Blog de Eduardo Sánchez Rugeles

La generación inmolada y el clientelismo de la ineficiencia, por Eduardo Sánchez Rugeles

Por Eduardo Sánchez Rugeles | 9 de octubre, 2012

Desde hace algún tiempo, tengo una humilde sospecha: a esa señora yo no le creo nada. A su lado, la palabra empeñada por el títere de Carlo Collodi (aún con la nariz hinchada), tendría mayor credibilidad. Todavía existe el derecho a la opinión y la duda. Es probable que, en los próximos años, los pensamientos humanos sean susceptibles de censura y tipificados como delito por las leyes venezolanas pero, en estos días de duelo, aún podemos afirmar que para muchas personas algo huele a podrido en el centro de Caracas. En este sentido, con afición cartesiana comparto mi discreto comentario: dudo de la objetividad del árbitro, dudo de la transparencia del proceso electoral, dudo de las lealtades y compromisos de las personas que dirigen esa sospechosa oficina.

Ya hemos aceptado la derrota. Refutar resultados o apelar al discurso de la trampa está condenado al ridículo. Hoy, vale la pena recordar a todos aquellos necios que, tras el referéndum revocatorio de 2004, insistieron en denunciar irregularidades y terminaron sacrificados por sus propios agentes. A estas alturas, hay demasiado desgaste para forzar controversias inútiles. Pero a los obstinados de oficio, siempre nos quedará la duda, la sospecha legítima, la impresión de que algún día (lejano o cercano), se colocarán sobre la mesa los distintos vales, vouchers, cheques foráneos y demás evidencias que avalen la teoría de las conciencias tarifadas. Aunque pueda parecer un consuelo de idiotas, es grato saber que algún día muchos de estos elementos saldrán a la luz.

El debate sobre las preferencias del árbitro es, a todas luces, irrelevante. Ante la contundencia del resultado, el maquillaje de las cifras solo queda como anécdota. La tragedia contemporánea de Venezuela no pasa por la credibilidad de las máquinas. La verdad más difícil de asimilar es que, al margen de los porcentajes inflados, existe un número significativo de personas que legitimó con su voto la continuidad del desastre. Resulta muy complejo entender cómo, tras catorce de años de evidente fracaso gubernamental, un porcentaje mayoritario ha reconocido como alternativa política el despropósito revolucionario. Ninguna lógica occidental es capaz de explicar esta situación. Que, por ejemplo, la ciudad de Punto Fijo haya reivindicado la  gestión de los responsables de su reciente desgracia resulta, absolutamente, irracional e inverosímil. En apariencia, solo Mérida y Táchira fueron objeto de competencia. Yo no lo sé. Ante estos números extraños y el mapa pintado de rojo, prefiero ejercer mi libre derecho a la obstinación y la duda.

Tras la resaca, analistas políticos, visionarios de ocasión, periodistas absortos y otros observadores del combate procuran, a duras penas, explicarnos lo que pasó el domingo 07 de octubre pero los argumentos no aparecen por ninguna parte. Con frecuencia, se cita eso que Fausto Masó describe en su columna de El Nacional como “discurso dulzón” (perdimos pero ganamos, aprendimos una lección, tenemos esperanzas para el 2019, etc.). La referencia a este triunfo imaginario, sin embargo, es demasiado frágil. Sospecho que la sensación general e intimista es de profunda pesadumbre. El desconsuelo de una gran parte de la población inició una irreversible metástasis. Intuyo que muchas personas (aunque, por mecanismo de defensa, no se atrevan a pronunciarlo) sienten que el famoso camino que se labró no existe y que, si alguna vez existió, se desplomó con el aguacero de las cifras. Lo único que sabemos los dolientes es que debemos aceptar el peso muerto del número 2019. Cuando, tras el testimonio de la señora risueña, leí en el generador de caracteres de Telesur (única señal a la que pude acceder desde la madrugada madrileña) período presidencial 2013-2019 sentí el calor de una bala quemándome las tripas, el hígado, los riñones, el corazón y el estómago. ¡1998-2019! ¡Es increíble! (Las correspondencias entre el gomecismo y el chavismo intimidan). Toda una generación inmolada por la barbarie… Dicen que la fortuna es impredecible. Sé que nunca se deben subestimar las estrategias de la esperanza pero sí creo que, tras las expectativas forjadas en los últimos meses, desde el punto de vista emocional, costará muchísimo superar los coletazos de este contundente y soberano coñazo. En este contexto, valoro con profundo pesar la situación de los presos políticos, esos seres humanos que han sido y siguen siendo objeto de la más visceral humillación. Todo el mundo sabe que el Helicoide es una versión modernista de la Rotonda, si Leonard Cohen hubiera sido venezolano, quizás, habría incluido este verso en la más reconocida de sus canciones de protesta.

