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La historia de Keiiti y Raúl: un canto a la amistad; por Sumito Estévez

Por Sumito Estévez | 30 de noviembre, 2015
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Keiiti Aki y Raúl Estévez, en el estado Mérida. Haga click sobre la imagen para ampliarla.

I

Mi padre, Raúl Estévez, geofísico y apureño para mas señas, fue fundador y jefe tanto del Departamento de Física como del Laboratorio de Geofísica de la Universidad de Los Andes. Eran los años de los sueños de construcción de una Venezuela potencia en investigación y tecnología, a finales de la década de los sesenta del siglo que pasó.

A finales de los años ochenta también fundó la Escuela Latinoamericana de Geofísica, un centro maravilloso desde donde durante siete fructíferos años se pensó e investigó mucho sobre esta tierra inquieta que no deja de bailar.

Mi padre quiso traer a Keiiti Aki, el geofísico más importante del planeta, para uno de los congresos de la Escuela. Era imposible pagarle honorarios, en caso de que los pidiera, así que mi papá (estratega excepcional) comenzó a averiguar qué le gustaba al afamado japonés.

Y le dijeron que a Keiiti Aki le gustaba mirar pájaros.

Entonces le hizo una invitación. Eran los tiempos en que las invitaciones se hacían en papel, así que puedo imaginar a Keiiti rasgando un sobre en su oficina de la Universidad de California del Sur y deteniéndose durante algunos minutos a observar las fotos de aves y paisajes de Venezuela que mi padre había colocado en el sobre junto a la invitación.

Así fue como Keiiti Aki aceptó venir.

Mi padre le prometió trinos y paisaje. Bandadas en llanos inundados. Plumas rojas en Falcón. Loros regresando al atardecer en medio de la algarabía citadina. Parques andinos con picos asomándose entre las barbas de los árboles.

Aquel congreso fue en Mérida. Y este tipo de eventos deja pocas ocasiones para el descanso, pero aun así mi padre se las arregló para llevar al pausado japonés de cálida sonrisa a un parque rico en aves.

II

Cuenta mi papá que Keiiti Aki no tenía cámara. ¡Un japonés sin cámara! También me cuenta que se sentó en ese parque y se puso a dibujar eso que veía.

El sismólogo más importante del siglo veinte dibujaba pájaros.

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Este fue uno de los dibujos realizados por Keiiti Aki, durante su paso por Venezuela. Haga click sobre la imagen para ampliarla.

Cuando terminó el congreso, mi papá quiso darle un presente significativo a Keiiti y le regaló a Venezuela con contundencia teatral: lo montó en su carro, cruzó los páramos, bajó por el piedemonte andino, comieron carne en vara en Barinas, cruzaron los arrozales de Portuguesa y un poco más allá de San Carlos cruzaron a la derecha, enrumbando la brújula hacia el Hato Piñero.

Mi papá llevó a un japonés a ver pájaros al Edén en la Tierra.

Pero el profesor Estévez no tenía dinero suficiente para quedarse a dormir en el hato, así que le dijo un par de mentiras blancas al sismólogo para excusarse y se fue a dormir a El Baúl. Pero al dueño del único hotel de El Baúl no le pareció atractiva la oferta de mi padre de quedarse a dormir más de una hora y, de paso, sin compañía.

En la noche estaba mi papá nuevamente en la puerta del Hato Piñero y no le quedó otra que confesarle a su invitado que no tenía donde dormir.

Aquella noche Keiiti Aki y Raúl Estévez compartieron habitación como si se tratara de dos estudiantes universitarios.

Fueron dos días maravillosos. Días para ver más de trescientos tipos distintos de aves. Días de chigüires, babas y garzas rosadas.

III

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Carta de Keiiti Aki a Raúl Estévez. Haga click sobre la imagen para ampliarla.

Ya amigos, mi padre tuvo la suficiente confianza para confesarle a Keiiti Aki que lo había estudiado previamente para convencerlo, así que le contó cómo se había enterado de su pasión de observador de aves y cómo había usado eso como señuelo.

Y entonces Keiiti Aki le dijo que jamás había pensado en una ave en su vida. ¡A mi padre le habían dado información errónea!

En vista de la pasión que mi padre mostraba por las aves y por respeto de visitante japonés, él lo había seguido a cada paseo.

Keiiti Aki le agradeció a mi padre haberlo introducido a una nueva pasión y también le contó que ése había sido uno de los viajes más hermosos de su vida.

Antes de volver, Keiiti Aki le dejó como ofrenda a mi padre uno de los dibujos de ese viaje y le dijo: “Raúl, en Japón vivimos para el trabajo. En Estados Unidos vivimos para nuestro estado físico. Pero ustedes, Raúl, viven para la amistad.

IV

Sí.

En Venezuela vivimos para la amistad.

No lo digo yo.

Lo dijo un japonés: el sismólogo más importante del siglo que pasó.

Sumito Estévez 

Comentarios (11)

Joeif Duroim
30 de noviembre, 2015

Es así, una hermosa característica de los venezolanos: la de hacerse amigos casi que instantáneos y la de sentir cercanía y familiaridad con todos. El escrito es una belleza y muestra el respeto y el cariño hacia tu padre -“Y le regaló Venezuela con contundencia…” Esos paisajes:el pie de monte andino, Barinas, Portuguesa y Hato Piñero entre otros, son inolvidables de nuestro país!

