada con la opción democrática estrenándose y aun sin máculas- y junto al PCV fueron derrotados. La mayoría de los fósiles sobrevivientes de aquella paliza, no se recuperan y le pasan factura a Venezuela, dedicados desde 1999 a la destrucción totalitaria que se proponían en los años 60. Larrazábal envió ayuda (incluso fusiles) a Fidel en la Sierra Maestra. CAP I también se ganó su altar, enviando limosnas regulares a los indigentes del Caribe. CAP II tuvo al criminal isleño como invitado primordial en su “coronación” en el Teatro Teresa Carreño (cuando Fidel trajo su contrabando de armas, para el caracazo).

Alejandro Marcano
28 de octubre, 2017

El legado de Betancourt:libertad y democracia, el de Castro; hambre y miseria, no hay comparación posible.

Eduardo
29 de octubre, 2017

Es impresionante poder ver el magnetismo que Fidel Castro tenia, cuando vino en 1989 a la toma de posesión de CAP varias personas de “sociedad” anhelaban fotografiarse con él,incluso un gran numero de personajes publicaron una proclama de adhesión a su persona como a su causa. Solo Rómulo Betancourt fue inmune a magnetismo en cuentión y para no se injustos debemos decir que Rafael Caldera tampoco.

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