Un argumento convincente es el de la visibilización de la pobreza; otro es el del culto al caníbal. Hay sectores de la población, olvidados y ofendidos, que al margen de cualquier propuesta política solo creen en la palabra del Redentor. Para ellos, el voto es un acto de fe. Ese porcentaje está ahí y es alto. Los excesos y la indolencia de los gobiernos ochenteros, en gran medida, son responsables de esa situación. El voto del creyente no me molesta. La fe no admite diálogos ni refutaciones, la credulidad también es un derecho y los errores del pasado, cuando toman la palabra, no admiten ningún tipo de enmienda.  Lo que no tolero, bajo ningún concepto, es el clientelismo de los parias, el aval traicionero del mediocre, el espaldarazo del inútil que, defendiendo irredentos privilegios, se coloca una camisa amarilla, marcha, protesta, se queja de la inseguridad pero, a la hora de tocar la pantalla, toma partido a favor del hereje. Los resultados de la elección del domingo sugieren, de manera categórica, que existe mucho chavista de closet.

Con el fin de evitar los malos entendidos, expondré una definición práctica. En Venezuela, en nuestros días, entiendo por mediocre a todo aquel que, a pesar de no tener las competencias aptas para ejercer un cargo (sea cual sea la naturaleza del cargo) aparece, por afinidades políticas, como vicepresidente de una empresa expropiada, director general de un proyecto condenado al fracaso o supervisor de programas imperiales y revolucionarios. El caso PDVSA, quizás, es el más visible y significativo. Todo el mundo sabe (ellos también lo saben) que la PDVSA contemporánea está dirigida por un atajo de incompetentes. Una de las mayores fortalezas electorales del gobierno ha sido la de activar y profundizar el clientelismo de la mediocridad. Estos tipos (que pueden ser nuestros hermanos, primos, vecinos o amigos del colegio) saben perfectamente que en un contexto objetivo de competencia no tendrían nada que aportar ni que decir. Su ineficacia, a la hora de una prueba de aptitud, quedaría en la más absoluta evidencia. Muchas de estas personas, como parte del juego social, reivindican en su vida cotidiana alternativas como las de Hay un camino pero a la hora de participar, por mera conveniencia, eligen la única opción que garantice sus inmerecidos cargos y desproporcionados salarios. Lo que sucede en PDVSA sucede en todos los sectores de la vida pública. Cuesta creer que dentro de los millones que refrendaron el desastre, un porcentaje relevante corresponde a este perverso clientelismo. Todos tenemos algún conocido que, de un día para otro, pasó de cuidar carros en un restaurante chino a ser cónsul de Venezuela en cualquier lugar del mundo o asesor estratégico del ministerio de un poder, supuestamente, popular. Sospecho que, en una futura elección, la posibilidad de una estrategia exitosa pasa por decirle a estos sujetos serviles que, a pesar de su honrada ineptitud, el nuevo gobierno garantizará sus privilegios. Pero para hacer eso hace falta demasiada cara, demasiado cinismo.