Luis Fernando Gutierrez C.
30 de noviembre, 2015

Caramba Sumito, en esta ocasion las musas te cobijaron y te permitieron escribir una pequeña pieza llena de un candor y una sensibilidad extraordinaria. Con que belleza envolviste el tema, las descripciones de los parajes y sitios, a tu padre y sus argucias y al japones que se acomodo tan inteligentemente a tal situacion. Resultado,…..un hermoso relato. Gracias Sumito

Isabel Virginia Chirinos Flores
30 de noviembre, 2015

Estimado Sumito, me emociona este relato de tu padre y su amistad con el señor japonés, pareciera un buen guion para una pelicula, y le juro que lloraria mucho…Pero en realidad, lo que mas me impresiona y me entristece es la pérdida de valores como la amistad , que hemos sufrido los venezolanos, y esa manía mia de relacionarlo con nuestro devenir. Pero es que es facil dibujarnos en esta historia, porque eso somos los vnezolanos, o por lo menos éramos, antes de que nos dejáramos embullir y arrastrar por esta terrible vorágine politica y borrascosa etapa a la que sobrevivimos. Espero que a 7 dias del 6D, podamos revertir esta realidad tirana, y volver a abrazarnos, y por que no, volver a invitar al señor japones. Un abrazo invisible…

Teolindo Yanez
30 de noviembre, 2015

Como siempre, ya nos tiene acostumbrados, Sumito nos regala una hermosa historia que no es solamente una historia de amistad, sino la historia de una Venezuela que estaba progresando con gente cariñosa, trabajadora y con visión de futuro. Lamentablemente esta revolución de pacotilla y de resentidos, acabó con este pais. Esperamos poder rescatarlo.

Enrique Corao
1 de diciembre, 2015

Para Los que conocemos a Raul, el Hermoso y sentido relate de Sumito no asombra, reafirma ! He reido tanto con las cosas de Raul, pero al leer a Sumito me conmueve el merecido reconocimiento a un Padre como hay pocos. Reconforta que un japonés tambien se diera cuenta. Enhorabuena Sumito, deberías relatar las peripecias de tu Abuela Maria y tu Papá en Aquella moto de Los ’70s !

Ray
1 de diciembre, 2015

Querido sumito, Gracias por inspirarnos siempre con historias como esta, que nos recuendan quienes fuimos y lo que podemos volver a ser. Venezuela necesita hoy más que nunca modelos de integridad ética, de compasión honesta, de bondad y también de gallardía para enfrentar las tinieblas. Es fácil pontificar sobre valores muy altos sentados sobre un cerro de dólares y con los vientos políticos a favor. Difícil es construir un país en condiciones adversas y hacer muestra de integridad cuando día a día tanta vileza parece hacerle a uno perder la fe en la humanidad. Un abrazo para usted y su padre, y también para la eminencia japonesa que da muestra de tanto respeto por el otro y de humildad…

Irma Sànchez de Dìaz
1 de diciembre, 2015

Que historia màs linda la de tu Padre Raùl Estèvez y el Señor JAPONÈS Keiiti Aki,que lindo eso de VIVIR PARA LA AMISTAD, esta historia deberian de leerla, todos los venezolanos,para ver si recuperamos eso tan lindo ( La Amistad), que recuerdo tan hermoso esa foto y esa carta, y compartirla con nosotros, no sabia que tu Papà era Fìsico, pero aqui no cabe el dicho de hijo de gato caza ratòn, porque tu eres Fìsico en la cocina con esos plato tan ricos que nos enseñas a preparar. Eres un gran CHEFF, y un buen narrador de historias.Siguelas compartiendo con nosotros, sè que vives en Margarita te oi en la radio en estos dias en la 99.9, me dio envidia, porque yo vivì en Margarita y era muy felìz, la caracola era un relax para mi. Es todo.

José Álvarez-Cornett
1 de diciembre, 2015

Una bella historia solo le añadiría (le hace falta) decir que el Prof. Keitti Aki falleció el 17 de mayo del 2005. Keitti Aki fue uno de los más grandes geofísicos. En mi posgrado en UC, Berkeley, estudie su obra en dos volúmenes Quantitative Seismology: Theory and Methods. Laraga vida al prof. Raúl Estévez pionero de la geofísica venezolana. Gracias Sumito por esta historia. @Chegoyo

Diógenes Decambrí.
3 de diciembre, 2015

En las antípodas de ese experto sismólogo japonés residenciado en California, que viajó a Venezuela invitado a observar aves sin que esa fuera su afición, y disfrutó de nuestra biodiversidad y de la hermosa amistad de un Educador sin recursos financieros, están los Monedero, los Iglesias, los Danny Glover, que ofrecen sus respaldos al resentimiento incapaz que somete y destruye al país, pero siempre que reciban elevadas sumas en dólares o euros. Sumito, estoy por concluir que eres mejor Escritor que Chef. Sincero agradecimiento por este bello relato.

Luz María Rodríguez
4 de diciembre, 2015

Excelente Sumito, un relato cálido y ameno. ¡Excelsior!

Maria Milagros
12 de abril, 2016

Bello relato Sumito. Emocionante, lleno de mucho sentimientos.

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