Y, probablemente, el error trágico de Henrique Capriles ha sido la falta de cinismo. Su discurso ha estado ensamblado sobre la base de las más esenciales dignidades humanas. El problema real, el que todo el mundo conoce, es que estos tipos (los dirigentes del partido oficial) son versados malandros, cualquier otra caracterización no es más que un vulgar eufemismo (no soy periodista ni político por lo que no tengo la obligación de insinuar amagos de diplomacia o falsa objetividad). Para  estos mercenarios la buena voluntad es una caricatura, una razón inoperante. Por otro lado, coincido con la impresión general: reconozco que el liderazgo de Henrique Capriles es sólido y que su campaña, desde todos los puntos de vista, ha sido de las más responsables de los últimos años. Solo espero que, en esta oportunidad, la dinámica política/opositora no lo inmole. Tras la resaca del domingo, aparecieron comentarios de respaldo e inspirada lealtad. Sin embargo, creo que vale la pena hacer memoria y recordar algunos nombres, caras y gentes perdidas en el laberinto de nuestra historia contemporánea. En los últimos catorce años, este país ha padecido una sucesiva aparición de fugaces liderazgos. Desde la más remota ingenuidad, me pregunto: ¿Dónde quedó, por ejemplo, Juan Fernández? ¿Dónde quedaron los esfuerzos de la Gente del Petróleo? ¿Quién se acuerda, más allá del episodio del bigote falso, de Carlos Ortega? ¿Dónde está Carlos Fernández? ¿Cómo se desintegró la figura de Manuel Rosales? ¿A dónde se fueron los militares de la Plaza Altamira? ¿Tiene respaldo popular, hoy día, la figura de Enrique Mendoza? ¿Dónde quedó el chamo de la Universidad Metropolitana que se quitó la camisa en la Asamblea? ¿Qué fue de la vida de personajes como Mingo o Alfredo Peña? ¿Dónde quedaron todas las personas que, alguna vez, con sus errores o aciertos, con sus torpezas o fracasadas apuestas, dieron la cara y de alguna forma confrontaron los excesos de la barbarie? La oposición real (no solo la partidista) suele ser despiadada con todos aquellos que descarta. En este país, el ejercicio del liderazgo tiene una fecha de caducidad impresionante. El ojo de Capriles debe estar muy atento a las voluntades tarifadas que, desde dentro, pretenderán apartarlo. A los demás, solo nos queda confrontar el sopor y la mala fe del olvido.

Quizás, alguna vez, valdría la pena llamar a las cosas por su nombre. Entiendo, por un asunto de diplomacia social que, al reconocer la derrota, Henrique Capriles haya pronunciado un par de clichés y afirmaciones edulcoradas pero creo que se equivoca cuando dice que él está convencido de que Venezuela es el mejor país del mundo. Yo, en este sentido, me hago una única y discreta pregunta: ¿En el mejor país del mundo existirían más de 7.000 personas que le darían su voto a María Bolívar? No lo sé. Esa retórica nacionalista-patriotera no es sana. Todos los países del mundo tienen sus bondades y sus deficiencias. Ninguno es mejor que otro, los pueblos (en lo esencial) son los mismos. En el caso de Venezuela, como el desengañado Sócrates, solo puedo decir que no sé ni entiendo nada y que creo que, poco a poco, nos estamos acostumbrando al amargo sabor de la cicuta.

Finalmente, retomando el comentario del inicio, reitero mi impresión de que a esa señora de la oficina cercana a la Plaza Caracas, yo no le creo nada. Si alguno de los cuarenta ladrones del relato del viejo Alí Babá, me ofreciera un carro usado a un precio asequible, consideraría su propuesta. Su oferta me inspiraría más confianza que las risas cómplices de esta persona cuya eticidad, a mi juicio, es más que discutible. Solo es mi opinión y, a quién le disguste, este es mi blog. En Venezuela, la plataforma web WordPress todavía no ha sido expropiada.

Saludos,

E.

PD: Quisiera hacer un reconocimiento a mi amigo Antonio López quien,  junto a un grupo de valiosas personas pertenecientes al Comando Internacional de Primero Justicia, hizo un trabajo exhaustivo para canalizar de la mejor manera el proceso electoral en España. Sin el aporte de esta gente, el padrón del registro electoral no hubiera sido el mismo y la información (que el consulado nunca facilitó) no hubiera circulado de la misma manera. Sé que en la Venezuela contemporánea, para algunos sectores de oposición, existe la leyenda de que todos los que estamos fuera del país somos unos malditos bastardos. En mi caso, puede ser. Sé que, cuando llegue el momento, me tocará padecer el calor de la paila, pero estos chamos hicieron un trabajo inmenso, muy serio y responsable. Para todos ellos, mi admiración y mi respeto.

 

Eduardo Sánchez Rugeles 

Comentarios (13)

Miguel Angel Campos Torres
9 de octubre, 2012

Tiene dudas de la transparencia en el conteo de votos, pero admite que los siete mil votos de maría bolívar son síntoma del trastorno del electorado, o una cosa o la otra: parvada de mendigos o cándidos ciudadanos.

Karen
10 de octubre, 2012

Respeto tu opinión. Pero lamento que generalices a diestra y siniestra porque hace imposible varios de tus argumentos. Entre otras cosas, no todos los votantes tienen las mismas motivaciones. Y por cierto, Capriles ejerce un liderazgo muy distinto en origen y legitimación de gente que mencionas en tu artículo. Veremos. Abrazo.

Y. Vila
10 de octubre, 2012

Creo que no se trata de concordar o no con tus opiniones porque son eso, tus apreciaciones de lo que ocurre, desde tu perspectiva y experiencia personales. Así que, como has deseado compartir las tuyas, yo deseo compartir las mías, sin presunciones pero si con el peso de las circunstancias que me agobian. Volviendo a diciembre de 1998, dos cosas trascendentales sucedían en lo personal y en lo social: yo me graduaba con honores en la UCV y al día siguiente se elegía al presidente de la república. En relación a lo primero tenía las expectativas y ansiedades de todo recién graduado. En relación a lo segundo no esperaba sino otro mal gobierno como tantos otros. Desprecié el hecho de ir a votar en esa ocasión, pues consideré -erróneamente- que se me daban las eternas alternativas entre lo malo y lo peor y me indignaba resignarme a ello. Opté por abstenerme. Hoy en día siento esa decisión como un pecado original que me incluye en los responsables de lo que hasta la fecha ha ocurrido en el país, por acción u omisión. Recuerdo que preferí dedicarme a colaborar en un cortometraje, pues aunque era una labor ad honorem, pensé que era un buen augurio entrar de lleno en lo que deseaba hacer en el futuro y escaparme del protocolar acto de grado y no tomar partido por ninguno de los candidatos. Recuerdo que uno de los compañeros de aquellas jornadas de 18 horas grabando, entusiasmado por los aires de cambio que creía ver en Chávez me dijo que esa era la alternativa. Yo le dije -ingenuamente- espero vernos en 5 años y veremos si aún sigues creyendo lo mismo. Lo cierto es que no volví a verlo y entiendo se fue al exterior. Con suerte acaso no habrá regresado. Yo, creí que en 5 años, quizás más maltrecho el país, tendríamos otras elecciones y sin posibilidad de reelección inmediata, este señor se iría a tomar sus merecidas vacaciones. Un mal gobierno más, que quedaría para la galería de fracasos presidenciales parodiados en la Rochela. Craso error, ya lo hemos visto y padecido. Por eso tus líneas que dicen 1998-2019 tienen el efecto de un gancho al hígado, y en eso si veo que hay una generación que ha quedado como congelada, sin las verdaderas oportunidad de explotar sus potencialidades, aprovechadas para beneficio del país y para el crecimiento de cada uno como individuos. Pero para las generaciones que nos siguen el panorama es mucho peor. Al menos tu y yo conocimos otras circunstancias de país. Para los más pequeños niños de 5 años, 14, 25 esto es su normalidad. Y por más mal que puedan verse a los ojos de un adulto las cosas, los niños sienten que las cosas son así y punto, no hay marco de referencia. Eso es para mi lo más duro. Creo que el alumno entendió la lección del maestro. 5 generaciones han crecido en Cuba aceptando las cosas como son y punto. Muy pocos disienten tierra adentro y unos cuantos mar afuera. Eso me da escalofríos. Pues la resignación no es la opción. Y coincido enteramente que la ética y la transparencia del rector electoral es más que cuestionable. Pero no por ello volveré a cometer la torpeza de no expresarme cuando haya el chance. No me hago falsas ilusiones, ni expectativas, ya no soy la ventiañera de 1998, pero la inacción tampoco me dejará dormir con la conciencia tranquila. Lamento y es justo que se recuerden siempre los presos políticos, la desesperanza es más dura para ellos y sus familiares. Al igual que tu, espero que un liderazgo como el de Capriles pueda consolidarse y no se extinga como una aventura electoral más. No se qué tanta conciencia haya de lo importante de eso en las élites políticas. Ojalá logren dominar ambiciones sectoriales o personales en aras de seguir abriendo una brecha de democracia en este ejercicio de poder que ciertamente se acerca cada vez más al de nuestro primer dictador del siglo XX.

omar rojas
10 de octubre, 2012

Por fin leo algo que no empalaga,edulcora la relaidad,como lo han hecho todos los que he leido tanto ayer como hoy en la prensa diaria .Creo que si esta situación se lee con desgarro y sin tapujos ni metáforas daremos un paso adelante, de lo contrario seguiremos en el mismo gueco.Me agradó su trabajo,

Marisela
10 de octubre, 2012

Me quito el sombrero ante tu “siempre” manera brillante de escribir! Mis respetos y admiración. Saludos

Luis E Fonseca Barnola
10 de octubre, 2012

Lo más honesto que he leído desde 7/0

Mariela Meneses
11 de octubre, 2012

Desde mi posición de ¨maldita bastarda¨la cual confirmé en mi reciente visita a Venezuela, cada vez que, palabras más palabras menos trataba de dar una opinión similar a la expresada por Eduardo, me siento plenamente representada en estás líneas, por capricho del máximo lider viaje 1600 millas en carro para ejercer mi derecho, gasté unos dólares que no me sobraban, deje de compartir un fin de semana con mis hijas entre otras cosas, sin embargo, la mediocridad, el clientelismo y el conformismo hablaron por mi y muchos otros, esto unido a la sonrisa de la empleada de la oficina del centro cada vez que da su tendencia irreversible provocan en mi un profundo dolor claro jamás superado por el asco causado al escuchar las frases edulcoradas, cursis e irresponsables ¨ganó Venezuela¨ ¨somos 6 millones que no nos arrodillamos¨ no se con que cara se puede pronunciar esa barbaridad ante los Venezolanos privados de su libertad por pensar diferente, no se quien en Venezuela no vive arrodillado ante la incapacidad de un gobierno para garantizar la vida de cada uno de sus ciudadanos. No entiendo esa sociedad a la que se supone pertenezco, no acepto esa absurda alegría, me mata la negación de la muerte de un país, me entristece pensar en la esperanza de mi padre quien con sus 74 a cuestas cree que aún hay un camino, me entristece el futuro de mi sobrino de apenas 4. En fín brillante escrito Eduardo, digno inicio de otro doloroso libro como esos que sabes escribir. Saludos

Yahaira
11 de octubre, 2012

Excelente articulo. Expresa el sentir de muchos que como yo no “conseguimos” las palabras adecuados para plasmar lo que sentimos, eso que me tiene molesta desde el 7/O y que no me deja sentir conforme con la “aceptación” de nuestros líderes

Cristopher
11 de octubre, 2012

A mi 18 años debo mi poca habilidad para argumentar en ciertos temas en cuanto a política se refiere. Gracias porque al fin pude leer eso que queria leer. Excelente texto y muy buenos los comentarios. Quizás, después de todo y con mi carrera universitaria a la mitad, el camino sigue siendo maiquetia.

Cristina Heger
11 de octubre, 2012

Por fin alguien publica lo que me ha estado molestando desde que “analistas políticos de la derecha” tratan de convencernos: que, aunque no se ganó la elección, la oposición aumentó en el número de votos obtenidos, lo que representaría una ganancia, un punto de partida favorable rumbo al 2019. “Perdimos pero ganamos” (Fausto Maso) es difícil de tragar.

Más que hacernos llevadero el resultado de estas presidenciales, es preferible analizar las razones del triunfo de unos/ derrota de otros de manera objetiva.

Jose Luis quintero
11 de octubre, 2012

Primero quiero felicitarte por blue Level desde hace mas de un año cuando mas que leerlo lo devoré.Luego quiero subrrayar lo novedoso para mi de tu tesis de los chavistas de closet que aun viviendo aquí no se me habia ocurrido, pero debe ser verdad.Tercero concuerdo prácticamente con todo lo demás.Cuarto,Qué hacer?quinto, no estoy muy seguro de que lo deseable sea UN LIDER aunque reconozco y aprecio el esfuerzo casi suicida de Henrique Capriles.Mas bien me gustaría que pensaramos en equipos e ideas pero tambien sospecho que es mucho pedir tomando en cuenta la infinita estupidez que nos caracteriza.Aludes de bienaventuranzas!

mimi
12 de octubre, 2012

Excelente artículo…muy ajustado a la realidad. Personalmente, al igual que muchos de mis compatriotas estamos sumidos en un profundo duelo, quizas muy similar al que atravesamos cuando se pierde un ser querido. El 2019 es muy lejano, siete años mas de esta perenne angustia es una insufrible agonía. Creo, quizas ingenuamente que debemos hacer algo, aun no sé qué, pero de seguro, por el bién de todos nosotros y de las generaciones venideras: NO PODEMOS QUEDARNOS DE BRAZOS CRUZADOS! Muchas gracias!

D
14 de octubre, 2012

Soy venezolana, viviendo fuera desde el 2004. Me sorprendo cuando mi familia en Venezuela me da las gracias por votar como si por vivir fuera ya no tuviera la misma responsabilidad que antes de votar. Bien que conozco gente de fuera que no “pudo” votar!

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